Primarias en argentina
Ganó el individuo
“Que se vayan todos” era lo que gritaban en 2001 los militantes, los jubilados, los desocupados. Hoy son los lúmpenes del poder financiero, como Javier Milei, los que claman desde el palacio
Emiliano Gullo 15/08/2023
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Es casi domingo de medianoche, pero en la Argentina nadie se duerme temprano. La tendencia de la contabilidad electoral ya es irreversible. Sólo faltan las palabras de los ganadores y de los perdedores. Los televisores siguen prendidos. Los canales saltan de un búnker a otro. Mauricio Macri, expresidente y fundador de la coalición de derecha más exitosa, ingresa en el escenario de Juntos por el Cambio para saludar a Patricia Bullrich. La señora acaba de transformarse en la nueva candidata a la presidencia del espacio de centroderecha. La Nación+ –uno de los canales de televisión que más impulsó su carrera– lo transmite en vivo.
En otro búnker ya está festejando Javier Milei, el individuo de la Libertad Avanza que sacó 30 puntos y lidera las Elecciones Primarias (PASO) para presidente. Gritan sus seguidores. Milei se abraza con su hermana, su jefe. En un rato le dirá así, en masculino. “Gracias al jefe”. Pero todavía no habla. En un segundo, el director de La Nación+ corta la transmisión de Macri y pasa velozmente al escenario de Milei. La voz del líder de la centroderecha se va en fade out. La imagen de Milei se superpone a la de Macri.
Su coalición también es la más votada. Tiene 16 de las 24 provincias argentinas
El economista ultraliberal y filofascista es el más votado del país. Su coalición también es la más votada. Tiene 16 de las 24 provincias argentinas. Detrás se ubica JxC con 28,5 y un punto más abajo Unión por la Patria, el frente electoral creado por la coalición gobernante con su ministro de Economía, Sergio Massa, como candidato.
Habrá que esperar hasta el 22 de octubre –día de las elecciones generales– para saber quién será el próximo presidente de Argentina. Por ahora, la atmósfera política es un caldo pesado de asombro y conmoción.
A los perros
Javier Milei le dedica el triunfo a su hermana y a sus cuatro mascotas. “Mis hijos de cuatro patas”. Ultraliberal, misógino, nazi, matazurdos, antipobre, homofóbico, payaso, chiflado, peligroso. Lejos de disipar su base electoral, los adjetivos de los que él mismo se enorgullece parecen haberlo hecho crecer más de lo que su propia organización imaginaba.
Otra vez, la libertad.
– ¡Viva la libertad, carajo!
– ¡Viva!
El búnker estalla. Milei se apropió de la palabra libertad hace mucho tiempo, cuando todavía era un exótico opinador de economía en programas de televisión. Sus primos ideológicos organizados en torno a la figura de Macri habían hecho algo similar con los conceptos Juntos y Cambio. Dos ideas potentes pero sin el peso de la libertad. Porque ¿quién puede estar en contra de estar juntos? ¿Quién no querría cambiar la situación de un país que sale y entra de las crisis infinitamente? Ahora bien, ¿en contra de la libertad? Para vender libertad, primero hay que convencer de que la necesitan. Hay que creer en la cárcel, tocar los barrotes. Recién ahí gritarán por la libertad.
Los problemas históricos como la inflación, la pobreza y la inseguridad propiciaron las condiciones para que Milei sólo tuviese que convertir al Estado Nación en el enemigo público número uno
La deficiencia en la administración estatal que tuvieron los últimos gobiernos –de Macri primero con su megaendeudamiento con el FMI y posterior fuga de capitales, y Alberto Fernández después con su parálisis de gestión–. Y los problemas históricos como la inflación, la pobreza y la inseguridad propiciaron las condiciones para que Milei sólo tuviese que empujar al rey por la escalera: convertir al Estado Nación en el enemigo público número uno. Más que un enemigo, un carcelero.
Milei sigue sin hablar. La multitud sigue con sus hits.
– ¡Tiene miedo, la casta tiene miedo!
Milei sonríe. La multitud grita más fuerte y va por otro.
– ¡Oh que se vayan todos, que no quede, ni uno solo!
La frase fue el espíritu de lucha de las calles en diciembre de 2001, cuando la población se alzó contra el Gobierno de Fernando de la Rúa y forzó su renuncia. En las jornadas del 19 y 20 de diciembre la policía asesinó a por lo menos 39 personas en todo el país. Las políticas neoliberales habían arrastrado a la sociedad a los peores índices económicos de la historia.
Sin embargo, 20 años después, la frase retumba entre un grupo de personas que buscan profundizar aquellas viejas políticas neoliberales. Esta vez la operación es inversa. En 2001 “que se vayan todos” gritaban los militantes, los jubilados, los desocupados, los oficinistas, los profesionales. Hoy son los lúmpenes del poder financiero los que gritan desde el palacio.
– ¡Oh, que se vayan todos!, y saborean la llegada al Estado.
El relato de la antipolítica entra a la política como un caballo de Troya desde una opinión pública colapsada de hastío, frustrada, y carente de una utopía colectiva que aglutine en época de desánimo.
¿Los que votaron a Milei lo hicieron porque están de acuerdo con su programa político? ¿Se podría decir que el 30% de los argentinos ahora está a favor de la venta de órganos, de privatizar la educación y la salud, de cerrar el banco central, de derogar la ley del aborto, de dolarizar la economía? En las Elecciones Primarias (PASO) de 2019, Alberto Fernández se impuso con el 47%; 15 puntos más que Mauricio Macri. Ese Fernández cargaba con una agenda de género, reivindicación del Estado; prometía ampliar los derechos, distribuir la riqueza.
Cuatro años después se impuso un candidato que promete todo lo opuesto. ¿Es un voto protesta contra de esas políticas o en contra de los partidos tradicionales por no cumplir con sus promesas? Esta vez, el frente electoral conformado por Unión por la Patria para seguir en el poder consiguió el 27,16%. Exactamente 20 puntos menos que en la anterior elección.
Con el 69% de participación, fueron las PASO de menor afluencia desde que se instauraron en 2011
Además de Milei, el único candidato que sumó más del 30% fue el ausentismo. El sistema electoral argentino gira en torno a una premisa legal –el voto es obligatorio– y desde el regreso de la democracia en 1983 ganó también un peso simbólico. Las elecciones en Argentina se viven en un clima futbolero y con una ansiedad de final de campeonato. La gente se junta en las casas a esperar los resultados. El transporte es gratis. Los negocios cierran. Los mayores de 75 años están exentos de votar e igual se acercan como pueden a los colegios, que son los centros de votación. Nadie va preso por no votar ni recibe multas millonarias, pero ni el más anarquista de todos quiere perderse un domingo de elecciones. Nadie conoce exactamente el castigo por no votar. Tampoco interesa. Dentro de los colegios, la tradición marca un festejo dentro del festejo. Cada vez que un joven vota por primera vez, el lugar se llena de aplausos.
Con el 69% de participación, fueron las PASO de menor afluencia desde que se instauraron en 2011, exceptuando las realizadas durante la pandemia del covid. Los consultores políticos hacen un punto en este dato. ¿Cómo se comportará ese bloque de electores en las generales? ¿Habrá una corrida del voto pánico y llenarán las urnas de boletas con la cara de Massa? ¿La derechista Bullrich podrá resistir la fuga de votos hacia Milei o podrá más el efecto seducción del candidato ganador? ¿Los votantes de Milei repetirán el voto o considerarán que ya le dieron el susto a la clase política?
Serán preguntas abiertas hasta el 22 de octubre, día de las elecciones generales. Hasta el momento, las presunciones de los consultores políticos indican que habrá balotaje. Los contrincantes que subirían a la palestra el 19 de noviembre están casi definidos. Uno de los rincones será para el profeta del individuo. El otro todavía está vacante.
La incertidumbre también golpeó al mundo financiero. En Argentina –con un mercado esclavo del valor del dólar– conviven dos precios de la moneda estadounidense, uno oficial y otro ilegal (blue). El Banco Central de Argentina anunció una devaluación del peso del 18% que empujó la suba de ambos dólares. Las acciones argentinas cayeron un 14%.
Un video comenzó a circular el lunes por la mañana. Se ve a Milei con el enojo de siempre. Delante de él hay una pizarra con papelitos pegados uno al lado del otro. Son los nombres de los casi 21 ministerios que tiene el Estado Nacional. Los va arrancando a medida que lee sus títulos y grita “¡Afuera!”. Es su otra gran promesa. El desmantelamiento de todo el Estado.
Antes de terminar su discurso de victoria, dice sobre el escenario. “Estamos frente al fin del modelo de la casta, basado en esa atrocidad que dice que donde hay una necesidad hay un derecho, pero se olvida que ese derecho alguien lo tiene que pagar, cuya máxima expresión es esa aberración llamada justicia social”.
Desde la noche del domingo, el caballo de Troya tiene media trompa adentro.
Es casi domingo de medianoche, pero en la Argentina nadie se duerme temprano. La tendencia de la contabilidad electoral ya es irreversible. Sólo faltan las palabras de los ganadores y de los perdedores. Los televisores siguen prendidos. Los canales saltan de un búnker a otro. Mauricio Macri, expresidente y...
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