1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.347 Conseguido 91% Faltan 15.800€

Emmanuel Rodríguez / historiador

“La crisis permanente es ya nuestra atmósfera, nuestro medio ambiente”

Guillem Martínez 23/09/2022

<p>El historiador Emmanuel Rodríguez.</p>

El historiador Emmanuel Rodríguez.

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Emmanuel Rodríguez (Madrid, 1974) es historiador y, por otra parte, no es una seta. Su cosmovisión, sus estudios, la manera de plantearlos y confrontarlos, no se relacionan, en este caso, con la Academiazzzzz, sino con grupos como la Fundación los Comunes –la conocerán de otros pensadores, como Nuria Alabao, Isidro López, o Rubén Martínez, u de otros activistas, como Jaime Palomera, animador del Sindicato de Inquilinos–. Se trata de un laboratorio de ideas, una red de grupos de investigación, de edición, de formación, de espacios sociales y de librerías. Desde la década anterior, y fruto de su iniciativa, y de la discusión en esos ámbitos aludidos, ha elaborado un gran mapa de algo que ya podemos llamar ‘La crisis’. La crisis de la democracia, o la crisis del Estado, o, más y mejor, la crisis de su mascota favorita, la clase media. Sus libros son, en ese sentido, un itinerario sólido, un buen mapa para ver, en tiempo real, lo que está sucediendo, lo que no sucede ni sucederá jamás. Y eso no solo ahorra tiempo, sino que permite aventurarse en predicciones razonables de futuro. Esa forma, sugerente, efectiva, ceniza, de explicar lo que sucede, en otras sociedades hubiera supuesto la incorporación de Rodríguez, como pensador de fondo, a medios convencionales. Pero por aquí abajo esos usos intelectuales suelen comportar penalización. En todo caso, la lógica que culmina en su último libro se inició en 2010, en el volumen Fin de ciclo, escrito al alimón con Isidro López. Era/es un libro que permitió leer lo que nos pasaba cuando lo que nos pasaba nos caía en la frente. Le siguió, ya en solitario, ¿Por qué fracasó la democracia en España. La Transición y el Régimen del 78 (2015), una traslación del tema anterior –el comportamiento de las clases medias, ese motor político, a la luz de la economía–, para un periodo español concreto. Y La política en el ocaso de la clase media. El ciclo 15M-Podemos (2016), la explicación, con las mismas herramientas del periodo 2011-15. Su último libro, El efecto clase media. Crítica y crisis de la paz social –Traficantes de Sueños, 2022– es el fin de una etapa y de todo ese trayecto intelectual. En esta entrega, difícil –por su ambición–, Rodríguez parece finalizar un ciclo. Condensa y cierra los libros anteriores presentando a la clase media como un objeto meditado por el Estado –tal vez, su gran obra en Occidente–, determinado por dos grandes regulaciones –keynesiana primero, y después neoliberal y financiera desde los ochenta–, y diseccionado a través de distintas figuras, como el propietario, el padre/madre de familia, el poseedor de capital educativo… Con valentía intelectual no muy frecuente en la Academia local, Rodríguez presenta la clase media como la explicación no de los cambios sociales y políticos, sino de las permanencias sociales y políticas, pero que no tienen por qué presuponer, a su vez, la supervivencia de esa clase. En su día poseedora de fuerza de integración, hoy el autor la ve como una clase condenada a poco menos que su desaparición. Rodríguez apuesta por una clase media reaccionaria, vinculada a nacionalismos, y/o al nacimiento de una nueva clase social, aún sin nombre, pero ya con aspecto. Precario. Esa posible futura clase –y este es uno de los golpes del libro– estaría en contacto permanente, íntimo, con algo que conocemos desde el 73, desde los años ochenta, desde 2008, desde 2020. La crisis. Un nuevo concepto de crisis, que nada tiene que ver con el “hombre nuevo”, que surgiría de las crisis, y del que hablaban señores con barba del XIX y del XX, sino con, glups, el miedo. “La nueva clase tendrá que aprender a querer la crisis”, escribe.

La clase media es, dices, el proyecto político del Estado y, en lo que es una definición tuya magnífica, “el pueblo del Estado”. ¿Es el pueblo ese del que tanto hablan nuestros políticos, en distintas lenguas, cuando hablan de pueblo?

Exacto, es el pueblo del que hablan los políticos, del que hablan los medios y al que se refiere todo aquello que podríamos llamar lo “oficial”. En realidad, los pobres, o incluso los obreros, no tienen cabida ni en los medios, ni en lo político, ni en eso “oficial” que compone las representaciones del país. Un hecho paradójico de las sociedades de clase media es que se ha extirpado lo “popular” del pueblo. Estas naciones parecen formadas únicamente por familias respetables, aisladas, con sus propios intereses, más o menos bienpensantes...

Otra sorpresa de tu libro es que pareces sustituir el concepto franquismo-sociológico por uno, mejor argumentado, denominado fraguismo-sociológico, que puede explicar más y mejor la originalidad española: cambio político sin cambio social.

Sí, eso es. Creo que merece la pena recuperar la figura de Fraga, no solo porque ha sido la gran figura de la derecha española, sino también porque fue uno de los grandes visionarios de la Transición. De forma explícita formuló el “centro político” sobre el que debía pivotar la alternancia electoral en ese característico juego de turnos entre centro-izquierda y centro-derecha. Ese centro no era solo un concepto político, sino sociológico. Se refería a las clases medias que crecieron al calor del desarrollismo franquista, y que en la democracia encontraron por así decir su “forma política”. Por eso creo que la Transición fue exitosa, dio a luz un nuevo régimen político que, contra lo que dice la crítica izquierdista al periodo, es homologable al del resto de democracias europeas. Sin embargo, conservó las formas de reparto social del franquismo, que además del respeto al capitalismo familiar y de reproducir la subordinación de las clases trabajadoras, consolidó un centro social y político con base en las nuevas clases medias urbanas, educadas y propietarias de viviendas.

¿El “mal portugués” –la posibilidad de cambio social– fue imposible en España?

Esta es una de las paradojas de la Transición, que me obliga a decir casi lo contrario que en la respuesta anterior. El gran problema del cambio político en los años setenta fue contener un movimiento obrero desbocado. Fue evitar la salida portuguesa que culmina en el país vecino con la ocupación de tierras y fábricas. Ahora que se habla tanto de inflación, conviene recordar que, a la muerte de Franco, la inflación se disparó al 25-30 %, y que el motor de esa subida de precios no fue solo el incremento de los precios del petróleo, sino la presión de un movimiento obrero que arrancaba subidas salariales aún mayores. En aquella situación, el primer objetivo de los actores comprometidos con el cambio político era acabar con las huelgas. Y por eso los Pactos de la Moncloa de 1977, que impusieron la llamada política de rentas (la contención salarial), se produjeron antes que la Constitución de 1978. 

El movimiento obrero fue además el gran impulsor del cambio político, que la clase media “progresista” del periodo o el reformismo franquista hubiera detenido mucho antes. La suerte de este periodo excepcional de luchas obreras es que resultó primero neutralizado y luego absorbido por los procesos de institucionalización sindical y por la consolidación de una clase política también de izquierdas. El “mal portugués” fue también el “mal español”. El éxito de los grandes actores del periodo (incluidos los partidos de izquierda PSOE y PCE) consistió en contenerlo antes de que rebasase el vaso.

La clase media no es solo propiedad, futuro, familia estable, buenos salarios, educación para los hijos, etc., es también la aspiración a todo eso

Defines la clase social como “ilusión”, una suerte de autopercepción. A la vez, explicas que es una institución social, encajada en el núcleo económico, político y social. ¿Explica eso que ese núcleo también tiene componentes de ilusión?

En realidad todos los fenómenos sociales, incluidas las clases, tienen una dimensión subjetiva o “imaginaria” y otra institucional u “objetiva”. A la clase media le ocurre lo mismo. Tiene bases materiales obvias que tienen su raíz en una largo ciclo de prosperidad, que se extiende desde los años cincuenta hasta 2008, y que solo se ve interrumpido por la crisis de 1973-1986, en la que se terminó de liquidar lo que quedaba de autonomía cultural y política de la clase obrera. Estas bases “objetivas” de la clase media están en la expansión de la educación, la extensión de la propiedad inmobiliaria (que en España es enorme), el crecimiento del funcionariado como segmento social protegido, la consolidación de un Estado del bienestar que la privilegia, etc. No obstante, la clase media también se articula como representación, como ideología si se quiere. La clase media no es solo, por eso, propiedad, futuro, familia estable, buenos salarios, educación para los hijos, etc., es también la aspiración a todo eso. Lo que durante un largo tiempo parecía un sueño universal al alcance de todo el mundo.

Una sociedad articulada en clases medias es aquella en la que “no saltan las costuras”. ¿Ni siquiera con cortes de suministros o escasez de alimentos?

Ser de clase media, como todavía se define casi el 75 % de la población española, supone una autopercepción paradójica. En tanto la mayoría se define como ni rica ni pobre, ni burguesa ni proletaria, se percibe al margen de la gran tragedia que ha atravesado el siglo XX bajo la forma de la “lucha de clases”. Las sociedades de clases medias son sociedades sin clases, por grande que sea la desigualdad existente en su interior. Con cierto paralelismo a lo que era la representación oficial del socialismo real, la clase media se constituye como una especie de aspiración comunista a una sociedad sin clases. La clase media implica la interiorización del decreto de que ya pasó el tiempo de los grandes conflictos sociales y de que estas son sociedades reconciliadas.

Las sociedades de clases medias son sociedades sin clases, por grande que sea la desigualdad existente en su interior

Unes la crisis de la clase media a la crisis de la acumulación, que determina un Estado ya no tan preocupado por la clase media como por la extracción. ¿Por qué la clase media facilita, con su voto, ese Estado? Hablas de las políticas de clase media como antipolítica, ¿es esa la respuesta a mi pregunta?

Justamente, si la sociedad de clases medias se presenta como una sociedad sin clases, se organiza igualmente sin mayor necesidad de organización política o de participación política que la reglada en forma de voto, reclamación de interés o demanda judicial. Los problemas “sociales” son representados así como disfunciones o patologías: la criminalidad, la adicción, los residuos patriarcales en forma de violencia contra las mujeres, la irresponsabilidad o la vagancia de una minoría, etc. Pero estos problemas no son políticos propiamente dichos en tanto no se organizan como un conflicto entre actores, clases o contrapoderes enfrentados que disponen de organizaciones como sindicatos, ateneos, cooperativas, tal y como dispuso el movimiento obrero. La sociedad de clases medias es una sociedad de opinión: hasta hace poco de lectores de periódicos y de asistentes pasivos a la pequeña pantalla, hoy de pequeños genios e inquisidores en las redes sociales. En cualquier caso, son sociedades condenadas a la cháchara interminable acerca de gustos, malestares, victimismos (reales e impostados) y posiciones morales. La clase media es aburrida e inane. Se trata de sociedades propiamente sin política, lo que requiere organizar y disponer de poderes e instituciones propias al margen del Estado en todas sus formas.

Dibujas un cambio colosal en el futuro. La transformación de la inversión en propiedad, y del beneficio en renta. ¿Eso es el fin de la clase media o su bifurcación?

En realidad, esto ha ocurrido ya, lleva ocurriendo desde los años noventa, si no antes. Vivimos en sociedades atravesadas por las finanzas, y en las que las economías domésticas de las clases medias están también financiarizadas. Por ejemplo, la Encuesta Financiera de las Familias del Banco de España te lo muestra sin muchos rodeos: un porcentaje significativo de la población española, el núcleo de sus clases medias, dispone de acciones, fondos de pensiones privados, seguros médicos y segundas o terceras residencias. Durante el gran ciclo inmobiliario de 1995-2008, el incremento del consumo de las familias, que fue del 90 %, estuvo mucho más basado en el crecimiento de los precios de la vivienda; el recurso al crédito, que se multiplicó por once; y las rentas y plusvalías inmobiliarias, que en el crecimiento de los salarios, que fue negativo. Aquella era una sociedad, en 2007, donde más del 82 % de los hogares disponía de una vivienda en propiedad y donde prácticamente todo el mundo pudo beneficiarse de jugar en la burbuja inmobiliaria. El gran problema es que en estos casi 15 años de crisis sucesivas (2008, covid, estanflación) las oportunidades de beneficio financiero e inmobiliario se han reducido mucho. La clase media se está partiendo en dos porque sus muletas financieras le han dejado de servir. De hecho, para una parte importante de la población, estos años han sido de expulsión de la clase media propiamente dicha: expulsión de su vivienda por incapacidad para pagar la hipoteca, expulsión por una condena de por vida a empleos precarios y mal pagados, relegación a unos servicios públicos degradados y sin alternativa, etc. 

Hablemos de tus dibujos del futuro. Explícame tu idea de sociedad en tres hojas, tan parecida, glups, a la romana.

Vemos otra vez esta quiebra de la clase media, que sufren quienes ya no acceden a la propiedad o no disponen de patrimonio significativo (también en expectativa, vía herencia), quienes no tienen más horizonte que el del empleo precario, quienes pierden sus negocios empujados por los precios y la concentración empresarial, quienes no pueden compensar su situación de pobreza con contactos o con títulos educativos con valor de mercado. Esta caída social es, en realidad, un vasto proceso de proletarización, que se organiza a distintas escalas y con distintas trayectorias, por eso es difícil que este proceso dé lugar a una nueva clase proletaria. De momento, solo podemos decir que existe un número creciente de “proletarizados”. A la vez, aquellos que pueden conservar su patrimonio, que tienen empleos protegidos (profesionales, funcionarios) y buen capital cultural van a seguir siendo la “clase media”, pero una clase media reducida, cada vez más concentrada y cada vez menos tendente a poder justificarse por la vía meritocrática. Esta nueva clase patricia puede tender a convertir su ventaja social en privilegios sancionados de una otra forma por el Estado, tal y como se observa ya desde hace tiempo en lo que se refiere a la creciente estratificación del sistema educativo.

Esta caída social es, en realidad, un vasto proceso de proletarización, que se organiza a distintas escalas y con distintas trayectorias, por eso es difícil que este proceso dé lugar a una nueva clase proletaria

Por último, conviene reconocer que en esta sociedad sigue habiendo pobres, segmentos de la vieja clase obrera que no se incorporaron a la clase media, segmentos de la población migrante que no dispone en ocasiones de los más mínimos derechos, y que quedan relegado a los peores trabajos y más precarios, o directamente que existe una población propiamente excluida. Con trazo grueso, intentaba así hablar de una sociedad en tres hojas: los nuevos patricios o la clase media remanente, los proletarizados y los “pobres”. Estos últimos están al margen del país, de lo oficial, de la nación política.

Vislumbras dos opciones futuras para la clase media. La primera es una integración social reaccionaria, que entiendo como una unión de izquierdas y derechas reaccionarias, unidas por nacionalismo y soberanía. Se intuye esa predisposición en muchos sectores de CUP y algunos de Comuns e, incluso, de Podemos. ¿Dónde crees que evoluciona más dentro del Estado?

De momento, parece que la reaparición de la política en estas sociedades pasa por los proletarizados. Las revueltas del 15M o de los ‘Chalecos Amarillos’ o incluso el Brexit tienden, todas ellas, a pesar de sus diferencia, a ser protagonizadas por sectores sociales en vías de proletarización. En el 15M fueron los jóvenes de clase media, “sin futuro”, con estudios pero sin posibilidad de empleo en el país; en Francia fueron los segmentos de la clase media baja, periférica, abandonada por el Estado y crecientemente pauperizada. La tendencia de este tipo de revueltas es que no consiguen presentar más horizonte que el de la vuelta a los viejos buenos tiempos de la democracia representativa y del Estado de bienestar. En este sentido son nostálgicas, quieren una restauración de algo que nunca fue tan perfecto como se imaginan. Y además son reaccionarias en tanto esta vuelta, caso de tener alguna base (y creo que tiene poca), solo es viable sobre la base de la exclusión del segmento social no integrado y el abaratamiento de su trabajo y sus servicios. No hay aquí proyecto universalista alguno, el retorno a la nación, la patria o la comunidad étnica es casi obligatorio. Y esta nación da igual que se llame España, Catalunya o Italia. Por eso la izquierda y la derecha llamadas “populistas” (yo diría nostálgicas) solo tienen diferencias de matiz, quizás distintos grados de compasión. Además, a pesar de llamarse populistas (o si se quiere una versión de izquierda, nacional-popular), solo consideran y se dirigen al pueblo de la clase media ahora desclasada. Lo que resulta en otra de las paradojas de la política de esta clase media en crisis, que solo sigue refiriéndose a sí misma: sus malestares, sus sueños, sus pánicos, sus fantasmas.

Revueltas como el 15-M no consiguen presentar más horizonte que el de la vuelta a los viejos buenos tiempos

La otra opción, que no descarta la primera, es una nueva clase social, sin nombre aún. 

De hecho, la gran incógnita política de estas sociedades es “qué pueden sus pobres”. Si estos aparecen en la escena pública como algo parecido a un actor político desplazarán completamente el tablero institucional, generando reacciones seguramente violentas y criminalizantes. Así ha ocurrido con los semipobres franceses, en 2018-2020. No obstante, si surgieran alianzas entre estos pobres y los proletarizados se abriría un ciclo completamente nuevo, y completamente ajeno a la política nostálgica (populista) que rememora los viejos tiempos del Estado de bienestar y de la nación integrada, o del capitalismo bueno (del capitalismo industrial bajo soberanía estatal). Este ciclo redescubriría de nuevo el valor, si se quiere civilizatorio, de la lucha de clases, que está no solo en el origen de las revoluciones truncadas, sino también del Estado de bienestar moderno. Mi intuición es que no habrá ningún avance progresivo sin lucha de clases.

Explicas la crisis como animal de compañía, especialmente para esa nueva clase. Ves en esa crisis una oportunidad para esa clase pero, aun así, dibujas la crisis sin colorido alguno. La dibujas como sombría, violenta, oscura, incluso como “crisis civilizatoria”. ¿Puedes dibujarla un poco más?

La crisis permanente es ya nuestra atmósfera, nuestro medio ambiente. Puede haber años de crecimiento económico, de relativa sensación de prosperidad. Pero para España, y en realidad para todo Occidente, parece que hemos entrado en una situación de largo estancamiento, que tiene una explicación compleja pero que nos resulta del todo palpable. Por resumir mucho, el capitalismo esta gripado porque no encuentra soluciones a la enorme crisis de rentabilidad que arrastra desde los años setenta. La vía financiera parece que ya no ofrece más que ciclos o burbujas cada vez más breves. La solución espacial en búsqueda de costes laborales y fiscales más bajos parece haber encontrado en la costa asiática del Pacífico su última estación. No hay tampoco sectores económicos de vanguardia de alta rentabilidad con capacidad de efectos de arrastre en el empleo y la inversión suficientes como para poner en marcha una economía de dimensiones colosales. Y los Estados siguen empeñados en una lucha competitiva de suma cero por capitalizar las migajas de la globalización financiera sobre su propio territorio, tal y como hace España con su sobreespecialización en el turismo y unas pocas industrias de exportación (automóviles, refinados del petróleo, carne de cerdo). A todo ello, podemos añadir los crecientes impactos negativos del cambio climático.

En términos inmediatos, la consecuencia es empleo de peor calidad, Estados subordinados a los mercados financieros por la vía de la deuda y una cada vez más patente carestía de la energía, los alimentos, etc. Este escenario es, por todo ello, anti-clase media, al menos si entendemos la clase media como el centro de nuestras sociedades, lo que requiere cierta prosperidad económica y gigantescas dosis de intervención pública. La crisis está así servida, no se trata de quererla o no. La crisis constituye nuestra época. Y por tratarse de un cruce de caminos, en la crisis están contenidos distintos futuros, algunos aterradores y otros mejores. Estamos, por eso, en una época propicia para la vuelta de esa política, que no se sirve de especialistas, sino que debe ser practicada por todo el mundo. Como en la maldición china, estamos condenados a vivir tiempos interesantes.

Emmanuel Rodríguez (Madrid, 1974) es historiador y, por otra parte, no es una seta. Su cosmovisión, sus estudios, la manera de plantearlos y confrontarlos, no se relacionan, en este caso, con la Academiazzzzz, sino con grupos como la Fundación los Comunes –la conocerán de otros pensadores, como Nuria Alabao,...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Guillem Martínez

Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí