OBITUARIO
Mauricio Vicent y Cuba: cuando se quiere de veras
El histórico corresponsal de ‘El País’ en La Habana fue una persona coherente, no le interesó quedar bien con nada ni nadie, excepto con sus principios y el pueblo cubano
Frank García Hernández 12/06/2023
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En la madrugada del domingo 11 de junio murió un cubano en Madrid: fallecía Mauricio Vicent, “histórico corresponsal de El País en La Habana”, como anunciara el medio de prensa donde trabajó durante más de treinta años. Un ataque de asma le provocó un paro cardio-respiratorio. Tenía 59 años: una edad donde todavía no se piensa en la muerte propia como el hecho ineludible al cual todos iremos.
Vicent llegó a Cuba por primera vez cuando Mijaíl Gorbachov empezaba la Perestroika, Fidel Castro aplicaba el Proceso de Rectificación y Tendencias Negativas criticando la burocratización del socialismo cubano y Che Guevara volvía a las imprentas después de quince años reducido a consignas juveniles. El joven Mauricio Vicent, hijo del escritor español Manuel Vicent, había llegado a La Habana para estudiar Psicología, una carrera que no marcó su vida profesional, pero, tal vez, sí le sirvió para comprender –y en parte adoptar– la psique cubana.
En 1991, Mauricio Vicent reaparecía en Cuba como corresponsal de El País. El estudiante de Psicología devenido en periodista veía cómo Cuba se sumergía en una década de cambios políticos, esta vez forzados por la desaparición de la Unión Soviética, y no por elección del Politburó, como sucedió en los ochenta. De manera milimétricamente controlada, el Fidel Castro de los años noventa había dejado entrar en Cuba a cierta prensa extranjera. La autorización a El País estuvo signada por la presencia clave en la economía cubana de empresas españolas –con sus empresarios trabajando en la isla–, que relanzaban el turismo como la industria que sacaría a Cuba de la crisis económica postsoviética.
Ya en 1998, durante la visita de Juan Pablo II, Mauricio Vicent se había convertido en un corresponsal indispensable para comprender la isla. Por tanto, Vicent fue una pieza clave –y un personaje– en el libro de Manuel Vázquez Montalbán Y Dios entró en La Habana: una larga crónica sobre la visita del papa polaco a Cuba y un intento de comprender al Fidel Castro humano.
La huella de este libro sería honda en Vicent: el artículo donde él anunciara la muerte del líder cubano, titulado ‘Muere Fidel Castro, el último revolucionario’, estaría ilustrado con la foto que fue la portada de Y Dios entró en La Habana. En sus textos, Vicent dejaba ver la relación de admiración y recelo que la izquierda española sentía hacia Fidel Castro. En dicho texto, Vicent señalaba que Fidel había gobernado Cuba desde 1959 “a golpe de discursos” y mediante un “poder caudillista”. Pero al mismo tiempo, para Vicent, Castro “no tenía nada que ver con los grises dirigentes” que gobernaron los Estados supuestamente socialistas de Europa del Este.
La coherencia política de Mauricio Vicent no cabía dentro de los rígidos cánones de la burocracia dirigente cubana
La coherencia política de Mauricio Vicent no cabía dentro de los rígidos cánones de la burocracia dirigente cubana. Durante los años noventa, el periodista habló críticamente de la crisis migratoria de los balseros (1994), describió sin ambages la precariedad de una Cuba reducida al mínimo y en 2003 llegaría a cubrir, desde una postura comprometida, el encarcelamiento de 74 disidentes –entre ellos el afamado poeta Raúl Rivero–, razia conocida como la Primavera Negra. Sin embargo, la consolidación de Raúl Castro en el poder coincidió con que en 2011 a Vicent le retiraran la autorización para ser periodista extranjero acreditado en Cuba: las prósperas empresas hoteleras españolas no se arriesgarían a protestar por el hombre de El País en La Habana.
Para justificar la retirada de su credencial como corresponsal extranjero, el intelectual oficialista Iroel Sánchez –fallecido en mayo pasado– se inventaría una pobre saga donde Mauricio Vicent parecía actuar en Cuba bajo las órdenes de Estados Unidos. El argumento del periodista cubano era que Mauricio Vicent había sido alabado por el máximo representante diplomático de Estados Unidos en Cuba. Sobre Vicent no se volvería a hablar en la prensa oficial cubana hasta 2014, cuando el vasco José Manzaneda atacaría al excorresponsal de El País. Sucedía que, como el mismo Manzaneda dijera en el artículo: la dirección de Raúl Castro veía en “cada crónica de Mauricio Vicent (…) un dardo contra el gobierno cubano”.
Sin embargo, para la derecha cubana, las crónicas de Mauricio Vicent no eran dardos, sino artículos complacientes. En abril de 2021, el periodista cubano radicado en México, Oscar Grandío, anunciaría en el derechista Diario de Cuba la existencia del “síndrome Mauricio Vicent”. A pesar de que Vicent era calificado como uno de los más experimentados analistas especializados en Cuba, para Grandío el corresponsal de El País solo reproducía “noticias oficialistas sin analizar su contexto real” e informaba “sin apego a la verdad”. Estas falencias estarían causadas, supuestamente, por “desconocimiento o romanticismo o temor hacia el régimen totalitario (…)”. Por algún motivo no explicado, solo seis meses después, pero ahora desde Hypermedia Magazine, Grandío volvía a sus ataques contra Vicent. Esta vez Grandío realizaba una obsesiva crítica a los artículos que durante treinta años Vicent escribiera sobre Cuba, mientras se deshacía en elogios para la cobertura del periódico monárquico español ABC.
Los hechos demostraban que los análisis de Vicent no cabían en ninguno de los moldes autoritarios: ni del neoestalinismo, ni del anticomunismo. Visto casi como agente de la CIA por unos pocos, calificado por otros de ser funcional al “régimen castrista”, y para muchos un periodista valiente que amó a Cuba, Mauricio Vicent fue un intelectual coherente con sus ideas políticas, a quien no le interesó quedar bien con nada ni nadie: solo con sus principios y el pueblo cubano.
“Un periodista muy valiente (...) que tomó partido por la verdad”
Rompiendo el esperado silencio que la burocracia dirigente cubana y sus medios de prensa adoptaron ante el fallecimiento de Mauricio Vicent, el deceso del periodista español ha golpeado en Cuba a no pocos intelectuales. Desde la izquierda crítica hasta altos exponentes de instituciones oficiales se han sentido dolidos por la partida de quien no pocos califican como amigo.
Alina Bárbara López, excoordinadora del medio de prensa crítico La Joven Cuba, en declaraciones para CTXT calificó al fallecido intelectual español como “un periodista muy valiente que conocía la Cuba profunda”. Alina López, quien el pasado abril fue detenida por la policía política cubana, resaltó que frente a las protestas populares del 11 de julio de 2021 Mauricio Vicent “tomó partido por la verdad” en un momento donde “había que tener valor” para ejercer el periodismo en Cuba.
Para la también ensayista y exprofesora universitaria de marxismo-leninismo, el artículo de Vicent sobre “el éxodo cubano de los últimos dos años es uno de los más serios y objetivos análisis que se escribió al respecto”. “Mauricio fue una persona muy cercana, muy respetuosa con los intelectuales cubanos, con la profunda sensibilidad que se necesita para escribir sobre Cuba”, agregó Alina López, quien lamentó personalmente el fallecimiento de Vicent.
Por su parte, el director de la revista de la Biblioteca Nacional de Cuba, Rafael Acosta de Arriba, que consideraba a Vicent como un amigo, declaró a esta revista que “Mauricio fue un excelente periodista y mejor persona”, calificando sus análisis de “objetivos y sinceros”. Acosta de Arriba, que fue un alto funcionario del Ministerio de Cultura y es hoy uno de los principales críticos de las artes plásticas cubanas, afirmó además que “Mauricio conocía a casi todos los músicos, escritores, artistas, periodistas (…). Creó una red de relaciones realmente impresionante” y “amó a Cuba”.
Al mismo tiempo, parte de la prensa opositora cubana, al dar la noticia del fallecimiento de Vicent, continuó criticándolo. Diario de Cuba descalificó la obra de Vicent por haber sido “cuidadosa con el régimen” y ofrecer “poquísima atención a las violaciones de los derechos humanos en Cuba”. Al mismo tiempo, la publicación digital cubana 14 y medio afirmó que en El País Vicent “definió las pautas sobre Cuba”. La nota necrológica de 14 y medio concluye diciendo que en la obra reciente de Mauricio Vicent “faltó la cobertura sobre opositores, artistas censurados y familiares de prisioneros políticos”.
Para la prensa oficial cubana, los artículos de Mauricio Vicent sobre el 11J y los juicios a sus detenidos eran exagerados
Sin embargo, para la prensa oficial cubana, los artículos de Mauricio Vicent sobre el 11J y los juicios a sus detenidos eran exagerados. Para marzo de 2022, en su programa radial Chapeando bajito, la periodista oficialista cubana Arleen Rodríguez Derivet reprochaba a El País haber publicado un artículo “a toda página sobre los juicios” realizados contra 129 de los prisioneros detenidos el 11J. La periodista disparaba directamente contra Mauricio Vicent por haber convertido “un juicio local a nivel de titulares y portada del periódico” El País.
Mauricio el cubano
Pero Vicent iba más allá de ser el corresponsal incómodo circunscrito a la política y la economía: en 2012 haría un documental sobre la primera villa fundada por los colonialistas españoles y hoy enterrada en el oriente del país: Baracoa 500 años después; en 2017, junto al afamado historietista cubano Juan Padrón, haría el guion del cómic Crónicas de La Habana; se había ganado la admiración de uno de los principales cronistas cubanos, Ciro Bianchi, quien en 2019 lo incluiría en su antología por el 500 aniversario de La Habana; y ante su fallecimiento, el célebre escritor cubano, Leonardo Padura, amigo personal de Vicent, lo calificaba como un “extraordinario periodista” de una “inteligencia irónica” que “se movía como pez en el agua en su querida Habana (…)”.
Mauricio Vicent terminó siendo un profundo conocedor de la música cubana, la que se hace tanto dentro como fuera de la isla. Su última crónica cultural la había dedicado al disco Piano y Trova, autoría del pianista cubano radicado en España, Pepe Rivero.
Si bien su último texto se limitó a una rigurosa nota de prensa sobre la visita de Josep Borrell a La Habana, el 18 de abril, Mauricio Vicent publicó en El País otra de esas crónicas que solo se pueden escribir cuando se vive en Cuba: “Cigarrillos vietnamitas en Cuba, broncas entre diplomáticos para conseguir un poco de gasolina, y mucho humor para sobrevivir” describía milimétricamente lo que hoy es La Habana –y peor aún las provincias del interior–: un laberinto de colas, el permanente desabastecimiento y el espíritu cubano para enfrentar la crisis.
Su personaje cubano, Lázaro, después de comprar una caja de cigarrillos se aparece sin anunciar –algo típico de Cuba-– en la casa de Mauricio: “¿Sabes cuánto cuesta la mierda esta?”, pregunta, y se responde él mismo: “300 o 400 pesos, dependiendo del lugar, y el salario de un profesor universitario es de 4000 pesos mensuales [aproximadamente 20 euros]. Así que estamos jodidos: en el país del tabaco, cigarrillos vietnamitas”.
Este fotograma de cubanía lo captó Mauricio Vicent durante treinta años. Lo había perfeccionado al punto de que tanto en Cuba como en España se leyera su blog Más se perdió en La Habana.
Hoy las humildes mayorías cubanas sufren en la mesa la peor crisis económica vivida desde los años noventa, viendo cómo el país transita casi indeteniblemente hacia la construcción de un capitalismo modelo vietnamita –pero con la contradictoria barrera de no tener producción nacional–, y todo esto bajo el bloqueo estadounidense que aumenta las sanciones. Este escenario va marcado por la represión contra las manifestaciones populares, el hostigamiento a los medios de prensa no oficiales, la censura cayendo sobre intelectuales críticos y el espectro de Putin sobrevolando La Habana. Mauricio Vicent se va cuando Cuba más lo necesitaba.
En la madrugada del domingo 11 de junio murió un cubano en Madrid: fallecía Mauricio Vicent, “histórico corresponsal de El País en La Habana”, como anunciara el medio de prensa donde trabajó durante más de treinta años. Un ataque de asma le provocó un paro cardio-respiratorio. Tenía 59 años: una edad...
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