FILOSOFÍA
Un lenguaje abundante, resonante, hermoso, riente, vivo
Paseo por los efectos represivos y expansivos de la risa en compañía Sir John Falstaff
Francisco Javier Navarro 22/09/2021
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1. Pensar la risa es extraño, casi antinatural, pues parece que la risa suele empezar allí dónde el pensamiento acaba. Tal era, por ejemplo, la visión de Freud (El chiste y su relación con lo inconsciente). Para él, la risa y los sueños cumplen una misma función: liberar al yo de la energía inconsciente que lo presiona desde aquellas zonas que el pensamiento discursivo es incapaz de alcanzar. Reímos, diría Freud, por los mismos motivos por los que soñamos: más allá de las prohibiciones, la corrección y el decoro, algo dentro de nosotros necesita salir. Pensar y reír son actos contrarios, pues las carcajadas siempre provienen de una fiesta a la que el pensamiento no ha sido invitado.
2. En La risa Bergson se pregunta: ¿qué significa reír? Opuesta a la rigidez de las convenciones sociales y la seriedad de aquellos que discurren (piensan, generan discursos), la risa es un acto elástico: evita que la tensión de las cuerdas sociales termine desgarrando al individuo. Las semejanzas de las ideas de Bergson con la teoría freudiana son palmarias: situada siempre en el ámbito de lo social, incapaz de articular un discurso rígido, la risa relaja (suelta, da salida): es el chirrido que provoca el movimiento de los engranajes sociales. A toda convención le corresponde una carcajada. La carcajada de lo oprimido.
3. En uno de sus seminarios, Lacan afirma que hay cosas que no se pueden oír, y que el chiste trata de que se vuelvan audibles, como si fuese un eco. (Libro cinco, “Las formaciones del inconsciente”) Lacan y Freud nos dicen que la risa es el lenguaje de lo que no tiene ningún lenguaje. Un lenguaje que no se articula, pues, la elaboración de un discurso implica una seriedad que la risa rechaza.
Freud y Lacan afirman una génesis mutua del pensamiento y la risa. Como si, en un momento determinado, la risa hubiese decidido dejar de serlo para poder articular palabras. Allá donde la risa se pone seria empieza el pensamiento. Por eso los diálogos socráticos son tan divertidos. Basta con preguntar el porqué de algo para que se nos dibuje una sonrisa; la pregunta abre una distancia que prefigura el espacio de la risa. Con Sócrates lo descubrimos. Nos reímos. Decimos: la risa aparece allá donde aparece la capacidad de distanciarse.
4. Mi pregunta ahora es: ¿existe una risa consciente –no ligada, como en el caso de Freud, al inconsciente–? ¿Existe una risa del pensamiento? ¿Y, en caso de existir, qué tipo de risa sería la que es capaz de hablar? Distinta a la risa muda de Freud, Lacan y Bergson.
En efecto, esa risa existe: es la risa de Sir John Falstaff. Una risa que siempre habla. Harold Bloom recupera estas palabras de Yeats referidas a los personajes de Shakespeare, que bien podrían servir para caracterizar a Falstaff.: “Algunos de ellos sabían dar forma a una historia pero todos tenían un lenguaje abundante, resonante, hermoso, riente, vivo.”
El pensamiento filosófico de la risa, tan influenciado por el psicoanálisis, no puede pensar el lenguaje del humor falstaffiano: un lenguaje abundante, exuberante, vivo.. Falstaff siempre se ríe hablando.
Para Shakespeare la risa de sus personajes no es nunca contradiscursiva: no se opone a la estructuración de un discurso sino en generarlo infinitamente. Tal es el caso de Falstaff: a los que defienden el honor a toda costa , y provocan guerras y cruzadas por motivos de honor, les dirá: “¿El honor puede unir una pierna? No. ¿O un brazo? No. ¿O quitar el dolor de una herida? No. Entonces el honor, ¿no sabe cirugía? No. ¿Qué es el honor? Una palabra”. A quien es rey le recordará su vulgaridad (Hal), a quien es vulgar le recordará que también es rey. A los soldados que son bufones, y a los bufones que no hay mejor manera de combatir que la risa. A los valientes, les dirá: “La mejor parte del valor es la prudencia”. En resumen: para reírse, Falstaff hará de todo menos callarse. Enrique IV también podría llamarse La risa de Sir John Falstaff.
5. He dicho que Falsttaff es, sobre todo, un generador inagotable de discurso; pero, ¿qué tipo de discurso? No académico, no moral, no taxativo, no político. El discurso que ríe jamás se caracteriza por su coherencia. Es, más bien, una denuncia de todas las coherencias que, en su afán solemne, acaban por olvidar lo lúdico. Al intentar definir la esencia del discurso de Falstaff, Harold Bloom escribe: “Para mí, la esencia del falstaffismo era: no moralices”. No estoy tan seguro de esta afirmación de Bloom. También hay que reírse de aquellos que intentan llamar resentidos a todos los que leen la literatura desde otros puntos de vista. Bloom, creo, no terminó de dar este paso según el cual la risa siempre acaba por volverse hacia el que se ríe. Como lector de Shakespeare creo que Falstaff les diría a aquellos que moralizan la literatura que la literatura no es un acto moral (estamos de acuerdo en esto); pero también les diría a aquellos que solo ven genio que complejicen un poco su visión.
Por mi parte, considero que la principal virtud de Falstaff consiste en humanizar a todos los que le rodean y en mostrarlos como lo que son: hombres con defectos que se toman demasiado en serio lo que hacen.
Es a través de una escena absolutamente memorable, ya en medio de la batalla, donde podemos observar la esencia de Falstaff:
PRÍNCIPE: ¿Qué haces ahí parado? Déjame tu espada. (…)
FALSTAFF: ¡Ah, Hal, déjame tomar aliento un rato! Ni el fiero Gregorio realizó tantas hazañas como yo hoy. A Percy lo he despachado.
PRÍNCIPE: Ya lo creo, y vive para matarte. / Anda, déjame tu espada.
FALSTAFF: Ante Dios, Hal: si Percy vive, no te llevas mi espada, / pero si quieres, llévate mi pistola.
PRÍNCIPE: Dámela, ¿Eh? ¿La guardas en la funda?
FALSTAFF: Sí, Hal, está ardiendo. Lo que hay dentro saquea una ciudad.
[El príncipe va a sacar la pistola y se encuentra una botella de jerez.]
PRÍNCIPE: ¿Es este el momento de bromas y holganzas?
[Le tira la botella. Sale.]
FALSTAFF: Bueno, pues si vive, a Percy lo persigo. Si me sale al paso, bien; si no, y yo le salgo al suyo por mi voluntad, me deja en carne viva. Yo no quiero el honor de Sir Walter, con ese rictus. Lo mío es la vida (…)
(Enrique IV. Primera parte. V, iii)
Las palabras de Hal resuenan en nuestra cabeza: quizás en medio de la guerra no es momento para bromas. La broma es intempestiva. Nunca es un buen momento para reír. Pero Falstaff lo hace. Él conoce la guerra y sus desastres. Sabe que el honor no cura brazos ni piernas, y que, una vez llegada la muerte, no habrá honor que valga. El ámbito del goce coincide con el ámbito de la vida. No hay nada más allá. Aquel que no se ría en esta vida no tendrá otra para reírse. Falstaff nos invitar a traer el cielo a la tierra: aquella relajación despreocupada que esperáis en el más allá, comenzad a practicarla ahora.
6. ¿De qué se ríe Falstaff? ¿Cuál es el objeto de su risa?
Falstaff siempre se ríe de aquello que comprende, mientras que todos los que se ríen de él, se ríen por no comprenderlo. Reírse de lo que entendemos denota inteligencia; reírse de lo que no entendemos denota ignorancia y casi siempre suele traer aparejada cierta discriminación.
FALSTAFF: Gente de toda especie tienen a gala mofarse de mí. El cerebro de este barro compuesto de idiotez, el hombre, no es capaz de inventar nada que invite a la risa, salvo lo que yo invento o lo que inventan sobre mí. No solo soy ingenioso, sino causa del ingenio en los demás.
(Enrique IV. Primera parte. III. iii)
Además, Falstaff se ríe, antes que nada, de sí mismo. Reírse de los demás sin reírse de uno mismo es un acto impúdico. Esto es precisamente lo que sucede cuando en una famosa escena de “teatro dentro del teatro”, Falstaff y Hal se intercambian los papeles, de modo que Falstaff habla de sí mismo en tercera persona y le recrimina al príncipe:
FALSTAFF: ¿Por qué te juntas con ese baúl de fluidos, ese barril de bestialidad, ese hinchado costal de hidropesía, ese enorme pellejo de vino, ese fardo cargado de tripas, ese buey asado de feria relleno de morcilla, ese venerable Vicio…?
La risa siempre se mueve en dos direcciones. Quién no sabe reírse de sí mismo como lo hace Falstaff tampoco sabe hacerlo de los demás.
Las palabras son brutales y revelan la capacidad de Falstaff para la autopercepción. Falstaff no enseña que aquellos incapaces de percibirse desde fuera son en realidad tan ciegos como Edipo. La risa siempre se mueve en dos direcciones. Quién no sabe reírse de sí mismo como lo hace Falstaff tampoco sabe hacerlo de los demás. A lo largo de Enrique IV, todos los que se ríen de Falstaff se muestran incapaces de volver la risa hacia ellos mismos. A Falstaff no parece importarle. Como Hamlet, él nos da la sensación de ser una persona encerrada dentro de una obra de teatro. Todos son actores, todos cumplen un papel, todos se toman en serio lo que hacen. Falstaff, sin embargo, sabe que en algún momento el telón se cerrará y podrá marchar a la taberna de la Cabeza de Jabalí a beber un buen vino.
7. Falstaff encarna la posibilidad de una risa del pensamiento. Falstaff rechaza las tesis del psicoanálisis (aunque su relación casi paternal con el príncipe Hal haría las delicias de los psicoanalistas) sobre la risa. Leyendo sus parlamentos nos damos cuenta de que, en su caso, la risa es pura actividad: aprender a reírse es el oficio de una vida. Un oficio tan complejo como escribir poesía.
Falstaff nos recuerda que solemos ser más coherentes en la seriedad que en la diversión. La virtud es un disfraz para los momentos serios: el resto es hablar, hablar, hablar, contradecirse, oponerse, denunciar que no hay nadie en este mundo lo suficientemente serio como para llamarse virtuoso. Así lo expresa Sir John en una de sus frases más perfectas:
FALSTAFF: Oye, Hal. Sabes que, en su estado de inocencia, Adán pecó. ¿Qué podría hacer el pobre Juan Falstaff en tiempos tan depravados?
Esta es la esencia del credo de Falstaff. Un Falstaff que en Enrique V muere en su lecho mientras ríe al contemplarse los dedos de los pies y juega con las flores que la posadera había puesto para ambientar la habitación del moribundo, como si fuese un niño que solo se toma en serio los juegos.
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Francisco Javier Navarro es graduado en Filosofía y en Literatura General y Comparada. El bello mundo (ediciones Hiperión), libro con el que resultó ganador del premio de poesía Antonio Carvajal, es su único libro publicado hasta la fecha.
1. Pensar la risa es extraño, casi antinatural, pues parece que la risa suele empezar allí dónde el pensamiento acaba. Tal era, por ejemplo, la visión de Freud (El chiste y su relación con lo inconsciente). Para él, la risa y los sueños cumplen una misma función: liberar al yo de la energía inconsciente...
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Francisco Javier Navarro
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