EL KIOSQUERO (I)
Las barricadas sólo dificultan el tráfico neuronal
¡Nueva sección! ¡Nueva sección! Descubra qué se cuece en las presentaciones de libros y actos sociales de Barcelona, capital mundial de la edición en castellano y una ciudad al borde del ataque de nervios
Álvaro Colomer 22/11/2019
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No hay un solo barcelonés que no haya recibido una llamada de algún amigo madrileño, andaluz o gallego preocupado por su bienestar. La pregunta siempre es la misma: ‘Pero tú, ¿estás bien?’. Y la respuesta, ídem: ‘De rechupete, ¿por?’. Se está extendiendo la idea, auspiciada por la prensa y los representantes políticos, de que aquí hay poco menos que una guerra, cuando lo cierto es que los bares, los gimnasios y los parques infantiles están a rebosar. Soportamos algunos cortes de tráfico, de acuerdo; toleramos que la chavalería acampe en las plazas, vale; andamos escasos de contenedores, también. Pero la vida transcurre con normalidad y, créanme, la ciudad continúa caminando hacia adelante.
El ejemplo más evidente –y también el que más nos concierne– lo encontramos en el terreno literario. A lo largo del último mes, esto es, desde 15 de octubre hasta el día presente, se han concedido los premios Planeta, Herralde y Barcino, se ha celebrado la semana de la Novel·la Històrica y un festival de literatura latinoamericana, se ha aplaudido la concesión del Premio Nacional de Narrativa a una residente en Barcelona y se han presentado, entre muchísimos libros más, los de Eduardo Mendoza, Rodrigo Fresán, Pilar Eyre, Luna Miguel y Carlos Pardo. Y solo hacemos aquí referencia a los saraos del universo en castellano, que si añadiéramos los de la lengua catalana la lista se haría interminable. Todas estas cosas han ocurrido en una ciudad supuestamente en llamas, oigan. Para que vean la diferencia entre la realidad y lo que les cuentan. Así que, cuando escuchen a un político o a un tertuliano o a un presentador o a un predicador decir que Barcelona es Beirut, sigan nuestro consejo y apaguen el televisor. Se lo aseguro: el silencio hará que estén más cerca de la verdad que con todo ese ruido.
El 15 de octubre, y en paralelo al estallido de los disturbios en la ciudad, se concedió el Premio Planeta a Javier Cercas, quedando finalista Manuel Vilas. El rumor sobre el robo del Grupo Planeta a Penguin Random House circulaba por los corrillos desde hacía días y los periodistas culturales andaban excitadísimos con la posibilidad de que hubiera estallado una guerra –una de verdad– entre los dos emporios editoriales. En palabras de Jordi Corominas, la idea que reinaba en el ambiente era la siguiente: ‘Unos compran editoriales y otros roban autores’. La quema de contenedores hizo que Ada Colau abandonara el recinto del MNAC en mitad de la cena, mientras que Artur Mas seguía comiendo junto a Carmen Calvo, José Guirao y ningún representante en activo de la Generalitat. Pero eso, la verdad, ya no sorprende a nadie. Total, Planeta sólo es el grupo que más apuesta por la lengua catalana… Durante la rueda de prensa posterior, los ganadores dieron algunas pistas sobre el argumento de sus novelas y sólo hubo una reportera –de quien lamento no recordar el medio para el que trabajaba– que hizo la pregunta del millón: ¿qué tal la cosa de cambiar de grupo? Al oírla, Cercas se puso tenso. Dijo que aquella era una pregunta extraliteraria y zanjó el tema con un bufido. Vilas, sin duda más prudente, optó por callar.
Unos días después, y sin que nadie reparara en ello, Zaratustra bajó de la montaña. Rodrigo Fresán vive en Vallvidrera, un barrio de Barcelona situado en la sierra de Collserola, y el 24 de octubre descendió de esas alturas con el mismo resplandor que el profeta de Nietzsche. El escritor argentino ha concluido su trilogía sobre la vida interior de los escritores y ahora tiene un mensaje que divulgar al mundo. El mensaje, se entiende, es la propia trilogía. Presentó el último volumen, La parte recordada (Literatura Random House), en la librería de moda, Lata Peinada, y el maestro de ceremonias fue Ignacio Echevarría, que comparó el proyecto del argentino con ‘Antagonía’ de Luis Goytisolo y que además resaltó el carácter premonitorio de Fresán, cuya novela termina con una Barcelona en llamas. Por su parte, el autor reflexionó sobre la obra que acaba de engendrar y, en cierto momento, hizo un comentario que, de algún modo, también contenía una profecía: ‘Se sabe de gente que un día entró en el Giardinetto y todavía no ha vuelto a casa’.
El Giardinetto es un restaurante/coctelería al que hay que ir para terminar una noche cultural por todo lo alto. Y eso es precisamente lo que hicieron algunos de los invitados al Premio Herralde, que se celebró el 4 de noviembre en el restaurante St. Rémy. El galardón fue para Mariana Enríquez por su novela Nuestra parte de noche, y entre los invitados al evento estaba María Lynch, que ha sido la auténtica ganadora de todos los premios que se han concedido durante el mes aquí referenciado. Enríquez y Vilas forman parte de su escudería y ahora mismo no hay ninguna agente que brille más que esta mujer. Por lo demás, la velada transcurrió como viene siendo habitual: muchos escritores, muchos periodistas y algún que otro gorrón. Y al término de la misma, y siguiendo la profecía de Fresán, la canallesca se encerró en el Giardinetto hasta vete a saber qué hora. Ahora bien, cuando esos noctámbulos regresaron a casa, no tropezaron con ninguna barricada. Y es que aquí, en Barcelona, todos nos vamos a dormir tempranito. Incluso los revolucionarios. Que somos catalanes, oigan.
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Álvaro Colomer
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