Análisis
¿Sobrevivirá España a la próxima recesión dentro del euro?
El economista Carlos Martín Urriza, de Comisiones Obreras, repasa las herramientas de la UE para enfrentarse a una nueva crisis. Su puesta en marcha y su efectividad dependen de la voluntad de los países miembros
2/10/2019
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Vuelve la crisis, o al menos eso dicen los medios y los expertos más influyentes. La Contabilidad Nacional ya informa de un importante incremento del ahorro, que refleja una caída del consumo y de la confianza en la economía. Con un Mario Draghi que deja la presidencia del Banco Central Europeo cantando victoria por haber salvado el euro, las voces mayoritarias aconsejan en estos momentos impulsar la política fiscal para retomar el crecimiento y suavizar la posible recesión. Pero los países del sur y, entre ellos, España, se encuentran con las manos atadas para ello. ¿Qué soluciones nos quedan para pasar el próximo periodo crítico sin que la zona euro colapse? ¿Cómo podríamos sobrevivir a la probable tormenta?
Carlos Martín Urriza, director del gabinete económico de Comisiones Obreras y profesor de la Universidad de Alcalá de Henares, se muestra tan crítico como optimista con la eurozona: hay muchas herramientas disponibles, pero su puesta en marcha parece sumamente difícil por el modelo disfuncional de la Unión Económica y Monetaria, en la que todos los países son iguales pero algunos de ellos lo son mucho más.
“Antes del euro, los costes de las crisis se enjugaban de otra manera más distribuida, aunque teníamos otros problemas, como tipos altos para mantener el tipo de cambio. Entonces, podías devaluar la moneda y, con ello, devaluabas todo el país, tanto el coste de la mano de obra para los inversores, como las empresas, las acciones, el patrimonio, etc. De esta manera, atraías inversión de fuera, impulsabas las exportaciones y, al bajar los precios de todo en general, se repartía un poco mejor el coste. También podías acudir al prestamista de última instancia (el Banco de España) para evitar la especulación sobre tus bonos; a lo mejor generabas inflación si ‘monetizabas’ demasiado la deuda pública –emisión directa de dinero por parte del Banco–, pero la inflación, al fin y al cabo, es un impuesto para todos, no solo para algunos”.
“Ahora, los costes se liquidan fundamentalmente vía devaluación de las condiciones de trabajo –perjudicando a los trabajadores más vulnerables–, sin que se hayan construido, por el momento, mecanismos comunitarios que permitan distribuir el coste del ajuste entre el nivel nacional y supranacional. Yo no veo que podamos pasar por otra crisis que liquide su coste de una manera tan desigual; de producirse, arreciarían las voces para que saliéramos del euro”.
La última crisis económica parece haber dejado al descubierto la verdadera naturaleza –espontánea o planificada– de la eurozona: “La Unión Económica y Monetaria, tal y como está conformada, consiste en un mecanismo de extracción de rentas de los países del norte a los del sur. Cuando nuestra economía estaba cayendo, nos impusieron reducir el déficit público, es decir, tirar todavía más hacia abajo de nuestra economía, con una política monetaria insuficiente, por mucho que dijera Draghi en su momento: la prueba es que no ha logrado la estabilidad de precios. Al hacernos deprimir más nuestra economía, se asfixió a muchas empresas competitivas y acabamos pagando el doble de lo normal por nuestra deuda pública, destinando una gran cantidad de dinero para pagar el servicio de la deuda, que se llevaban en gran parte los bancos del norte”.
Esta asimetría, en la que unos países han pagado muy caras sus deudas y otros han llegado a cobrar por pedir prestado ha traído consigo efectos reales que han acrecentado las desigualdades: “Como consecuencia de todo esto, la inversión no ha tirado lo suficiente todos estos años y todavía ahora sigue sin tirar, de tal manera que llevamos siete de inversión pública neta negativa; en ausencia de inversión productiva, la brecha competitiva entre los países del norte y los del sur se incrementa aún más”.
Las obligaciones del ‘rico del pueblo’
A esto debemos añadir una conducta por parte de nuestros dirigentes políticos que no suele comentarse: una irónica falta de patriotismo y defensa de los intereses nacionales. “Resulta muy triste que el único poder que ha logrado poner coto al superávit comercial de Alemania –un desequilibrio macroeconómico que tiene como contrapartida nuestro déficit público– ha sido Donald Trump con la guerra comercial. Es la guerra comercial y no la Comisión ni ningún poder europeo la que está obligando a Alemania a poner en marcha un programa de gasto e inversión de 50.000 millones de euros. Buscando un símil bastante claro y sencillo para explicar cómo se comporta Alemania con el resto de la eurozona: es como si el rico del pueblo, el que posee todos los latifundios y arrienda la tierra a los demás, los fines de semana no fuera a gastarse al mercado del pueblo el dinero que saca para reactivar el circuito de la renta nuevamente, cerrando la distancia entre ricos y pobres”.
No todo está perdido, pero la posibilidad de afrontar los próximos baches con garantías para todos es paradójica: las herramientas son numerosas, pero su puesta en marcha y su efectividad dependen de la voluntad de los países miembros. “Si tuviéramos un Tesoro comunitario, lo razonable sería hacer una transición a una economía verde, porque estamos viendo que estamos desequilibrando el planeta y que el sector público ha de implicarse totalmente, dada la incapacidad del sector privado de internalizar los costes y beneficios a largo plazo en sus cuentas de sus resultados. A nivel europeo, se podría acelerar el proceso de descarbonización de la economía e iniciar la transición a una economía verde en todos los ámbitos: automóviles, energías, economía circular, aprendizaje de nuevas pautas de consumo responsable que se enseñen en el sistema educativo, etc. Pero esto, que es lo razonable, no está en la agenda de los alemanes y los holandeses, que han metido todos los palos en las ruedas que han podido contra la posibilidad de relajar la política fiscal de los países miembros o, más aún, de tener una política fiscal a nivel europeo”.
Vistos los obstáculos políticos, el BCE parece pervivir como la única institución verdaderamente federal, dotada, además de numerosas herramientas aplicables aún. “El Banco Europeo de Inversiones (BEI), podría ofrecer crédito a los Estados, créditos perpetuos o a devolver en cómodos plazos, e incluso a tipos negativos para que estos puedan invertir en la transición ecológica. Los bonos emitidos por el BEI para poder dar esos créditos serían adquiridos por el Banco Central Europeo, lo que descartaría la financiación directa de los Estados por el banco central (prohibida por los tratados)”.
El problema de un sistema financiero con intereses propios
Hay más aún. El BCE penaliza –con una generosa exención– las reservas bancarias en el banco central para que dichas entidades financieras presten dinero a la economía real –familias y empresas–, facilitándoles, además, préstamos a tipos negativos (lo que supone cobrar por pedir prestado) si dichos bancos cumplen determinados objetivos crediticios.
No obstante, Martín Urriza destaca un rasgo frecuentemente olvidado en los modelos de predicción económica: el sistema financiero no es neutral en la transmisión de la política monetaria. “Si consigues que los tipos de interés negativos lleguen a las familias y empresas, eso representa un chute para la economía: otra cosa es que el proceso de metabolización que tiene lugar en el seno del sistema financiero conduzca estos fondos a la cuenta de resultados de los bancos. Eso ya lo estamos viendo: hay tipos de interés negativos en los depósitos bancarios de las pequeñas y medianas empresas, incluso de las familias, y, sin embargo, no tenemos créditos negativos, como en el crédito al consumo, donde los bancos siguen teniendo un margen generoso”.
Algunas alternativas heterodoxas aspiran a saltarse este factor de poder asimétrico. El ‘QE for the people’, popularizado en el Reino Unido, también denominado ‘helicopter money’, es una de ellas: “Se trata de saltarse esa metabolización: los 2,6 billones de euros invertidos en el QE (Quantitative Easing o facilidad cuantitativa del BCE) han repercutido en una redistribución muy regresiva de la riqueza, porque los fondos han ido sobre todo a los más ricos. Ese dinero se podía haber ingresado directamente en la cuenta de los residentes europeos lo que, calculado sobre el total del QE, supone un total de 7.600 euros en la cuenta corriente de cada ciudadano, un importe que, sin duda, provocaría un fuerte impacto en la demanda. La efectividad de esta medida se podría potenciar pagando una pequeña comisión de gestión a los bancos para que cooperen y colaboren, para que eviten la picaresca y para que se produzca una gestión adecuada; incluyendo algún tipo de criterio de proporcionalidad o progresividad, con un diseño adecuado, dirigido por ejemplo a las personas con una mayor propensión marginal a consumir. Esto significaría demanda en vena”.
Esta inyección parece excesivamente sencilla: ¿y el eterno riesgo de inflación? “Claro, podría haber problemas. Desde el punto de vista del teórico acreedor, el BCE, se trata de la generación de dinero a cambio de un colateral (un activo), que no se podría cobrar nunca, sería un préstamo a perpetuidad. Esto supondría pérdidas para el Banco Central, pero este no tiene los beneficios como objetivo, sino, según su mandato, el de conseguir estabilidad de precios”.
“La segunda crítica es que se te vaya de las manos y que genere inflación y, después, una espiral inflacionista. Pero debemos tener en cuenta lo que ha pasado hasta ahora: el BCE sigue teniendo muchos bonos de la miríada que ha ido comprando y, en caso de producirse inflación, podría venderlos y drenar muchísima liquidez del sistema. Pero es que además puede subir los tipos de interés, que están al 0%, hasta el cielo si quiere”. En caso de no hacer nada, el rumbo es peligroso: “La alternativa es que se rompa la unión monetaria. Ni nosotros ni los italianos aceptaríamos otra devaluación salarial si viene una recesión. Además, hemos de tener en cuenta el contexto internacional, en el que no está Obama, con unos EE.UU. empeñados en romper la eurozona. La cooperación es imperativa, se tiene que acabar el ‘que cada palo aguante su vela’”.
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