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Patricia Campos / Impulsora de la ONG ‘Goals for Freedom’

“En Uganda quitamos a niñas de la calle, donde las pueden violar o matar. El proyecto salva vidas”

Ricardo Uribarri 25/01/2021

<p>Patricia Campos.</p>

Patricia Campos.

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Combatir la desigualdad y la discriminación a través de una de sus grandes pasiones: el fútbol. Esa tarea es uno de los motores que impulsan la intensa vida de Patricia Campos (Onda, Castellón, 1977), que, entre otras cosas, incluye ser la primera mujer en pilotar un avión a reacción en la Armada y la primera española en entrenar un equipo femenino en Estados Unidos. Su vocación solidaria le llevó en 2015 a Uganda, donde puso en marcha la ONG Goals for Freedom, con la que está ayudando a niños y niñas y a mujeres con VIH a través de iniciativas relacionadas con el balompié. Como en su entorno más cercano también encontró muchas carencias, decidió ampliar su trabajo solidario en Valencia. Una labor que le ha valido que la revista Forbes la haya incluido en su lista de las 100 personas en España que más fortuna procuran a los demás.

Su amor por el deporte, y en concreto por el fútbol, le viene desde muy joven.

Yo recuerdo jugar al fútbol desde siempre. En mi pueblo, en Onda, en 1980, no había equipos de chicas. Fui un poco autodidacta porque no tenía equipos donde jugar. Lo hacía en la calle, con chicos, porque era la única manera de practicar el deporte que me gustaba. Con 13 años, me fui a Castellón a un equipo que se formó y que se llamaba Las Panteras y ahí pude empezar a jugar con otras chicas. En la Universidad creamos un equipo de fútbol sala y llegamos a ser subcampeonas de España. En esa época el Villarreal creó su primer equipo femenino y varias de las que jugábamos nos apuntamos a él, así que fuimos de las fundadoras.

En la Universidad estudió Comunicación Audiovisual, pero decidió presentarse a las oposiciones para ser piloto de aviones de la Armada ¿Por qué?

Yo quería ser futbolista y piloto. Pero poder vivir del fútbol parecía en ese momento una quimera, así que la alternativa era intentar ser piloto. Mi madre me dijo que antes estudiara una carrera por si en el futuro pasaba algo y perdía la licencia. Hay que tener en cuenta que, por el simple hecho de tener azúcar, por ejemplo, tienes que dejar de volar. Como desde los 15 años ya hacía mis crónicas de partidos en varios medios de comunicación, la carrera que más me gustaba era Periodismo. Pero se impartía en una universidad privada y yo soy de familia pobre. Elegí la más próxima que era Audiovisuales en la universidad pública y al terminarla, la Armada sacó unas plazas. La gente me decía que dónde iba, que estaba loca, que era prácticamente imposible y que no había mujeres piloto. Yo creí en mí, que es lo que debemos hacer todos, y tiré hacia delante. Estudiando mucho y superando todas las pruebas pude lograr mi plaza en 2005.

En este país, cuando te enfrentas a la Iglesia, la Familia Real o al Ejército tienes todas las de perder

Al cabo de ocho años decidió dejar el Ejército. ¿Cuál fue el motivo?

En este país, cuando te enfrentas a la Iglesia, la Familia Real o al Ejército tienes todas las de perder, entonces preferí irme. La verdad es que me costó tomar la decisión porque es una oposición muy difícil, sólo había dos plazas y fue una única oportunidad, porque los otros años ya no se convocaron y me lo jugué a una carta. Volé helicópteros, piloté reactores y vi que no era feliz. Pensé que la situación no iba a cambiar porque estaba totalmente sola. Siempre que eres diferente, sea por tu color de piel o por que eres mujer y todos los demás son hombres, vas a destacar. Y tienes que ser perfecta 24 horas al día, los siete días de la semana, todos los meses y todos los años. Eso es muy difícil y pensé que no tenía que aguantar más humillaciones, entre comillas, y lo dejé.

Las circunstancias fueron tan adversas para usted en esa etapa que prefirió esconder su condición de lesbiana.

Fue un mecanismo de autodefensa. Si por ser mujer no tenía el mismo trato que daban a los hombres, si digo eso me habrían fusilado al amanecer. Era una protección que ahora mismo, a mi edad, ya no necesito. En la actualidad hay un movimiento feminista, hay redes sociales…pero en el 2005 estaba sola en el trabajo, con mi forma de ser y no conocía a nadie como yo. Ahora pones un tuit y enseguida hay muchas que te apoyan, pero entonces no existía y era difícil enfrentarte tú sola contra toda una institución. Lo intenté, pero viendo el resultado, decidí irme.

Entonces fue cuando decidió centrarse de nuevo en el fútbol, pero probando suerte a muchos kilómetros de su casa.

En España también era muy difícil hace años que una mujer pudiera ejercer de entrenadora de un equipo y para poder vivir del fútbol tenía dos posibilidades: Asia y Estados Unidos. Por idioma y por cultura elegí la opción americana. Me fui a California, me preparé y me saqué la licencia. En apenas dos semanas me salió la opción de entrenar a un equipo de Carlsbad, una ciudad del estado de San Diego, el Carlsbad Wave. Me presenté a la prueba con otros chicos y conseguí la plaza. Al segundo año de estar allí se unió a otro equipo y surgió el Carlsbad United, en el que también estuve. Después tuve la oportunidad de entrenar en Honolulu, en Hawai, y allí estuve conociendo su cultura y el fútbol femenino hasta 2018.

Entre medias se produjo su primer viaje a Uganda. ¿Cómo surgió la idea?

Yo siempre he hecho voluntariado y quería realizarlo en un país donde no tuvieran las necesidades básicas cubiertas. Y pensé en Uganda, donde a la mujer no le dejaban hacer deporte y no podía estudiar. Así que cogí unas botas y un balón y allí me fui yo sola en 2015, algo que no recomiendo porque es peligroso, pero que volvería a hacer. Me metí en una escuela, donde conocí a una persona súper maja que ahora es mi amigo. Suelo ir dos veces al año, normalmente en diciembre y en mayo, y me quedo dos meses. Está en Kajjansi, no muy lejos de la capital, Kampala. Al principio pasé miedo, porque no entendían que una mujer pueda jugar al fútbol y había desconfianza y miradas que intimidaban. Ahora ya la cosa ha cambiado porque me conocen. El estar con ellos me llena de felicidad. Cuando tú ves que estás haciendo feliz a alguien a ti te crea también esa felicidad. Es algo muy chulo. En el fondo es egoísta el ir allí. Es por mí. No por ellos. Es porque me hace muy feliz.

Esa labor de ayuda la empezó usted sola, pero en 2018 decidió crear Goals for Freedom.

Yo vi que el fútbol tenía un gran poder transformador y que eso podía alcanzar mucha dimensión, pero que sola no podía, y por eso necesité la ayuda de más gente y crear una ONG. Ahora trabajamos con niñas y niñas de la escuela Hill Land Primary School, donde se han formado equipos para menores de 14 años, y con mujeres portadoras de VIH en la Hope House Foundation, en la que hemos creado un equipo femenino con jugadoras desde los 13 a los 67 años. Allí conocí a mujeres con pocas ilusiones, con pocas ganas, tristes. En un primer momento ellas no querían jugar, porque nadie las había invitado nunca a hacerlo. Me costó mucho convencerlas a ellas y a sus familias para que las dejaran. Al principio se quedaban todas en defensa juntitas y yo las animaba a ir al ataque y a marcar goles. Cuando marcan uno se ponen contentas, las felicitan todas sus compañeras, se sienten importantes. Al final, lo que transmitimos con el fútbol son conocimientos, que cojan confianza, que tengan respeto por sus compañeras. También hacemos partidos mixtos para que los varones respeten a las mujeres y a las niñas. Ahora hemos incorporado también el baloncesto. Por las mañanas les doy clases de castellano, de valenciano, algo de geografía, les hablo de nuestra cultura, y por la tarde hacemos deporte. Somos una ONG pequeña, de apenas siete personas, pero hemos podido escolarizar ya a cuatro niñas, algo muy importante para que puedan salir del círculo de la pobreza y aunque el tema de la covid nos ha frenado un poco, les mandamos dinero para que compren judías y arroz.

Campos con un equipo de Goals for Freedom.

¿De dónde le viene su vocación solidaria?

Mi madre ya estaba en una ONG de Onda que se llama ‘Rompamos barreras’ y con ella iba algunas veces a ayudar. Si me remonto a más atrás, mi abuela fue la que fundó Cáritas, sin que se llamara así, en Onda. Si eras pobre en mi pueblo y necesitabas una nevera o un colchón, ella iba a las familias más ricas a pedirles el material que hiciera falta. En Onda hicieron un embalse, que lo construyeron los presos y algunos se quedaban a dormir en casa de mi abuela. Ofrecía todo lo que tenía.

¿En Uganda ha encontrado algo de apoyo por parte de las autoridades?

En el país hay una dictadura encubierta. El actual presidente, Yoweri Museveni, que acaba de ganar las elecciones (con acusaciones de fraude), lleva en el poder desde hace 35 años. Muchos opositores a él han desaparecido o aparecido muertos. En teoría no puedes estar en el poder si tienes más de 70 años y él tiene ya 75, pero falsifica documentos. En el país no hay una empresa de transporte pública, es muy difícil viajar a los sitios porque quitó los autobuses y los trenes, no quiere internet… Si él se entera de que estamos haciendo cosas por ahí no le gustará, pero somos pequeñitos y a lo mejor ni lo sabe. Si tuviéramos poder seguro que le molestaría, porque sería como hacer sombra a lo que hace. Así que de ayuda nada.

Tenemos donaciones pequeñas, uno te manda dos euros, otra 10, otro 15…

¿Qué más le gustaría hacer en Uganda?

Me gustaría hacer un complejo deportivo, aunque fuera humilde, un campo de fútbol de tierra, una pista para correr, una cancha de baloncesto, una pista de vóley y unas aulas para que pudieran estudiar. Sé que cuesta mucho dinero y hace falta mucha logística, pero bueno, con ilusión se consiguen las cosas.

¿Cómo logran los fondos necesarios para realizar su tarea?

Hasta que monté la ONG era yo la que me lo pagaba todo y ahora los viajes lo pagamos entre todos los que la formamos. Tenemos donaciones pequeñas, uno te manda dos euros, otra 10, otro 15… Esperemos que teniendo mayor visibilidad encontremos a gente que se anime y nos ayude en la tarea.

En 2018 decidió trasladar la labor solidaria de Goals for Freedom a Valencia. ¿Por qué?

Como vi la felicidad que dábamos con el fútbol a las mujeres en Uganda, pensé que, en mi zona, en Valencia, también hay mujeres que necesitan cariño. Hablé con el Ayuntamiento y nos dejaron un campo de fútbol 7 que hay en el cauce del río Turia y ahí hacemos los lunes, miércoles y viernes (ahora no, por la covid) unas pachangas con personas víctimas de violencia de género, personas migrantes y personas con enfermedad mental. Se trata de pasar un buen rato, de hacer deporte, de sentirse bien, de hacer actividades distintas a las que proponen las instituciones y olvidar durante un rato los problemas que cada uno tenemos. Algunos me dicen, ‘nunca he jugado al fútbol, pero que bien me lo paso’. Nos tratamos todos con cariño y con respeto. También vamos dos veces al año a la cárcel de Picassent a jugar con las mujeres, y así conocemos sus experiencias y nos damos cuenta de que son seres humanos como nosotros.

¿Qué se siente al ver que Forbes la incluye en la lista de las 100 personas que más riqueza procura a los demás?

Al principio, cuando me mandaron algunos links con la noticia, no le di mucha importancia porque no es una publicación que yo vea, me queda muy distante, pero la gente me decía que era muy importante y ya recapacité y pensé que era verdad. Me alegro que Forbes, a pesar de la revista que es, se fije por primera vez en gente como nosotros, que no somos ricos pero que sí lo somos repartiendo felicidad. Estoy agradecida, porque espero que así la gente nos vea y nos pueda ayudar. Todo lo que sea dar visibilidad es bueno. Si no te conocen no te pueden ayudar. Soy muy afortunada en mi vida, soy feliz y tengo más cosas de las que necesito y lo que quiero ahora es que la gente conozca la ONG, que es lo más importante. Ya no sólo se trata de hacer deporte, sino de salvar vidas. Todas estas niñas que pasan tiempo con nosotros son niñas que las quitamos de la calle, que las pueden violar o matar. Es un proyecto importante porque salva vidas.

Además de ser comentarista deportiva en distintos medios, también da charlas y coloquios en distintos foros, entre ellos colegios e institutos. ¿Qué consejo suele dar?

Hace unos meses, en una charla en un instituto, una niña de 16 años me dijo, ‘¿yo también puedo ser piloto?’ Y pensé, que lo diga una señora de 80 años, que ha vivido otra época, pero tú, con tu edad, cómo puedes preguntar eso. Date cuenta de cómo hay que cambiar la educación para que todas las mujeres nos sintamos capaces de hacer lo que queramos. O también he oído, ‘mira una mujer disfrazada de piloto’, y no, no está disfrazada, es una mujer piloto. Hay que cambiar muchas cosas para que las mujeres jóvenes se den cuenta de que pueden hacer lo que quieran.

Entiendo que sigue considerando muy necesario ejercer el feminismo.

El feminismo y la educación son fundamentales. El cómo eduquemos a nuestros hijos y lo que se oiga en nuestras casas. Es importantísimo porque, por ejemplo, en Uganda, cuando yo conocí a estas mujeres, ellas se sentían que no valían para nada, porque así se lo habían dicho durante muchos años. Y yo les decía que estaban equivocadas. Yo soy mujer y nosotras valemos para muchas cosas. Si tu machacas mucho a una persona, diciéndole ‘tú enfermera, tú bombero no’, al final esa niña se lo va a creer. Esa niña está recibiendo influencias del colegio, influencias de que dicen que ‘María limpia la casa y Juan es arquitecto’, son cositas, gotitas en la publicidad, donde nos movemos todos siempre, que al final se meten en la cabeza de las niñas, como diciéndoles, ‘tu función es casarte, tener hijos y ser enfermera’, por ejemplo. Son pequeños detalles que te van diciendo el camino que tienes que seguir. Por eso, las que no lo seguimos no gustamos en un ambiente que no nos corresponde. Yo estaba en la Armada y parecía que le estaba quitando la plaza a un hombre y yo no he quitado nada a nadie, yo he sacado una oposición. Por eso digo que la educación es lo más importante que podemos dar.

¿En qué ambiente se ha encontrado más casos de machismo? ¿En el deporte, en el ejército, en sus acciones solidarias…?

Es difícil elegir, porque en el fútbol, ¿cuántas comentaristas conoces? Como el fútbol y el ejército son tan masculinos, por lo que yo he vivido diría que son iguales en ese aspecto. En África ya es más violencia, más humillación. Machismo hay en todos los países y en todos los estamentos, pero sí más brutal y violento en África, mientras que está más encubierto en las instituciones más importantes, pero también existe.

En su vida ha cumplido ya muchos sueños, pero ¿cuál le queda por realizar?

Me quedan un montón. El complejo deportivo en Uganda es un súper sueño que me gustaría hacer algún día. Sería darles un poco de seguridad a todas estas niñas y mujeres que lo pasan tan mal. Y si pudiera multiplicarme por cuatro, hacer un Goals for Freedom en cada país que lo necesite en este mundo.

 

Combatir la desigualdad y la discriminación a través de una de sus grandes pasiones: el fútbol. Esa tarea es uno de los motores que impulsan la intensa vida de Patricia Campos (Onda, Castellón, 1977), que, entre otras cosas, incluye ser la primera mujer en pilotar un avión a reacción en la Armada y la primera...

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Autor >

Ricardo Uribarri

Periodista. Empezó a cubrir la información del Atleti hace más de 20 años y ha pasado por medios como Claro, Radio 16, Época, Vía Digital, Marca y Bez. Actualmente colabora con XL Semanal y se quita el mono de micrófono en Onda Madrid.

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