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Carlos Mesa / expresidente y candidato a la presidencia de Bolivia

“El Gobierno de Evo Morales ha dejado de ser democrático”

Carlos Heras La Paz , 8/05/2019

<p>Carlos Mesa.</p>

Carlos Mesa.

C. H.

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Aún no se había mostrado dispuesto a ser candidato, ni tenía partido, pero en 2016 Carlos Mesa (La Paz, 1953) ya aparecía en todas las encuestas como el mejor posicionado para competir contra Evo Morales por la presidencia de Bolivia en octubre de 2019. En octubre del año pasado anunció su candidatura con una nueva plataforma, Comunidad Ciudadana. Historiador, periodista y escritor, Mesa ya asumió la presidencia de Bolivia otro octubre, en 2003. El año anterior había sido elegido vicepresidente como compañero de fórmula de Gonzalo Sánchez de Lozada, hoy exiliado en Estados Unidos. Mesa se apartó del gobierno después de que las fuerzas de seguridad del Estado asesinaran a más de sesenta personas que participaban en las protestas conocidas como la guerra del gas en la ciudad de El Alto, pero no renunció a la vicepresidencia y asumió la jefatura del Estado por sucesión constitucional cuando su antecesor dimitió.

En crisis económica, sin mayoría parlamentaria y en una situación de alta tensión social, dejó el cargo en junio de 2005. En el camino, y ante la presión de las protestas populares, abrió dos procesos que serían fundamentales en los años siguientes: un referéndum para revisar la política de privatización del gas natural y la apertura de un proceso constituyente para el país. Volvió a la primera línea pública en 2014 como portavoz internacional de la reivindicación marítima de Bolivia de una salida soberana al Pacífico, pero el gobierno lo alejó de esas funciones en 2016 por su oposición al referéndum para modificar la Constitución y permitir así una nueva postulación de Morales.

El presidente y su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), perdieron la consulta del 21 de febrero de 2016 por un margen estrecho, pero el Tribunal Constitucional habilitó su candidatura para un cuarto mandato en una sentencia muy cuestionada. Mesa quiere que su gobierno sea “un shock democrático” que imprima “un cambio de 180 grados” en la Justicia boliviana mediante una reforma parcial de la Constitución, “recomponga el Tribunal Supremo Electoral (TSE), que está totalmente copado por el poder ejecutivo” y recupere “el valor del ciudadano como iniciativa individual”.

Entre el populismo progresista en decadencia en la región y la propuesta excluyente que representa Jair Bolsonaro en Brasil, el expresidente cree en una tercera vía. “Es perfectamente posible un discurso que esté marcado hacia lo que llamaríamos tradicionalmente el centro” que “defienda de manera militante la democracia como institución, la defensa del individuo dentro de la comunidad y la comunidad complementada con el individuo”, sostiene.

Se entiende, por el inicio de su campaña, que la primera motivación de su candidatura es hacer cumplir el mandato popular de febrero de 2016 para la no reelección del presidente Evo Morales. ¿Cómo se convierte ese mandato en un programa de gobierno?

El mandato per se tiene que ver con lo esencial, que es un país que está perdiendo la democracia y está yendo en la ruta del autoritarismo con un gobierno que le dice no y le da la espalda a la decisión popular del 21 de febrero y que tiene como objetivo final sin duda alguna la perpetuación en el poder. Es decir, la posibilidad de ser reelegido indefinidamente. Está vulnerando principios centrales de la democracia. Ese mandato, que es fundamental, debe ser respondido de esa manera: la garantía de la reconstitución de las instituciones democráticas, la construcción de un sistema que respete nuestra Constitución y que establezca la independencia de poderes y la institucionalidad, y no la personalización de las instituciones democráticas. Eso se convierte en un programa a partir de los desafíos que representa la construcción de una propuesta adicional de carácter económico y social, que está en pleno desarrollo.

¿Dónde ha fallado, más allá de estos problemas institucionales, el Gobierno de Morales al pueblo boliviano?

Hay una lógica muy característica de la comunidad internacional de seguir enamorada de esta idealización de Evo Morales como el primer presidente indígena de Bolivia. Idealizando el hecho de que Bolivia, un país que tiene un 40% de indígenas, tiene por fin un presidente indígena, cosa que debería haber pasado hace muchos años. Sobre esa base, les cuesta mucho comprender que lo que aquí estamos juzgando no es a un indígena, estamos juzgando a un gobierno. Es importante que la comunidad internacional juzgue al presidente Morales no por su origen étnico y por su carácter simbólico, sino por sus actos.

El déficit democrático es extremadamente grave, no es parcial, no es “parece que”. El gran drama de Bolivia es que tiene que compararse con dos dictaduras despiadadas como la de Venezuela y la de Nicaragua, y eso edulcora un poco el autoritarismo de Evo Morales. Aquí lo que tenemos que hacer es construir una democracia total, absoluta, como la que tienen España, Francia o el Reino Unido. No se trata de gradaciones. El presidente Morales está en una ruta autoritaria y las instituciones han sido destruidas. Es inadmisible que en una república, que es el caso de Bolivia –porque se llama Estado plurinacional, pero se reconoce republicana en su estructura–, esto haya sido vulnerado.

¿Tienen confianza en que haya unas elecciones con garantías y que, en caso de que los ciudadanos así lo quieran, haya un relevo democrático?

Nosotros estamos convencidos de que el Gobierno va a hacer todos los esfuerzos para manipular en lo que pueda todos los mecanismos que eran transparentes en el proceso electoral. En la esencia, el mecanismo electoral boliviano está bien diseñado y, si se cumpliera, sería impecable. Creemos que todavía hay posibilidad de proteger ciertas partes vinculadas al día del voto, que tenemos que hacer vía un control electoral externo y, ojalá, con observación internacional crítica de verdadera significación. Pero no, no tenemos confianza.

Uno de sus últimos libros se llamó 1982-2006: Democracia, ¿cómo caracterizaría el periodo que va desde 2006 hasta ahora?

El título siempre da, y es intencional, la posibilidad de decir “ok, si se considera que hasta 2006 había democracia, después de 2006 no la había”. No es verdad, la intención era provocadora en el otro sentido: contradecir con claridad el discurso del presidente Morales, que pretende que lo que antes había era una democracia de cuoteo, neoliberal y elitista. Yo no coincido en absoluto con esa visión. Tuvo sus defectos, sus problemas, pero desarrolló una propuesta histórica iniciada en 1982. Por supuesto que el presidente Morales ganó democráticamente y fue presidente elegido en 2005, 2009 y 2014 con una votación mayoritaria. Y yo diría que los dos primeros gobiernos, dentro de un esquema complicado en el que hubo violencia y se planearon problemas de naturaleza estructural para lograr la estabilidad política, el gobierno de Morales no puede cuestionarse como un gobierno democrático. Lo fue, pero ha dejado de serlo. Creo que es muy importante decir que el presidente Morales ha ido desprendiéndose, alejándose, negando cada vez más la democracia. Y el punto de inflexión es el 21 de febrero de 2016.

Para ganar las elecciones, va a necesitar que mucha gente que votó por Evo Morales en 2014, cuando obtuvo el 61% de los votos, vote por usted ahora. ¿Cómo va a convencerles?

Creo que represento una opción que reconoce las transformaciones históricas que el país ha tenido, que quiere profundizar el tema de la movilidad social, de la inclusión, de la no discriminación. Que quiere establecer algo que retóricamente el gobierno dijo que iba a hacer y no hizo, que es tener el medioambiente como articulador de nuestro proyecto político. Mi vocación democrática está fuera de discusión, y creo que la sociedad boliviana quiere vivir en democracia. En el contexto de un votante que tiene unas ideas progresistas, que cree en la transformación, yo creo que el presidente Morales ya está lejos de ello. Ha demostrado que lo único que le interesa es la perpetuación en el poder y el poder por el poder mismo. Hay que transformar la idea equivocada de que una persona representa un cambio y que sin esa persona no se puede ir a ninguna parte. Se deben construir instituciones y un mecanismo que establezca un proyecto histórico que no dependa de una persona, sino de quienes construyen colectivamente un proyecto. Hay que darles un espacio protagónico a los ciudadanos.

el mal llamado socialismo del siglo XXI ha derivado en posiciones populistas, en posiciones autoritarias cuando no dictatoriales

¿Cómo se define ideológicamente?

Democrático, progresista y ambientalista.

¿Quiénes son sus referentes en el continente? ¿A qué país, si hay alguno, se debería parecer Bolivia?

Bolivia se debería parecer a sí misma. Estamos en un momento complicado, complejo en América Latina. Un momento de transición en que se está terminando lo que fue el mal llamado socialismo del siglo XXI, que ha derivado en posiciones populistas, en posiciones autoritarias cuando no dictatoriales, y en posiciones que no han logrado comprender su posición y su integración en el mundo. Pero todavía estamos en el ajuste de quienes están sustituyendo a estas propuestas históricas, y por lo tanto es un poco complicado establecer una referencia de modelo, todavía no está ajustado completamente. Preferiría no hacer ninguna comparación, porque eso puede dar lugar a equívocos.

Creo que su tiempo de gobierno se lee como una transición exitosa, el cierre de una crisis muy fuerte, pero al mismo tiempo como un gobierno muy inestable y débil por las condiciones parlamentarias y sociales que había en ese momento. ¿Sería diferente ahora?

Yo creo que hay una diferencia básica, que es la construcción de una base política, la construcción de una base social que no esté basada, como me ocurrió cuando ocupé la presidencia siendo vicepresidente independiente de mi antecesor, en la popularidad personal, en el atractivo personal que yo tenía y que por lo tanto de algún modo estaba basado en encuestas. La gente estaba conmigo, pero no tenía forma de expresar ese apoyo de manera orgánica y estructural. Yo creo que esta es una diferencia muy importante: contar con fuerza parlamentaria, contar con una base social, contar con una articulación en diferentes sectores productivos del país. Me van a dar primero la legitimidad directa del voto personal si gano la elección; segundo, la mayoría en el Congreso; tercero, una articulación partidaria con estructuras sociales de respaldo y con una claridad sobre lo que yo creo que uno tiene que hacer, que es el cumplimiento de la Constitución Política del Estado a partir de la administración adecuada de la ley.

¿Me puede decir algo bueno de su principal contrincante, el presidente Evo Morales?

Sí, claro. Yo creo que Evo Morales representó en su momento un cambio fundamental que Bolivia requería: tener un presidente indígena. Que se asumiera indígena él, que el país lo reconociera como indígena y que el mundo lo reconociera como indígena. Desde el punto de vista simbólico eso estableció una transformación de la autoidentificación de los indígenas bolivianos, que se sintieron el centro del país como cualquiera de nosotros, que fueron parte protagónica del escenario legislativo, del escenario político y de la toma de decisiones. No es que se inventara en ese momento: cuando nosotros llegamos al gobierno el año 2002, el 30% del Congreso era ya indígena.

Evo Morales representó en su momento un cambio fundamental que Bolivia requería: tener un presidente indígena

El presidente tuvo una suerte extraordinaria, que fue una bonanza económica que no tiene antecedentes. Si yo tuviera que decirle históricamente cuál es el antecedente más parecido que tuvo Bolivia, es el descubrimiento del Cerro Rico de Potosí en 1545. ¿El presidente y su gobierno manejaron bien ese dinero? Yo diría que en una parte sí, y en una parte de largo plazo no. Creo que llevaron adelante una administración macroeconómica razonable, aunque no aprovecharon para entender que había que transformar nuestra matriz productiva. El defecto más importante fue un incremento desmesurado del gasto público que desaprovechó la oportunidad de una inversión más importante en esa transformación productiva.

Yo creo que esos son los elementos positivos del gobierno de Evo Morales, que lamentablemente esta tercera gestión está echando al canasto porque está perdiendo esa legitimidad que tuvo y está perdiendo la oportunidad de la renovación política, que es fundamental.

¿Debe continuar ese modelo de gestión la riqueza hidrocarburífera del país?

Yo no haría ninguna modificación de fondo. Necesita de algunas correcciones, pero en la esencia yo no haría variantes, diría que sí. En los hidrocarburos.

Como presidente, ¿seguiría adelante con los proyectos de construcción de las megarrepresas hidroeléctricas de Rositas y el Bala-Chepete?

No.

¿Debe construirse la carretera del TIPNIS, partiendo el territorio del parque nacional y territorio indígena?

No. En el trazo que tiene, en absoluto. Una ruta que parte en dos el parque nacional TIPNIS, ni hablar. Si se quiere conectar Beni y Cochabamba, podría hacerse un trazo que respete la integridad del parque.

¿Deben continuar los bonos sociales?

Sí, categóricamente.

¿El Estado debe intervenir más o menos en la economía?

El Estado debe intervenir en los sectores importantes de la economía. Papelbol, Lacteosbol, Cartonbol no, categóricamente. En hidrocarburos, en el ámbito de telecomunicaciones, en aquellos aspectos que son estratégicos sí, no tengo problema. Mientras garantice eficiencia y garantice menos burocratización, yo no cambiaría esa lógica.

¿Debe ser la agroindustria de soja uno de los motores de la economía boliviana?

Sin duda.

¿Cuántas ministras tendrá su gabinete si gana las elecciones?

Hay una cosa importante, no es un tema de voluntad. Ya el presidente está incumpliendo esto. No depende de la buena voluntad del presidente, y ya se le podría objetar esto [se refiere al principio de paridad y alternancia de género incorporado a la Constitución]. Tengo que intentar buscar una paridad de género y tratar de que la mitad del gabinete sean mujeres y la mitad sean hombres en la medida de lo posible. Puede ocurrir que tengas dos o tres más de uno o de otro. Lo que no sería aceptable en absoluto es una desproporción que supere el 60-40 en cualquiera de los dos sentidos.

En el gabinete que posesionó en 2003, si no me equivoco, sólo había una figura con rango ministerial, que era la delegada presidencial contra la corrupción [Guadalupe Cajías].

Hemos tenido más mujeres. La ministra de Educación me la recuerdo en este momento, María Soledad Quiroga. Lo que pasa es que he tenido tres gabinetes. No interesa el primero, interesan todos. Tuve un número de ministras, pero no hay comparación. Si hay algún mérito que ha tenido el presidente Morales es que, con ventaja abrumadora, es el gobierno que ha tenido más mujeres ministras y hay que seguir en esa línea.

¿Debe ser la Wipala [insignia de los pueblos indígenas] la bandera cooficial del país?

No es un problema de voluntad, es la Constitución. La Constitución la reconoce como otra bandera del país.

¿Cuántas veces debería poder reelegirse un presidente?

Las que la Constitución dice y ninguna más, ni ninguna menos. Cumplir rigurosamente la Constitución. En el caso de Bolivia, la posibilidad de una reelección consecutiva y nada más.

¿Eso valdría para usted?

No es valdría, eso vale. Eso es lo que la Constitución dice.

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Autor >

Carlos Heras

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