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La forma periodística de contarlo sería decir que Íñigo Errejón se presenta a las elecciones de noviembre con su nueva formación política. Otra forma, la científica, consistiría en explicar que Podemos ha concluido con éxito su proceso de mitosis. Por un lado queda el Podemos ganador de Vistalegre, ese liderado por un Pablo Iglesias que no supo o no quiso saber cómo integrar al Podemos perdedor. Por otro, el Podemos perdedor de Vistalegre, el liderado por un Íñigo Errejón que no supo o no quiso saber cómo integrarse en el proyecto que ganó. Otra forma de verlo, la cómica y por eso mi preferida, consistiría en echar la vista atrás para ir a las plazas del 15M, aquellas que inspiraron a Podemos y que reivindicaban una nueva forma de entender la política, una que acabase, entre otras cosas, con los hiperliderazgos. Aquí vendrían las risas enlatadas. Sea cual sea la perspectiva que le demos al asunto, lo único claro es que, hoy, tras el movimiento de Errejón, el espacio a la izquierda del tablero político español se parece más a un tren en la India que a cualquier otra cosa: abarrotado, incómodo y sin la certeza de cuál será la siguiente parada.

¿Para qué se presenta Errejón a las elecciones? La respuesta rápida es porque es un líder político y los líderes políticos no deben desaprovechar nunca una ventana de oportunidad –qué término más desagradable y economicista– y ahora hay una abierta bien grande. Con su enemigo íntimo Pablo Iglesias recién fracasado en su intento por formar gobierno, el guión pide un nuevo actor que juegue el papel de solucionador. Y no habría director de casting en el mundo que no cogiera a Errejón para interpretar este papel. “Qué irresponsabilidad”. Son las dos palabras que presiden la cuenta de Twitter del líder de Más Madrid/Más País/Más España/Más Mitosis desde la noche del pasado 17 de septiembre, cuando se confirmó que nos íbamos otra vez de fiesta de la democracia. Un tuit fijado que conecta a la perfección con el sentir general y que anunciaba –no hay que ser politólogo para saberlo– movida madrileña.

¿Para qué se presenta Errejón a las elecciones? La respuesta elaborada es que aún no se sabe y que habrá que esperar a que él explique los detalles. No será lo mismo un Más Madrid/Más País/Más España/Más Mitosis con papeletas en cada provincia que uno que se presente únicamente en aquellos lugares en los que su aparición no provocase la división del voto de la izquierda. Sea como sea, podemos ir preparándonos para recibir en nuestras vidas la teoría de la “competencia virtuosa”, ese concepto registrado por Errejón que, sobre el papel, consiste en poner en marcha políticas de colaboración entre fuerzas políticas que acaben beneficiando a la ciudadanía. Luego, la ciudadanía decidiría si premiar a unos o a otros por sus méritos. Eso es sobre el papel, Íñigo, respondería Pablo Iglesias si los fundadores se hablasen, porque tu competencia virtuosa no se ha cruzado con Carmen Calvo dispuesta a todo a las ocho de la mañana.

Si Errejón se presenta para ser el facilitador de un acuerdo entre la izquierda y el PSOE, en algún momento de la campaña tendrá que ir más allá de lo transversal, de las palabras que conectan con la ciudadanía mediante discurso o tuit fijado. Ese momento será el de explicar cuál será su posición, una vez pasada la irresponsabilidad vivida estos meses atrás, cuando toque, de nuevo, sentarse a intentar formar un gobierno. Errejón tendrá que decidir si su apuesta, ya como candidato, es un gobierno en solitario del PSOE apoyado desde fuera por las mitosis o uno en el que las mitosis sean parte del Gobierno. Esta respuesta, que condicionará su campaña, tardará en llegar lo máximo posible –o no llegará hasta después de las elecciones– y su campaña –inteligentemente– se centrará en qué necesita la ciudadanía mientras el resto se pelea. La decisión de elegir el tamaño de su apuesta –vamos con todo o solo a ciertas provincias– no puede tardar en llegar y tendrá que ser una apuesta a ciegas. No hay datos ni encuestas fiables en un terreno tan resbaladizo como una repetición de elecciones. Si Errejón se conforma con ir a esos lugares que le aseguren grupo parlamentario propio sin dañar las opciones de la izquierda, siempre se preguntará cuál era la potencia real de aquello tan transversal de “me gusta Podemos, pero no Pablo Iglesias, al otro sí lo votaría”. Si decide que la apuesta es total, correrá el riesgo de ser el responsable de haber llegado, en el peor momento posible, para dividir el voto de la izquierda y facilitar la entrada al poder de la extrema derecha. Si su puesta en escena es “demasiado transversal”, corre el riesgo de diluirse entre opciones tan polarizadas como serán votar a Pedro Sánchez o votar a Pablo Iglesias, pero podría contar con el apoyo de unos medios de comunicación que, al contrario que sucede con su excompañero, lo tratan bien. Si su apuesta es decidida por un discurso de ruptura con el poder económico, podría ajustar las cuentas de Vistalegre y ganar, años después, la hegemonía ante Pablo Iglesias como alternativa a la izquierda del PSOE. Pero esos medios que ahora lo cuidan podrían dejar de hacerlo. Veremos.