carta abierta
Roger Waters: deja de negar las atrocidades cometidas por Hamás el 7 de octubre
Cualquiera que se escandalice por las escenas de destrucción en el hospital Shifa no puede dejar de escandalizarse al ver Beeri y el parque en el que se celebró la fiesta
Gideon Levy (Haaretz) 21/11/2023

Las cámaras de uno de los kibbutz atacados el 7 de octubre captaron la entrada de los milicianos de Hamás. / Sky News
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Estimado Roger:
Me permito escribirte una carta abierta a raíz de las palabras que proferiste acerca de la guerra, palabras que provocaron una oleada de duras críticas en Israel, en las que te tachaban de antisemita. No mereces tales críticas. En una entrevista que concediste la semana pasada al periódico argentino Página 12, sostenías que sabes lo que siente tu corazón. Dijiste: “No he tenido un solo pensamiento antisemita en toda mi vida”.
Yo tampoco he percibido nunca que circulara por tu sangre ni un rastro de antisemitismo. Eras y sigues siendo el gran Roger Waters, el artista y hombre sensato e inspirador. Sin embargo, en esta ocasión, te equivocas.
El Dr. Eran Naftali, profesor de Física de la Universidad de Tel Aviv, al que no conozco, me facilitó el intercambio de palabras que mantuvisteis. Redactaste unas tajantes aseveraciones sobre lo que Israel está haciendo en Gaza al afirmar que “Israel no tiene derecho a poner una multa de aparcamiento en Gaza, y mucho menos a cometer un genocidio”, y yo no podría estar más de acuerdo contigo.
El 7 de octubre se cometió una atrocidad como nunca hemos visto en la sangrienta historia de este conflicto
E inmediatamente después repetiste lo que habías manifestado en entrevistas anteriores, que “no conocemos todos los detalles de lo que ocurrió el 7 de octubre. En mi opinión todos los informes son sospechosos. Los informes israelíes contienen descripciones de bebés decapitados, de muchas mujeres violadas y quemadas hasta quedar irreconocibles… ¿Sospechosos? Estos primeros relatos fueron totalmente desacreditados, pero el daño ya estaba hecho. Ahora sabemos más”.
Añadiste que “también hay muchas pruebas de que las FDI [Fuerzas de Defensa de Israel], al llegar tarde a la batalla, masacraron indiscriminadamente a amigos y enemigos por igual… Además, hablando de cosas sospechosas, ¿por qué las FDI no los oyeron llegar? No sé lo que pasó realmente, pero tengo curiosidad. ¿Es la curiosidad un crimen?”.
Y terminaste con lo que yo también creo de todo corazón, a saber, que “el dolor insoportable permanecerá hasta que Israel, Estados Unidos y el resto de las naciones cómplices acepten y apliquen la igualdad de derechos humanos, civiles y religiosos para todos nuestros hermanos y hermanas, independientemente de su etnia, religión o nacionalidad, desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo y, con suerte, más allá”.
Quisiera detenerme en las insistentes dudas que planteas en relación con los sucesos del 7 de octubre. Allí se cometió una atrocidad, Roger, una atrocidad como nunca hemos visto en la sangrienta historia de este conflicto. Esta atrocidad tiene un contexto, que es el bloqueo criminal y el fundamentalismo religioso surgido a su sombra, pero ningún contexto del mundo puede justificar semejante barbarie.
No me baso en los informes israelíes, de los que dudas, a veces justificadamente. Fui al kibutz Beeri la mañana siguiente a la masacre, y al lugar de la fiesta de baile al aire libre en el parque Reim, a la ciudad de Sderot y al kibutz Nir Oz. Lo vi todo con mis propios ojos. Vi los regueros de sangre, las casas quemadas, los cadáveres esparcidos por todas partes y el olor a muerte. Fue horrible. Ninguna persona ni ningún país se merecían algo así.
En las modestas salas de estar de Beeri probablemente había muchos discos de Pink Floyd; algunas de las víctimas crecieron con “The Dark Side of the Moon”. En esos lugares donde se cometieron esas masacres, tu persona y la música creada por ti eran muy admirados. Uno no puede hacerse el inocente y poner en duda la magnitud de la maldad cometida allí.
Ni siquiera importa cuántas mujeres fueron violadas y si los bebés fueron decapitados. Fue una matanza cruel, indiscriminada, un asesinato deliberado de inocentes, de ancianos y mujeres, hombres y niños, gente que iba a divertirse y kibutzianos que leían Haaretz y creían en la paz con Gaza.
Soy la última persona que trata a la ligera los crímenes de Israel, incluidos los que está cometiendo ahora en Gaza. Merecen la crítica más feroz y ser castigados. Pero dudar de lo que ha ocurrido es claramente inmoral. Cuando finalices tu asombrosa gira mundial de conciertos; cuando termines de celebrar tu 80 cumpleaños y te hayas convertido en la brújula moral de millones de personas, no puedes dejar de reconocer abiertamente lo ocurrido en el sur de Israel, sin reserva alguna.
Una atrocidad no justifica otras. Cualquiera que se escandalice por las escenas de destrucción en el hospital Shifa, como yo, no puede dejar de escandalizarse al ver Beeri y el parque en el que se celebró la fiesta.
En el verano de 2015, los dos nos sentábamos descalzos en tu casa, a altas horas de la noche. Improvisaste tu maravillosa “Wish You Were Here” (“Ojalá estuvieras aquí”). Ojalá estuvieras aquí, querido Roger. Te llevaría y te enseñaría las espantosas vistas del sur, y después iríamos juntos a Gaza y veríamos las espantosas vistas de allí. El horror está tanto aquí como allí. Tienes que reconocerlo.
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Este artículo se publicó en Haaretz, el 19 de noviembre.
Traducción de Paloma Farré.
Estimado Roger:
Me permito escribirte una carta abierta a raíz de las palabras que proferiste acerca de la guerra, palabras que provocaron una oleada de duras críticas en Israel, en las que te tachaban de antisemita. No mereces tales críticas. En una
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