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Poco se habla de política portuguesa en el entramado mediático español, y cuando eso sucede, se hace desde el exotismo y alguna condescendencia, lo que acaba nublando cualquier análisis. A esta altura, pocos lectores habrán tenido la ocasión de informarse en periódicos o canales generalistas sobre la convocatoria anticipada de elecciones legislativas para este domingo 10 de marzo, y mucho menos sobre el transcurso de la campaña electoral o los posibles escenarios parlamentarios posteriores.
A las puertas de la conmemoración de los 50 años de la Revolución de los Claveles, del 25 de abril de 1974 –que puso fin a la dictadura corporativista y filofascista del Estado Novo–, se abre la posibilidad que una fuerza de derecha radical pueda condicionar la gobernabilidad de la República. Dos años después de que el Partido Socialista (PS), de centro, de la mano de António Costa, obtuviera una sorpresiva mayoría absoluta en la Assembleia da República a costa precisamente de la explotación de ese miedo, Portugal se encuentra en una encrucijada incierta.
Los comicios de este domingo consistirán, por un lado, en una clásica pugna entre los dos pilares del bipartidismo –PS y la coalición derechista encabezada por el PSD, Aliança Democrática (AD)– y su capacidad de establecer alianzas en sus respectivos campos ideológicos. No hay muchas esperanzas para los partidos de izquierda –Bloco de Esquerda (BE), Partido Comunista Português (PCP) y Livre–, más allá de influir sobre un gobierno del PS. Por otro lado, se pondrá a prueba el sistema electoral portugués que, como el español, dificulta la consolidación de terceras fuerzas, si el ultraconservador Chega (Basta) sobrepasase el 15%, escenario que no descartan los sondeos.
Corta mayoría socio-liberal: dimisiones y movilización social
A pesar de contar con mayoría absoluta, el gobierno de António Costa (PS) no ha conseguido dar respuesta a las necesidades de la mayoría social del país. Estos dos años de legislatura se han caracterizado por un goteo de dimisiones de ministros por escándalos públicos y también por una constante movilización sindical y popular provocada por el estado crítico en el que se encuentran el Serviço Nacional de Saúde y la enseñanza pública o la insostenible presión inmobiliaria que sufren las áreas metropolitanas –y que se está expandiendo a ciudades medianas–.
Es curioso el aura con la que cuenta Costa entre la progresía española, que todavía vive del rédito simbólico del acuerdo de 2015, con el que el BE y la CDU (PCP+Verdes) dieron estabilidad parlamentaria al PS a cambio de revertir los recortes. Apodado maliciosamente como Geringonça (cachivache), este acuerdo de apoyo parlamentario –que no de gobierno– permitió al PS comandar el país durante la legislatura 2015-2019, sucediendo el gobierno de la austeridad de PSD+CDS (2011-2015). Como buen partido “socialdemócrata” europeo, la gobernanza del PS, desde que en 2019 renunció a cualquier pacto con la izquierda, ha consistido en la aplicación de recetas socio-liberales enfocadas hacia la colaboración público-privada y en una tibia regulación del mercado basada en incentivos sobre los privados.
Tan solo cuando las fuerzas de izquierda tienen cierta capacidad de influencia, sea institucional o popular, el PS se ha visto presionado a revertir parcialmente la degradación de los servicios públicos provocada por la Troika. Es en esta lógica en la que se han movido durante los últimos años los partidos de izquierda, BE, PCP y, desde su aparición, Livre. Así, a pesar del capital político acumulado desde las movilizaciones antiausteridad, los dos principales partidos de la izquierda (BE y PCP) no se encuentran en su mejor momento.
La Aliança Democrática aspira a disputar la primera plaza al Partido Socialista y a gobernar plácidamente con los turboliberales de Iniciativa Liberal
Fragmentación y metamorfosis derechista
Ante la desesperanza en el futuro y la volatilidad social a la que la postmodernidad somete nuestros tiempos, todo lo clásico vuelve en forma vintage como un pilar de estabilidad a la que aferrarse. En este contexto cultural, el Partido Socialdemócrata (PSD), como partido insignia de la derecha portuguesa, ha decidido recuperar como marca electoral la histórica Aliança Democrática (AD), que en 1979 llevó a Sá Carneiro (PSD) a ser primer ministro con mayoría absoluta, y reelegido en 1980. La AD consiste en una coalición de toda la derecha tradicional institucionalizada, con la que el PSD suma a los conservadores históricos, hoy extraparlamentarios, del Centro Democrático Social (CDS) y el Partido Popular Monárquico (PPM).
De esta manera, la AD aspira a disputar la primera plaza al PS y a gobernar plácidamente con los turboliberales de Iniciativa Liberal (IL), muy beligerantes con la iniciativa pública que sostiene el Estado del bienestar. Esta es una fórmula difícilmente posible más allá de los sueños de su candidato Luís Montenegro (PSD), pues para que la derecha gobierne, será necesario contar con el partido de formas trumpistas Chega, en crecimiento regular desde que entró en el parlamento (2019: 1,9%; 2022: 7,8%). Así, los resultados pueden alinear una derecha que empezó a fragmentarse –no a descomponerse– a partir del momento en que la Geringonça incapacitó a Passos Coelho (PSD) para revalidar su gobierno de austeridad en 2015.
Cientos de carteles pidiendo ir a votar a la ciudadanía adornan los muros de Lisboa, 8 de marzo. / David Lloberas
De hecho, en esta campaña la AD está sacando del sarcófago a antiguos líderes del PSD y CDS, predecesores del discurso político de Chega, que, como Vox en el Estado español, no surge del vacío y ya tuvo cabida en los partidos tradicionales. Chega es un partido de derecha radical –circunstancialmente adscrito a nivel europeo a Identidad y Democracia (ID)– que demagógicamente se define como “anti-establishment” y que copia descarademente fórumulas nacional-populistas globales para establecer una serie de enemigos de la nación: los políticos y su supuestamente intrínseca corrupción, los beneficiarios de ayudas sociales, el “marxismo cultural” y la “corrección política”. En este sentido, su líder, André Ventura, antiguo tertuliano televisivo en programas futbolísticos, se hizo famoso por su discurso discriminatorio contra los gitanos como candidato municipal del PSD en 2017.
Incertidumbre en los 50 años de la Revolución
Está claro que la izquierda necesita un impulso, aunque no haya recetas mágicas para conseguirlo. La histórica fractura entre el Bloco (BE) y el Partido Comunista (PCP) es anterior a la propia fundación del primero en 1999, como espacio amplio de la izquierda alternativa. La diversidad en la oferta no lleva asociada la identificación del elector con sus programas, a pesar del momento de descontento popular. Quizás la unidad de acción sea más útil que fidelizarse a agendas propias.
Existe un consenso en la derecha alrededor de la mercantilización del Estado del bienestar, con la concertación de servicios de salud y educativos
Por otro lado, Livre, una izquierda verde y europtimista, que aspira a consolidarse como un agente clave del progresismo portugués, ha hecho pivotar su campaña alrededor de media docena de puntos programáticos comunes en formaciones homólogas europeas –transición energética y transportes, jornada laboral de 4 días, jóvenes y salud mental, etc.–. Sin embargo, la imagen de joven renovador que se ha creado alrededor del candidato del PS, Pedro Nuno Santos, antiguo ministro de António Costa, y dimitido en este mandato, puede llevar a absorber bolsas de votantes de izquierdas que todavía compren el discurso de “que viene el lobo”, que tanto favoreció a su antecesor. No sé si les suena…
De momento Chega ya ha conseguido derechizar el tono de Luís Montenegro (PSD), candidato de la AD, que hasta ahora se ha mostrado reticente a acuerdos postelectorales con los ultraconservadores. Por ese mismo motivo, dependiendo de la aritmética parlamentaria, no sería descartable un golpe interno que lleve al frente de la AD a alguien con mayor apertura para entenderse con Ventura (Chega). Existe un consenso en la derecha alrededor de la liquidación más o menos acelerada de empresas públicas como la Caixa Geral de Depósitos o la aerolínea TAP, además de la mercantilización del Estado del bienestar, con la concertación de servicios de salud y educativos, o a través de cheques-servicio.
Habrá que esperar hasta el domingo para saber si Portugal continúa con un gobierno del Partido Socialista, esta vez obligado a contar con un apoyo de la izquierda cuyo formato todavía se desconoce. O, por otro lado, si el revival de la Aliança Democrática consigue sumar algún tipo de mayoría con Iniciativa Liberal. ¿A qué precio estos partidos estarán dispuestos a pagar la imagen de que Chega, a las puertas de los 50 años de la Revolución de Abril, sostenga el XIV Gobierno Constitucional?
Poco se habla de política portuguesa en el entramado mediático español, y cuando eso sucede, se hace desde el exotismo y alguna condescendencia, lo que acaba nublando cualquier análisis. A esta altura, pocos lectores habrán tenido la ocasión de informarse en periódicos o canales generalistas sobre la convocatoria...
Autor >
David Lloberas Lafuente
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