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Los riders –los repartidores de comida a domicilio– le han ganado una batalla a Deliveroo. Un juzgado de lo Social los ha reconocido como trabajadores por cuenta ajena, no autónomos. Más allá de una humilde victoria contra la precariedad, este grupo de trabajadores nos está salvando a todos de un modelo de trabajo que supone una pérdida generalizada de derechos laborales.
El modelo de negocio de estas empresas de reparto de comida a domicilio, al igual que otras como Uber, consiste en conectar necesidades y servicios a través de plataformas digitales: los restaurantes que quieren vender comida, los riders que quieren ganar algo de dinero y los consumidores que quieren comer sin levantarse del sofá. La empresa dueña de la plataforma digital se encarga de conectar todas estas necesidades. Así de fácil, un modelo de negocio novedoso y competitivo con el que todos ganan… o no. La trampa consiste en que la empresa, además de una plataforma en internet, necesita la fuerza de trabajo de una persona de carne y hueso para conectar los servicios y las necesidades. En nuestra sociedad, las relaciones entre las empresas y las personas de carne y hueso que venden su fuerza de trabajo se rigen por el Derecho Laboral. Esto es una serie de normas que intentan equilibrar esta relación. Nuestro ordenamiento y lógica jurídica parten de la idea de que los trabajadores y la empresa no están en igualdad de condiciones, uno es dueño de los medios de producción y el otro sólo de su trabajo. La esencia del Derecho Laboral es salvar esta diferencia y equilibrarla otorgando una serie de derechos y de garantías a los trabajadores ante la empresa.
La trampa de Deliveroo y el resto es hacer pasar a los repartidores por sus iguales, mini-empresarios, y así librarse de tener que aplicar las normas del Derecho Laboral. El restaurante, la multinacional dueña de la plataforma y el repartidor son todos iguales ante la ley y ninguna de las partes merece una protección especial, esta es la mentira.
Este es el juego de manos: a los trabajadores se les llama colaboradores, al salario pago por servicio y a los horarios laborales disponibilidad semanal.
El contrato es mercantil y los repartidores deben pagar su cuota de autónomo a la Seguridad Social, el seguro y poner los medios materiales, el móvil y el transporte.
Pero más allá de los eufemismos, existe una verdadera relación laboral. No se trabaja cuando se quiere: si no estás disponible en las franjas de mayor pico de trabajo, los fines de semana, no se te asignan otras franjas de pedidos que hayas elegido porque te sean más compatible con tu vida.
Los repartidores deben cumplir horarios establecidos por la empresa, hay un exhaustivo control del reparto y son sancionados si no reparten los pedidos, asignándoles los turnos con menos carga de trabajo. ¿Sería imaginable algo así en una auténtica relación mercantil por ejemplo entre Deliveroo y McDonalds?
La justificación de estas empresas y sus defensores es que este modelo compensa al trabajador porque le da autonomía y flexibilidad. La realidad es que este trabajo lo están realizando las personas con mayores necesidades materiales asumiendo el chantaje de recortes de derechos. Y sobre todo personas inmigrantes que no tiene permiso de residencia y trabajo y no pueden acceder a un contrato de trabajo y aquí pueden trabajar con la cuenta de otro repartidor sin que la empresa intervenga. La empresa es conocedora de esta cesión de cuentas entre repartidores y pueden ver en su estadísticas que algunas de ellas están activas 24 horas 7 días a la semana ¿realmente piensan que eso lo hace un solo repartidor? La necesidad económica y la clandestinidad de los inmigrantes es fuente de suculentos beneficios para estas empresas.
La inspección de Trabajo y algunos juzgados ya han declarado el carácter fraudulento de este modelo de negocio, pero por ahora sigue funcionando. Si se normaliza este tipo de negocio, el Derecho Laboral en sí mismo dejará de existir porque su función de equilibrar la situación de desventaja del trabajador frente a la empresa no será necesaria ya que la misma será negada. La respuesta se nos hace difícil porque nuestros modelos sindicales escapan a esta nueva forma de trabajo donde los trabajadores no se ven y ni siquiera existe un centro de trabajo; nuestras huelgas se complican frente a aplicaciones digitales que no te despiden si no que te desconectan. Sin embargo “Riders x derechos” está encontrando la manera de dar forma a estas nuevas respuestas sindicales a la medida de esta patronal y creando cooperativas de repartos como alternativas locales a estas multinacionales anti-vidas. Los riders organizados están apuntando las salidas y nos están salvando a todos.
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Pastora Filigrana
Es abogada y activista por los derechos humanos.
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