Mauro Entrialgo / Autor de ‘Malismo’
“Si alguien cogía a un rehén, Harry el Sucio no disparaba. Y era Harry el Sucio”
Ricardo Aguilera 22/10/2024
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Que Mauro Entrialgo (Vitoria-Gasteiz, 1965) es un humorista de altura es algo incontestable. Autor de decenas de cómics, ahora nos sorprende con un libro de reflexión sociológica: Malismo, un ensayo donde afronta el reto de poner nombre, por fin, a una lacra que viene encanallando la sociedad contemporánea. Ese nuevo concepto del “malismo” nace por contraposición al “buenismo”, que la RAE despacha, con alto grado de sesgo ideológico “malista”, como “actitud de quien ante los conflictos rebaja su gravedad, cede con benevolencia o actúa con excesiva tolerancia”. Y sin tolerancia alguna ante la maldad cotidiana, la perversidad como herramienta política o la crueldad como proyecto de una vida en común, Mauro Entrialgo ha resumido en su libro cuatro años de estudio riguroso de la actualidad en casi todos sus ámbitos.
¿Cuándo le empezó a llamar la atención el “malismo” circundante? ¿Quizás desde el “sin complejos” de Aznar?
Hay muchos “premalismos” en la comunicación política que ya vaticinaban lo que venía, pero yo creo que lo de Andrea Fabra [la diputada del PP exclamó “¡que se jodan!” cuando Rajoy anunció un recorte de las prestaciones por desempleo en 2012], al ser una burrada de bar dicha en el Congreso, llamó mucho la atención y generó oposición pública, aunque no llegó a nada, lo cual ya olía mal. Y de ahí llegamos a que un equipo de comunicación utilice el “malismo”, que es cuando Begoña Villacís [entonces vicealcaldesa de Madrid] destroza las chabolas y lleva a fotógrafos para poder presumir de ello. De tal forma que hoy en día, si vas al Congreso y cualquier diputado dice “que se jodan” no sale ni en los periódicos, porque la cantidad de barbaridades que se dicen... Imagínate un artículo sobre que “Fulanito ha dicho que se jodan”. Hombre, hoy en día todos han dicho “que se jodan” en algún momento, ¿no?
¿Cuál sería una definición somera del “malismo”?
Tengo muchas definiciones dependiendo de la situación, pero creo que la más breve es el subtítulo del libro: la ostentación del mal como propaganda. Luego se puede explicar más, de hecho, los dos lemas políticos del “malismo” que pillo como ejemplos en el libro, el “que te vote Txapote” y el “me gusta la fruta”, son muy distintos, pero ejemplifican diferentes configuraciones del “malismo”. Por ejemplo, el de “me gusta la fruta” lo encuentra Ayuso de casualidad, mientras que el “que te vote Txapote” está muy pensado. El de Txapote sí que tiene efecto y funciona porque consigue ganar unas elecciones municipales, mientras que el segundo no sirve, porque se encuentran con un problema grave, y es que cuando el “malismo” no está muy bien pensado puede ser contestado con otro “malismo”, como sucedió cuando Óscar Puente dijo: “Pues a mí me gusta la fruta muchísimo”.
¿Hay un “malismo” de izquierdas y un “malismo” de derechas?
Yo creo que el “malismo” es transversal, no es especialmente de izquierdas ni de derechas. Pero sí que es verdad que la ultraderecha contemporánea está intrínsecamente basada en estrategias “malistas”. En el resto del espectro ideológico es más anecdótico, aunque debido a que hay esta moda tan bestial, podemos encontrar casos en todas las ideologías. Pero hay una diferencia. El estilo del “malismo” de la izquierda se produce más en redes, en el entorno virtual y de forma anónima: dicen “a mamar”, y así no entran en el fondo del debate, sino en producir una gresca que evite el enfrentamiento ideológico. En el mundo público, político, obviamente, el malismo es patrimonio de la ultraderecha y de la derecha. Ahora, también lo que sucede es que siempre puede haber alguien más “malista” que tú. A Vox le ha pasado con Alvise. Siempre hay alguien que la dice más gorda: yo sí que no me callo nada, no como los de Vox, que a los cinco minutos de haber dicho que no se callaban nada tuvieron que callarse porque podrían perder votantes antivacunas si decían que ellos se vacunaban.
Siempre puede haber alguien más “malista” que tú. A Vox le ha pasado con Alvise
¿Hay un “malismo” inteligente y un “malismo” tonto?
No sé si lo llamaría inteligente o tonto, pero sí que hay un “malismo” hecho a propósito, con unas intenciones claras, que podríamos llamar el inteligente, que podría ser el de Miguel Ángel Rodríguez, porque muchas de sus tretas están pensadísimas. También podríamos hablar de un “malismo” inconsciente, por moda, que es tonto, como este tío que se grabó en la moto incumpliendo todos los límites de velocidad. De entrada vas a tener lo que buscas, mayor repercusión en redes, pero es un premio bastante tonto porque en algún momento va a llegar la policía y les has grabado pruebas de tus delitos.
¿Se usa el “malismo” para parecer más cercano, más humano?
Sí, más campechano, ¿no? Una de las justificaciones ha sido esa. Así dicen de ti que dices lo que piensas. Eso provoca más cercanía con el público, como lo de acudir siempre a la disculpa del sentido común, que luego resulta que es que alguien te pueda pegar y reventarte la cabeza. No, no es de sentido común porque eso lleva al hundimiento de una sociedad en la que hemos acordado unas reglas, ¿no?
Es tal el “malismo” que hay en todos lados, que en algún momento tienen que empezar a llamar la atención las buenas personas. Pero todavía no es así
En un sistema político basado en la competitividad y la iniciativa privada, ¿no es inevitable el “malismo”?
Obviamente el capitalismo y el protestantismo están en el origen de estas cosas, pero es que antes siempre callabas las cosas malas que tenías que haber hecho para ganar. Todos sabemos que alguien que tiene muchísimo dinero no ha llegado ahí haciendo solo bondades, pero si para mantener sus fortunas, o hacerlas más grandes, recurrían a delitos o estrategias no muy éticas, se las callaban, o las justificaban. Las justificaciones típicas del mal son “no había otro remedio”, “no sabía que iba a tener esa consecuencia” o “yo no sabía nada”, como Aguirre. Ahora Musk, cuando coge Twitter, al principio utiliza algunas justificaciones tradicionales como que llega a limpiarlo y a que todo el mundo pueda decir lo que quiera. Pero al segundo día que está en su poder ya empieza a usar técnicas “malistas” y no dice que se ve obligado a reconfigurar la estructura de la empresa. No, él directamente dice, he echado a 5.000 y mañana voy a echar a otros 5.000 y que se jodan. Ya el “malismo” entra directamente en sus justificaciones.
O sea, que hemos entrado en una espiral de competitividad por ser más malo…
La estrategia de hace 20 años era que si estoy compitiendo contigo necesito parecer más bueno, entonces hago greenwashing, publicito mi empresa como ecológica y digo que estoy a favor de la igualdad con las mujeres, aunque luego dentro haga lo que sea, pero la competencia me obligaba a parecer bueno. Y en cambio ahora ya no.
Estamos hablando entonces de la ruptura de una convención social.
Vamos hacia allí, es tal el “malismo” que hay en todos lados, que en algún momento tienen que empezar a llamar la atención las buenas personas. Pero todavía no es así, no funciona a la inversa. En el caso de Ángel Gabilondo, que iba de soso incluso en su campaña electoral, le dieron por todos los lados, pasó completamente desapercibido, de hecho las quejas que recibía eran de que no gritaba, no se quejaba casi. La gente podría haber dicho “mira, por fin un político sosegado que no busca el confrontamiento estúpido”. Pero creo que podríamos llegar en algún momento a esa situación.
En las redes se testan los “malismos” desde el anonimato, se pueden decir barbaridades y ver cuál funciona bien y cuál no
¿El “malismo” es una moda o una estrategia?
Las dos cosas, porque en algunos casos es una estrategia política, pero se ha convertido en una moda tal que hay gente que lo utiliza sin darse cuenta porque es el signo de los tiempos. Yo no creo que todos los nombres de establecimientos comerciales que juguetean con el mal hayan surgido porque la gente quiere presumir de ser un hijo de puta, pero hay esa moda. Si quieres poner un nombre a tu bar, y el de al lado se llama “El Embaucador” y el de enfrente “La Sinvergüenza”, pues al tuyo le pones “El Bastardo”. El “malismo” es una tendencia, de hecho la publicidad es a menudo “malista” porque está recogiendo lo que pasa en la sociedad. Eso indica claramente dónde está la moda.
¿Qué papel juegan las redes en esta moda, en esta tendencia?
En las redes se testan los “malismos” desde el anonimato, se pueden decir barbaridades y ver cuál funciona bien y cuál no, con cuál obtienes más relevancia, con cuál te puedes meter en un problema legal. Y una vez testadas, ya se dicen con nombre y apellidos en la vida pública. Ese creo que es el papel que juega la red.
En medios como el cine o las series, hace décadas que los malos molan más que los buenos…
Ha ido cambiando poco a poco, primero justificando la venganza, después aplaudiéndola directamente, y luego ya aunque no sea venganza. Recordamos muchas veces a Harry el Sucio como un personaje duro y malo, pero Harry el Sucio, si habían cogido a un rehén, no disparaba. Pero ahora ya estamos con la doctrina Aníbal de Israel: elimino un hospital entero porque igual hay alguien ahí. Harry el Sucio no hacía eso, y era Harry el Sucio. El otro día estaba viendo una de las del Señor de los Anillos, y hay un momento en que una elfa le pone un cuchillo en el cuello a un elfo malo que está dirigiendo a una horda de orcos. Y los orcos se paran. Y yo digo, a ver, los putos orcos no atacan a la elfa porque puede matar a su jefe. Pues entonces los orcos son más buenos que los sionistas. Los sionistas no hacen eso. Es la hostia. Los orcos, que eran lo peor, resulta que tienen comportamientos mejores.
¿Existe un “malísimo” aspiracional?
Por supuesto. Hay miles de chavales que quieren hacerse ricos y convertirse en Elon Musk, así que reproducen las actividades y la forma de ser del millonario malote porque creen que copiando sus costumbres se asemejan al millonario. Antes lo que se reproducía era la forma de vestir de la gente de arriba. Ahora ves que la gente de arriba lo que tienen es mala hostia y lo que copias es eso. Igual tú no eres tan malo, pero crees que para llegar a ser alguien con dinero tienes que imitar a los malos.
Ahora mismo alguien que cree en los chemtrails, en que la tierra es plana o en los ovnis, es de ultraderecha
En su libro no solo inventa el necesario neologismo del “malismo”, también hace descubrimientos estelares como el de los nazis del misterio. ¿Quiénes son?
Es el conjunto de intersección entre las gentes aficionadas a los misterios de todo tipo, para-ciencias, ovnis, caras de Bélmez, y la ultraderecha. No es algo nuevo, porque los nazis buscaban el Santo Grial, pero sí que es nuevo que haya tantos. Esto ha ido evolucionando. Antes conocías a alguien que le gustaba el tarot o creía en una energía positiva de no sé dónde, y no se sabía muy bien su ideología política, pero se asociaba a una difusa idea de izquierda. Ahora mismo alguien que cree en los chemtrails, en que la tierra es plana o en los ovnis, es de ultraderecha. Hemos pasado de un lado a otro con una rapidez increíble. Yo los llamo los nazis del misterio. Son distintas sectas de ultraderecha. Con la pandemia, ya era un descojono. Veías una manifestación de fachas y unos decían: “Nos están engañando, no ha muerto nadie”. Y en la misma manifestación había otro que decía: “Nos están engañando, han muerto cinco veces más”. Y dices, podéis opinar los dos, pero ¿por qué vais en la misma manifestación?
¿Qué diferencia hay entre entre el “malismo” y el gamberrismo de toda la vida?
Es algo parecido, lo que pasa es que el gamberrismo es una pequeña maldad, mientras que el “malismo” engloba desde gamberradas hasta crimen. Mi personaje Herminio Bolaextra se mea en el portal de tu casa, pero no le vende preferentes a tu madre; rompe el mobiliario urbano, pero no vende tu barrio entero a fondos buitres. En cualquier caso, sí que es cierto que el gamberrismo es un tipo de “malismo”. Va dirigido a un público determinado, que son tus colegas del instituto. Tú haces una pequeña maldad para que te aplaudan y ser más popular, o simplemente para hacer unas risas, que también es un objetivo.
Si todo el mundo se saca la chorra por la calle y se pone a mear, eso ya no es gracioso. Es gracioso cuando lo hace uno
Por cierto, creo que tiene pensado matar a Herminio Bolaextra.
Una de las razones por las que voy a matar a Herminio Bolaextra es que hay un mecanismo del humor en el cual se incumple un protocolo social y eso hace gracia porque no es habitual. Deja de tener gracia cuando se convierte en una costumbre. Si todo el mundo se saca la chorra por la calle y se pone a mear, eso ya no es gracioso. Es gracioso cuando lo hace uno; cuando todo el mundo hace maldades, no es nada gracioso. Además, Herminio cada vez me resulta más lejano. Hay más razones: no quiero dar ideas, porque veo que las gamberradas que proponía antes podían valer para que alguien humilde se sintiera divertido un momento atentando contra el poder de manera pequeña, pero ahora valen para que unos cayetanos forrados se crean punkis jodiendo la vida a alguien.
¿Se puede combatir el “malismo”?
No tengo ni idea. Espero que por lo menos poniéndole nombre sepamos todos que existe. Ya sabíamos que existía, pero no tenía nombre, no sabíamos qué era esa esa forma tan rara de promocionarse.
Que Mauro Entrialgo (Vitoria-Gasteiz, 1965) es un humorista de altura es algo incontestable. Autor de decenas de cómics, ahora nos sorprende con un libro de reflexión sociológica: Malismo, un ensayo donde afronta el reto de poner nombre, por fin, a una lacra que viene encanallando la sociedad...
Autor >
Ricardo Aguilera
Iba para biólogo pero las cosas se torcieron y devine en periodista. Por favor, no se lo digan a mi madre.
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