1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.340 Conseguido 91% Faltan 16.270€

The Way II

Religión y ultraderecha. La trumpización del PP

La radicalización es el último reducto del que se sirven las élites económicas más exclusivas para tratar de contrarrestar los afanes regulatorios, fiscales y asistenciales, y así volver a incrementar sus ganancias

Ignacio Fernández de Mata 25/10/2022

<p>Jóvenes monjas pertenecientes al instituto religioso Iesu Communio, situado en Burgos. </p>

Jóvenes monjas pertenecientes al instituto religioso Iesu Communio, situado en Burgos. 

Archidiócesis de Valencia

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

La aparición en España de la ultraderecha posmoderna tuvo poco de inesperado dadas las paternidades: la Iglesia y el Partido Popular. Históricamente, ambos progenitores, cada uno con sus lógicas cronologías, muestran condiciones embrionarias de lo ultra; en ocasiones, rotundas manifestaciones. Sin el concurso de ambos –y de las condiciones ya tratadas anteriormente– no contaríamos con un partido como Vox, ni con los efectos que de su existencia se desprenden. La simplificación enunciativa no ha de ocultar la participación de otros importantes actores, como la prensa o el Ibex, no necesariamente subordinados de los anteriores ni desligables entre sí.

La Iglesia tiene una larga historia de integrismo. Como antecedentes encontramos la cruzada acometida durante la segunda mitad del siglo XIX contra los procesos político-culturales de la secularización –el desencantamiento del mundo– y de la sacralización del poder político de la nación –el Estado liberal–, empeños particulares del Concilio Vaticano I. Llegaron las encíclicas condenatorias y las promotoras de una nueva actuación eclesial: la política sin tapujos –si es que alguna vez la Iglesia no fue política–. Al calor de la cruz surgieron partidos políticos, sindicatos, periódicos, editoriales y todo un conglomerado de celebraciones y consumos culturales que trataban de sostener un concepto de sociedad y creyente trentino, ortodoxo. Había que ir más allá de los muros parroquiales, conquistar las calles, los parlamentos, las culturas de clase... Llegaron, ¡cómo no!, las apariciones marianas, siempre atentas a las crisis institucionales, a las llegadas de repúblicas laicistas y revoluciones…, y prometieron desastres, cataclismos y sufrimientos –como si la historia de la humanidad no fuera exactamente eso–. Los objetivos de esta denodada lucha eran resistir, mantener los seculares privilegios, afirmarse frente a las demandas de un mundo de libertades y derechos no custodiados. Su prédica: la santa intolerancia. La vigencia de este partido, contrario al espíritu del Concilio Vaticano II –y al papado actual–, continúa hasta hoy.

Al calor de la cruz surgieron partidos políticos, sindicatos, periódicos, editoriales que trataban de sostener un concepto de sociedad y creyente trentino, ortodoxo

En cuanto al Partido Popular, desde su (re)fundación en 1989 ha contado con un fuerte núcleo nostálgico de la dictadura, amén de otras sensibilidades como los democratacristianos –con la CDU alemana como espejo mayor–, los (neo)liberales de postulados antikeynesianos, y una suma de grupúsculos muy trabajados por José María Aznar que, en su conjunto, se han movido en los márgenes del ultraconservadurismo. Dados los mimbres, los vínculos con el pasado preconstitucional pesan notablemente en la identidad y memoria política del PP. Su condición cuasi confesional ha hecho de él el partido de la Iglesia-aparato, y por esa doble trabazón ideológica, el nido de la irrupción ultra. Hogar de extremistas, el PP también ha sido un claro precedente y cultivador de las formas y estrategias de lo que hoy reconocemos como comportamientos ultras o trumpistas: victimismo, posverdad, fanatismo religioso, negacionismo, libertarianismo e hipernacionalismo. Una paternidad cantada.

Hysteria

Existe entre las gentes conservadoras la convicción de que ellos son quienes pisan la tierra, mientras que los izquierdistas pajarolean imaginando otros mundos. Históricamente, lo que acabaremos llamando las derechas se ha arrogado una relación privilegiada con la realidad, posesiva y clarividente, de manera que quienes no participan de ella son peligrosos, alumbrados, locos visionarios, revolucionarios… Su visión conservadora enraíza en la doble circunstancia de su tradicional detentación del poder –o de su identificación con él–, y de una convicción de verdad aportada por la religión institucional. Así, el mundo ha de ajustarse a sus deseos. Están en la realidad porque definen la realidad que ha de ser

Una de las paradojas del tradicionalismo católico hispano es el giro reinterpretativo de los movimientos eclesiásticos que configuran hoy la base-vínculo con la extrema derecha. Estas corrientes aparecieron en su momento como ejemplos de modernidad, particularmente en sus manifestaciones externas. Su mayor singularidad, sin embargo, era su carácter profundamente retardatario en lo social y una beligerante oposición a cambios en los contenidos dogmáticos de la Iglesia, todo lo cual surgía, paradójicamente, de su viraje hacia el protestantismo.

El Opus Dei fue el movimiento más avezado con la adopción de patrones elitistas del cristianismo reformado anglosajón, dirigiendo su atención a las clases medias y altas, a las que reforzaba su identidad excluyente propugnando su reconocimiento en patrones de alto consumo y ostentación. La “santificación del trabajo” suponía la conciencia de licitud de la riqueza y la naturalización de su carácter de élite empresarial y política. El empeño de la Obra por penetrar en las altas esferas, o el control del conocimiento y la ciencia se percibe en la historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en su afán por encastrarse en las universidades –redirigido a la promoción de su propia red universitaria privada–, y en un proselitismo obsesivo en la captación del talento, la fortuna y la clase alta. Al frente de los gobiernos tecnocráticos de la dictadura consiguieron la modernización capitalista del régimen franquista. Desde entonces, gracias a su carácter cuasisectario, con arraigadas redes de colaboración entre sus integrantes, se han constituido en una poderosa familia dentro de muchas instituciones, particularmente en el Partido Popular y, últimamente, en Vox. Además, es uno de los principales integrantes de los núcleos provida.

La “santificación del trabajo” suponía la conciencia de licitud de la riqueza y la naturalización de su carácter de élite empresarial y política

El otro gran elemento de protestantización, en este caso de base popular, lo encontramos en movimientos religiosos como el Camino Neocatecumenal –los Kikos–, volcados a una construcción emocional del culto, a partir de lo que denominaremos la histerización religiosa. Estos colectivos de base carismática se encuentran muy próximos al modelo neopentecostal del evangelismo norteamericano: centrados en el principio de comunidad absoluta y autosuficiente, buscan la sensación religiosa por encima de la reflexión intelectual –viven los dones del Espíritu Santo, con mucho canto y guitarra–, y defienden obsesivamente los “valores familiares”provida radicales. 

Este proyecto-sándwich –atendiendo a la parte alta y baja de la sociedad–, se interpenetra e influye, adaptándose a los modelos posmodernos, de los que la histerización es parte no menor. Así, a través de la religiosidad, estas milicias cristianas consiguen vincularse al juego de la exclusividad, de la diferencia, la propugnación de experiencias sensitivo-trascendentales, casi con un sentido alternativo. Ahí encajan nuevas fundaciones que expresan ingenuidad desde la riqueza, la desconexión del mundo, y perpetuidad adolescente, como la que encarnan los monasterios contemplativos de Iesu Communio, constituidos por las hijas de la élite económica española, vestidas con hábitos de tela vaquera, en un eterno Sonrisas y lágrimas musical; o también el Hakuna postopusdeista, dirigido, una vez más, a la juventud más exclusiva y piji, desencantada del panorama de incertidumbres posmodernas. Estas “modernidades religiosas” ofrecen propuestas “frescas”, juveniles, de levedad contracultural, políglotas, musicales, muy sensitivas, de lenguaje cuqui y anglosificado… Y llenas de mensajes ultraconservadores. Su tenue rechazo de la realidad no busca cambiarla, sino abrazar un universo contrafactual, paralelo.

La cuestión provida es, posiblemente, el espacio de intersección más importante para todos estos grupos. Ideológicamente, siendo uno de los viejos mantras católicos, se ha convertido en uno de los principales temas de lo que podríamos llamar ecumenismo ultra. Las políticas de familia son uno de los elementos de máxima beligerancia del cristianismo político, propugnadores de fuertes controles informativos y educativos, profundamente contrarios a las identidades de género y con un carácter de vanguardia violenta en todo lo concerniente a acciones antiabortistas, como atestigua el casi excomulgado presidente Biden.

La cuestión provida es, posiblemente, el espacio de intersección más importante para todos estos grupos. Se ha convertido en uno de los principales temas del ecumenismo ultra

En España, el providismo participa activamente de la histerización religiosa. Durante la segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, con el cambio de ley del aborto, estos núcleos providistas protagonizaron masivos actos callejeros que construyeron una identidad de acción, con profunda satisfacción por la conquista del espacio público. Sus manifestaciones jalearon a segmentos sociales que no había levantado cabeza desde los atentados del 11-M, salvo en las concentraciones antietarras. 

Aquí aparece un segundo tejido asociativo clave en la irrupción ultra, el de las víctimas de ETA, que confluye con el anterior en sus movilizaciones políticas compartiendo las cabeceras de las manifestaciones. Más allá del lógico y necesario apoyo a este colectivo, el PP trabajó intensamente la patrimonialización de las víctimas para convertirlos en un ariete contra el gobierno socialista. Las víctimas de ETA –no todas, principalmente las agrupadas en la AVT– fueron convertidas en una suerte de guardianes de los símbolos nacionales, otorgándoseles un delicado papel como únicos intérpretes válidos de lo que debía ser la política antiterrorista del gobierno: de aniquilación y sin negociaciones. La manipulación llegó a tal punto que fueron utilizados para devaluar socialmente el inmenso logro del abandono de las armas de los etarras, en octubre de 2011, con Rodríguez Zapatero como presidente.

En el uso de las víctimas también hubo una cesura: el 11-M (2004), que alteró definitivamente la percepción social de aquellas. Después de casi 70 años de asesinatos vinculados a la violencia política, con víctimas apropiadas, rechazadas o culpabilizadas de su propia suerte –las de la represión franquista, de la republicana, las de ETA– los fallecidos en los atentados islamistas fueron percibidos por la población española como víctimas sin matiz, sin atribución ideológica… Salvo para el PP. La terrible gestión informativa de las bombas de los trenes madrileños, manipulada desde afanes puramente electoralistas, supuso, a ojos de muchos expertos, la principal razón de la derrota en las urnas de los conservadores. Con los atentados de Atocha comenzó la gran operación de posverdad en España, y otro acto de histerización: los acérrimos tuvieron que hacer de aquella manipulación acto de fe, y hasta afeamiento a las víctimas que rechazaron tal operación. Todo un curso acelerado de tergiversación informativa pre-era Trump, con el impagable concurso del diario El Mundo y otros medios audiovisuales y digitales ultras. A partir de aquella intoxicación, el periodismo no volvió a ser igual en España. El PP abrazaba de lleno la posmodernidad: la realidad no le iba a estropear un diagnóstico o un titular conveniente.

La cuestión del independentismo catalán fue, por razones obvias, un revulsivo de lo ultra. Al reforzar la percepción de riesgo nacional, especialmente en 2017, desató un evidente proceso de histerización en cuanto al uso de banderas y otros símbolos, reverdeciendo las retóricas antietarras adaptadas al contexto catalán, con la exaltación de la policía, la guardia civil y el ejército –un ausente muy presente–. Contar con enemigos internos compacta las bases electorales de los partidos nacionalistas, a uno y otro lado.

La trumpización

Los dos pilares del proceso de ultraderechización social comparten estrategias discursivas y organizativas, titularidades y propósitos. Su influencia va más allá de las sedes centrales de sus instituciones, se extiende por una tupida red de agrupaciones y asociaciones, de foros y colectivos, de confesiones, cofradías, parroquialismo y el viejo clientelismo de peñas y sociedades de toda laya. Habrá quien piense que esto se debe a una saludable activación de la sociedad civil, pero también podría estar basado en un concepto corpuscular largamente desarrollado por el viejo catolicismo –o el evangelismo norteamericano–.

Mediante el tejido de esta malla de complicidades, de pequeños/medianos corpúsculos muy activos que van de fuera a dentro, el proyecto ultra consigue la captación de muy diversos espacios sociales previos al político, fuertemente retroalimentados por las RR.SS., presentándose como grupos independientes centrados en aspectos meramente espirituales, éticos, empresariales o de ocio. Un modelo que construye bases sociales coriáceas y nostálgicas, asociacionismo comprometido, fundaciones educativas pre y universitarias, amplia penetración en el tejido parroquial, en el gremialismo económico, desde los que se produce la conquista de las instituciones políticas. Para muestra, el botón murciano.

La base corpuscular parte de un principio de autoorganización, de autonomía corporativa que traslada la idea de pequeñas comunidades fuertemente organizadas en las que el Estado es visto con desconfianza. Frente a la penosa implantación territorial de Unidas Podemos, el modelo corpuscular de lo ultra confiere una sensación de penetración densa, de grupos activos, en guardia, en cualquier ámbito o segmento sociocultural. Una sensación de poder que apuntala su pretensión de menos Estado, de que lo privado funciona mejor, de “libertad” –el Estado adoctrina, constriñe, succiona…, dicen–. La construcción del mal, del enemigo, es importantísima para conseguir cohesionar estas comunidades a través de su histerización: ahí llegan las satanizaciones de líderes y siglas, una deshumanización de base religiosa que llega a concebir como anticristos a los oponentes políticos clave –Pedro Sánchez, Pablo Iglesias…, como lo fue en su momento Obama–, contra los que cualquier acción es lícita. 

La ultraderecha actual brota con fuerza con el fin de la barra libre de privatizaciones, de las últimas concertaciones de las troikas neoliberales tras la crisis del 2008, de la acumulación desmedida de riqueza en pocas manos y aumento de la desigualdad y pobreza. La ultraderecha esconde ser el instrumento para la batalla por la desarticulación del Estado-nación mediante el desarbolo del primer concepto, el Estado, y la asfixia y travestismo del segundo, Nación –por histerización–. 

La acumulación de experiencias negativas por las políticas de choque post 2008, el shock mundial de la pandemia reactivando la necesidad de un fuerte sistema público de salud y asistencia social, la guerra de Ucrania y subsiguiente crisis energética, han hecho del neoliberalismo un zombi político. Ni el propio mercado se fía de su pretendida ortodoxia más radical, como hemos visto con el malhadado proyecto económico de Liz Truss. La ultraderecha es el último reducto que le queda a las élites económicas más exclusivas para tratar de contrarrestar estos afanes regulatorios, fiscales y asistenciales, para volver a incrementar sus ganancias. Por eso claman libertad. Y en este río revuelto, los gritos pueden venir por la invocación al cerveceo y la vida loca, por la defensa de la familia y sexualidad tradicional de manos de pijas de familias arribistas, por seguir agitando a ETA, por propugnar el sinsentido del plurilingüismo nacional, por montar broncas en el Congreso o pitidos en el desfile del 12 de octubre…, para acabar reclamando la bajada de impuestos a los más ricos como primera medida de prioridad nacional.

La prueba del 9: follow the money. Por un lado tenemos a las grandes fundaciones o corporaciones que desinhibidamente financian partidos u ONGs transnacionales ultras –los rublos de los oligarcas pro-Putin, que también tienen que ver con la iglesia ortodoxa rusa–; por otro, una suerte de micromecenazgos constantes de fortunas particulares y grandes empresas que apoyan reuniones, foros, mítines, marchas, conferencias… Estas fuentes económicas están detrás del proyecto cultural ultra –parte de las famosas guerras culturales– que, de forma independiente o a través de grupos de comunicación propios, articulan el revisionismo histórico, la obsesiva conquista del pasado que irrumpe en forma de libros, documentales, películas o infames musicales desmitificadores de la Guerra Civil, imperiófilos, exaltadores de biografías guerreras, etc. Pero, el proyecto cultural de fondo sigue siendo la resurrección del zombi neoliberal.

El PP ha agotado su imagen de partido de Estado. Su trumpización le ha situado en una carrera de provocaciones y agitaciones necesarias para mantener su propio espacio electoral, de cuyas estrategias es subsidiario Vox. Retiene el reservorio más antidemocrático del sistema español: jueces y militares que, en una mezcla de convicción y endogamia, resisten los embates de modernización del sistema alterando, por medio del Judicial, las actuaciones de los otros poderes. En definitiva, actúan contra los cambios sociales que alcanzan categoría de evidencia a través de las elecciones. 

Lo ultra tiene su propia realidad. No compite en la misma liga. Su mundo se asienta sobre muros que dicen ser transparentes, pero rebosan de grafitismo agitprop, nueva caverna platónica. Nada les va a convencer o descentrar. Luchan por valores inmarcesibles, aunque ignoren que estos cotizan en el Dow Jones, el FTSE 100 o el Ibex 35.

---------------

Ignacio Fernández de Mata es profesor titular de Antropología Social de la Universidad de Burgos

La aparición en España de la ultraderecha posmoderna tuvo poco de inesperado dadas las paternidades: la Iglesia y el Partido Popular. Históricamente, ambos progenitores, cada uno con sus lógicas cronologías, muestran condiciones embrionarias de lo ultra; en ocasiones, rotundas manifestaciones. Sin el concurso de...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Ignacio Fernández de Mata

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

1 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. aramis

    Excelente análisis porque corre el velo de una realidad que la izquierda española nunca ha querido ver pese a estar diáfana a plena luz del día. Algunas cosas no comparto al 100% como lo que llama «viraje hacia el protestantismo» y presenta al Opus Dei como su movimiento más avezado. La iglesia española siempre supo clasificar los miembros de su «sagrada familia», y en cuanto a los kikos, no creo que la histerización religiosa sea un componente definitorio del protestantismo europeo. Aunque más que “proyecto sándwich” deberíamos llamarlo el sofrito, el puchero o la paella española, porque alrededor del parroquismo español se teje un tejido muy variopinto de seres y esperpentos jurídicos de todo tipo. Sin embargo, la izquierda española es sorprendentemente «ciega» a esa inmensa trama de corpúsculos orgánicos bien financiados no solo por donativos beatos, sino por gigantescas máquinas de «pescar» dinero mediante la explotación turística de los templos, monumentos y palacios de la iglesia, entre otras muchas otras actividades de carácter puramente económico. Más que una institución religiosa, la iglesia española es –sin riesgo de exageración ninguna– la más grande empresa económica del país; la más diversificada, la de mayor patrimonio y la de mayor poder financiero. Su poder económico y político en este mundo-país-españa es infinitamente mayor que su poder espiritual en el otro mundo; uno, grande y libre. Solo una rigurosa inspección fiscal a todo ese entramado sería el primer paso para el progreso de España.

    Hace 2 años

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí