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En primer lugar, como siempre, gracias por estar aquí. Lo repetimos mucho, pero sin ustedes la revista no saldría. Esta es la primera carta de septiembre y la sensación de vuelta al cole, de comienzo, es notoria tras este verano tórrido. En todas partes se nos advierte de que llegan momentos duros y de que nos va a pillar un poco en bragas. Cuesta distinguir dónde termina el realismo y empieza el miedo inducido, pero, en todo caso, ahí está esa sensación.
La prensa en sentido amplio no se encuentra muy boyante, como ha señalado Vanesa Jiménez en sus últimas columnas. Por una parte, escándalos como el de los audios de Ferreras con Villarejo contribuyen a minar, con razón, la credibilidad de los medios grandes. Al periodismo, como a todas las autoridades, se le ven más fácilmente las costuras hoy en día.
Incluso los propios periodistas estamos hasta las narices y, no tengo cifras, pero tampoco dudas de que muchos buenos profesionales están abandonando el sector porque no ven ni uno solo de esos motivos románticos que justificarían el caos vital que implica su trabajo, en un oficio con un alto componente moral.
Por otra parte, hay un cansancio ambiental. El último informe del Instituto Reuters señala que el número de personas que evita de forma consciente enterarse de las noticias crece, y España es uno de los países donde más se marca esa tendencia. El motivo es, simplemente, que las noticias, en el actual contexto, son deprimentes. Si a uno le cuentan con todo detalle que el mundo se acaba y está solo y no tiene ni la más remota idea de qué puede hacer al respecto, sufre de forma gratuita. Resolver esto desde el periodismo no es sencillo, y están dándole vueltas al tema incluso en el Washington Post.
Además, en política, las campañas de desquicie intensivo de corte trumpista terminan provocando hartazgo. Esto es algo patente en los ensayos estadounidenses escritos durante y después de la presidencia de Trump: esa corriente furiosa de información en la que todo es gravísimo y estúpido a la vez y la democracia está en peligro, o no, o sí, resulta agotadora.
Ustedes, sin embargo, aquí están. Les gusta leer prensa. No solo eso, les gusta leernos a nosotros, que, a ver, no somos precisamente la alegría de la huerta. Son muchos, miles. Nos recomiendan, comparten nuestras historias en redes. Son, en general, muy majos.
A veces me gustaría verles por un agujerito y saber qué cara ponen cuando nos leen, con quién comentan estas cosas, por qué les gusta leerlas, en definitiva, qué hacen con todo esto, qué es CTXT en su vida.
Cuando se publica un texto, el autor pierde el control absoluto que tenía mientras lo escribía y el texto adquiere vida propia en la mente de cada lector, provocando consecuencias a veces impredecibles. Me gustaría saber qué pasa con nuestros textos cuando se independizan de nosotros.
CTXT también está en apuros, aunque esto no es una novedad. Empezaremos el curso sin local en Madrid, con la redacción dispersa, con menos colaboradores, y confiando en las suscripciones y la venta de libros. Aun así, seguiremos trabajando con cariño para estar a la altura de los tiempos, para que nos sigan viendo guapos y continúen formando parte de nuestra comunidad de lectores.
Muchas gracias,
Elena
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En primer lugar, como siempre, gracias por estar aquí. Lo repetimos mucho, pero sin ustedes la revista no saldría. Esta es la primera carta de septiembre y la sensación de vuelta al cole, de comienzo, es notoria tras este verano tórrido. En todas partes se nos advierte de que...
Autora >
Elena de Sus
Es periodista, de Huesca, y forma parte de la redacción de CTXT.
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