extrema derecha
Un referéndum para abolir los partidos independentistas
La nueva línea política de Vox propone someter al voto popular cuestiones como la inmigración, la educación, las leyes de violencia de género y la subvención a organizaciones políticas
Jesús Casquete 28/10/2022
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El fin de semana del 8 y 9 de octubre de 2022 Vox convocó a sus militantes y simpatizantes a un acto en Madrid. Llevaba por título Viva 22. La historia que hicimos juntos. La formación soberanista dispuso un total de 52 carpas, una por provincia y/o ciudad autónoma. Cada carpa exponía la aportación a la historia de España de su personaje apadrinado, que en siete casos se trataba de mujeres. El conjunto ofrecía una panorámica de “los albaceas de una estirpe imperecedera de descubridores, literatos, guerreros, científicos y de artistas sin parangón”. Abarcaban desde Alfonso VIII a Paco de Lucía, desde el siglo XII hasta anteayer. Algunos de los personajes históricos incluidos en el elenco se revolverían en sus tumbas ante el ejercicio de vampirización de sus figuras y legados.
Los medios de comunicación se hicieron amplio eco de lo allí acontecido. En general, fueron destacados dos aspectos. Primero, la escenificación teatral de los momentos estelares de la historia de España y de su contribución a la civilización occidental. No es nada novedoso; Vox viene insistiendo desde sus primeros balbuceos en vindicar el pasado español y revalorizar el orgullo de ser español. La historia configura, para Vox y el resto de formaciones homólogas europeas, un espacio de singular relevancia en su particular guerra cultural por reordenar la identidad nacional. Todas ellas coinciden en destacar los episodios gloriosos de sus respectivas historias nacionales y en camuflar o relativizar aquellos más problemáticos (la Guerra Civil, el nacionalsocialismo en Alemania o Austria, el régimen de Vichy en Francia). Lo visto y oído durante ese fin de semana iba en serio. Auxiliados por vídeos intercalados en la representación, en el curso de la teatralización un abuelo iba aleccionando a su nieto en sucesión cronológica acerca de españoles ilustres que protagonizaron descubrimientos y libraron guerras (con la Reconquista en primer plano), que efectuaron aportaciones universales a la literatura y el arte, y que impulsaron decisivamente la ciencia y la tecnología. “¿Qué le debe el mundo a España?”, se preguntó la voz en off del vídeo cuando se adentró en el capítulo de la ciencia, dejando adivinar la respuesta. Después de ofrecer una relación de inventos e innovaciones (entre los que figuraban el futbolín, el chupa-chups, la guitarra española y la jeringuilla desechable), el narrador resumió hiperbólico que “Todo”.
La cobertura mediática destacó en segundo lugar los apoyos internacionales que Vox recabó de formaciones afines. Algunos líderes les avalaron con su presencia, como Mateusz Morawiecki, primer ministro polaco. Santiago Abascal le agradeció la deferencia con una confesión que encierra un programa: si no fuera español, sostuvo, le gustaría ser polaco. Otros líderes nacionalpopulistas enviaron mensajes de apoyo, entre los que destacaron Georgia Meloni, Viktor Orbán y Donald Trump. Si significativas fueron las presencias, no menos lo fueron las ausencias. No hubo en Madrid ni rastro de formaciones ultranacionalistas del norte de Europa, más liberales en cuestiones de familia y de género, ni tampoco de Francia, donde la principal formación política de ese espacio, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen, postula un Estado de Bienestar robusto para “nativos” que poco tiene que ver con la propuesta neoliberal en economía de Vox.
No hubo en Madrid ni rastro de formaciones ultranacionalistas del norte de Europa, más liberales en cuestiones de familia y de género, ni tampoco de Francia
Menos atención recibió en la opinión publicada un tercer aspecto que, por lo que de innovación doctrinal representa, fue sin duda el de mayor alcance de las jornadas. De forma paralela a la oficialización de una lectura del pasado cuestionada por la historiografía más solvente, Vox presentó el manifiesto España decide. Es un documento llamado a ser su “guía política” para “recuperar nuestra democracia de la mano de la partitocracia […] que ha traicionado al pueblo y también al parlamentarismo”. Aunque en el redactado no figura en ningún momento el término “referéndum”, a ese mecanismo se refieren cuando exigen consultas a la ciudadanía y se remiten a la Constitución, que en su artículo 92 contempla la posibilidad de celebrar referéndums consultivos sobre políticas públicas de especial trascendencia. Entre las cuestiones que Vox considera deberían someterse al voto popular destacan la inmigración, la educación, las leyes de violencia de género, la ilegalización de partidos independentistas y la subvención a partidos políticos (y, en vena populista, así “acabar con la fiesta de los poderosos”), sindicatos o patronales. Al final, sostienen, se trata de que el pueblo español recupere su soberanía.
El documento supone una puesta al día de Vox con respecto a sus correligionarios del resto de Europa, porque lo cierto es que Vox constituía una auténtica anomalía entre los partidos ultranacionalistas. Inspirados por el modelo suizo, formaciones como Alternativa por Alemania (AfD), Agrupación Nacional, Reconquista de Éric Zemmour o el Partido de la Libertad de Austria hacen bandera en sus ofertas programáticas y electorales de la defensa de la consulta directa al pueblo, al titular de la soberanía nacional. Allí donde los nacionalpopulistas gobiernan en solitario, como en Hungría, se estilan referéndums como el que se celebró en abril de 2022 sobre enseñanza de contenidos LGTB en el ámbito educativo.
Dos de las 22 medidas que recogía el programa presidencial de Le Pen en 2022 guardaban una estrecha relación con la democracia directa
Durante las últimas décadas viene siendo una constante de la derecha radical europea la vindicación de la democracia directa. No por casualidad entre 2009 y 2019 uno de los grupos políticos del Parlamento europeo se denominó Europa de la libertad y de la democracia directa. A lo largo de sus dos periodos legislativos de existencia cobijó a partidos como la Liga Norte italiana, el Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), la AfD y el Movimiento Cinco Estrellas italiano, entre otros. Estos y otros partidos nacionalpopulistas no han renunciado a la propuesta de generalizar la convocatoria del “pueblo” a referéndums. Un ejemplo elocuente lo tenemos en Alemania. Durante el periodo electoral de las elecciones al Bundestag celebradas en 2021 la cadena pública de televisión ZDF emitió una serie de entrevistas con los candidatos a la cancillería. Nada anormal en sistemas políticos liberales que conceden valor al debate en una esfera pública abierta y plural.
Lo singular del caso era que las entrevistas estaban conducidas por escolares. En el turno de Tino Chrupalla, cabeza de cartel de la AfD junto con su correligionaria Alice Weidel (que es abiertamente homosexual y vive con su pareja de origen asiático y dos hijos adoptivos), un chaval con notable talento periodístico le inquirió sobre la primera medida que adoptaría su partido en caso de alcanzar el gobierno. Su respuesta: implementar referéndums populares. No estaba improvisando. El primer capítulo del “Programa por Alemania” de su partido, aprobado en Stuttgart en 2016, lleva el título de “Plebiscitos según el modelo suizo”. Para ellos es una cuestión blindada e irrenunciable.
Vox nunca había prestado atención en sus programas a la democracia directa y a los referéndums como atajo para recortar los tiempos en la toma de decisiones
Similar es el caso del nacionalpopulismo francés. En 2017 Marine Le Pen concurrió a las elecciones presidenciales con un programa que reivindicaba implantar una “revolución de la proximidad.” Incluía, entre otros pilares, la búsqueda de la “proximidad democrática”, por la que entendía que “las decisiones sean tomadas lo más cerca posible de los ciudadanos y directamente controladas por ellos”. La propuesta se sustanciaba, por ejemplo, en la implementación de un “verdadero referéndum de iniciativa popular”, para empezar uno que sometiese a votación la pertenencia de Francia a la Unión Europea. La centralidad programática y política de la democracia directa en Agrupación Nacional no se ha visto mermada con el paso del tiempo. Dos de las 22 medidas que recogía el programa presidencial de Le Pen en 2022 guardaban una estrecha relación con la democracia directa. Una medida, precisamente la que abría el programa, abogaba por “detener la inmigración incontrolada” mediante referéndum; otra proponía “instaurar el referéndum de iniciativa ciudadana”.
Sin abandonar el país vecino, la candidatura de Zemmour a las elecciones presidenciales de 2022 no mostraba diferencia alguna con respecto a su contrincante en el mismo espacio político. El programa de su plataforma Reconquista prometía “devolver la palabra al pueblo mediante el referéndum”. Gracias a él “la soberanía del pueblo pondrá fin a este triste periodo en el que la inmigración masiva ha sido impuesta a los franceses”. Por acabar este recorrido por los partidos nacionalpopulistas que abrazan la democracia directa, el Partido de la Libertad de Austria aboga asimismo en su programa y en otros documentos por avanzar en la democracia directa: “Resulta necesario dar a los ciudadanos la posibilidad de decidir según el modelo suizo sobre las opciones estratégicas de futuro más allá de las inercias del establishment político”.
Vox nunca había prestado atención en sus programas a la democracia directa y a los referéndums como atajo para recortar los tiempos en la toma de decisiones. Hace tiempo que el resto de formaciones homólogas habían incorporado a sus ofertas este corolario lógico de sus premisas. El acto del pasado octubre puso punto final a esta excepcionalidad de Vox, y lo alinea con el resto de formaciones populistas de derechas de nuestro espacio geopolítico. No nos extrañemos si a partir de ahora a Vox le da por vindicar la Atenas clásica, con la puesta al día que requeriría proscribir a los metecos y “esclavos” de hoy del ámbito de obligación moral y político.
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Jesús Casquete es doctor en Sociología y doctor en Historia, y profesor de Historia del Pensamiento Político en la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea. Es autor de Nazis a pie de calle. Una historia de la SA en la República de Weimar (Alianza, 2017) y de El culto a los mártires nazis (Alianza, 2020). Actualmente investiga sobre nacionalpopulismos en Europa.
El fin de semana del 8 y 9 de octubre de 2022 Vox convocó a sus militantes y simpatizantes a un acto en Madrid. Llevaba por título Viva 22. La historia que hicimos juntos. La formación soberanista dispuso un total de 52 carpas, una por provincia y/o ciudad autónoma. Cada carpa exponía la aportación a la...
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