Difícil entender la actualidad de esta semana sin la dimisión del número tres de un partido en el que jamás atesorara cargo público. Cuando los medios como herramienta de difusión masiva no existían, la historia la escribían los vencedores. Ahora, las portadas y los informativos pintan la realidad y colocan los marcos que dicen a buena parte de los ciudadanos hasta dónde y qué pueden pensar. 

Esta semana, “crisis”, “descalabro”, “temor” y “desinflar” se han colocado de mil formas distintas junto al nombre de la formación que hace un año escaso apenas existía para buena parte de la opinión pública y que hace pocos meses iba a ganar las elecciones. Al menos, hasta que llegó la última encuesta y la ola de trágicos titulares, que más que informar buscaban desanimar, dictó que era el momento de pasarse al “sentido común”. Tocar a Podemos hasta hundirlo parece la prioridad mediática en un sociedad que ya no puede ir más a la deriva. Cuando el debate sobre el diagnóstico y las propuestas para el cambio se torna imprescindible, el ruido inunda el tablero. 

Con tanta fina pluma hablando de Monedero, casi caen en el olvido las palabras de Esperanza Aguirre --en las que acepta que todos los dirigentes PP, menos ella y Gallardón cobraron sobresueldos--.

Ajeno a esto, y a la información que demuestra que la caja B en el PP existió desde su nacimiento, Mariano Rajoy ha visitado el África subsahariana. En plena tragedia migratoria ha ensalzado a las tropas españolas en dos de los lugares más pobres del planeta, Malí y Senegal. “El terrorismo es el hoy el enemigo de todos los demás”, decía en países en los que la tasa de desnutrición infantil (HAMBRE) es del 28%. Como en bucle, defendía la importancia de dotarse de un “buen ejercito” ahí donde la pobreza afecta a siete de cada diez personas. 

Rajoy también sacó pecho para pronunciar que "hay que mantener el compromiso de Cooperación con África”. Continente en el que el la Ayuda Española en Cooperación se ha recortado en un 71% desde 2009. El cinismo del presidente de un país que ha ejecutado el 66% de las negativas de entrada de inmigrantes en la UE en 2014 no conoce fronteras. No sólo porque en su viaje alabara a Senegal por la lucha contra las mafias que el Ministerio de Interior financia en Marruecos, sino porque ha puesto como ejemplo de lucha contra la (supuesta) inmigración irregular a España, el cuarto país que más ordenes de expulsión tramita a personas en situación irregular ya asentadas.

Rechazo es eso que han sufrido gran parte de las 620 personas de Mali que pidieron asilo en España el pasado año, o las 161 procedentes de Nigeria. Ese país donde el relato del horror en Africa se ha puesto en escena también esta semana: 214 mujeres y niñas nigerianas liberadas de Boko Haram están embarazadas. España les niega el asilo y las deporta cada mes.