Artistas Visuales en Contexto (I) / Pierre Gonnord
“Hacer trampas es nuestra condición, qué le vamos a hacer”
Carmen Fernández Ortiz 19/06/2019
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Pierre Gonnord, Cholet (Francia, 1963). Artista visual. Vive en Madrid desde 1988. Su trayectoria profesional está vinculada a la fotografía, principalmente al retrato. La condición humana ha sido su huella principal siempre junto al interés por los grupos que viven al margen de las urbes, aunque partió de ellas para comenzar su trabajo como artista. Personas que viven en la calle, mineros, etnia gitana, los que tienen fe, han sido y son algunos de sus caminos, que recorre buscando lo que le hace sentir. El encuentro con las personas, animales y naturaleza lo considera una celebración, una relación íntima de cercanía, respeto hacia el otro, hacia lo que puede haber de intercambio vital. Sus soportes de creación pasan también por el video y la instalación. Fiel a sí mismo, sus últimos trabajos se enfocan hacia una cercanía mucho mayor a los animales, mirándolos, observando lo que hay de conciencia en ellos, intercambiando sensaciones: “Estoy creando desde otra perspectiva. He creado retratos y sigo creando retratos de personas porque es mi espejo, nuestro espejo, estoy turbando ante el misterio del otro, ante la similitud del misterio humano. Ahora creo que he accedido al mismo nivel de contemplación con el animal”, afirma.
Esta semana he conocido un dato para mí relevante, en el entorno de un encuentro para formadores de caballos. En la Universidad de Cambridge, el 7 de julio de 2012, tuvo lugar una reunión internacional de neurociencia para reexaminar los sustratos neurobiológicos de la experiencia consciente y otros comportamientos relacionados en seres humanos y animales no humanos. Firmaron un manifiesto concluyendo que los animales no humanos también tienen conciencia. “Decidimos llegar a un consenso y hacer una declaración para el público que no es científico. Es obvio para todos en este salón que los animales tienen conciencia, pero no es obvio para el resto del mundo.” (Philip Low, en la presentación de la Declaración de Cambridge sobre la Conciencia). Lo que me ha sorprendido es la fecha, que parece muy reciente para hacer una declaración de intenciones tan importante. Y me pregunto si no ha habido otras manifestaciones anteriores por parte de la ciencia al respecto. ¿Qué pasa con la conciencia animal?
Primero habría que investigar si alguien en la Ilustración, en el Renacimiento e incluso en la Antigüedad pensó y escribió sobre este tema. Pero una cosa es pensar, una cosa es escribir y otra es lo que ha vivido la humanidad con la condición animal. A mí también me sorprende que sea tan tarde, porque actualmente tenemos una relación de falta de consideración y hasta de maltrato hacia el reino animal. Hay una hipocresía, una necesidad de tapar nuestra conciencia porque realmente el animal está sometido, a nuestro servicio, sometido a nosotros y por temas de producción, de negocio… Y, claro, cómo vamos a poner a nuestra altura una moral animal, una conciencia animal, una inteligencia animal, una esencia animal equiparable a la nuestra con otra forma. Ellos tienen instinto y tendemos a pensar que nosotros no lo tenemos, pero lo tenemos, y tenemos moral también, así que el animal también la tiene; y claro, cuando haces zapatos con piel de vaca, cuando comes pechuga de pollo, cuando vendes perros que están metidos en jaulas, cuando estás con animales de circo y cuando haces sobre todo investigación médica descerebrando a monos para salvar a la condición humana, ¿cómo vas a decir que el animal tiene moral y conciencia?
Sí, quizá no queremos permitirnos esas declaraciones de intenciones, aunque las sintamos y las experimentemos porque estaría en contradicción con nuestra manera de actuar.
Yo vengo de Nantes, una ciudad donde hubo mucho comercio triangular, y era muy común decir que los negros no tenían alma, no tenían conciencia y que no sentían lo mismo; entonces te pones en un margen, donde no quieres entrar y después se convierte en un atavismo, en una costumbre. En el campo no se trata a los animales como en las ciudades. Yo creo que la conciencia animal ha llegado cuando el animal ha empezado a convivir de forma civilizada con el hombre. Si tienes una yegua en un campo enfrente de tu casa y pasas tiempo con ella, está claro que vas a captar cosas de esa yegua. Yo he cambiado mucho y he evolucionado mucho en el contacto con los animales desde que tengo dos perros, antes tenía una relación más rural pues había visto perros con una cadena al cuello metidos en una caseta, o a la intemperie, comiendo sobras asquerosas, ladrando a cualquier persona que llegaba. Sobre todo eran animales sin contacto con otros animales.
De alguna forma ellos se hacen más salvajes en el sentido de defensa, de protección.
De protección, de reacción. El animal agresivo es reacción. Los animales tienen su carácter como nosotros, esa es la cosa más turbadora. Yo tuve una camada de perros, mi perra tuvo cinco, sé dónde están todos y ves que están influidos por las familias con quien viven pero ya ves desde pequeños que tienen su personalidad propia: más tierno, más juguetón, más vital, más triste a veces.
En tu trayectoria profesional siempre ha estado presente el animal, quizás de una forma más secundaria, acompañando al humano. Estaba ahí, pero no de la misma forma que lo tratas ahora en tus retratos. ¿Qué ha hecho que cambie esa posición del animal? Ahora tiene una vida propia e incluso de alguna manera están recuperando esa vida desde la Historia, como en el trabajo que parte del Museo de Ciencias Naturales; también continúas con animales vivos, por supuesto, pero con una presencia casi mayor que la humana. Hasta ahora habían sido retratados individualmente, animales como Jasón, Verdi y tantos otros ejemplos de seres animales maravillosos con su vida propia, pero en este momento hay otro paso. ¿Qué estás sintiendo en relación a momentos vitales anteriores?
Estoy creando desde otra perspectiva. He creado retratos y sigo creando retratos de personas porque es mi espejo, nuestro espejo, estoy turbando ante el misterio del otro, ante la similitud del misterio humano. Ahora creo que he accedido al mismo nivel de contemplación con el animal. Me he acercado al animal muerto, a los animales vivos y me turba porque si el humano es nuestro semblant, nuestro semblante lo es también el animal y lo es porque vive, late y siente. Mi paso de creación es más contemplativo, he tomado conciencia de esta esencia animal, de su enorme misterio y silencio pero también de su inmensa capacidad. Es lo que quiero transmitir, observando a una lechuza por ejemplo que va creciendo y que me mira, me teme, siente, se asusta, parece que reflexiona… a su manera. Es lo que quiero intentar transmitir a los demás, animales entre ellos, animales solos, animales que han sido capturados y matados, disecados, puestos en escena, que me crean una profunda tristeza y fascinación porque son bellísimos. Y otros animales que acaban de nacer. Todo este misterio de la vida y la muerte que hay en nuestros retratos lo he traspasado también a los animales, porque vivo con animales, les observo, y también soy consciente. Por circunstancias tengo información, y he visto el sufrimiento animal y por ello puedo reflexionar, y abogar, transmitir, hacer sentir como en mis retratos humanos.
Marga. 2019. ©Pierre Gonnord
Antonio. 2004. ©Pierre Gonnord
Haces sentir, sin duda. Lo que yo siento ahora es que en estas imágenes nos colocas, o nos colocamos, de igual a igual. Siento que el animal, en este caso, nos muestra algo que dice: estoy aquí pero no para acompañarte simplemente por una necesidad que tienes, sino para intercambiar algo entre nosotros. Y eso me parece muy humano.
Y menos mal que hay gente para investigar, científicos y artistas también. Acuérdate de la exposición de Mat Collishaw y su escaneado del árbol centenario en el bosque de Sherwood. Algún día nos daremos cuenta de que los árboles también tienen conciencia porque si se está evaluando las sensaciones de un vegetal… Cuando se dice que alguien está hecho un vegetal es una mala expresión porque los vegetales tienen conciencia, son abusos del lenguaje. Este bosque de Sherwood en Inglaterra, el de Robin Hood, tan simbólico por la generosidad, las utopías, la sociedad más justa… Han buscado el árbol más viejo que se sostiene con muletas y el artista le hace un escáner como a una persona anciana, creo que ahí se pueden descubrir muchas cosas sobre su vida, sobre sus sensaciones, su respiración. Porque en un árbol que ha vivido 400 años, ha captado, ha sentido, se ha defendido y ha sobrevivido a tormentas, hay otra forma de inteligencia vegetal también. Creo que el reconocimiento de nuestra especie va unido al reconocimiento de las demás especies, de lo vegetal y animal por supuesto, de todo lo que está vivo.
Y en tu obra, ¿en qué lugar queda ahora el ser humano? O quizás no tiene una reubicación y sigue estando como estaba.
Sigue estando como estaba pero creo que va creciendo, se va rehumanizando y se va animalizando porque también se observan cosas muy obvias y turbadoras porque cuando ves nuestras manos, cuando ves las garras de las lechuza, cuando ves una caída de hombro de un animal y que se endereza o se encorva, que se cansa o que es joven con vivacidad, orgullo y curiosidad, allí hay un mimetismo. No es un mimetismo para decir que los animales son humanos, para nada, es para ampliar el espectro, para decir que hay formas de inteligencia variadas en la creación.
Sí, la riqueza de la diversidad.
Porque la creación es un acto de aparición desde las amebas y eso también es un misterio. Hay que pensar que hemos salido de un planeta vivo por el agua donde nos hemos ido desarrollando y volver a pensar en Darwin y su evolución porque somos parte de ella.
Estaría bien pensar en esa evolución ya no sólo desde la defensa o la depredación para sobrevivir y perpetuarse como especie, sino incluyendo esa sensibilidad del mimetismo de la que estás hablando tú en tus imágenes, que no olvidemos eso.
Hay que provocar y reaccionar. A mí me gustaría ver, por ejemplo, cómo evolucionan los cerdos en un lugar civilizado ya que es el animal que más maltratamos al comerlo a diario. Me gustaría ver lo que sienten. Hay gente que ha investigado y está investigando sobre esto, sobre las enfermedades del estrés que supone hacinarlos en camiones para el transporte sin ir más lejos, pero a la vez también hay que reflexionar que esto va en contra de la industria como se entiende hoy, del exceso de consumismo. Si esto no lo queremos ver, estamos condenados a desaparecer y a pagarlo muy caro. Es muy duro decir a partir de ahora no voy a comer carne porque lo tenemos anclado en nuestra tradición pero hay que hacer algo, o comer carne en ciertas condiciones por que no se puede permitir el sufrimiento animal. Hay que tener valentía en eso.
Totalmente de acuerdo contigo. Hay algo también que me impresionó, que descubrí contigo en otra conversación y es que se come carne de caballo, y ese hecho me impactó mucho. Quizás porque al caballo lo tengo en otro plano más humanizado pero al final es lo mismo que con otros animales y tendría que impactarnos lo mismo, cómo se comen y cómo se tienen, en qué condiciones.
La condición de vida es mucho más importante que la muerte. La condición de sufrimiento, de reclusión. Cuando éramos niños, no sé si te acordarás, que decíamos: mira un camión con cerdos, mira un camión con gallinas, casi como si fuera un espectáculo. Ahora a mí me da un vuelco el corazón ver esos animales, con el frío o el calor, en campos de concentración. Es un cautiverio con muchísimo sufrimiento. Y no tiene tanto que ver con mi trabajo que es un acto de contemplación, de celebración y de encuentro, pero claro a partir de esta toma de conciencia de reconocimiento que el animal tiene sensibilidad y capacidad de sentir y de reflexión supongo, de sexto sentido, de capacidades que nosotros no tenemos desarrolladas, si afirmo que es una aberración el maltrato animal. Y ¿por qué tenemos que establecer jerarquías entre un delfín o un atún por ejemplo, o entre un cerdo y un caballo? Y luego nos gusta ver los documentales de animales en la televisión después de comer, o nos emociona un cementerio de elefantes o cómo salvan a cuatro gorilas; y me parece remarcable, fundamental y maravilloso que salvemos el reino animal que se ha intentado aniquilar desde que el hombre existe en este planeta y domesticar con fines de dominación con fines de consumo y explotación. Es aberrante y verdadero. Verdad porque toda nuestra Historia está construida sobre ello, en el fondo. Por eso estoy tan turbado cada vez que un animal me enseña algo. Como la lechuza cierra los ojos y los mantiene abiertos tanto tiempo o en un instante, en libertad desde su jaula ¿qué captará de mí?
Esos nexos de comunicación están más allá de la palabra y que se pueden captar a través de una imagen o de una mirada, de un sentir más que de una verbalización. Es solo cuestión de querer parar un momento y ver qué me está queriendo decir algo, igual que le estoy queriendo decir algo yo también y obviando esa jerarquía de dominación a la que podemos haber estado acostumbrados en la Historia, en la que el dominado tiene que ser el animal.
En la naturaleza hay dominación, hay relaciones de fuerzas y supervivencia en estado salvaje. Si los animales domesticados volvieran a su origen serían depredadores que necesitaban comer. Y aquí la especie humana en definitiva es la más frágil pues no tiene capacidad de volar, no tiene la velocidad de un ratón, no tiene las garras o colmillos de un león. El ser humano ha tenido que defenderse y con todas las armas inventadas y artimañas ha terminado por imponerse al reino animal.
Pero de una forma no natural ¿verdad? Porque entonces podemos definirnos también los humanos como depredadores y presas. Es un tema a analizar. Pero ¿desde dónde nos movemos los humanos?
Nosotros estamos dotados de algo más, para bien y para mal. Es muy ilustrativo el escrito de Bertolt Brecht y me encantaría que lo volviéramos a leer: el niño que pregunta si los tiburones fueran hombres cómo serían y si los hombres fueran tiburones cómo serían... Y le responden: no, los hombres no serían tan malos como los tiburones, y al final te das cuenta de que llegaríamos a organizar tanto en los océanos hasta la perversidad. No habría el instinto de necesidad de comer pero habría el instinto de pensar, de racionalizar, de justificar y dominar, de hacer trampas, es nuestra condición, qué le vamos a hacer. Pero tenemos el deber de reflexionar sobre ello por lo menos y no tener el pensamiento hipócrita de no querer ver lo que hay.
En el encuentro de Cambridge, se incluye otra declaración de otro neurocientífico, Mark Berkoff: “Deberíamos aprovechar esta oportunidad para detener el maltrato de millones y millones de animales en nombre de la ciencia, educación, alimentación, vestimenta y entretenimiento”.
Importantísimo. Yo lo he ido descubriendo en casa de amigos que a veces son muy talibanes, a veces hay que serlo; pero asusta ponerte un cinturón que no sea de piel, calzar una zapatilla que no tenga un trocito de piel. Es una toma de conciencia que tiene que ser encabezada por radicales pero que tenemos que ponernos en camino ya todos. Es como la reconsideración del medioambiente y considerar el reino animal como es.
Pero también hay tendencias, opiniones o actitudes que defienden que el animal se ha prestado siempre a darnos esa protección con su piel para que tengamos abrigo, o han prestado su cuerpo para que podamos alimentarnos. ¿Qué opinas sobre esto? Yo creo que puede haber algo de cierto en ello pero siempre sin que el animal sufra aunque efectivamente la piel puede tener un sustituto.
La piel puede tener un sustituto y lo que no puede ser es que los zapatos de cuero cuesten tan poco. Ahí se matan millones y millones de animales por consumir y esto esclaviza a millones de personas para trabajar para el resto de los humanos en total precariedad laboral. Volvemos a lo mismo: la sumisión, la esclavitud. Es un karma de dolor. Si hay conciencia tiene que haber acción. Reacción y acción. Si no estaríamos todavía en el románico.
La evolución parece lenta, parece que se vuelven pasos atrás pero yo creo en esa espiral que al volver sobre ella coge impulso para avanzar y poner todo en su justo lugar. Dar ese pequeño o gran paso que es dar unidad a esa conciencia humana y animal porque existen las dos.
Hay que tomar conciencia y no vivir en el negacionismo. Si aportamos un poco más de honestidad y conciencia creo que el mundo puede progresar aunque ponga en peligro la industria. ¡Ojalá!
¡Ojalá! Y para terminar esta conversación tan interesante Pierre volvemos a tus imágenes. La intención de ser más justos es algo que nos invade ante ellas y estamos viendo seres humanos o animales que no siempre están en las condiciones óptimas. ¿Qué pasa ahí entonces? ¿Por qué nos paramos ante ellas?. Yo siento que es por la sinceridad con la que planteas todo lo que existe, en su diversidad de situaciones. Pero me gustaría que me lo digas tú.
Yo creo que mis imágenes son el fruto de lo que siento y después cada persona es libre de interpretar pero todo forma parte de mis sentimientos e ideas, lo que me pregunto ante el otro y lo que me da de admiración o de compasión, de fuerza vital sobre todo y de misterio inexplicable. Y el animal es lo que tiene además de su belleza, de su sofisticación. El edificio animal es un sistema sofisticado como el nuestro, de formas, de sentir energía, de vida y muerte. Y también es una celebración por que tienen ciclos de vida más cortos que nosotros y eso me turba completamente. La muerte del animal nos recuerda que somos mortales. El respeto que nos dan y que nos obligan a tener hay que seguirlo, aceptarlo y hacerlo nuestro. Es un deber celebrar la vida y la muerte.
Una cosa maravillosa son las odas de Pablo Neruda cuando hace una celebración a los animales, o de San Francisco que fue un pensador, un hombre revolucionario, social, que no acepta la vida como está en esos momentos planteada, que pide generosidad y escribe a los animales. Me parece maravilloso ponerse al mismo nivel del animal. La pintura de Giotto representando a San Francisco en el huerto hablando con los pájaros, transmite esa sencillez, esa humildad y da tanto sentido a la existencia.
San Francisco hablando con los pájaros, Giotto (Florencia, 1267-1337). Basílica de San Francisco. Asís.
Sí, es maravillosa y creo que además de por la belleza pictórica, es porque nos hace conectar con todas las emociones que necesitamos reconocer, experimentar o conectar con ellas y que la sociedad no nos permite.
Para mí es un camino necesario. Tú sabes que estoy con algunos proyectos que me hacen pararme y reflexionar ¿Qué quiero contar? ¿Hasta dónde quiero llegar con mi trabajo? esta vez parte todo de una de una necesidad de contar y de concienciar. Me gustaría excavar en nuestro capital inconsciente de miles de años.
“…Vamos
hombre y perro reunidos
por la mañana verde,
por la incitante soledad vacía
en que sólo nosotros
existimos,….la dicha
de ser perro y ser hombre
convertida
en un solo animal
que camina moviendo
seis patas
y una cola
con rocío.”
(Pablo Neruda)
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Carmen Fernández Ortiz es historiadora del arte, comisaria de exposiciones, mediadora cultural.
@carmenfernandez_artesvisuales
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Carmen Fernández Ortiz
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