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Prácticamente todo lo que ocurre ya ha ocurrido, y todo lo novedoso ya ha sido novedad. La Inteligencia Artificial, por ejemplo, ya fue recibida con los reparos que sufrieron otros objetos en el pasado. Con ese estupor y desconfianza apocalíptica ante cualquier novedad, perceptible desde la imprenta, aquella máquina que iba a acabar con todo, y que no acabó con nada, sino que lo reprodujo todo, como así hacen las imprentas. Carecemos de la posibilidad de demostrarlo, salvo a través de la imaginación, pero es posible que, incluso, el fuego –la capacidad de fabricar fuego con nuestras propias manos y no a través de un rayo enviado por los Dioses– fuera recibido con ese mismo terror a la libertad, con esa misma idea de pecado que acompañó, desde la imprenta, a todas las incorporaciones novedosas. En todo caso sorprende el recibimiento de la Inteligencia Artificial, precisamente porque, a diferencia de la imprenta o del fuego, ya existía. Existía, nunca se fue. Existía, incluso, antes que la imprenta, incluso antes del fuego.
La inteligencia humana es la facultad de la mente que permite el aprendizaje, la comprensión, el razonamiento, la toma de decisiones, y la formación de una idea determinada de la realidad. Frente a ella, la IA es la simulación –o mucho más que eso: la creación– de inteligencia humana en una máquina. La IA es, por tanto, inteligencia humana, o, al menos, algo con su aspecto y sus itinerarios, ubicada fuera del ser humano. Si es así, eso ya ha sucedido. Sucede constantemente, y desde hace miles y miles y miles de años, a través del uso de una inteligencia no sustentada en la propia experiencia, sino en mecanismos exteriores a nosotros mismos. No sé si hay muchos, pero sí que, al menos, hay varios. La costumbre es uno. Impide tener que pensar para aprender, comprender, asimilar, e invita a reproducir antes que a crear. La pereza, el cansancio –y con él, también la debilidad, el hambre, la carestía, la precariedad– pueden ser otro mecanismo artificial, exterior a nosotros, presente en la toma de decisiones. La religión es otra inteligencia no humana, sobre la que se delega la gestión de zonas inmensas de la realidad. En cierta manera, y por ello mismo, la política, la fe en la política, en opciones políticas no verificadas e imposibles de verificar, es otro intento exitoso de inteligencia no humana, exterior, deslocalizada. Y, por encima de todos, está el intento de IA más grandioso y descomunal e intenso y, por ello, invisible: las órdenes.
El propósito, el designio, la mecánica de IA más antigua e invasora, son las órdenes. Por definición, las órdenes nunca nacen en nuestra cabeza. Son exteriores, una suerte de máquina. Suplen la inteligencia humana, con efectividad. Las órdenes, la obediencia, son una inteligencia más poderosa y autónoma que nuestra propia inteligencia. O, al menos, cuando la inteligencia humana fracasa y conduce a la catástrofe, nunca alude a sí misma. No hay frases hechas para esas situaciones de derrota de la inteligencia, turbadoras, y que solo se pueden afrontar desde el silencio y la culpa, o desde la demanda de disculpas. Pero eso nunca sucede cuando las órdenes, esa IA, conducen a la hecatombe. Cuando eso sucede, no se produce el silencio, la culpa o las disculpas, que son la constatación del fracaso de la inteligencia, sino que surge una frase que alude a la fortaleza, a la inocencia, al carácter poderoso de la IA, a su imposibilidad de fallar: “Solo cumplía órdenes”.
Prácticamente todo lo que ocurre ya ha ocurrido, y todo lo novedoso ya ha sido novedad. En todo caso sorprende el recibimiento de la Inteligencia Artificial, precisamente porque, a diferencia de la imprenta o del fuego, ya existía. Existía, nunca se fue. Existía, incluso, antes que la imprenta, incluso antes del fuego.
Prácticamente todo lo que ocurre ya ha ocurrido, y todo lo novedoso ya ha sido novedad. La Inteligencia Artificial, por ejemplo, ya fue recibida con los reparos que sufrieron otros objetos en el pasado. Con ese estupor y desconfianza apocalíptica ante cualquier novedad, perceptible desde la imprenta,...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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