Cantos de muerte
La hiena y su pantalla
Sobre Bernard-Henry Levy y la guerra en Ucrania
Franco ‘Bifo’ Berardi 23/05/2022
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A un periodista que un día le preguntaba qué pensaba de los nouveaux philosophes, Gilles Deleuze le respondió que no pensaba nada porque de nada no se puede pensar nada.
Me permito disentir de Deleuze: creo que es necesario pensar en el nihilismo, la violencia intelectual, el conformismo abyecto. Hay que pensarlos porque también de estas cosas está entretejida la tragedia contemporánea.
Por ejemplo, ¿qué pensar de Bernard-Henry Levy? Nunca se me ocurrió que fuera un filósofo. De sus libros se desprende únicamente la superficialidad de un aficionado entusiasta de sí mismo.
Incluso el periodismo se avergüenza de sus obras enfáticas y llenas de exhibicionismo patético. No es un filósofo ni un periodista.
Es un sádico.
Un sádico voyeur al que le gusta ver el sufrimiento más brutal. Le gusta la aventura extrema con colores de puesta de sol en el desierto. Un Limónov versión OTAN.
Los muertos, posiblemente cientos de miles, son parte del espectáculo.
No sé cuántas son las víctimas de la guerra en Siria, nadie lo sabrá nunca, pero recuerdo la pasión con la que BHL se apresuraba para convertir una revuelta popular en una guerra sangrienta.
La última aventura del tenebroso parisino es una visita al vicecomandante del batallón Azov, punta avanzada del mundo libre. El resultado fue un emocionante artículo publicado por La Repubblica.
De Ilya Samoilenko se describe en primer lugar la pálida belleza. Luego se pasa a disipar el rumor de que el batallón que lidera el homérico héroe esté compuesto por nazis. “Solo somos nacionalistas radicales”, dice Samoilenko. Que es otra manera de decir lo mismo, pero BHL, enamorado, no es tan sutil.
Poco le importa a BHL que sus valientes no quisieran dejar salir de sus búnkeres a los civiles que la ONU pretendía evacuar, como se desprende de la entrevista que Ilya Samoilenko concedió a The Guardian hace unos días.
Pero el intrépido concluye: “Preferimos morir antes que sufrir la humillación de una rendición. La palabra rendición no existe en nuestro diccionario”.
El día después los héroes se rindieron sin cambiar el diccionario.
Puedo respetar a los nazis del batallón Azov porque arriesgan su vida. A quien no puedo menos que despreciar profundamente es al cantor de muerte. Lo que me repugna en la actuación henrileviana no es la exaltación de los tatuados con la esvástica y el hipernacionalismo banderista, sino la retórica rancia y romántica del héroe.
La modernidad ha tardado cinco siglos en sustituir a los héroes dispuestos a morir y, sobre todo, a matar por delirios patriotas por el pacífico burgués y el exigente intelectual. Tardó cinco siglos en calmar la agresividad masculina y convertir a los bárbaros en ciudadanos.
Pero a BHL (y a muchos otros de su generación, que también es la mía) le ha llegado por fin el aburrimiento.
A las armas, como el joven de dieciocho años de Buffalo. Los héroes están destinados a multiplicarse en todas partes del mundo, gracias también a los artículos de este desafortunado philosophe de mil botas.
También en Rusia crece naturalmente el culto al héroe. Los Bernard-Henry Levy de esa parte, escriben poemas para cantar el reencuentro con la heroica alma rusa. Como Ivan Okhlobystine, autor del verso sublime: “Gracias a ti, Ucrania, que nos enseñaste a ser rusos de nuevo”.
A un periodista que un día le preguntaba qué pensaba de los nouveaux philosophes, Gilles Deleuze le respondió que no pensaba nada porque de nada no se puede pensar nada.
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Franco ‘Bifo’ Berardi
Es escritor, filósofo y activista izquierdista. Su último libro es 'El tercer inconsciente'.
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