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Mientras espero a que me atienda un agente –el tiempo estimado de espera puede ser superior a cinco minutos– que me aclare por qué mi antigua compañía telefónica ha decidido seguir cobrándome facturas a pesar de no ser ya su cliente, me cruzo con una noticia que me llama la atención. Un grupo de amigos murcianos han conseguido “tumbar” –es el verbo que aparece en el titular– a una conocida casa de apuestas deportivas online. Como todo lo que consiste en tumbar algo grande me llama la atención y como sé por robos anteriores que las esperas estimadas de más de cinco minutos se eternizan, entro a leer la historia mientras en el teléfono suena una música que ya relaciono, como un perro de Pavlov cualquiera, con que vacíen mi pobre cuenta corriente. Un grupo de ocho amigos de Caravaca de la Cruz, aficionados todos al deporte, decidieron hace un tiempo montar un grupo de whatsapp donde unir conocimientos y cruzar datos estadísticos para maximizar sus posibilidades de ganar dinero apostando en eventos deportivos del fin de semana.
Gracias por mantenerse a la espera. En breves momentos le atenderá un agente. El funcionamiento, explicaban en el artículo los protagonistas, era sencillo. Si uno del grupo sabía de fútbol, este elegía un partido sin claro favorito en el que estuviera relativamente bien pagado acertar la victoria de uno de los dos equipos en base a la estadística. Si otro sabía de tenis, hacía lo mismo: en un partido teóricamente reñido, decidía apostar por el tenista que previsiblemente podría ganar según varios factores estudiados. Si otro sabía de baloncesto, igual. Decididos los probables ganadores de cada uno de los eventos, hacían una apuesta combinada que, si las tres condiciones se cumplían, multiplicaba el premio final. Tras varias pruebas, los amigos vieron que aquello de unir conocimientos, estadística y cálculo de probabilidad funcionaba. De vez en cuando ganaban un pellizquito. Así que decidieron aumentar la inversión y el número de participantes en el grupo de whatsapp.
Gracias por mantenerse a la espera. En breves momentos le atenderá un agente. Usando el mismo método, pero aumentando la inteligencia colectiva y el dinero para invertir, los premios comenzaron a ser cada vez mayores. “Cuando aquello creció, en una semana buena pudimos llegar a ganar 2.000 euros por persona”, contaba uno de los orgullosos fundadores del club de la hucha murciano. Esa cooperativa exitosa había conseguido encontrar una grieta en el sistema de apuestas. La sorpresa, comentaba el protagonista, llegó al poco tiempo. Cuando la empresa se dio cuenta de que en Caravaca de la Cruz tenían un agujero económico un fin de semana sí y otro también, decidieron cerrarles el chiringuito: “Lamentablemente, una vez revisada su cuenta y debido a su actividad hemos tomado la decisión de cerrar su cuenta con efecto inmediato”. Sin entender el porqué del cierre –no habían hecho trampas, sólo se lo habían currado– los amigos consultaron con especialistas en derecho que les dieron la respuesta. Al aceptar las condiciones de uso del servicio, eso que nadie lee, uno acepta que la empresa de apuestas deportivas pueda cerrarte la cuenta “en cualquier momento” y “por cualquier motivo”. El motivo y el momento suelen coincidir: cuando ganas dinero.
Mientras pensaba en las tremendas ventajas económicas de montar una casa de apuestas que legalmente sólo puede ganar dinero, el agente por fin apareció. Tras contarle mi problema –me cobra facturas una compañía de la que ya no soy cliente–, me aconsejó, muy amablemente, que no debería, en ningún caso, decirle a mi banco –también tengo que llamarlos porque me han cobrado una comisión que juraron que no me cobrarían– que devolviera esa factura. Si lo hiciese, podría entrar en una lista de morosos y el día de mañana, si quisiera, por ejemplo, pedirle a mi banco –el que me cobra cosas que no me cobraría– una hipoteca, podría no dármela por esa factura. Es la ley, me explicó. Después de un rato concluimos que lo mejor en estos momentos para mí y mi futuro era que ese dinero, el mío, estuviera de momento en la cuenta corriente de la compañía telefónica en lugar de en la mía. Y que esperase a ver si la cosa se aclaraba. Al no ser cliente, eso sí, el tiempo de espera para saber si la cosa se aclaraba o no, podría ser superior al estimado. ¿Y si el mes que viene me vuelven a cobrar?, le pregunté al agente. Tendría que seguir el mismo procedimiento, me explicó otra vez amablemente, antes de pedirme que valorase la atención recibida para que no lo despidiesen. Esto último no me lo especificó, pero por la amistad que habíamos trabado supe leerlo entre líneas. Un nueve, la nota máxima posible, fue mi calificación a este robo con la ley en la mano.
Es la compañía de teléfonos, es el banco, son nuestros datos personales, es la letra ilegible de cada paso que damos por el mundo. Somos pequeñas huchas que portan monedas a base de madrugones. Huchas que pueden ser robadas en cualquier momento, por cualquier motivo y con el amparo de la ley. Entonces me acordé del Bombita, Ricardo Darín en Relatos Salvajes, y pensé en cuánta razón tenía ese hombre. Si esto sigue así, quién sabe, el día de mañana nos robarán hasta la papeleta que metamos en la urna electoral. Oh, espera…
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Autor >
Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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