RECORTE DE LIBERTADES
Derivas autoritarias en Polonia y Hungría, estrategias de control y resistencia
Los cambios legislativos en ambos países se han hecho sobre la idea de que la amenaza a la integridad territorial e identitaria de la nación se encuentra por encima de las libertades de sus ciudadanos
Ruth Ferrero-Turrión 25/09/2020
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Hungría y Polonia se han convertido por méritos propios en dos de los países más señalados por las derivas autoritarias y el desmantelamiento del Estado de derecho que se han hecho evidentes durante los últimos años. Ambos pertenecen a esa hornada de países que permaneció tras el telón de acero durante casi medio siglo, y donde las movilizaciones sociales fueron aplastadas por los tanques del Pacto de Varsovia. Los acontecimientos vividos por Budapest y Varsovia en el 56 y Praga en el 68, en plena ola de desestalinización, son esenciales para comprender, no excusar, parte de sus posiciones actuales, ya que la memoria histórica de aquellos acontecimientos permanece en la cultura política de estas sociedades.
De hecho, parte de los líderes políticos y sociales que se incorporaron a la vida pública tras la caída del Muro y los procesos de cambio político, económico y social de estos países lucharon contra los regímenes de tipo soviético implantados tras la Segunda Guerra Mundial en Europa. Tanto los hermanos Kaczyński, en Polonia, como Viktor Orbán, en Hungría, formaron parte de esa generación de activistas que se oponían a los regímenes autoritarios de corte soviético y que lucharon por su caída.
Las derivas iliberales de estos líderes políticos, bien todavía en activo, o desde posiciones de influencia ideológica, contrastan con sus posiciones liberales de finales de los años 80. Este desplazamiento ideológico tiene mucho que ver con dos cuestiones. La primera, la necesidad de poner en valor una identidad nacional minusvalorada y aplastada durante siglos por los imperios austrohúngaro y soviético. La segunda, la reivindicación de su autonomía política frente a terceros, sean estos Moscú o Bruselas. De ambas se construye un discurso profundamente esencialista que no tolera tutelas externas en ningún caso. Y de ese discurso se llega al desmantelamiento del Estado de derecho con el fin de “proteger” a sus ciudadanos de una suerte de colonización procedente, esta vez, de Occidente.
La modificación de las legislaciones nacionales hacia posiciones cada vez más restrictivas ha ido amputando la libertad de prensa, opinión y educación de manera progresiva
El resultado son regímenes de autoritarismo electoral que, a pesar de estar en la UE, recortan libertades entre su ciudadanía con el objetivo de evitar movimientos opositores a sus propuestas de organización política, no solo desde el ámbito político, sino también desde lo social, lo cultural y lo económico. Y ésta lleva siendo la tendencia desde hace aproximadamente diez años. Los partidos conservadores en el gobierno, tanto de Polonia (PiS), como de Hungría (FIDESZ) se han hecho con lo que se ha denominado “captura del Estado”, es decir, poco a poco, se han ido haciendo con el control de estructuras y poderes del país rompiendo con el sistema de la división de poderes y el principio de pesos y contrapesos (checks and balances) imprescindible para que las democracias liberales se mantengan a flote.
La modificación de las legislaciones nacionales hacia posiciones cada vez más restrictivas ha ido amputando la libertad de prensa, opinión y educación de manera progresiva. El marco sobre el que se realizaban estos cambios siempre es el mismo: la amenaza a la integridad territorial e identitaria de la nación se encuentra por encima de esas libertades.
El caso húngaro es, quizás, el que mejor ilustra esta situación. El cierre de la Central European University de Budapest, tras varios años de asedio por parte de las autoridades gubernamentales húngaras, ha sido uno de los muchos episodios a través de los que se ha querido controlar a la opinión pública. El marco discursivo se articulaba en torno a la injerencia del multimillonario judeoamericano de origen húngaro George Soros, fundador de la universidad y persona non-grata para Orbán debido a sus críticas al gobierno. La libertad de prensa también se ha visto afectada. Muchos periódicos o bien han cerrado o bien han pasado a estar controlados por el gobierno gracias a un decreto, emitido en diciembre de 2018, que regulaba las transacciones de la propiedad de los medios y que se justificaba porque eran de “interés nacional estratégico”.
Según el índice de Libertad de Prensa de Freedom House, Hungría, que se encontraba en 2010, año de la llegada de Orbán a la presidencia, en el puesto 40 del mundo en este ámbito, caía en 2019 hasta el puesto 70 de dicho ranking, mientras Polonia se situaba en el 84.
A pesar de que Polonia y Hungría conforman sociedades donde la cultura política de la protesta no está arraigada, algunos sectores de la sociedad han comenzado a organizarse a medida que sus derechos y libertades iban siendo recortados. Y han adoptado estrategias de resistencia que recuerdan a aquellas que se tomaron contra los regímenes de tipo soviético, que son las que permanecen en el imaginario colectivo. La creación de redes de solidaridad y el contacto con otros movimientos sociales de países cercanos, como el del OTPOR serbio, han servido para poder articular de manera cada vez más coordinada acciones de desobediencia civil y de protesta contra el régimen de Orbán. El mundo de la cultura, de la educación y la intelectualidad son los sectores más involucrados en esta movilización. Es decir, el mundo fundamentalmente urbano, que se contrapone contra el mundo rural, más conservador y fiel al Gobierno.
Además, todo retorna, y Radio Free Europe/Radio Liberty está volviendo de manera discreta pero amplia a países de los que desapareció en los 90. Son los casos de Rumanía y Bulgaria, en 2019, y de Hungría, en 2020. La emisora gubernamental norteamericana se vuelve a instalar en estos países con la intención de luchar contra la desinformación y las fake news, y, dicen, para dar voz a aquellos que la han perdido como consecuencia de las restricciones a la libertad de prensa.
Las movilizaciones por la libertad y la presencia de RFE/RL podrían hacer pensar que estamos de nuevo en un contexto de Guerra Fría y resistencia, con la consiguiente confusión ideológica que ello pudiera plantear. Los regímenes de corte iliberal implantados en Polonia y en Hungría se encuentran en las antípodas de los regímenes de tipo soviético liderados en su momento por Kadar o Jaruzelski. De hecho, tanto Orbán como los hermanos Kaczyński son profundamente antisoviéticos. Si algo comparten es el recorte de los derechos y las libertades de los ciudadanos y el empeño en no permitir las disidencias. Nunca como ahora los extremos se tocan, si bien siempre son los mismos los que sufren las consecuencias.
Hungría y Polonia se han convertido por méritos propios en dos de los países más señalados por las derivas autoritarias y el desmantelamiento del Estado de derecho que se han hecho evidentes durante los últimos años. Ambos pertenecen a esa hornada de países que permaneció tras el telón de acero durante casi medio...
Autor >
Ruth Ferrero-Turrión
es profesora de Ciencia Política e Investigadora Adscrita al ICEI (Instituto Complutense de Estudios Internacionales).
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