En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Paraíso, falso paraíso, infierno. He escogido El jardín de las delicias como nombre para esta columna mensual porque además de ser el título de uno de mis cuadros favoritos, creo que este tríptico es una fantástica metáfora de nuestra vida sobre la tierra, donde, a lo largo de los años, todos atravesamos por alguno de esos tres lugares. Es posible que mi idea de falso paraíso e infierno no concuerden completamente con la de El Bosco, autor del cuadro, pero ¿quién no ha bajado a algún infierno a lo largo de su vida?, ¿quién no ha creído tocar el cielo para luego estrellarse? Es cierto que no tengo nada que objetar a los placeres carnales que ocupan la parte central del cuadro, la que él le dedica al falso paraíso en el que considera vive la humanidad. Es más, ojalá hubiera más gente disfrutona en el mundo ya que dicen que el sexo mejora la ansiedad, el estrés, favorece la producción neuronal y te pone de buen humor.
Pero sí creo que los falsos paraísos abundan –Instagram, Facebook, Tinder, nuestro teléfono móvil…–, y la mayoría de nosotros se pasa la vida saltando de un falso paraíso a otro, tengan la forma que tengan. A veces consigues entrar en un paraíso real, en versión actualizada respecto al que pintó El Bosco (hoy la imagen del paraíso se identifica más con una hamaca y un mojito en una playa tropical y no con Adán y Eva correteando desnudos por un parque), aunque a menudo te estrellas en algún infierno vital. Por otro lado, reducir el infierno a los siete pecados capitales como hizo El Bosco me parece reduccionista ya que para mí el infierno no está en el más allá sino en el presente: el infierno es pasar hambre, tener frío y no poderte arropar, llorar porque no tienes trabajo para alimentar a tus hijos, no poder pagar tus facturas y que te duela el estómago cada vez que lo recuerdas, es ver morir a una madre y a un hijo, o que un huracán te arrebate todo lo que tienes.
En la parte derecha de El jardín de las delicias, dedicada al infierno en el sentido cristiano de la palabra y que desde el punto de vista artístico es un maravilloso espectáculo a caballo entre el cómic renacentista, el cine antes de que lo inventaran y la maestría de aquellos pintores increíbles que cambiaron el curso de la historia del arte, asoman montañas de fuego por todas partes y claro, cómo no pensar al verlos en las imágenes que nos llegan desde La Palma, tan bellas como aterradoras.
El volcán es la crisis climática y el bombero somos muchos, es Greta Thunberg, es la ONU y todas sus agencias proponiendo soluciones
Esta semana el nuevo volcán canario me hizo llorar. Hay un video sobre la evacuación de Todoque en el que un bombero les dice a unos vecinos que tienen que irse ya, que la lava del volcán va a aplastar su casa. Justo detrás, a unos treinta metros, la lava avanza, despacito pero implacable, como esos monstruos babosos de los libros de ciencia ficción. La mujer está ya en su coche, sentada al volante, su marido a punto de entrar en él. De repente, el bombero se acerca a la mujer y le dice: “ ¡Está encima de la casa. Se la tira abajo, se la tira!”. En ese momento, en un gesto espontáneo de empatía, el bombero se acerca, apoya la mano sobre el brazo de la mujer y añade: “!Venga, lo importante es la vida!”. El coche arranca y se va.
Y mientras la pareja, acongojada, se alejaba, yo no pude contener las lágrimas. Podía sentir como si fuera mía la angustia de quien sabe que su casa y su mundo están a punto de ser engullidos, pero también la impotencia de un bombero que sabe cómo apagar fuegos pero contra éste no puede. Aun así, se siente responsable de salvar las vidas de quienes están en peligro.
No es una filmación extraordinaria, más bien normalita, y sin embargo, a mí me atravesó el corazón. Y lo que es peor, después me hizo ver la foto desde la distancia: el volcán es la crisis climática y el bombero somos muchos, es Greta Thunberg, es la ONU y todas sus agencias proponiendo soluciones, son millones de personas diciendo que el monstruo se acerca, va a devorarnos y la única manera de ponerse a salvo es romper de forma drástica con nuestra adicción a los combustibles fósiles, actuar. Para ello, habría que tomar medidas concretas que todos conocemos desde hace ya tres décadas (¿se acuerdan del climatólogo James Hansen expresando su certeza sobre la relación entre calentamiento global y gases de efecto invernadero (GEI) producidos por el hombre frente al Congreso estadounidense allá por 1988?), pero que los gobiernos sólo han abrazado tímidamente y sin la urgencia necesaria.
Sin embargo, entre el bombero de La Palma y nosotros hay una diferencia abismal: él no puede parar el avance de la colada del volcán pero nosotros hace años que podríamos haber tomado medidas radicales para frenar el calentamiento global y, sin embargo, aquí seguimos, en 2021, mirando un año más hacia lo que ocurra esta semana en la ONU, que celebra su Asamblea General, además de una histórica Cumbre sobre Sistemas Alimentarios, adonde acuden los gobiernos del planeta con promesas renovadas y de las que se espera nuevos compromisos. No es nada nuevo, lleva ocurriendo desde que Al Gore y el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) de la ONU se llevaron el premio Nobel de la Paz en 2007, y sin embargo, este año parece que hay una nueva urgencia, un consenso hacia el “actuemos porque YA es demasiado tarde”. Veremos.
Por un lado el sexto informe del IPCC no deja dudas: hagamos lo que hagamos el calentamiento global aumentará hasta 2050 porque todos los gases que ya hemos emitido no pueden regresar al gorro del mago, están aquí para quedarse. Pero si además continúa nuestro actual ritmo de inacción, a finales de siglo la temperatura del planeta podría elevarse hasta 4 grados, con consecuencias dramáticas e irreversibles para todos.
Curiosamente, más que lo que dice el IPCC, ser testigos este año de cómo la lluvia ahogaba Alemania y Bélgica, cómo Texas se congelaba, cómo Nueva York se inundaba, cómo Canadá rozaba los 50 grados o cómo Grecia y Turquía ardían es más difícil de ignorar que saber que el hielo se derrite en el Ártico o que la sequía mata en Madagascar (la primera hambruna de la historia provocada directamente por el cambio climático) porque lamentablemente, el hombre tiende a actuar sólo cuando los problemas llaman directamente a su puerta y, aunque la Tierra sea un todo interconectado, hasta ahora en el mundo desarrollado hemos preferido vivir como si nuestros países fueran una isla y la crisis climática un problema del mundo en desarrollo, al margen del responsable (nosotros).
Mientras la indecisión continúa, la lava avanza, y si en La Palma la mujer del coche al menos puede arrancar, huir y tratar de empezar una nueva vida lejos del volcán, la humanidad no tiene esa opción, no hay adónde ir. Pero sí puede tomarse en serio esta emergencia. Las soluciones ya son de sobra conocidas. Si seguimos ignorándolas, la lava nos aplastará. Y entonces el infierno que pintó El Bosco será absolutamente real y de su paraíso, sólo nos quedará el recuerdo.
Paraíso, falso paraíso, infierno. He escogido El jardín de las delicias como nombre para esta columna mensual porque además de ser el título de uno de mis cuadros favoritos, creo que este tríptico es una fantástica metáfora de nuestra vida sobre la tierra, donde, a lo largo de los años, todos atravesamos...
Autora >
Barbara Celis
Vive en Roma, donde trabaja como consultora en comunicación. Ha sido corresponsal freelance en Nueva York, Londres y Taipei para Ctxt, El Pais, El Confidencial y otros. Es directora del documental Surviving Amina. Ha recibido cuatro premios de periodismo.Su pasión es la cultura, su nueva batalla el cambio climático..
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí