1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Lectura

El motín de Carabanchel

Aprovechando que el estreno de la película ‘Modelo 77’ ha sacado de los márgenes la historia de la Coordinadora de Presos en Lucha (Copel), reproducimos a continuación un extracto del libro ‘Autobiografía de Manuel Martínez’

Eduardo Romero 14/10/2022

<p>Presos en el tejado de la cárcel de Carabanchel durante el motín del 19 de julio de 1977.</p>

Presos en el tejado de la cárcel de Carabanchel durante el motín del 19 de julio de 1977.

ACAIP

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Al entrar esta vez en Carabanchel –año y medio después de la muerte de Franco–, ya sabíamos de la existencia de la Coordinadora de Presos en Lucha, la Copel. Poco antes, habían aislado a cuarenta de sus miembros en la rotonda, al final de la sexta galería. Allí había celdas americanas, esas que, en vez de pared, tienen el cuadrante frontal todo enrejado. Hasta entonces habían estado vacías. La rotonda disponía también de un patio propio. Las autoridades pretendían dificultar con esta medida el proceso de organización de los presos. Pero la semilla –como decía Durruti– había prendido en las demás galerías. En ellas los carceleros reforzaron la disciplina. Impedían que se formaran grupos de más de cuatro personas. Las asambleas, que solían celebrarse en los patios y el comedor, se prohibieron.

Casi todos los aislados en la rotonda eran coleguillas míos. Uno de ellos era Ulloa. Su madre siempre le pasaba costo para que trapicheara. Ahora las cosas habían cambiado: Ulloa decidió compartir la droga con todas las asambleas, así que se colectivizó el hachís y se dio por terminada su venta. Hasta los de la banda del Hacha, una banda de Madrid con maneras de funcionar de la mafia siciliana –con sus códigos de silencio y de venganza–, se vieron obligados a sumarse a la iniciativa y dejaron de vender.

En la tercera galería, unos pocos –seríamos unos veinte o treinta– continuamos la labor de avivar la lucha, de hacer proselitismo, de ocupar el vacío que se había creado debido al aislamiento de los compañeros. No nos dedicábamos a otra cosa. Recuerdo noches enteras escribiendo panfletos. Por la mañana los lanzábamos al patio. “No lo tires, pásalo”, poníamos al final. Y ni uno solo quedaba abandonado en el suelo. Aunque había discrepancias sobre las formas de acción, el objetivo común era la amnistía de todos los presos.

Cada día pasaban cosas. Ante un traslado, o si habían pegado a alguien, respondíamos: nos sentábamos en el patio cuando llamaban a recuento, hacíamos huelga de hambre de una comida o aporreábamos las puertas con todas nuestras fuerzas. En mi galería había un taller de mimbre en el que se hacían cestos, sillones, banquetas. Organizamos una huelga para denunciar la explotación y el trabajo sin seguros sociales.

De pronto había nacido una enorme ansia de cultura, de saber. Hasta entonces las conversaciones eran sobre fútbol, mujeres y fugas. Ahora luchábamos contra la censura

De pronto había nacido una enorme ansia de cultura, de saber. A pesar del analfabetismo, construíamos conciencia. Hasta entonces las conversaciones eran sobre fútbol, mujeres y fugas. Ahora luchábamos contra la censura. En la cárcel solo entraban el ABC, el Ya y la prensa deportiva. Logramos romper esos límites. Yo, por ejemplo, escribí a Egin y a El País. Les decía que, preso como estaba, debía tener derecho a la información y a la cultura. Empecé a recibir una suscripción gratuita de los dos diarios. También logramos imponer la reivindicación de que nuestras cartas no fueran leídas por los carceleros.

Iniciamos una huelga de hambre. En cuanto comunicabas que te adherías a ella, te metían en una celda individual y no salías al patio. Yo no tenía ni idea de lo que suponía dejar de comer. Al segundo día, comencé a sentir unos dolores insoportables en la tibia y el peroné. Golpeé la puerta durante toda la tarde, pero nadie acudió. Al día siguiente apareció el médico y no me ofreció ningún remedio. Afirmó que lo que me pasaba era consecuencia de la huelga de hambre. Tuve que abandonarla. Cuando mis compañeros, más adelante, la dieron por concluida, fueron trasladados a la rotonda. Entre ellos estaban el Cores y Miguel. A mí me dejaron en la tercera.

Las celdas bajas eran celdas subterráneas en las que se cumplían los castigos. En ellas no había luz, no podías fumar, ni recibir visitas, ni salir al patio. Por la mañana te quitaban el petate –para impedir que te tumbaras– y baldeaban agua para que tampoco te pudieras sentar en el suelo. Eran condiciones muy perras. Logramos que se clausuraran esas celdas. A partir de entonces, los castigos se cumplirían en las galerías.

También mejoraron ligeramente la alimentación y la atención sanitaria. Y se cerraron los palomares en los que se confinaba a los homosexuales. Los carceleros anunciaban una ola de violaciones que nunca ocurrió.

A mediados del año 1977 habíamos reproducido la organización de los presos políticos mediante pequeñas asambleas, pequeñas comunas. A ellas llegó la propuesta desde la rotonda de realizar un motín generalizado el día 18 de julio. Las decisiones se tomaban despacio, pues no siempre era fácil que la información circulase de unas asambleas a otras. Además, teníamos que ser cuidadosos, había muchos chivatos. Solo se hablaba de estas cosas en grupos de confianza. En nuestra galería, lo sabríamos unas treinta personas de trescientas. Nuestro cálculo era que nos apoyarían seguro unos cien presos. No sabíamos qué harían los otros doscientos. Nos pareció un número suficiente para respaldar el motín. Los chavales del reformatorio también se sumarían, eran incondicionales, seguro que se apuntaban a romperlo todo. Habría que ver qué pasaba en el resto de galerías.

El motín comenzó cuando siete compañeros de la rotonda se subieron al tejado y desplegaron una pancarta. “Viva Copel. Amnistía”, gritaban. En mi galería unos cuantos nos dirigimos a la garita de los carceleros y les dijimos que se largaran. Habíamos debatido si nos convenía secuestrarlos, pero decidimos dejar que se fueran. Con el alboroto que ya estaba montado, salieron corriendo sin rechistar.

La cárcel la construyeron en los primeros años de la posguerra presos sometidos a trabajos forzados. Había sido diseñada en forma panóptica, pero quedó incompleta. Una de las galerías sin terminar era la segunda. Entre ésta y la tercera había un patio muerto lleno de vegetación, basura, ratas. Y en medio de ese patio había un tablón de obra. No sabíamos en qué estado se encontraba, ni si era suficientemente largo, pero fuimos a buscarlo. Lo queríamos para que hiciera de puente, cerca de la cúpula del edificio, entre la segunda y la tercera galería. Desde allí, alcanzaríamos la terraza del tejado. No recuerdo absolutamente nada de ese paso. Con el vértigo que tengo, caminar sobre esa tabla de madera podrida fue la mayor proeza de mi vida.

Mientras nos encaramábamos al tejado, otro grupo de presos se dedicaba a tirar abajo todos los enseres de las celdas: colchones, camas, taquillas, cubos. También arrancaban y arrojaban los lavabos. Otros compañeros usaban ese amasijo de escombros para montar barricadas que dificultaran la entrada de la horda policial que se avecinaba. Una vez completadas las tareas, todo el mundo se subió a las terrazas del tejado. Allí arriba se ofreció la posibilidad de bajar –por miedo, por enfermedad, por tener la pena casi terminada, o por lo que fuera– a quien quisiera hacerlo. Cientos de presos optamos por quedarnos. Enseguida se convocó una asamblea en cada terraza. Yo no me moví nunca de la que correspondía a la tercera galería, bastante vértigo había pasado ya.

Los antidisturbios nos lanzaron durante días gases lacrimógenos, pelotas de goma y hasta fuego real (recogimos balas de plomo). Nosotros acumulamos montañas de piedras. Eran grandes losetas que arrancábamos de la fila superior del muro de ladrillo que rodeaba cada terraza.

Pronto hubo que montar comandos para buscar agua. Agujereamos los techos de las celdas superiores para hacernos con la que había en las cisternas. Bajar era peligroso, ya que nuestros enemigos iban tomando posiciones cada vez más avanzadas.

Desde el primer día, mandaron helicópteros contra nosotros. Volaban muy bajo y hacían un ruido ensordecedor. De cada lado del aparato asomaba un tirador que nos apuntaba y disparaba con su fusil. Nos tenían a huevo. También disparaban botes de humo. Empezamos a tirarles piedras para evitar que volasen tan bajo. Un preso que había sido pastor y manejaba la honda con una precisión increíble logró devolverles un bote de humo. Lo metió por la puerta de uno de los dos helicópteros que nos sobrevolaba. Había un cementerio contiguo a la cárcel. Allí habían enterrado a mi padre. El helicóptero casi se estrella contra las tumbas. Cuando logró enderezarse, los dos aparatos se esfumaron. Volvieron al día siguiente con unos botes de tamaño gigante, como latas de conserva de cinco kilos. Se quedaban clavados en el tejado y hacían subir mucho la temperatura. No podíamos arrimarnos a ellos, y mucho menos devolverlos.

Miles de personas rodeaban la cárcel. Por las noches, podíamos ver desde el tejado un cordón de fuego formado por infinidad de hogueras encendidas para apoyarnos

A todo esto, miles de personas rodeaban la cárcel. Se sucedían los enfrentamientos con los policías a caballo. Las fuerzas represivas trataban de dispersar a la gente con cañones de agua. Carabanchel estaba en estado de guerra. Por las noches, podíamos ver desde el tejado un cordón de fuego formado por infinidad de hogueras que habían sido encendidas para apoyarnos.

Es difícil de expresar con palabras la energía que nos transmitía ese fuego. Lo cierto es que la necesitábamos. El segundo día ya estábamos deshidratados, llenos de llagas, con los labios cortados. Por las noches hacía mucho frío. Nos apelotonábamos unos contra otros, hacíamos corros. Durante el día no había manera de librarse del sol. El agua escaseaba y no teníamos comida.

Nuestro concepto de los abogados era pésimo, no les dábamos ningún crédito. Acostumbrados a los de oficio, los considerábamos la escoria de la escoria. Pero algunos de los presos de la rotonda tenían contacto con abogados comprometidos con nuestra lucha. Supimos que algunos de ellos negociaban con el Ministerio del Interior. La única concesión que arrancaron, de palabra, fue que no habría represalias contra nosotros. Estaba claro que no iba a cumplirse.

El cuarto día por la tarde –ya nos habían dado un montón de veces el “último aviso”– comenzamos a bajar. Los antidisturbios nos obligaron a entrar en las galerías de uno en uno y a quitarnos toda la ropa. Tenían todas las puertas de las celdas abiertas, nos iban metiendo y encerrando a bulto, cuatro aquí, seis allá… A mí me tocó una celda en la que éramos siete. Más tarde nos tomaron las huellas dactilares allí mismo. Nos pedían nuestros nombres y hacían listados de cada celda. Seguíamos desnudos, sin agua ni comida. Toda la noche se escucharon golpes y gritos.

De madrugada, pasaron en busca de algunos presos. En la celda en la que me encontraba, solo pronunciaron mi nombre. En la propia galería, había una montaña de ropa y otra de calzado. “Vístete y circula. Rápido, rápido”, gritaban mientras nos golpeaban. Así que nos íbamos prácticamente en pelota. Abajo, nos pasaban por una mesa en la que nos tomaban de nuevo las huellas. A continuación, nos topábamos con una doble línea de antidisturbios tan larga como la galería. Nos hacían avanzar entre esas dos líneas, mientras recibíamos golpe tras golpe. Cuando lográbamos salir de esa maraña de palos, otro policía dirigía hacia nosotros un aparato que nos fumigaba con zotal, un desinfectante fortísimo. Así, desprendiendo un olor insoportable, nos hicieron entrar a treinta y nueve presos en un furgón. Aún no habíamos podido beber ni comer y no sabíamos a dónde nos llevaban.

-----------

Autobiografía de Manuel Martínez (Pepitas de Calabaza, 2019). Eduardo Romero.

Al entrar esta vez en Carabanchel –año y medio después de la muerte de Franco–, ya sabíamos de la existencia de la Coordinadora de Presos en Lucha, la Copel. Poco antes, habían aislado a cuarenta de sus miembros en la rotonda, al final de la sexta galería. Allí había celdas americanas, esas que, en vez de pared,...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Eduardo Romero

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí