Tareas pendientes (III)
Reforma fiscal: reducir la desigualdad con más dinero de los ricos
La Comisión Europea y los economistas neoliberales han presionado continuamente para que, de subir algún impuesto, se suba el IVA. Es decir, que el que más tiene pague menos y el que menos gana pague más
Emilio de la Peña 3/04/2019
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No hay cosa en que se diferencien más los programas políticos conservadores y progresistas que en qué hacer con los impuestos. Aquí y en todas partes. Para los progresistas, y no hace falta para ello ser extremadamente de izquierdas, los impuestos sirven para dos cosas. En primer lugar, son el instrumento para costear el Estado de Bienestar. Este no se garantiza simplemente con proclamarlo, o recogerlo en las leyes. Es imprescindible disponer de un Estado con recursos y estos vienen del dinero que aportan los ciudadanos y las empresas pagando impuestos. En segundo lugar, unos impuestos aplicados con justicia contribuyen decisivamente a corregir las desigualdades: si los ricos contribuyen más en relación con lo que ganan y los pobres menos, el Estado podrá equilibrar esa desigualdad a la hora de repartirlo, en forma de educación, sanidad, dependencia, servicios sociales u obras públicas.
Esto no son opiniones sin más. Vienen demostradas con datos. Basta mirar, como otras veces, las estadísticas europeas, que publica Eurostat. La renta media de los españoles se situó en 2017 en 16.400 euros. Si descontamos lo que reciben por transferencias sociales, pensiones, becas, subsidio a los parados, sanidad, ayudas a la dependencia y demás, la renta media baja a 12.000 euros. Es decir, 4.400 euros de la renta media de cada ciudadano, el 27%, proviene del dinero del Estado, de los impuestos y cotizaciones sociales. En los países europeos más desarrollados esa aportación de los impuestos a la renta de los ciudadanos es mayor aún. En Alemania supone el 31 por ciento de la renta media por persona. Y en el conjunto de la Zona euro, el 30 por ciento.
Ha sido precisamente el IVA el impuesto que más se ha potenciado. Ahora se recauda con él un 25 por ciento más que antes de la crisis. Por comparar, con el IRPF se recauda un 12 por ciento más
Eso es la media, pero hay otro indicador que refleja si los impuestos contribuyen a reducir la desigualdad. El llamado índice Gini es el medidor de la desigualdad universalmente reconocido. Cuanto más bajo el índice, menor es la desigualdad. El índice de España es de 34. Si se descuentan las transferencias sociales, que son posibles por los impuestos, el índice aumenta a 50, es decir, sin la intervención del Estado con sus impuestos, la desigualdad es notablemente más alta. En el conjunto de la Zona euro esto se nota más aún, porque el peso de los impuestos es mayor: el índice Gini de la eurozona es más bajo que el de España, es de 30, hay menos desigualdad, pero sin las transferencias sociales, se sitúa ligeramente por encima del nuestro.
Desde las opciones conservadoras, la posición es la contraria: hay que reducir los impuestos para impulsar la economía. Que cada uno haga lo que quiera con el dinero que le rebaja Hacienda. El discurso coincide con el de los que tienen más dinero. Y es falaz, porque lógicamente los que más tienen menos precisan de los servicios públicos, como la sanidad, la educación o la dependencia: pueden pagárselos ellos. Se han dado argumentos tan falsos como que al rebajarse los impuestos se recauda más, porque se genera más actividad económica. Obviamente es mentira y se ha demostrado numerosas veces. Basta con preguntarse por qué, si es así, el Gobierno de Rajoy subió los impuestos cuando necesitaba dinero para reducir el déficit público.
Contrariamente a lo que difunden los mensajes de la derecha, Ciudadanos incluido, y también de las empresas y de ciertos analistas, la recaudación de impuestos en España es relativamente baja comparada con la zona euro y con la Unión Europea en su conjunto. Aquí, los impuestos y las cotizaciones sociales equivalen al 34% de toda la actividad económica, el PIB. En la Zona Euro supone el 41 por ciento. Si se tienen en cuenta sólo los impuestos, estos representan en España el 22 por ciento del PIB, en la zona euro el 26. Todos los países importantes de la moneda única tienen una presión fiscal mayor que el nuestro. Por eso consiguen reequilibrar mejor las desigualdades con los impuestos.
España recauda poco con los impuestos y además lo hace de manera injusta. Repasemos cada uno de los grandes tributos:
La consecuencia es que ahora se recauda con él un 37 por ciento menos que antes de la crisis, mientras que las ganancias empresariales han subido un 11 por ciento
El IRPF. El Impuesto sobre la Renta es el principal de todos. Y en teoría es el más equitativo, porque el tipo impositivo es más alto cuanto más dinero gana el que lo paga, es lo que se llama progresividad. Pero sólo en teoría: La política neoliberal, la de Rajoy, pero también las anteriores, de Aznar y Zapatero, han ido reduciendo esa progresividad y el tipo entre los que ganan mucho y los que ganan poco se ha ido estrechando. Además, se ha diferenciado entre las rentas del trabajo, las que más tributan y las del capital, las que menos. Estas, llamadas también rentas del ahorro, para disimular su verdadero origen, son las que se obtienen invirtiendo en la bolsa, comprando y vendiendo casas, con fondos de inversión o con dividendos. Lo puede hacer todo el mundo, pero lo hacen más los más ricos. Ahora el tipo medio real del IRPF es del 12,5 por ciento. Pero mientras las rentas del trabajo tributan el 15 por ciento de lo que ganan por término medio, las del capital tributan el 9 por ciento. Y los autónomos el 8,3 por ciento.
El IVA. Es el impuesto regresivo, es decir, en la realidad los que más ganan pagan proporcionalmente menos, en relación con su renta, que los que ganan menos. Aparentemente todo el mundo paga el mismo IVA. Por ejemplo, al comprarse un ordenador, supongamos, de 500 euros, deben pagar el 21 por ciento de IVA, es decir 105 euros. Pero esto es tramposo. Un joven que gane 1.000 euros al mes habrá tributado por ello un 10,5 por ciento. Su jefe, que gana 4.000 euros, pagará el 2,6 por ciento de su salario mensual por comprar lo mismo. La Comisión Europea y los economistas neoliberales han presionado continuamente para que, de subir algún impuesto, se suba el IVA. Es decir, que el que más tiene pague menos y el que menos gana pague más. Todo un ejemplo de injusticia. Ha sido precisamente el IVA el impuesto que más se ha potenciado. Ahora se recauda con él un 25 por ciento más que antes de la crisis. Por comparar, con el IRPF se recauda un 12 por ciento más.
El Impuesto de Sociedades, el que pagan las empresas. Con él la injusticia llega al grado sumo. La doctrina neoliberal asumida por los gobiernos anteriores llevó a una bajada continua del impuesto de las empresas. La consecuencia es que ahora se recauda con él un 37 por ciento menos que antes de la crisis, mientras que las ganancias empresariales han subido un 11 por ciento. Pero la desvergüenza no se queda ahí. El conjunto de las empresas paga a Hacienda el 15 por ciento de lo que gana, que ya es poco. Pero los grandes grupos empresariales, los más poderosos e influyentes, tributan tan sólo el 6 por ciento. Sí, sí, el 6 por ciento de lo que ganan. ¿Y una pequeña o mediana empresa? Pues, aunque en teoría tiene el impositivo más bajo que las otras, en la realidad paga más: un 18 por ciento. Los datos están extraídos de la Agencia Tributaria.
Este es el panorama antes de las próximas elecciones generales. El Gobierno de Pedro Sánchez pactó con Unidos Podemos cambiar varias cosas del sistema tributario, pero la gran mayoría se fiaron a la aprobación de los Presupuestos de este año, que no consiguieron salir adelante. Se estableció que los grandes grupos empresariales deberían pagara al fisco como mínimo el 15 por ciento de sus beneficios y el 18 si eran bancos, eléctricas o petroleras y se elevaría el IRPF a los que ganaran más de 130.000 euros. Se quedó en el papel. Sí se ha creado, por fin, el impuesto a las transacciones financieras, pero con escasísima capacidad recaudatoria. También un tributo para las empresas que venden en España por Internet desde fuera, con el que Hacienda piensa obtener 1.200 millones. Y casi nada más.
¿Cuáles son las tareas pendientes que se podría pedir a los partidos que se presentan a las elecciones?
– Una reforma completa del IRPF para que el tipo impositivo aumente para los que más ganan. También que se suprima eso de que las rentas de capital tengan un tipo impositivo diferente y más bajo que las del trabajo. Todas las rentas deberían tributar igual. Lo de ahora es una artimaña neoliberal injusta.
– Un impuesto de las empresas de verdad. Lo de ahora es de chiste para los grandes grupos. Nunca una empresa con grandes beneficios y gran capital debería pagar menos que una pequeña o mediana. Para ello hay que eliminar las innumerables deducciones que tiene el actual impuesto de sociedades. Con ellas juegan las grandes empresas para burlar sus obligaciones tributarias. Sólo establecer las que el Estado considera políticamente útiles para impulsar la economía.
– Bajar el IVA a muchos de los productos necesarios a los que el PP de Rajoy impuso el tipo más alto.
– Crear un auténtico impuesto medioambiental. Ahora los escasos impuestos medioambientales recaudan sólo 1.800 millones, menos que en 2013.
– Establecer un impuesto a la banca para contribuir al pago de las pensiones. Se debería mantener mientras la Seguridad Social tenga un desfase entre el pago de estas y los ingresos por cotizaciones sociales. Sánchez lo defendía antes de ser presidente del Gobierno. Luego lo metió en un cajón.
– Luchar contra el fraude fiscal. Los procedimientos son múltiples, pero una medida ejemplarizante y a la que se comprometió el PSOE fue publicar la lista de los contribuyentes que se acogieron a la amnistía fiscal de Montoro, declarada inconstitucional cuando ya no había remedio. Ya en el Gobierno, de nuevo Sánchez se echó atrás, pese a pedírselo Unidas Podemos.
Hasta ahora no ha sido sólo el PP el que ha pretendido la anorexia fiscal. Se ha sumado a ello con entusiasmo Ciudadanos. También el PSOE durante el mandato de Zapatero, que llegó a proclamar que “bajar los impuestos es de izquierdas”. El absurdo de tal aserto es semejante a asegurar que no creer en Dios es de católicos. Hablando de Dios, Zapatero debió pensar que el dinero para el Estado de Bienestar le vendría del cielo, como el maná.
¡Hola! El proceso al procés arranca en el Supremo y CTXT tira la casa through the window. El relator Guillem Martínez se desplaza tres meses a vivir a Madrid. ¿Nos ayudas a sufragar sus largas y merecidas noches de...
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Emilio de la Peña
Es periodista especializado en economía.
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