Reportaje
“Prefiero una intervención del Ejército antes que a Lula como presidente”
El asalto a las instituciones democráticas brasileñas del 8 de enero deja un país dividido, con un 38% de la población que avala en algún grado la intentona golpista
Marta Maroto Sao Paulo , 20/01/2023
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“Entre un bandido y un policía, ¿qué eliges?”. Wellington reformula la pregunta y se la devuelve a la periodista, todo para evitar mencionar la palabra “democracia”. Parece no tener tanto miedo a citar su opuesto, o a conspirar para su fin: “Prefiero una intervención del Ejército antes que a Lula como presidente. No me importan los partidos, si el candidato no me representa estoy a favor del Ejército”.
Patriota y comerciante, términos que emplea para referirse a sí mismo, Wellington, de 36 años y negro, administra una tienda familiar de venta de carcasas para teléfonos móviles a las puertas de una favela de São Paulo, motor económico del país más grande de América Latina.
Entre sus clientes hay familias que cambiarían un voto por una bolsa de la compra llena, o por dos kilos de azúcar, o por resarcirse de la amenaza de un narcotraficante. Pero Wellington está preocupado por los empresarios: “Conozco a bastantes y les están llevando a la bancarrota. La economía del país se ha ido a la basura porque el presidente ha caído”.
Casi al otro lado de la ciudad paulista, donde sí llega el metro en la zona este, la sombra de rascacielos residenciales se impone sobre las casas bajas y coloreadas en el barrio de Tatuapé, el que mayor porcentaje de voto bolsonarista aglutinó en las pasadas elecciones de octubre.
Entre sus clientes hay familias que cambiarían un voto por una bolsa de la compra llena, pero Wellington está preocupado por los empresarios
Paulo, dueño de una perfumería donde se vende de todo un poco, se muestra orgulloso de sus vecinos: “Votamos a Bolsonaro porque es estricto con las leyes y las utiliza en favor de la gente, no de los bandidos como hace la izquierda”. Y añade: “Apoyo a quienes se manifestaron en el Congreso pero no la violencia, eso son cosas de los petistas. Las elecciones fueron claramente robadas y por eso ha habido protestas”.
El domingo 8 de enero, solo una semana después de la asunción del tercer mandato de Lula Da Silva como presidente de Brasil, una turba de radicales bolsonaristas asaltó el corazón democrático del país entrando de forma violenta al Congreso, al Tribunal Supremo y a la sede del poder Ejecutivo en la capital Brasilia, provocando un rastro de destrucción a su paso.
El atentado más grave a la democracia brasileña en décadas deja un Brasil dividido en posiciones enconadas, con un 38% de la población que avala en algún grado la intentona golpista, según la encuesta publicada días después del incidente por el instituto AtlasIntel. Dentro de este porcentaje, un 10,5% la califica como “completamente justificada”.
La polarización de la opinión pública también afianza teorías de la conspiración y noticias falsas: según el mismo sondeo, casi un 40% de los brasileños no cree que Lula ganase realmente las elecciones, un bulo que, en su estilo trumpista, Bolsonaro se encargó de promover y alimentar desde la campaña electoral.
Casi un 40% de los brasileños no cree que Lula ganase realmente las elecciones
Ha sido precisamente compartir en sus redes sociales un vídeo en el que divulgaba el supuesto fraude electoral lo que le ha valido al expresidente ser incluido en la investigación del Tribunal Supremo sobre el asalto. Borrado a las pocas horas de ser subido a su cuenta de Facebook, Bolsonaro compartió un vídeo editado de otro usuario en el que arrojaba sospechas sobre la veracidad del conteo y la victoria de su rival.
El expresidente no puede ser interrogado todavía por la Justicia, ya que permanece ingresado por dolores abdominales en un hospital de Florida desde que, tras perder su aforamiento el primero de enero, decidiera exiliarse de manera voluntaria en Estados Unidos. Así evitaba la imagen de la cesión de poder a Lula.
El bolsonarismo, dividido
Otro de los datos llamativos que reflejan las encuestas es la división dentro del propio electorado de extrema derecha. AtlasIntel sitúa en un 38% el nivel de apoyo al asalto dentro del bolsonarismo, y en un 49% el rechazo. Otro sondeo, realizado por Datafolha, del grupo al que pertenece el diario Folha de São Paulo, rebaja la cifra de aprobación a un 10%.
Sin duda una de las imágenes más potentes que ha dejado la resaca del intento de golpe fue el apretón de manos entre el presidente Lula y el gobernador de São Paulo, Tarcísio de Freitas, el bolsonarista más importante después del propio Bolsonaro, en el palacio de Planalto.
Aquel mismo lunes, como primera respuesta, el Gobierno convocó a los 27 gobernadores de Brasil. De Freitas, tras un primer amago de no acudir aludiendo problemas de agenda, sí asistió finalmente a la foto de grupo y mandó un mensaje por la consolidación de la democracia.
En las calles de São Paulo, que reaccionaron al asalto llenándose de miles de manifestantes con gritos de repulsa a los nostálgicos de la dictadura y a favor de la democracia, las palabras que más se escuchan sobre lo ocurrido el 8 de enero son “vandalismo e vergonha”.
En las calles de São Paulo, las palabras que más se escuchan sobre lo ocurrido el 8 de enero son “vandalismo e vergonha”
“Fue un acto grave de vandalismo, fue un horror, una falta de educación y de cumplimiento con la democracia”, opina Lucila, de 63 años, que trabaja como agente inmobiliaria en uno de los barrios de clase media-alta de la ciudad y asegura que no votó “ni a Lula ni a Bolsonaro, porque no concuerdo con ninguno de los dos”.
Dentro del electorado bolsonarista también hay muchos que se desmarcan de las acciones violentas y las peticiones de regreso a una dictadura: “Bolsonaro podría haber evitado todo lo que pasó y no hizo nada, yo le voté y ahora siento mucha vergüenza por mi país. Todo el mundo que participó tiene que ir preso”, señala Roberto, taxista de 68 años que hace apenas un lustro dejó el mundo de la política, donde militaba en partidos conservadores.
Bordeando los límites de calles intrincadas y paredes húmedas de la favela Jardim Cultura Física, está el taller de Erasmo, donde trabaja con materiales plásticos y aluminio. De 62 años, explica con calma mientras se retira una rasta de la cara que él se afilió al Partido de los Trabajadores al poco de su fundación en los años ochenta, pero que con los años el proyecto “perdió su rumbo”, él se desencantó y viró a posiciones políticas conservadoras.
Vota a Bolsonaro, entonces, en oposición a Lula aunque sin considerarse bolsonarista y critica el intento de golpe: “Lo que ocurrió el domingo ocho de enero en Brasilia no debería haber sucedido en nuestro país, pareció un intento desorganizado, casi inocente, que no contribuye ni a crecer ni a avanzar, pero sí para dar munición a la izquierda. Lula ha llegado al poder a través del voto, Brasil no necesita un golpe de Estado, así que en cuatro años regresaremos a las urnas y volveré a votar a Bolsonaro”.
Eso, si efectivamente el expresidente puede volver a presentarse.
“Entre un bandido y un policía, ¿qué eliges?”. Wellington reformula la pregunta y se la devuelve a la periodista, todo para evitar mencionar la palabra “democracia”. Parece no tener tanto miedo a citar su opuesto, o a conspirar para su fin: “Prefiero una intervención del Ejército antes que a Lula como presidente....
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