CARTA A LA COMUNIDAD
Contra la colaboración público-privada con los medios mezquinos
Emilio de la Peña 8/04/2024
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Dirigirme a quienes leen habitualmente esta publicación es siempre difícil para mí porque, salvo que aporte datos o análisis económicos, que suele ser lo mío, poco puedo decirles que no sepan tan bien o mejor que yo. Y menos aún si se trata de convencerles de lo que ya saben y de lo que posiblemente ya estén convencidos.
No es por ser un cascarrabias negativo, pero una mirada a nuestro alrededor es la manera más eficaz para darnos cuenta de que, si no nos agrupamos para compartir lo que pasa cada día, nos moriremos de asco o de desesperanza. Y no digo agruparse en torno a un partido político o a un club de fútbol, sino en torno a un medio que no solo no nos engañe, sino que además nos haga pensar críticamente. En mi caso, es imprescindible para dar sentido a una vida profesional de cuarenta años como periodista. De no revolverme y ser crítico con esta labor, pierdo el poco equilibrio que me queda y puedo caer al vacío.
Digo todo esto para que no dejéis de leer CTXT, pero también para buscar una explicación a investigaciones periodísticas como la que acaba de publicar este medio sobre el mercado madrileño de los bulos, que cotizan como los títulos financieros en la Bolsa o las frutas y verduras en un mercado mayorista de abastos. Escuché decir a una frutera, que diariamente visitaba Mercamadrid, que la fruta es la actividad comercial en la que se obtiene más margen como intermediario. Pero no creo que sea cierto. Lo debía de decir porque no conocía el mercado más simple y burdo de la información. Aquí no hay que sembrar y recolectar, ni enviar camiones de un lugar a otro. Ahora ya, con la información online, basta con inventar una noticia, esto es, lanzar un bulo que favorezca al poder, para obtener un rédito de porcentaje incalculable.
Los que vivimos en Madrid lo sabemos desde que una inmoral con todos los rasgos de analfabeta está en la cúspide política de nuestra región. Pero no es sólo esta comunidad. Cualquier lugar, o cualquier vehículo de comunicación de masas, está afectado por ese mal. Los medios, a los que se supone imprescindibles para el conocimiento de la realidad social más allá de nuestra calle, para ejercer el control sobre el poder político y económico, han transmutado de instrumentos al servicio de los lectores, oyentes o televidentes (o al menos así se les suponía) en medios para el control de los ciudadanos. Randolph Hearst y Joseph Goebbels, cada uno en su escenario social y político, lo sabían muy bien. No todos los medios están comprendidos en este capítulo siniestro, claro está: lo absoluto no existe en ninguna cosa. Esto afecta a los medios cuanto mayores son, porque su tamaño es directamente proporcional al poderío de su propietario. Hay también medios de alcance y volumen limitado que comen las migajas de la mentira. Su base de negocio suele estar en ese caso en las regalías de gobiernos corruptos como el de Isabel Díaz Ayuso. Y hay, por el contrario, medios independientes y modestos que se revuelven ante tanta desvergüenza y tratan de sobrevivir sin recurrir al engaño ni al adormecimiento moral.
Precisamente esta última semana se ha despejado uno de los más sobresalientes casos de colaboración “público-privada” entre medios de comunicación y judicatura. El juez instructor ha sobreseído la imputación contra Mónica Oltra, la líder de la izquierda valenciana y vicepresidenta del Gobierno de la Comunidad Valenciana en coalición con el PSOE. Lo fue hasta el año 2022, cuando eso que denominan “justicia” la acusó de haber colaborado en la ocultación de pruebas que pesaban sobre su exmarido en un caso de abuso a una menor. La presión de los medios, incluidos algunos pretendidamente cercanos a la izquierda, que pedían su cabeza, la acción de políticos de extrema derecha y de derechas y alguno que otro pretendidamente de izquierdas, y sobre todo la vergonzosa actuación judicial, que sin el menor indicio siquiera, la acusaron, lograron lo que tantas otras veces: falsear la verdad y torcer la voluntad popular cuando no es del gusto de los poderosos. Un caso más del que saldrán indemnes los muñidores de tal ruindad. Todo esto, insisto, debería hacer que no nos quedemos de brazos cruzados.
Un abrazo
Emilio de la Peña
Dirigirme a quienes leen habitualmente esta publicación es siempre difícil para mí porque, salvo que aporte datos o análisis económicos, que suele ser lo mío, poco puedo decirles que no sepan tan bien o mejor que yo. Y menos aún si se trata de convencerles de lo que ya saben y de lo que posiblemente ya estén...
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Emilio de la Peña
Es periodista especializado en economía.
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