LA VITA NUOVA
El peligro del crimen sin castigo
Esta crisis de la monarquía es lo que uno quiera, pero también es un Expediente Picasso. Esto es, la descripción de los mecanismos de la corrupción, en tiempo real, dramatizados con la visita del emérito
Guillem Martínez 27/05/2022
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1- En 1921 sucedía el desastre de Annual y, un año después, en 1922, aparecía el Expediente Picasso. Se trataba de más de 400 páginas, en las que el general Juan Picasso –hermano del abuelo de Pablo Picasso, y también un genio en lo suyo– investigaba las causas de la catástrofe africana. Pese a ser una investigación ampliamente limitada y saboteada por las autoridades militares y civiles, el informe resultante incidía en la corrupción como causa fundamental de aquella masacre –corrupción en la política, en el Ejército, en la toma de decisiones emitidas por incapaces, en la Corona, que sumaba a su incompetencia el hecho de tener intereses económicos en aquella guerra–. En 1923 se formó una Comisión de Responsabilidades en el Congreso, para evaluar el Expediente. Que no estableció responsabilidad alguna, en tanto el Congreso, zas, se fue al garete con el golpe de Primo, que llegó justo a tiempo. En 1931 la República volvió a formar una Comisión parlamentaria, que se centró en el papelón de Alfonso XIII, y evitó investigar cualquier otra trama civil y militar, no-sea-qué. El Expediente fue coleando, de una forma u otra, hasta desaparecer en el franquismo, una época de paz y amor para las causas por corrupción en las alturas del Estado. El Expediente apuntaba, en tiempo real, el funcionamiento de la corrupción en la Restauración. Era, por eso mismo, un objeto desestabilizador. Por lo que su difusión fue muy limitada. La República hizo público un resumen fragmentario, muy cutre. Supuestamente destruido por el franquismo, apareció tardíamente una copia íntegra, que en 1990 fue depositada en el Archivo Histórico Nacional. Tan tarde como en 2014 está disponible en la Red. Lo que indica que el Expediente siguió siendo material sensible mucho después de ser redactado. Algo lógico, si comprendemos que ese texto supuso el fin de la Restauración, la creación de dos dictaduras, la proclamación de una República y, me temo, también su final violento, de la mano de militares africanistas, partícipes de lo que el Expediente describía a escala 1:1.
2- Hola. Este articulete tiene la estructura de una novela de Kurt Vonnegut, aquel pollo que iniciaba sus obras en modo spoiler, explicando lo que pasaría en ellas. Si todo va bien, en este articulete, hacia el final, pasará el Expediente Picasso, al que les he presentado en el punto 1, para que se hicieran amigotes. Bueno, al turrón.
3- El rey emérito ha vuelto a Oriente. Lo que es una ocasión para describir el paquete que ha dejado en Occidente. ¿Qué ha significado su viaje? ¿Qué ha pasado?
4- En primer lugar, y por encima de todo, ha pasado lo obvio. Un rey protegido por la irresponsabilidad y, más aún y de manera más profunda y efectiva, por la cultura de la irresponsabilidad, ha vuelto al terruño, a retomarlo todo donde lo dejó. Lo que ha impedido, a su vez, comprender la razón de su huída. ¿Se marchó por a) desconfianza ante la Justicia, no sea que, en este caso puntual, funcionara? ¿Se marchó, simplemente, para b) enfriar la situación, para evitar que JC fuera noticia a través de otras noticias? O, visto lo visto, c), ¿se marchó/se le marchó, en ausencia de otro plan? La percepción de lo acaecido estos días nos acerca a la sospecha de c). No había plan.
5- No había plan. Es decir, no había inteligencia. Esto es importante. La monarquía, muy bien asesorada en la segunda mitad de los 70 –y no antes, y no después–, ha vuelto a su tradición ancestral. Carece de la joya y sello de la inteligencia: el asesoramiento. Alguien que le diga no-salgas-así-a-la-calle. Alguien que le explique al rey otra cosa que no sean mitos y autopercepciones. La vuelta del JC ha supuesto, en ese sentido, la exhibición de mitos y autopercepciones no refrenadas por el emérito, y no impedidas –lo que también es una suerte de exhibición, de ausencia de refreno– por el no emérito. La ceremonia final en Zarzuela –opaca y, por lo mismo, inopinable; vete a saber lo que pasó ahí; es posible que nada edificante– supuso, en todo caso, la absoluta confusión entre lo público y lo privado. Entre lo familiar y lo institucional. Algo imposible de imaginar en otra monarquía parlamentaria, con mayor contacto histórico con la democracia. En UK, por ejemplo, jamás se recibió así al Duque de Windsor, en lo que es un indicio de que FVI no comprende que su padre es el Duque de Windsor. No comprende que los delitos fiscales probados, pero no condenados –sí, suena fatal–, invalidan no solo a su padre, sino a la monarquía.
Se está creando una unión, una comprensión mutua entre la extrema-derecha local y la monarquía
6- En tanto que la monarquía es una institución refrendada, Moncloa/PSOE también es partícipe de la inteligencia no vertebrada en este viaje. El PSOE es el responsable de los dos últimos movimientos que salvaron –o que perjudicaron menos– a la monarquía en 2014. A saber: a) la abdicación de JC, y b) la formalización de esa abdicación en un decreto, que prolonga, con escaso genio legal, la irresponsabilidad penal del ex-rey. La cosa a) y b) son dos hechos determinantes, pero dramáticos, fundamentados en una idea –sumamente opinable– de deber, antes que en una idea de inteligencia. Que como que no. Pues bien, en esta edición el PSOE no ha estado muy lucido. Estableció un cordón sanitario, que intentó separar a FVI del campo semántico JC, sin aportar grandes diferencias entre un rey y otro. La sensación es que ambos reyes, incluso, comparten la misma cultura. O, al menos, los últimos datos de transparencia económica, facilitados por Moncloa para distinguir a FVI de JC, animan a pensar que por la vía de la transparencia ya se ha intentado todo, lo que es muy poco. Y que no se podrá profundizar mucho sin hacer sangre. Paralelamente a la emisión de ese cordón sanitario frágil y poco operativo, PSOE/Moncloa ha sido determinante para que el Legislativo no investigara al emérito. Una comisión de investigación parlamentaria es, tradicionalmente, poco y poco trayecto. Pero evitarla alude ya a la endeblez –ética– de la institución. Es posible que este no sea el último favor del PSOE a la monarquía. Pero es poco probable que su política de favores supere, a temperatura y presión normales, la entrega, más allá del deber y del decoro, de 2014. O, incluso, la de este año. Hasta con el Titanic, que costó también una pasta, hubo un momento en el que salió más barato dejar de achicar agua.
7- El pack PP-Vox-C’s, en vez de agradecer con un jamón los intentos de PSOE/Moncloa para salir al paso del marrón, ha optado por seguir a su temperamento antisistema. La derecha/extrema-derecha esp ha defendido a la monarquía más allá de lo verosímil, de manera intensita. El resultado ha sido la defensa explícita de la corrupción. Se está creando una unión, una comprensión mutua entre la extrema-derecha local y la monarquía, esa institución que perdió la neutralidad política el 3-O de 2017, y que parece compartir con las derechas españolas cierto contacto con la esencia de la Cultura de la Restauración: corrupción y defensa de una Unidad Nacional de otra época ya en su época y, llegado a un punto y por ausencia de frenos, en modo Annual. Es sencillo para la institución deshacer esa asociación, en el caso de que sea ambigua o no deseada. Basta abrir la boca de la cara. Muy poco, mucho menos que en 2017, y distanciarse de proyectos políticos restrictivos de la democracia, presentes en las instituciones, y en continua intensificación. El último giro de tuerca es el anuncio de C’s de una reforma constitucional, que elimine los ya endebles conceptos región y nacionalidad, lo último que queda de la democracia esp, tal y como quedó formulada en el XIX, cuando se la unió a la descentralización. Socorro.
8- La guerra de Ucrania pinta dilatada. Y, con ella, parece intensificarse un cambio de época, al que aún no le hemos hincado el diente, y que el staff de los grandes partidos parece ignorar. Una pugna entre neoliberalismo y regulación, entre reparto o verticalidad, entre democracia y algo diferente a ella, sin bienestar, con valores nacionalistas que suplan ese embrollo, y con presencia del voto periódico. En toda esta pugna la monarquía es ya una molestia. Un ruido. Un trabajo extra. Un sobrepeso. Un símbolo para el inmovilismo, y un lastre para un gobierno que quiera comprometerse con cambios estructurales, o una garantía de que no los habrá, como se vio esta semana en el Congreso. Este paisaje, desalentador, no es, empero, lo peor. Ahí está el punto 9, ese momento Vonnegut prometido.
9- Esta crisis de la monarquía, importante, es lo que uno quiera, pero también es un Expediente Picasso. Esto es, la descripción de los mecanismos de la corrupción, en tiempo real, en esta segunda Restauración, dramatizados con la visita del emérito. En esta ocasión, el Expediente no es un texto codificado y de difícil acceso. Está en abierto, en la realidad. Quien haya querido verlo, ha podido observar las prácticas de enriquecimiento extractivo de la monarquía, su relación delictiva con conceptos fiscales democráticos. La ausencia no solo de condena a esas conductas, sino de incomodidad personal. Y, también, ha podido ver cómo la corrupción es un hábito que no incomoda a los partidos de la Restauración, más allá de declaraciones. O, incluso, sin ellas. La última vez que la sociedad tuvo acceso a un expediente así, fue un acceso más parcial. Y, como recordarán, la venganza fue terrible. Adquirió la brutalidad más absoluta y dilatada en el tiempo. Y es eso lo que me preocupa. Me preocupa que la sociedad haya sido, una vez más, testigo de un delito en la cúpula del Estado, y que, otra vez, lo pague caro. No sé ustedes, pero tengo miedo.
1- En 1921 sucedía el desastre de Annual y, un año después, en 1922, aparecía el Expediente Picasso. Se trataba de más de 400 páginas, en las que el general Juan Picasso –hermano del abuelo de Pablo Picasso, y también un genio en lo suyo– investigaba las causas de la catástrofe africana. Pese a...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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