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Movimiento 5 Estrellas

Cerdeña, una piedra en el zapato de Meloni

La candidata de centroizquierda se impone a la derecha extrema en las elecciones sardas. La primera ministra, que había llenado la isla de carteles con su foto, sufre la primera derrota en la urnas y en su plan para ‘orbanizar’ Italia

Steven Forti 28/02/2024

<p>Giorgia Meloni. / <strong>Luis Grañena</strong></p>

Giorgia Meloni. / Luis Grañena

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La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, tiene que tragarse el primer sapo, electoralmente hablando. Su ascensión a los cielos de la política italiana, supuestamente imparable, ha tropezado con la voluntad de los ciudadanos sardos. En las elecciones regionales celebradas el domingo 25 de febrero, la candidata del centroizquierda, Alessandra Todde, ha derrotado por un puñado de votos al candidato de la derecha extrema, Paolo Truzzu. ¿Es Cerdeña, pues, la tumba de Meloni? O, por lo menos, ¿es el síntoma de que algo está cambiando por debajo de los Alpes? Sería apresurado y exagerado afirmar algo así. Sin embargo, es evidente que la derrota sarda es una piedra en el zapato de Meloni en su plan para orbanizar Italia. Vayamos por partes.

No cabe duda de que, sobre todo simbólicamente, la de Todde es una victoria importante. No es solo la primera derrota significativa de la coalición liderada por Hermanos de Italia (HdI) tras la formación del Gobierno Meloni en octubre de 2022, sino que es también la primera vez que el centroizquierda le arrebata una región a la derecha desde 2015. Así, como lo oyen. De las veinte regiones italianas, el centroizquierda gobierna solo en cuatro –Emilia-Romaña, Toscana, Campania y Apulia–, a las que ahora se suma Cerdeña. Por otro lado, es la primera vez en toda su historia que la isla tiene una presidenta mujer. Por último, es también la primera vez que el Movimiento 5 Estrellas (M5E) consigue la presidencia de una región. 

Es la primera vez en toda su historia que la isla tiene una presidenta mujer

Con un pasado en el mundo empresarial, Todde se acercó a los grillini hace un lustro: subsecretaria en el Gobierno Conte y viceministra de Desarrollo Económico en el ejecutivo liderado por Mario Draghi, la nueva presidenta sarda es una de las dirigentes del M5E más cercanas al expresidente del gobierno Giuseppe Conte. Fue el líder grillino, que desde 2020 ha virado el partido hacia la izquierda, el que consiguió imponerla como candidata de la coalición formada por el M5E, el PD y la Alianza Verdes Izquierda (AVI), es decir, lo que queda a la izquierda del PD. La apuesta le salió redonda y ahora todos lo celebran. 

Ahora bien, la victoria de Todde es ajustadísima: cuando faltan aún veinte mesas por escrutar, la ventaja es de tan solo 2.615 votos. Aunque a regañadientes, y con amenazas de recursos a los tribunales al estilo de Trump, tanto Truzzu como Meloni han acabado reconociendo la derrota. No debería haber sorpresas de última hora. Además, el estrecho margen no comporta problema alguno para la gobernabilidad, ya que la ley electoral vigente otorga una amplia mayoría en escaños al ganador. Al ajustado triunfo hay que añadir un hecho: la verdadera ganadora ha sido una vez más la abstención, que ha rondado el 48%. Si bien no es una novedad, esto nos muestra que no ha habido una movilización popular contra Meloni. A casi la mitad de la población la política le trae sin cuidado, o le parece que ninguna propuesta merece el esfuerzo de levantarse del sofá. Los votantes de la coalición de centroizquierda son, más o menos, los mismos de hace cinco años, si sumamos los votos que en 2019 obtuvieron el candidato del PD y el del M5E, que se presentaron por separado. ¿Qué ha cambiado, entonces? O, dicho de otra manera, ¿cuáles han sido las claves que explican la victoria de Todde?

La victoria de Todde es ajustadísima: cuando faltan aún veinte mesas por escrutar, la ventaja es de tan solo 2.615 votos

Las tres enseñanzas sardas

Cerdeña nos deja tres enseñanzas que convendría tener bien grabadas en la cabeza de cara al futuro. También por estos lares. 

Primero, votar es importante. Siempre. Cada voto cuenta. Si tan solo 3.000 ciudadanos sardos se hubiesen quedado en casa porque pensaban que los políticos son todos iguales, o porque estaban convencidos de que no había partido, ahora Meloni estaría celebrando su victoria, repitiendo como un loro que el pueblo italiano está con ella. Esos 3.000 votos escasos han marcado la diferencia. 

Segundo, las reglas del juego cuentan también. Muchísimo. Hablando en plata: si no se estudia con lupa la ley electoral y se actúa en consecuencia, es muy fácil regalarle una victoria al adversario o, aún más, suicidarse políticamente. Puede parecer aburrido, pero la política va también de esto. Veamos en detalle el caso sardo. 

En las elecciones generales de 2022, la coalición que se llama eufemísticamente de centroderecha, es decir, la que está formada por Hermanos de Italia, la Liga de Matteo Salvini, Forza Italia y algunos partidos menores, arrasó al llevarse siete de los once diputados elegidos en la región, frente a los dos del centroizquierda –formado en aquel entonces por el PD, AVI y +Europa de Emma Bonino– y los dos del M5E. Dejemos ahora de lado el Tercer Polo de Matteo Renzi y Carlo Calenda, que tanto en 2022 como ahora se ha presentado en solitario: en estas regionales apoyó a otro candidato, Renato Soru, que con el 8,6% de los votos estuvo a punto de regalarle la victoria a Truzzu. 

Votar es importante. Si tan solo 3.000 ciudadanos sardos se hubiesen quedado en casa, ahora Meloni estaría celebrando su victoria

Si en 2022 PD, M5E y AVI se hubiesen presentado en coalición, otro gallo habría cantado: sumados, obtuvieron 334.000 votos, frente a los 277.800 de la derecha extrema. Según la ley electoral, un verdadero oprobio democrático, el 37% de los parlamentarios son elegidos con el sistema mayoritario en colegios uninominales: el primero se lo lleva todo. Yendo por separado frente a una derecha unida, perdieron todos los escaños de los colegios uninominales. En las regionales el sistema no es igual, pero tiene también una inclinación mayoritaria. Por un lado, hay un umbral del 10% para las coaliciones, lo que explica que Soru no haya elegido ningún representante en la asamblea regional. Quien lo ha votado, ha tirado su papeleta a la basura. Por otro lado, al candidato más votado se le otorga un premio de mayoría –el 60% de escaños si ha obtenido más del 40% de los votos– que le garantiza gobernar cómodamente durante toda la legislatura. Es decir, no solo Meloni celebraría la victoria de Truzzu si esos 3.000 sardos se hubiesen quedado en casa, sino que lo haría igual si el PD y el M5E hubiesen ido por separado. 

La tercera lección, mirando al lado derecho del espectro político, es que humillar a los aliados es contraproducente, así como apropiarse de la campaña electoral, como hizo Meloni, sobre todo cuando se vota en ámbito local o regional. La primera ministra cometió varios errores. 

En primer lugar, tras un tira y afloja que duró varios meses, impuso por la fuerza a su candidato, Truzzu, alcalde de Cagliari, frente al presidente saliente, Christian Solinas, el hombre de Salvini en la región. Teniendo en cuenta la correlación de fuerzas dentro de la coalición ultraderechista, a Meloni no le faltaba razón: desde 2022, Hermanos de Italia (HdI) es con diferencia el partido más poderoso, mientras que la Liga es la sombra de la sombra de lo que fue hace un lustro. El partido de Salvini no llegó al 4% de los votos y a nivel nacional se mueve en una horquilla entre el 6 y el 9%, cuando HdI ronda el 30%. En resumidas cuentas, Meloni quería poner las cosas en su sitio. Sin embargo, a los liguistas, y sobre todo a sus aliados del Partido Sardo de Acción (PSdA) de donde proviene Solinas, el ‘ordeno y mando’ no les ha gustado. Según los primeros análisis postelectorales, ha habido unos 5.000 electores de la Liga y el PSdA que han votado a sus partidos, pero no han marcado la casilla de Truzzu como presidente. Y esto nos lleva, una vez más, a la importancia de las reglas del juego. La ley electoral para las regionales prevé lo que se llama panachage. Es decir, el elector puede emitir dos votos en una misma papeleta: uno para una lista o partido y otro para un candidato a presidente, que también puede pertenecer a una lista diferente. Algunos liguistas y sardistas se la tenían jurada a Meloni y se tomaron su revancha el domingo. 

Meloni llenó Cerdeña de carteles electorales con su imagen. Lo que se enseña en primero de carrera es que no se debe jamás humillar a los territorios

En segundo lugar, Meloni personalizó la campaña y llenó Cerdeña de carteles electorales con su imagen. Lo que se enseña en primero de carrera de políticas es que no se debe jamás humillar a los territorios. Conte y Elly Schlein, secretaria del PD, le dejaron el protagonismo a Todde, evitando elegir una candidata a última hora o poner a un dirigente nacional que nada tiene que ver con la región. Meloni convirtió el voto en una especie de referéndum sobre su Gobierno. Además, la donna d’Italia eligió a un candidato que en Cagliari no quieren ver ya ni en pintura. En la ciudad de la cual es todavía alcalde, Truzzu, famoso por un tatuaje que luce en su brazo en el que se lee ‘Trux’–un juego de palabras entre su apellido y la palabra ‘Dux’, en referencia a Mussolini–, perdió con una diferencia de doce puntos porcentuales. La falta de dirigentes es el punto más débil de Hermanos de Italia y, al fin y al cabo, de toda la derecha en ámbito local: entre 2019 y 2022, unos candidatos poco creíbles o, directamente, ridículos le granjearon sonadas derrotas en la mayoría de los municipios, empezando por Milán y Roma. 

La hibris de Meloni

Dicho todo esto, entenderán que es arriesgado afirmar que en Italia el viento ha cambiado. Sencillamente, ha habido quien ha metido la pata y quien ha intentado dejar de suicidarse. Meloni ha pecado de hibris, ese concepto tan querido por los antiguos griegos que significa arrogancia. El tiro le ha salido por la culata. No puede ser ya la reina absoluta, como le hubiera gustado, sino una monarca medieval que debe cuidar de sus feudatarios y concederles algo para evitar que se rebelen. Aunque no pueden celebrarlo descorchando botellas de cava, Salvini y Antonio Tajani, sucesor de Berlusconi en Forza Italia, sonríen al menos un poquito: saben que ahora dentro de la coalición de ultraderecha, Meloni es un pelín más débil y tendrá que hacerle más caso. 

Empieza ahora una ronda de elecciones regionales: el 10 de marzo se vota en los Abruzos, el 21 de abril en Basilicata y luego en Umbría y Piamonte, lugares donde gobierna la derecha extrema. Sin contar con las europeas del mes de junio y, obviamente, el día a día en el Gobierno del país. De fondo, además, existe la posibilidad de que se permita a los presidentes regionales presentarse para un tercer mandato, batalla que está librando, de momento sin éxito, Salvini. Según la ley, en Véneto y Friuli-Venecia Julia, los dos presidentes liguistas, Luca Zaia y Massimiliano Fedriga, no podrían volver a presentarse. Salvini presiona y amenaza con rupturas, pero Meloni no cede por el momento. ¿La derrota sarda le hará cambiar de idea a la líder de Hermanos de Italia?

El centroizquierda ha entendido finalmente que solo con una coalición amplia puede pararle los pies al plan meloniano

Por su parte, el centroizquierda ha entendido finalmente que solo con una coalición amplia puede pararle los pies al plan meloniano de convertir, pasito a pasito, Italia en una emulación de la Hungría de Orbán. No era muy difícil, en realidad: bastaba con echar una ojeada a las reglas del juego. O el PD y el M5E colaboran, dejando de lado sus antipatías, sus peleas y sus incomprensiones, o Italia se va a convertir, gradual y paulatinamente, en una democracia iliberal. Esto no moviliza a los millones de italianos que no quieren saber nada de la política, pero puede ser suficiente para salvar los muebles o, al menos, puede ser un primer paso para darle la vuelta a la tortilla. De hecho, en los Abruzos, región gobernada por un dirigente de HdI muy cercano a Meloni, Luca Marsilio, el candidato de centroizquierda, Luciano D’Amico, es apoyado por PD, M5E, AVI y también los centristas de Renzi y Calenda. ¿Será suficiente? Obviamente, no se trata solo de juntar siglas, sino de construir una alternativa creíble en cada territorio. Veremos.

Una ultraderechista pragmática

Dirán que soy un exagerado y que veo a Orbán en todos lados, pero a los hechos me remito. En un año y medio de gobierno de Meloni ha habido un recorte de derechos bajo el imperecedero lema de la ley y el orden y se ha producido una ocupación manu militari de la televisión y la radio pública, convertida en una especie de boletín del ejecutivo. Los ataques a la independencia de la magistratura han sido constantes y la criminalización de las protestas, el pan de cada día. Las imágenes de la policía pegando porrazos a estudiantes menores de edad, que se manifestaban pacíficamente en Pisa para pedir la paz en Gaza, llevaron incluso al presidente de la República, Sergio Mattarella, a enviar un inusual mensaje al ministro del Interior. “La autoridad de la policía”, afirmó Mattarella, “no se mide con porras sino por la capacidad de garantizar la seguridad y al mismo tiempo proteger la libertad de expresar opiniones públicamente. Con los muchachos, las porras expresan un fracaso”. 

Además, Meloni está sacando adelante su proyecto de reforma constitucional con carácter presidencialista que sustraería las competencias que la Constitución otorga al presidente de la República, centralizaría el poder en el ejecutivo, convirtiendo el Parlamento en una cáscara vacía, impediría un cambio de mayorías durante la legislatura y otorgaría a la coalición ganadora un premio del 55% de los escaños en las dos cámaras. Miren lo que hizo Orbán tras su regreso al poder en 2010 y verán que no hay muchas diferencias.

Comparada con el déspota de Budapest, sin embargo, la primera ministra italiana está jugando muy bien sus cartas a nivel internacional

Comparada con el déspota de Budapest, sin embargo, la primera ministra italiana está jugando muy bien sus cartas a nivel internacional. La coyuntura creada tras la invasión rusa de Ucrania se lo facilita. La líder de Hermanos de Italia, a la sazón presidenta del grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos, se lleva estupendamente con Ursula von der Leyen y ha conseguido ser considerada una aliada fiable por Washington. El lunes 26 de febrero, Meloni, que preside este año el G7, viajó a Kiev para reunirse con Zelensky y en unos días volverá a verse con Biden en Washington. Repitámoslo una vez más: Meloni no se ha moderado, sigue siendo la ultraderechista de antaño, admiradora y amiga de Orbán, aliada de Trump, Bolsonaro, Abascal y ahora también de Milei. Simplemente, ha entendido que hay líneas rojas –el atlantismo y un europeísmo más bien retórico– que no le conviene traspasar. No es moderada: es pragmática. Y lista. Ha visto que se le ha abierto una puerta delante. ¿El objetivo? Tocar poder en Bruselas. O, al menos, influir en él, con permiso de populares y liberales. 

En resumidas cuentas, Meloni sigue teniendo la sartén por el mango y Hermanos de Italia sigue siendo con diferencia el primer partido en todos los sondeos. Asimismo, no ha habido una verdadera movilización de la población italiana frente al riesgo de la deriva autocrática que está sobre la mesa y las oposiciones siguen peleadas y divididas: a nivel nacional, una alternativa seria y creíble aún no existe. Ahora bien, Cerdeña debería servir para cambiar el chip. Si se tienen en cuenta las enseñanzas de estas elecciones regionales, quizás el viento puede cambiar de verdad. 

La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, tiene que tragarse el primer sapo, electoralmente hablando. Su ascensión a los cielos de la política italiana, supuestamente imparable, ha tropezado con la voluntad de los ciudadanos sardos. En las elecciones regionales celebradas el domingo 25 de febrero, la...

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Autor >

Steven Forti

Profesor de Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona. Miembro del Consejo de Redacción de CTXT, es autor de 'Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla' (Siglo XXI de España, 2021).

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