Reportaje
Mujer trabajadora y con hijos: los malabares de la conciliación
Durante el confinamiento, las mujeres han seguido llevando sobre sus hombros el trabajo productivo, reproductivo y de cuidados. Las profesiones más expuestas al virus han sido las compuestas en su gran mayoría por ellas
Divina Carbonell Martins 26/06/2020
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Un estudio de la Universitat de València señala que el seguimiento de los hijos e hijas en edad escolar es desarrollado mayoritariamente por las madres. La responsabilidad del trabajo productivo, reproductivo y de cuidados de personas mayores, menores y dependientes ha provocado que las mujeres hayan soportado la mayor parte del estrés del confinamiento.
Ana se levanta temprano, enciende el ordenador y prepara los materiales para la clase de hoy. Pero ese solo es el comienzo de su día. Luego tendrá que enviar al alumnado los recursos, explicarlos, ir detrás de quienes no han hecho los deberes y hablar con sus familias para saber si todo va bien. Todo ello mientras compagina en un escenario plagado de incertidumbre el cuidado de su familia con el peso de las tareas domésticas.
El confinamiento ha dificultado las labores de conciliación que asumen un gran número de mujeres. Esta conciliación se sustenta en una desigualdad estructural que no es nueva, pero que sí se ha agudizado debido a la crisis sanitaria. Durante el confinamiento, las mujeres han seguido llevando sobre sus hombros la responsabilidad del trabajo productivo, reproductivo y de cuidados de personas mayores, menores y dependientes con una sobrecarga mayor de estrés y ansiedad.
“La situación se ha visto agravada porque los recursos educativos y de cuidados han cerrado, de forma que las mujeres también han tenido que asumir la tarea del telecolegio mientras hacían su teletrabajo o su trabajo presencial, y en algunos casos, compaginándolo también con el cuidado de personas mayores que no pueden acudir a centros de día”, explica Encarna Canet, profesora y doctora del Departamento de Trabajo Social y Servicios Sociales de la Universitat de València.
Un trabajo sin horarios
Ana es profesora de Historia Contemporánea y tutora de un grupo de ESO en un instituto valenciano. Entre alumnos de ESO y bachillerato, gestiona de manera online la formación de más de 100 estudiantes. Madre de dos hijos con enfermedades crónicas, supo desde el primer día que la novedad de preparar las tareas del curso de forma online con los deberes y cuidados de sus hijos no iba a ser fácil.
La sobrecarga de trabajo y de estrés emocional para las mujeres ha sido un factor determinante en su entorno laboral. Las profesiones más expuestas al virus han sido las compuestas en su gran mayoría por mujeres. “El personal sanitario está formado en un 70% por mujeres, al igual que el personal de supermercados, del sector servicios y de servicios sociales” explica Encarna. “El personal de limpieza y cuidado de personas son casi el 100% mujeres y entre el profesorado, las mujeres también somos mayoría”, expone la docente especializada en Trabajo Social.
“Han sido dos meses muy duros en los que no me daba la vida para nada”, relata Ana. Atendiendo las 24 horas del día el correo electrónico, Ana ha recibido y contestado mensajes a cualquier hora del día. “Ser madre y tutora me ha permitido conocer que hay personas que lo están pasando realmente mal”.
Además, en su centro de trabajo se ha visto obligada a asumir sin muchos apoyos la coordinación, las tutorías y las tareas académicas, algo que le ha provocado mucha angustia. “Hubiera sido más fácil saber que no estaba sola”, comenta Ana. Pero ese obstáculo no le ha impedido volcarse al 100% en su trabajo. “Me daría vergüenza no hacer las cosas bien”, comenta orgullosa.
Sin embargo, es consciente de que su situación no deja de ser privilegiada con respecto a la de otras mujeres. “La situación evidentemente ha sido y será peor para las mujeres migrantes sin contrato, puesto que no podrán cobrar el Ingreso Mínimo Vital si no residen legalmente en el país”, apunta Canet. La pandemia también deja a las mujeres refugiadas en una tesitura especialmente vulnerable, quienes verán aún más cerradas las fronteras por el estigma del contagio.
El telecole, más de mamá que de papá
Durante el periodo de confinamiento las mujeres que teletrabajan con menores a su cargo han sido las que han soportado la mayor parte del estrés. Así lo ha demostrado un estudio realizado por la Universitat de València llevado a cabo por las profesoras del Departamento de Sociología y Antropología Social Cristina Benlloch y Empar Aguado y la politóloga-jurista Anna Aguado.
El informe de la UV pone de relieve que el seguimiento de los hijos e hijas en edad educativa se desarrolla mayoritariamente por las madres
Para Ana ese estrés ha implicado un empeoramiento de los problemas de sueño que ya padecía, la aparición de pesadillas durante los primeros días del encierro y el aumento de peso y de malestar general.
Aunque en su familia, tanto ella como su marido se han volcado en los deberes de sus hijos, el informe de la UV pone de relieve que el seguimiento de los hijos e hijas en edad educativa se desarrolla mayoritariamente por las madres, lo que se convierte en un elemento de estrés añadido.
En esta línea, la Asociación de Vecinos y Vecinas de Benimaclet comenta que para las vecinas del barrio que trabajan telemáticamente no haber dispuesto de la ayuda de los mayores ni de terceras personas ha agravado su situación de conciliar. “Ha sido muy duro lograr compaginar trabajo, familia, compra y cambiar nuestro estilo de vida al no tener colegio durante tanto tiempo, entre otras cosas”, cuentan desde la asociación.
Sosteniendo la vida en una pandemia mundial
Ana estaba en una videoconferencia cuando se le quemó la comida. “La carga de la casa, de los cuidados… ha sido desbordante. Puntualmente ayudan en casa, pero me cuesta que colaboren”, relata. Aunque confiesa que las tareas domésticas no le han desbordado tanto como otros aspectos, reconoce con cierta rabia que si no recoge la cocina llegará la noche y no lo habrá hecho nadie.
Las vidas de las mujeres han estado atravesadas estos meses por la responsabilidad de los cuidados de sus hijos e hijas. “Estas mujeres mientras trabajaban tenían que soportar la preocupación de que sus hijos e hijas estuvieran en casa sin clase y que tenían que ayudarles con sus deberes, además de encargarse de comidas, lavadoras, etc”, relata la trabajadora social de la Universitat de València.
“Lo que necesitamos es un sistema de cuidados basado en la corresponsabilidad entre hombres y mujeres”, afirma María Pazos, matemática e integrante de la Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción. La buena salud de los servicios públicos es otro aspecto fundamental para garantizar un trabajo de cuidados digno. Mejorar la calidad de estos empleos pasa por universalizarlos. “Tiene que haber un derecho universal por parte de los servicios públicos tanto para las personas dependientes como para las criaturas de entre 0 y 3 años”, añade Pazos.
Ana ya hace un par semanas que tomó la decisión de bajar su ritmo laboral para dedicarse al cuidado
Las jornadas laborales más cortas y estables junto a los permisos igualitarios son otras de las piezas fundamentales para romper la división sexual predominante en la conciliación. “Con estas medidas se pueden organizar los cuidados de tal forma que todas las mujeres sean independientes económicamente durante toda su vida sin renunciar a su empleo”, expone la investigadora.
Por ello, Pazos también plantea la necesidad de abrir las escuelas y los servicios de atención a la dependencia al nivel que estaban antes del confinamiento. “No se tendrían que haber cerrado escuelas ni servicios a la dependencia, eso es mandar directamente a las mujeres a cuidar a casa”.
Cuidar más, no cuidar menos
Las asociaciones barriales también se han configurado como redes sólidas de cuidados durante el confinamiento. Sin embargo, ya estaban mucho antes del Covid-19. “Siempre hemos estado y estaremos, estas redes no se han creado por la pandemia”, afirma la Asociación Vecinal de Benimaclet. Esta red de solidaridad popular lleva décadas formando parte del tejido social valenciano en épocas de crisis económicas o migratorias, poniendo el cuerpo contra desahucios, protestando contra la Ley de Extranjería y distribuyendo alimentos, ropa y otros enseres básicos.
Tanto la especialista en Servicios Sociales Encarna Canet como la matemática María Pazos coinciden en la importancia de luchar por un nuevo modelo basado en el bienestar social para destruir las desigualdades de género. “La dinámica del patriarcado hasta la fecha siempre ha sido atacar e intentar desmontar cualquier avance del feminismo. Si no seguimos luchando por una normalidad diferente nos volverán a comer el terreno”, afirma Canet. Una normalidad diferente con una “buena economía, justa y sostenible que esté al funcionamiento del bienestar social”, apunta Pazos.
Ana ya hace un par semanas que tomó la decisión de bajar su ritmo laboral para dedicarse al cuidado, en especial, de su hijo pequeño. “El virus por muy asesino que sea hay que afrontarlo sin dejar que la sociedad se vaya a la mierda”, manifiesta Pazos. “Necesitamos invertir más recursos para que los servicios públicos afronten con mejores medios y dignidad la pandemia. Es cuidar más, no cuidar menos”.
Un estudio de la Universitat de València señala que el seguimiento de los hijos e hijas en edad escolar es desarrollado mayoritariamente por las madres. La responsabilidad del trabajo productivo, reproductivo y de cuidados de personas mayores, menores y dependientes ha provocado que las mujeres hayan soportado la...
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