"Están entre nosotros, se nos parecen, se han mezclado"
La sociedad tunecina busca respuestas y exige responsabilidades al Gobierno ante el nuevo desafío del terrorismo islámico. De los 3.000 ciudadanos que se han unido a los grupos extremistas de Iraq y Siria, 300 han regresado al país
Carla Fibla Túnez , 13/04/2015
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Seis días después de la muerte de 23 personas en el Museo del Bardo, las autoridades celebraron la reapertura del lugar explicando que los terroristas no han logrado su objetivo. Continúan las manifestaciones diarias, los debates y análisis constantes en la radio y en la televisión, y las reacciones en las redes sociales sobre la "irrupción" del yihadismo en la transición tunecina. La desesperación de la activa sociedad civil marca con intensidad el momento de inflexión que ha supuesto el ataque en el centro de la capital al sector turístico, principal fuente de ingresos del país.
Lo reconoce, hace una semana que no se quita las zapatillas de deporte, que le da igual cómo va vestida, que no tiene ganas de nada, que apenas concilia el sueño y que siente desolación, sudor frío en la espalda, cuando relee el comunicado con el que los grupos vinculados a DAISH o ISIS (Estado Islámico en Iraq y Siria), Ansar al Sharia y Okba Ibn Nefaa, reivindicaron el atentado que el 19 de marzo terminó con la vida de 20 turistas y tres tunecinos (dos de ellos eran los autores de la masacre).
"Está bien escrito, explica con detalle lo ocurrido, en un tono aterrador donde se permiten ser irónicos. Como si fuera un poema, empiezan diciendo que era un día limpio en Túnez, con un sol radiante, la gente se paseaba, imposible predecir que dos jóvenes de aspecto normal provocarían el caos en pocos segundos, ante la mirada atónita de la policía", hace memoria deteniéndose en los detalles Nabila Hamza, una tunecina que regresó a su país hace unos meses después de trabajar en organizaciones no gubernamentales y de coordinar la ayuda a pequeños proyectos locales en el Magreb y en Oriente Próximo. Militó en la Asociación Tunecina Mujeres Demócratas y tras la revolución de 2011 le ofrecieron formar parte de la lista de varios partidos en las primeras elecciones tras la caída del exdictador Ben Ali. "Hablan de Túnez diciendo que es un pequeño país, comparado con la umma, la gran nación del islam. Llegaron en transporte público, se sentaron en un café, dejaron en el suelo la mochila con las armas para dar un pequeño paseo por el museo para acabar de localizar los lugares desde donde disparar. Sacaron sus armas delante de la policía, pasaron segundos colocándolas en posición para disparar sin que nadie hiciera nada porque la policía no les identificaba como terroristas sino como turistas, y creían que estaban jugando. Todo el mundo estaba paralizado, incrédulo ante lo que estaba viendo", narra de forma atropellada.
Los medios de comunicación tunecinos e internacionales informaron sobre la recepción del comunicado en el que el movimiento extremista Okba Ibn Nafaa reivindicó el atentado; en cambio, como apunta Hamza, no se han parado a comentar el contenido, los insultos contra la policía y las fuerzas armadas, las amenazas cumplidas y las advertencias futuras. "Destacan que dos jóvenes de poco más de veinte años, sin experiencia en el uso de armas, lograron crear el caos en el país de infieles. Un acto del que, asegura el comunicado, se avisó dos días antes. Y llegan a preguntar: ‘¿Queréis un GPS, una imagen del lugar para la próxima vez?". Dicen que podrían haber cometido atentados en cuatro o cinco sitios al mismo tiempo, porque el objetivo es demostrar que el Gobierno y el aparato de seguridad del país son "nulos" y terminar con la principal fuente de ingresos: el turismo. Algo que también ilustran en el comunicado reproduciendo un gráfico en el que se muestra la caída inmediata en la Bolsa tras el atentado”, continúa Hamza mientras prepara un café en la cocina de su casa en el barrio La Marsa.
La guerrilla urbana extremista que se mostró por primera vez el 19 de marzo en el corazón de la capital, con la intención de disparar en el interior del Parlamento, tiene tres objetivos: la policía y las fuerzas armadas, los responsables políticos, y los occidentales que apoyan al actual Gobierno. "Piden a los jóvenes simpatizantes que se afeiten la barba, que eviten cualquier signo islamista, para mezclarse en la sociedad, manteniendo un perfil bajo que no les haga destacar, que desconfíen de todo su entorno y eviten hablar de su ideología", continúa desmenuzando Hamza interrumpiéndose a sí misma para no olvidar frases como: "¡Células durmientes! No sabréis nunca quién somos, ahora tenemos otras fórmulas para movernos y atacar"; o como se refieren al partido islamista Ennahda que estuvo al mando del país en los primeros meses de la transición, y al que los autores del atentado del Museo del Bardo dedica calificativos como "colaboradores, infieles y vendidos… los que reptan ante los laicos".
Ante la desesperación y la preocupación en la que vuelve a estar sumida la sociedad tunecina se exigen responsabilidades, respuestas claras que expliquen qué ha permitido que el extremismo religioso aparezca en el país, ocupando un lugar que nadie entiende que se le haya otorgado. Hay datos alarmantes, porque al menos 3.000 tunecinos se han unido a los grupos extremistas de Iraq y Siria en su particular lucha por el poder, para instaurar una visión rigorista del islam, y unos 300 han regresado a Túnez. Aunque, como apunta Hamza, hay que remontarse a las manifestaciones y los vídeos difundidos por YouTube de las concentraciones de islamistas en Kairuoan, Hammamet, en la avenida Bourguiba de la capital tunecina o en la Universidad Manuba, para no olvidar que en aquellas movilizaciones se reunían miles de simpatizantes de un islam radical y que, en ese momento, más de 200 mezquitas estaban controladas por los yihadistas (en la actualidad apenas superan la veintena).
En las actuales muestras de rechazo de la sociedad civil tras el atentado del Bardo, se acusa a Ennahda, y a Rachid Ganuchi (el carismático líder que regresó del exilio tras la huida de Ben Ali, y que ha negociado con el presidente Beji Caid Essebsi formar parte del un gobierno de unidad nacional) de laxismo, de no haber controlado la salida de centenares de islamistas de las cárceles y de haber dialogado con los salafistas, a pesar de que llegaron a hacer apología de la ablación femenina.
"¿Dónde están esos miles de salafistas que hace cuatro años aprovechaban la apertura, la libertad de expresión para transmitir su ideología? Están entre nosotros, se nos parecen, se han mezclado", continúa Hamza mientras reconoce con pesadumbre que "DAESH no está en Túnez, sino que es tunecino". Porque ya no está en las montañas Chaambi, cerca de la frontera con Argelia, ni viene del caos de Libia, sino que está en el centro urbano, convirtiéndose en una amenaza general, complicada de controlar.
El atentado del 19 de marzo está permitiendo que la sociedad civil exija responsabilidades. No se conforma con el reconocimiento por parte de Ennahda de su dejadez o falta de rigor al tratar a los grupos extremistas que lograron encontrar un espacio sin control, y pide una acción de autocrítica contundente, además del juicio de los responsables y que se haga una limpieza en el aparato de seguridad, una reforma que termine con la "policía paralela" a la que los analistas acusan de estar filtrando informaciones que benefician a los grupos radicales.
Sin duda, el Ejecutivo que Essebsi estrenó hace apenas tres meses deberá unir a los desafíos que marcan la realidad cotidiana de los tunecinos, como es la seguridad, el paro y la estabilidad del Gobierno de unidad nacional, el del terrorismo. Algo que ya reflejan los carteles y eslóganes de los ciudadanos que se manifiestan casi a diario en la capital tunecina al pedir la aprobación urgente de la Ley antiterrorista, que sigue en discusión en el Parlamento, a la búsqueda de un equilibrio siempre complejo entre el respeto de los derechos humanos y la represión que evite nuevos atentados.
Las conversaciones en los cafés, las peluquerías, las tiendas y, sobre todo, en la calle, tienen como tema casi único lo ocurrido en el Museo del Bardo. Por la noche, Nabila Hamza permanece pegada al debate de la televisión para conocer lo último: "Han elevado a 16 el número de personas implicadas directa o indirectamente en el atentado del Bardo. No han dicho nada sobre el rumor de que había un francotirador en Cartago".
Nuevo desafío en la intensa lucha por la dignidad que el pueblo tunecino comenzó a finales de 2010, una realidad conectada a un problema global en el que el país magrebí sólo podrá seguir defendiendo que es la excepción si ataca la raíz del terrorismo urbano con el que ya convive.
Seis días después de la muerte de 23 personas en el Museo del Bardo, las autoridades celebraron la reapertura del lugar explicando que los terroristas no han logrado su objetivo. Continúan las manifestaciones diarias, los debates y análisis constantes en la radio y en la televisión, y las reacciones en...
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