1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

CTXT necesita 3.000 suscriptores más para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Ébola y colonialismo en la República Democrática del Congo

La historia de esta enfermedad en África (especulación farmacéutica, expolio de recursos e injerencia extranjera) trastoca la promesa de la salvación negra a manos de samaritanos blancos

Ann Neumann (THE BAFFLER) 18/09/2019

<p>Un niño recibe una vacuna del ébola en una instalación de la OMS en Kivu del Norte (República Democrática del Congo) el 7 de agosto de 2019.</p>

Un niño recibe una vacuna del ébola en una instalación de la OMS en Kivu del Norte (República Democrática del Congo) el 7 de agosto de 2019.

Martine Perret / MONUSCO

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

El 1 de octubre, CTXT abre nuevo local para su comunidad lectora en el barrio de Chamberí. Se llamará El Taller de CTXT y será bar, librería y espacio de debates, presentaciones de libros, talleres, agitación y eventos culturales de toda índole. Puedes hacerte socia/o en este enlace y tendrás descuentos de hasta el 50% en todas las actividades.

A principios de julio, Daniel Kubuya Mastaki, un pastor evangélico de 46 años, viajó a lo que se ha calificado como el epicentro del último brote de ébola en África Central. Mastaki fue a Butembo, una ciudad congolesa de un millón de habitantes, en la que rezó con al menos siete congregaciones religiosas diferentes, y tomó parte en la habitual imposición de manos sobre los enfermos. Butembo se encuentra en Kivu del Norte, una provincia en la frontera este de la República Democrática del Congo, a unas cuatro horas en coche de la frontera con Uganda, y es el lugar donde se ha producido el segundo peor brote de ébola de la historia, que comenzó en agosto de 2018.

La periodista Nina Mitch de Talk Africa reportó que Mastaki “predicó la palabra de Dios con gran carisma en diferentes iglesias” y “conquistó numerosas almas para Cristo”. Después, Mastaki se subió a una miniván y se desplazó unos 290 kilómetros al sur hasta Goma para “continuar su tarea apostólica”. En el viaje de 18 horas, el minibús pasó por tres puestos de control médico. Mastaki utilizó un nombre diferente en cada uno de ellos, quizá para evitar que pudieran rastrearlo en una región asolada por los conflictos; no mostraba síntomas de la enfermedad perceptibles para las autoridades de los puestos de control.

Cuando el bus de 18 plazas llegó, sin embargo, a Goma, se sentía enfermo y presentaba fiebre. Quizá pensó que había contraído la malaria, una hepatitis o cualquier otra enfermedad que manifiesta unos síntomas similares a los del ébola: fiebre, dolor de cabeza agudo, dolor muscular, vómitos y diarrea. Mastaki acudió a un hospital cercano. Cuando se confirmó que tenía el virus del ébola, fue trasladado de regreso a Butembo, donde hay instalaciones especiales para tratarlo. Cuando llegó estaba muerto.

Goma es una ciudad de más de dos millones de habitantes que se encuentra en la orilla norte del lago Kivu y muy cerca de las fronteras con Ruanda y Uganda. Cuando se descubrió el brote en Kivu del Norte, los trabajadores sanitarios miraron a Goma con preocupación; si el virus del ébola llegaba a Goma, una ciudad con un aeropuerto internacional, que además es un dinámico intercambiador hacia numerosos países, decidirían que ya no se podría confiar en la RDC para que controlara el brote por sí sola. Después de que muriera Mastaki, el ministro de Salud de la RDC declaró que “gracias a que el paciente ha sido identificado con rapidez, así como todos los pasajeros del bus de Butembo, el riesgo de que la enfermedad se extienda a la ciudad de Goma es muy bajo”. Pero a finales de julio se confirmaron dos nuevos casos en Goma y Ruanda cerró brevemente sus fronteras.

Contener la epidemia es sumamente complicado como consecuencia de la historia de la región, la desconfianza hacia los trabajadores humanitarios y el conflicto armado en curso. Se han producido diez brotes del virus desde que se descubrió en la RDC en 1976, pero han aparecido principalmente en la zona oeste del país, lejos de la volátil región oriental y de los intermitentes conflictos mortales que hay allí. Poco después del viaje de Mastaki, asesinaron a dos trabajadores sanitarios en sus casas de Mukulia, un pueblo a las afueras de Beni, al norte de Butembo. Los dos trabajadores llevaban recibiendo amenazas desde hacía meses, y uno ya había sido objeto de ataques previamente.

Contener la epidemia es sumamente complicado como consecuencia de la historia de la región, la desconfianza hacia los trabajadores humanitarios y el conflicto armado en curso

El ébola se transmitió por primera vez a los humanos mediante lo que se denomina un “efecto spillover (zoonosis)”, es decir, cuando un animal, por lo general un murciélago o un mono, araña o muerde a un humano y el virus salta de una especia a otra. La persona infectada, que no manifiesta síntomas inmediatamente, no es infecciosa hasta que los desarrolla. La transmisión del virus entre seres humanos se produce por contacto con fluidos corporales: orina saliva, sudor, heces, vómitos, leche materna y semen, son los que incluye la lista del Centro de Control de Enfermedades (CCE). También se puede contraer si se come “carne de monte”, que es la carne cruda o no procesada de animales. No obstante, esta lista no incluye el medio de transmisión de aquellos que contraen la infección por el amor y el cuidado de los miembros de su familia; no se debe correr el riesgo de entrar en contacto físico una vez que el sujeto tiene la enfermedad, o incluso después de la muerte. Igual que sucede con todas las demás víctimas del ébola, lo más probable es que a Mastaki lo enterraran unos desconocidos con equipos de protección amarillos y blancos, gafas, capuchas que tapan la cara y guantes de goma hasta los codos. Su familia nunca más le estirará el cuello de la camisa, nunca más le secará la frente y nunca más estrechará su reconfortante mano.

“El ébola es un asesino despiadado”, escribió Jina Moore en BuzzFeed News durante el brote de 2014 en Liberia en el que fallecieron más de 11.000 personas. “Exige lo que la mayoría de personas considera una respuesta cruel al sufrimiento: la distancia. Su arma secreta no es el misterio científico de sus siete proteínas, sino el amor, la necesidad humana de mostrar compasión y cariño”. El Congo no es ajeno a los asesinos despiadados o a una compasión contenida. La historia de la República Democrática del Congo (y de las intromisiones del resto del mundo allí en beneficio propio) ha preparado el camino para la despiadada desolación que provoca el ébola.

El corazón en tinieblas

En su libro de 2001, Siguiendo los pasos del Señor Kurtz: vivir al borde del desastre en el Congo de Mobutu, Michela Wrong escribió: “En las redacciones de todo el mundo, sacudiendo las cabezas por una inexplicable crisis africana más, los productores y redactores desempolvaron sus recuerdos de las clases de literatura del instituto y tiraron de clichés”.

Wrong escribía sobre el conflicto que había desembocado en el derrocamiento en 1997 del “papá” Mobutu Sese Seko Kuku Ngbendu Wa Za Banga, el ostentoso dictador del Zaire que lucía telas estampadas de leopardo, en lo que actualmente es la República Democrática del Congo. Pero las palabras de Wrong se pueden aplicar a cualquiera de una larga letanía de acontecimientos posteriores que tuvieron lugar en ese corazón tenebroso del continente africano, unos acontecimientos que se atrevieron a alterar mínimamente la superficie de la atención internacional: los millones de personas que fueron asesinadas o que murieron de enfermedad y hambre durante la “segunda guerra del Congo”, que sucedió al derrocamiento de Mobutu, y en la que participaron las fuerzas oficiales y no oficiales de al menos seis países vecinos; el asesinato del sucesor de Mobutu, el líder rebelde Laurent Kabila, presuntamente cometido en 2001 por uno de sus propios guardaespaldas; la desolación de Goma como consecuencia de la erupción en 2002 del monte Nyiragongo; y el brote de ébola en la RDC en septiembre de 2007. Y hace no mucho, el asesinato de manifestantes en las protestas de 2015 y 2016, y los 1,7 millones de congoleses desplazados por el conflicto en 2017.

El ébola se ha vuelto otra “inexplicable crisis africana”, una más de una insensible lista de horrores lejanos que poco o nada tiene que ver con “nosotros”

Las palabras de Wrong también se pueden aplicar a lo mucho que tardó la Organización Mundial de la Salud en declarar, el 17 de julio, el brote de ébola en la RDC como una emergencia de salud pública de importancia internacional (ESPII), una alerta que activa unos recursos y una respuesta coordinada internacionales. Esta es solo la quinta vez que se activa una alerta de ese tipo. Después de un año y 1.650 muertes (lo que lo convierten en el segundo peor brote de ébola desde la crisis de 2014 en Liberia) acudieron equipos de “occidentalizados”, un término teñido de prejuicios que hace pensar en desarrollado, limpio, con enfoque científico, profesional, afectuoso, ordenado, cívico, pero también en civilizado. El ébola se ha vuelto otra “inexplicable crisis africana”, una más de una insensible lista de horrores lejanos que poco o nada tiene que ver con “nosotros”.

Pero tras los clichés de clase de secundaria, la historia del ébola en el continente (una historia de especulación farmacéutica, apropiación poscolonial de recursos e injerencia gubernamental despiadada) trastoca la promesa de salvación negra a manos de samaritanos blancos que conlleva la declaración de la ESPII. Las últimas palabras de Kurtz, “el horror, el horror”, nos recuerda Wrong, no iban dirigidas, después de todo, hacia el Congo, su gente, sus costumbres o sus lugares, sino más bien hacia la “crueldad sin precedentes” del colonialismo blanco.

El Congo fue ‘descubierto’ por Henry Morton Stanley, un periodista británico que se hizo famoso a causa de la pregunta que realizó en 1871, cerca del lago Tanganica, a otro explorador famoso: “¿El doctor Livingston, supongo?” . Europa se encontraba en los inicios de un atracón colonial de expolio y apropiación en el continente africano. Stanley consideró que la avaricia y crueldad del rey de Bélgica, Leopoldo II, estaban a la altura de la tarea de extraer la enorme riqueza disponible en el Congo. Wrong llama a Leopoldo “el único monarca europeo que llegó a poseer personalmente una colonia africana”. Llamó a su posesión Estado Libre del Congo, con gran tristeza e ironía. El brutal sistema que instauró sirvió para incentivar y sistematizar abusos que se consideraban extremos incluso en el continente en esa época, y que imponían los agentes belgas blancos y la Force Publique, un ejército mercenario de africanos occidentales y congoleses. “Se pidió a los soldados del Congo que controlaran cada cartucho disparado, así que amputaban y ahumaban las manos, pies y partes íntimas de sus víctimas. Estas se presentaban ante los comandantes en cestas para demostrar que los soldados habían hecho bien su trabajo”, escribe Wrong.

Lo peor de estas atrocidades terminó en 1908, cuando Leopoldo le cedió el Congo a Bélgica, aunque se mantuvo un implacable sistema de explotación y trabajos forzados que duró hasta la independencia, momento en el que Mobutu, respaldado por Occidente, instauró sus propias y exclusivas formas de explotación brutal de los incomparables recursos naturales del país (diamantes, cobre y caucho) en beneficio propio, de manera muy parecida al estilo de Leopoldo II. La aparición de forasteros siempre ha presagiado muerte y destrucción para los congoleses, desde la época de los traficantes árabes de esclavos anteriores a Stanley. Sospecha, recelo, evasión y ataque son los métodos de autopreservación para una población que es víctima desde hace tiempo de la avaricia del resto del mundo.

Paladas de dinero

El Organismo de Salud Pública de Canadá creó en 2003 lo que se conoce como la vacuna Merck del ébola, rVSV-ZEBOV-GP. Estados Unidos y Canadá llevaron a cabo diversos test en animales antes de concederle la licencia a una pequeña empresa farmacéutica, NewLink, que continuó desarrollándola. Merck, la empresa farmacéutica con sede en Nueva Jersey y valorada en 215.000 millones de dólares, aprobó la vacuna en 2014, justo cuando el brote en África occidental estaba asolando Guinea, Sierra Leona y Liberia. Las fases II y III de los estudios clínicos de la vacuna se realizaron sobre el terreno durante el brote (aunque no sin recibir críticas de fuentes externas). “Luchar contra un importante proyecto científico de Estados Unidos es solo uno de los diversos problemas a los que se enfrentan los ensayos clínicos de la OMS”, escribió Miriam Shuchman en The Lancet en mayo de 2015.

Entre las críticas a las pruebas se encontraban el hecho de que los servicios de atención primaria no cumplían con los estándares necesarios para realizar un ensayo clínico, que los ensayos se aceleraron para completarlos antes de que disminuyera el número de personas infectadas (sujetos de ensayo) y que los mecanismos para informar de las reacciones adversas a la vacuna eran deficientes. Principalmente en Guinea, cuando se pidió a los miembros de la comunidad que informaran al jefe del poblado si ellos o un familiar habían experimentado síntomas o reacciones adversas, la desconfianza impidió que muchos lo hicieran. (El artículo de Shuchman incluye el ejemplo del jefe de una aldea que robó comida donada a la población local y la vendió para ganarse un dinero).

No obstante, Merck recibió abundantes alabanzas por el trabajo que realizó con la vacuna. En 2018, la revista Time la nombró una de sus “empresas geniales”. “No pretendemos ganar dinero con esta vacuna”, explicó en la revista Roger Perlmutter, vicepresidente ejecutivo que ganó unos siete millones de dólares el año pasado, para anotarse un gran capital promocional por su papel de bienhechor. Un artículo de Clifton Leaf que apareció en Fortune en agosto de 2018 y que se titulaba Desplegando el afán de lucro para vencer al ébola no ha envejecido bien; se trata de un artículo empalagoso y elogioso que parece un texto publicitario de Merck y que atribuye a la empresa la erradicación del ébola en la RDC, cuando el número de fallecidos era solo de 33 personas. Sin embargo, ese artículo apareció después de que el ébola resurgiera en las zonas más orientales del país y desembocara en el actual brote. La revista incluyó a Merck en su lista de empresas que “cambian el mundo”, y situó al gigante farmacéutico internacional en el segundo lugar de la clasificación. Leaf escribe en un tono excesivamente elogioso:

“El gigante farmacéutico no está haciendo esto por caridad. Al contrario, el negocio de vacunas de la empresa, que incluye inoculaciones contra la neumonía, el herpes zóster y el virus de papiloma humano causante de cáncer, supuso más de 6.000 millones de dólares el año pasado. Aunque la vacuna del ébola no produzca toneladas de dinero por sí sola, el conocimiento que se obtiene de su desarrollo sirve para respaldar la I+D de toda la empresa.

En resumen, Merck está haciendo lo que hacen muchas otras grandes empresas: intentar solucionar algo que necesita una solución y, al mismo tiempo, intentar sacar un beneficio. De hecho, hay empresas en el mundo que logran ambas cosas cada día (les va bien haciendo el bien) y lo hacen casi siempre alejados de los titulares”.

Jugando con el título del libro que Adam Hochschild publicó en 1998 sobre la absoluta devastación del Estado Libre del Congo, es “el fantasma del rey Leopoldo, efectivamente”. El medicamento de Merck, que tiene una eficacia de más del 97% sigue sin estar aprobado, y su administración en la RDC se considera en la actualidad un “uso compasivo”.

“El problema no es que haya una respuesta a la vacuna menor”, le explicó el director del Centro para la Investigación y Políticas sobre Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Minnesota, Michael Osterholm, a la periodista de STAT Helen Branswell en abril: “El desafío es poder administrársela a la gente”. Esta ecuación puede sonar muchísimo a ese lugar común anticuado y racista: el conocimiento occidental entorpecido una vez más por la incapacidad de los africanos para ponerse las pilas.

El complot occidental       

En una corta noticia sobre los asesinatos de trabajadores sanitarios, Voice of America consideró pertinente añadir lo siguiente al final, sin contexto ni explicación: “Algunos congoleses también han contribuido a la propagación de la enfermedad al rechazar llevar a sus seres queridos a los centros terapéuticos y al no respetar directrices de enterramiento que se diseñaron para reducir el contagio del ébola”. Pero los motivos de que los congoleses incumplan los dictados occidentales, sobre todo los que socavan su capacidad para mostrar amor y afecto hacia sus vecinos, familiares y seres queridos, no son consecuencia de la ignorancia o la simple obstinación, sino que los congoleses saben que, siglo tras siglo, la participación occidental acarrea muerte y destrucción con tal de sacar beneficio.

Una encuesta acerca de las creencias sobre el ébola en la RDC que publicó The Lancet en marzo de este año descubrió que más de un cuarto de los encuestados no cree que el ébola exista. Cerca de un tercio de ellos cree que el ébola es un invento cuyo objetivo es sacar un beneficio económico o desestabilizar la región. Como informó el Wall Street Journal en abril, hay personas que no entienden por qué el ébola es más importante que las otras enfermedades que parecen estar matando a un mayor número de personas, como por ejemplo la diarrea o la malaria. O por qué el ébola es más importante que las condiciones de pobreza, como por ejemplo la falta de agua corriente. “Estos tipos tienen una agenda oculta”, les dijo Katsongo Bayole a las periodistas del Wall Street Journal Julia Steers y Gabriele Steinhauser. Bayole es una agricultora de 45 años de Butembo. “Cuando llegas allí [a la clínica], ya estás muerto. A eso juegan”, afirmó.

 hay personas que no entienden por qué el ébola es más importante que las otras enfermedades como la malaria

En los últimos siete meses, de acuerdo con la OMS, 58 trabajadores sanitarios han resultado heridos y siete han muerto en aproximadamente 200 ataques. “Los trabajadores sanitarios vieron cómo se convertían en blancos, tanto de las milicias que llevan asolando la zona desde hace 25 años como de los habitantes locales que piensan que forman parte de un complot occidental”, escribieron Steers y Steinhauser.

La política

El 20 de julio, el presidente de la RDC, Félix Tshisekedi, comenzó a supervisar personalmente la epidemia junto con un “comité de expertos multisectorial” formado por organizaciones internacionales. El anuncio llegó casi un año después de que apareciera el brote y solo pocos días después de que la OMS lo declarara como una emergencia de salud pública de importancia internacional. El ministro de Salud, Oly Ilunga Kalenga, estaba en ese momento en Goma supervisando las operaciones y dimitió en señal de protesta. Se había mostrado cauteloso con respecto a la presión occidental para declarar la ESPII. Como escribió Lisa Schnirring en la página web del Centro para la Investigación y Políticas sobre Enfermedades Infecciosas: “El Dr. Kalenga expresó su preocupación por los grupos externos que habían estado presionando al país y por los efectos potencialmente adversos de cerrar las fronteras y establecer restricciones para viajar que podrían perjudicar la respuesta”.

Kalenga también se opuso a quienes sugerían que, para sacar el máximo partido a las dosis existentes de la vacuna, había que utilizar un segundo medicamento que estaba desarrollando Johnson & Johnson. Kalenga consideraba que hacerlo sería un error: no solo su oficina había trabajado para aumentar la confianza pública en el medicamento de Merck, sino que el medicamento de Johnson & Johnson precisaba administrar dos dosis con 56 días de diferencia, algo casi imposible teniendo en cuenta los limitados recursos de la RDC. “La presión por considerar el brote como una crisis humanitaria parece invitar a que se instaure un sistema de gestión paralelo, que [Kalenga] afirma que nunca fortalece los sistemas de salud existentes”, escribió Schnirring. Kalenga publicó su carta de renuncia en Twitter el 22 de julio. La imagen de portada de su cuenta muestra al ministro sentado en un banco, con los codos en las rodillas, observando el curso moroso de un río.

La presión para aceptar la declaración de la ESPII fue intensa. Se han realizado ya tres intentos, el último el viernes 15 de junio. El 10 de julio, un editorial de Ronald Klain en el Washington Post, un antiguo “zar” del ébola durante el gobierno de Obama (y asesor de la campaña de Biden 2020) y Daniel Lucey, miembro del Instituto O’Neill para la Legislación Sanitaria Nacional e Internacional y profesor adjunto del Centro Médico de Georgetown, rogaron enérgicamente que se produjera una intervención internacional.

El suyo es un argumento convincente que identifica de forma sistemática los beneficios de la ESPII, entre los cuales se encuentra el aumento de la presión que se pondría sobre el gobierno de Trump para que libere financiación. (El gobierno de Estados Unidos prohibió en agosto el acceso a la zona del brote a los trabajadores de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades). Pero la ESPII servirá de poco para mejorar la imagen de las agencias en la región, ya que viene acompañada de guardias armados que garantizan su cumplimiento y protegen a los trabajadores humanitarios extranjeros y a las clínicas donde trabajan. Al final, puede que la alerta contenga el ébola en la RDC, pero es difícil saber el coste que tendrá.

Mientras tanto, la agencia estadounidense de cooperación para el desarrollo, la USAID, y otras agencias y ONGs están utilizando la etiqueta #heroísmo para resaltar el trabajo de los profesionales sanitarios. Algunas de las imágenes procedentes de la región no ayudan, sin embargo, mucho a fomentar la confianza. En una de ellas, un hombre con un chaleco color tabaco, el “Dr @WessamMankoula”, se nos informa, apunta con un objeto a la cabeza de una mujer negra ataviada con un vestido rosa sin mangas. La mujer parece nerviosa, asustada y avergonzada. El objeto es un termómetro; una temperatura elevada es un indicio temprano de infección. No obstante, en la foto parece como si el trabajador sanitario estuviera sujetando, como si de una ejecución se tratara, una pistola.

––––––

Ann Neumann es autora de The Good Death. An Exploration of Dying in America.

 

Traducción de Álvaro San José.

 

Este artículo se publicó en The Baffler.

 

El 1 de octubre, CTXT abre nuevo local para su comunidad lectora en el barrio de Chamberí. Se llamará El Taller de CTXT y será bar, librería y espacio de debates, presentaciones de libros, talleres, agitación y...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autora >

Ann Neumann (THE BAFFLER)

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

1 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. Kuerbovich

    No entiendo el sentido de este artículo... Con qué mensaje nos quiere dejar la autora? Que a los congoleses les han dado muchos palos desde que el codicioso Leopoldo le dió por hacerse una fortuna con el caucho? Vale... Y luego han padecido a Mobutu, y Kabila padre y al cabrón de su hijo, que saquearon el pais todo lo que pudieron... se dejó en el tintero a los ruandeses, que desestabilizan el Kivu Norte desde que Kagame llegó al poder, para hacerse con el coltán, el saqueo de las tropas zimbabuanas durante la guerra de los 7 paises y la entrega a generales de este pais de minas de diamantes por el gobierno congolés... Que Merck es una empresa de piratas? Sin duda, pero menos por la vacuna del ebola y mucho mas por los antidepresivos... El heroe que menciona, el ministro de la salud, fue arrestado la semana pasada por desviar dinero de la campaña del ebola para su bolsillo... Que los congoleños tienen razón en desconfiar de los trabajadores de salud, ya sean extranjeros o nacionales? Pues claro, mientras se mueren, atacan a quienes les intentan salvar arriesgando sus vidas... Se le olvidó a la autora mencionar a los mai-mai, que asesinan a civiles y trabajadores del gobierno (p.e. enfermeros); se iría ella como médico a intentar salvar vidas en esas condiciones? El pastor que murió tendría muy buenas intenciones, pero fue un ignorante mesianico que se creyó que rezando iba a curar a las masas. Dejemos de ver a los congoleños, y a los africanos en general, como víctimas, no les va a ayudar a sacudirse de encima a sus corruptos líderes, que son los que pillan el pais para venderlo al mejor postor, ya sea europeo, ruso, americano o chino. Hay muchos escandalos en la epidemia de ebola en RDC, como los hubo en la de África Occidental. La autora solo ha hecho una mayonesa mal ligada con cuatro retazos inconexos y un enorme paternalismo que en el fondo esconde parece esconder un profundo racismo.

    Hace 4 años 11 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí