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La FIFA sube al cadalso

Acorralado por las incontestables evidencias de putrefacción, el capo finalmente cedió. Joseph Blatter anunció que dejará de ser el jerarca de la FIFA tras 17 años de presidencia en una de las organizaciones más oscuras del planeta

Álex Moreno Madrid , 3/06/2015

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Acorralado por las incontestables evidencias de putrefacción, el capo finalmente cedió. Joseph Blatter (Visp, Suiza, 1936) anunció el martes 2 de junio que dejará de ser el jerarca de la Federación Internacional de Fútbol Asociada (FIFA) tras 17 años en la presidencia (y otros 16 en la vicepresidencia). El suizo abandona en medio de un clamor generalizado que pedía su cabeza y un cambio que diera paso a la urgente regeneración de un organismo donde el hedor comenzaba a ser insoportable hasta para los más incrédulos. Paradójicamente, Blatter había sido reelegido por sus colegas del fútbol para seguir rigiendo los designios del fútbol mundial durante otro mandato. Por aplastante mayoría.

De nada sirvió que dos días antes de las elecciones el mundo desayunara con la detención de varios altos cargos de la FIFA, entre ellos dos vicepresidentes, en el curso de una investigación llevada a cabo por la Fiscalía del Estado de Nueva York en la que se imputan delitos de fraude, asociación delictiva y blanqueo de capitales. La justicia estadounidense ha encausado a 14 personas, nueve directivos y otras cinco personas relacionadas con el mundo del fútbol (cuatro directivos de empresas de marketing deportivo y un intermediario) a las que acusa de formar parte de un entramado de pago y cobro de comisiones por valor de 150 millones de euros durante los últimos 24 años.

La operación pone el punto de mira la corrupción en los estamentos federativos del fútbol en Latinoamérica (once de los imputados son latinoamericanos) pero abre un melón que ya había dado síntomas de putrefacción. El primer olor no ha hecho más que confirmar las peores sospechas.

El Mundial de Catar, en el punto de mira

El foco principal de las pesquisas internacionales interesadas en poner orden en la jefatura del fútbol es la elección de las sedes para los dos próximos campeonatos del mundo, que tendrán lugar (o así se eligió en su momento, ya que las dudas sobre la limpieza en las votaciones son de tal calibre que se pone en cuestión que acaben celebrándose allí) en Rusia, en el año 2018, y en Catar, en 2022. Las dos decisiones despertaron inmediatamente el recelo de muchas partes, especialmente por las sedes afectadas (Inglaterra optaba a hacerse con la sede para el próximo Mundial y la candidatura de Estados Unidos para la cita de 2022 cayó por tan solo seis votos frente a la de Catar).

Antes siquiera de que tuvieran lugar estas votaciones (diciembre de 2010), medios británicos alertaban del menudeo de voluntades que rodeaban la elección de sedes. Periodistas de The Sunday Times llegaron más lejos y pudieron comprobar, haciéndose pasar por miembros cercanos a una de las candidaturas, la inevitabilidad del soborno a la hora de hacer campaña, circunstancia reconocida por propios miembros de la organización e intermediarios que pululaban por la corte de la FIFA.

Desde ahí, nunca dejó de planear la sospecha. Especialmente en el caso de Catar, donde ya solo por sus condiciones climáticas la celebración del Mundial iba a verse seriamente afectado (en un primer momento se confió en que los petrodólares pudieran garantizar la viabilidad de celebrar un evento deportivo en el desierto durante el verano, para después a anunciar que posiblemente tuviera que tener lugar en invierno, un desafío a los clubes y sus competiciones).

Todo ello dejando a lado la vulneración de derechos existente en dicho país, fundamentalmente en los referidos a las mujeres y a las personas homosexuales, así como el continuo goteo de noticias sobre las deplorables condiciones de los trabajadores en la construcción de instalaciones deportivas. La plataforma Playfair Qatar, que viene denunciando dinámicas propias de regímenes esclavistas en el país del Golfo Pérsico, ha cifrado en 1.420 los muertos hasta el momento, alertando de que en caso de seguir en la misma línea hasta 2022 podría llegarse a las 4.000 defunciones.

La impunidad con la que se vulneran los derechos humanos a costa de la vida de miles de personas no es la única mancha que luce en un historial de todo menos impoluto. En vísperas del pasado Mundial celebrado en Brasil ya tuvieron lugar manifestaciones y disturbios en protesta por lo que se consideraba un saqueo de dinero público en un país con importantes carencias en materia de servicios sociales y lamentables bolsas de pobreza.

Compra de votos… ¿y de árbitros?

Días antes de que comenzara este campeonato, en el verano de 2014, nuevas revelaciones golpeaban a la dañada credibilidad de la FIFA. The Sunday Times publicaba un informe en el que se revelaban sobornos de la candidatura de Catar de la mano de Mohammed bin Hammam, antiguo presidente de la Confederación Asiática de Fútbol y que tres años antes había sido sancionado con la expulsión del mundo del fútbol de por vida por intentar comprar votos en la elección a la presidencia de la FIFA. El acusado se presentaba en ese momento como opción alternativa a Blatter. The New York Times, por su parte, incidía en las sospechas de amaño de partidos durante la preparación para el Mundial de Sudáfrica de 2010 por parte de árbitros, supuestamente comprados por mafias que pretendían sacar tajada en las apuestas deportivas.

La trama destapada ahora por la justicia estadounidense abre un sinfín de implicaciones y corruptelas en la gestión del fútbol mundial. Este mismo campeonato, el de 2010, el primero en celebrarse en tierras africanas (y que ganó España), está también en tela de juicio pues la investigación apunta a que uno de los encausados recibió diez millones de dólares para repartirse con otros altos cargos por apoyar a la candidatura ganadora.

Los personajes presuntamente embarrados por el mar de fango tenían poder de decisión a la hora de designar más cuestiones. Como los árbitros. No es de extrañar que a muchos medios les salgan ahora las cuentas a la hora de explicarse los bochornosos arbitrajes que en 2002 permitieron el avance hasta semifinales de uno de los organizadores, Corea del Sur. La designación de los equipos arbitrales de Byron Moreno y Gamal Al-Ghandour (nombres de infausto recuerdo para italianos y españoles, respectivamente) fue obra de este mismo encausado.

El silenciado ‘Informe García’

Si llegados a este punto alguien se pregunta cómo estas tropelías no solo fueron consentidas, sino que parecían ser parte del modus operandi de la organización que controlaba el fútbol mundial, y si existió en algún momento voluntad de encauzar la situación, conviene hacer mención a Michael García. Este neoyorquino fue el elegido en 2013 por el creado comité ético de la FIFA para poner luz en las partes más oscuras de la elección de las sedes de los Mundiales de 2018 y 2022 ante la sucesión de denuncias de corrupción.

En su informe, resultado de una investigación durante 18 meses en los que García realizó 75 entrevistas y recogió evidencias en nueve países, se denuncia la existencia de “pagos inapropiados” a altos ejecutivos de la FIFA. Todo esto según García, ya que la organización presidida por Blatter concluyó en un dictamen que no existían suficientes evidencias como para concluir que ambas elecciones eran producto del soborno. García, que denunció la manipulación de su investigación, renunció a su cargo meses después. Su trabajo sigue reposando en un cajón a la espera de ver la luz.

Un topo en la FIFA

Lo que no pudo parar la FIFA fue la investigación que ya había puesto en marcha el FBI y que desde 2011 contó con la colaboración de alguien muy valioso, el secretario general de la CONCACAF, organización que reúne a las federaciones de fútbol de Norteamérica, Centroaméroca y Caribe, Chuck Blazer. Blazer fue mano de derecha en este organismo de dos expresidentes encausados en la investigación. Según destapó el diario New York Daily News, Blazer, imputado por evadir impuestos durante más de una década por valor de decenas de millones de dólares, comenzó a colaborar con los investigadores federales estadounidenses, que le proporcionaron material para grabar de primera mano las corruptelas en la cúspide del fútbol.

Sin embargo, al menos en lo conocido hasta el momento, ninguna evidencia ha salpicado directamente a Blatter. Directamente, ya que como presidente de una organización la responsabilidad indirecta de que varios vicepresidentes sean arrestados y se descubra un entramado mafioso que entronca la celebración de los sucesivos campeonatos del mundo es clara. Ningún directivo europeo ha sido encausado hasta el momento, aunque nadie duda de que la investigación también llegará al viejo continente.

En las denuncias de compra del Mundial por parte de Catar, el nombre de Michel Platini, exjugador y presidente de la UEFA (organización que reúne a los clubes de fútbol europeos), también se vio implicado, según denunció France Football en 2013, que revelaba la confluencia de intereses entre Catar, el PSG y el grupo de comunicación Lagardère, próximo al expresidente de Francia, Nicolas Sarkozy, también presente en el mejunje. De hecho, a pesar del desmarque de Platini tras las detenciones de directivos pidiendo la cabeza de Blatter, la federación francesa apoyó al presidente elegido.

Así lo hizo también la delegación española, cuyo presidente, Ángel María Villar, además de ser vicepresidente de Blatter, ha sido llamado a declarar en el marco de la investigación. En su momento, declinó participar en el mencionado ‘informe García’. Su hijo, Gorka Villar, es miembro de otra de las confederaciones de fútbol investigadas, la sudamericana Conmebol, y podría ejercer de abogado de defensor de algunos de los encausados.

Blatter, respaldado hasta el final por el fútbol

Cuatro años después, la investigación explotó en la cara de Blatter a tan solo dos días de las votaciones que le darían la reelección. Ni las detenciones, ni las presiones del premier británico David Cameron para que no fuera elegido ni el desmarque de la UEFA y su presidente Platini impidió su reelección por 133 votos frente a los 73 conseguidos por la opción de cambio encarnada por un príncipe jordano llamado Ali Bin al Husein.

Por el camino se habían quedado otras opciones que pedían una regeneración en la dirección mundial del fútbol, como el presidente de la federación holandesa de fútbol, Michael van Praag, o el exfutbolista Luis Figo. Ambos retiraron días antes de la elección sus candidaturas. Tras perder una nueva oportunidad de apartar a Blatter del control de su juguete, Van Praag declaró que sólo entendía la aplastante victoria desde el miedo de muchas federaciones a apostar por un cambio. Por mucho que el voto fuera secreto, añadió, “uno se acaba enterando”. El poder para repartir el pastel a voluntad y la utilización de ese poder para asegurarse los apoyos y, por tanto, la perpetuidad, es un escenario tristemente común en los estamentos deportivos.

Está por ver si el escándalo acaba costándole a Blatter algo más que el cargo. Un cargo al que accedió en 1998 tras suceder al hombre del que había sido mano derecha desde que en 1981 fuera nombrado vicepresidente de la FIFA, Joâo Havleange. Las pesquisas se remontan al período de su presidencia, marcada también por la corrupción pues en 2012 salió a la luz su participación en el escándalo que sucedió a la quiebra en 2001 de ISL, la agencia de marketing y de derechos televisivos que trabajaba en la FIFA. Entonces se descubrió un agujero de unos 100 millones de euros en la FIFA y el cobro de sobornos de unos 90 millones por parte de directivos de la FIFA desde la agencia.

Blatter salió indemne entonces de una trama que pervivió con él de presidente. Bajo su mandato, el gran negocio del fútbol se ha multiplicado exponencialmente y repartido por continentes nunca antes explorados (Corea del Sur y Japón en 2002, Sudáfrica en 2010), pero también se ha perpetuado, y posiblemente enraizado y consolidado una manera de funcionar que, muy posiblemente, no acabará con su marcha de la organización ni con un intercambio de cromos como el que se dio en 1998.

A falta de comprobar la disposición de los supervivientes de la marejada provocada por las investigaciones para renovar la FIFA, ¿alguien confía en que cualquiera de los que estuvo en el ajo durante esos años es de fiar? La corrupción no parece limitarse a casos aislados. Tampoco puede decirse que fuera producto de la desvergüenza y avaricia sin medida de una talentosa selección mundial de caciques. Todo apunta a que las relaciones de compraventa de intereses constituían los cimientos sobre los que se sustentaba el negocio. Más que un intercambio de cromos, el fútbol necesita un álbum nuevo y una dolorosa y merecida rendición de cuentas por parte de aquellos que se apropiaron del juguete y se lucraban gracias a la ilusión de todo un planeta.

 

Acorralado por las incontestables evidencias de putrefacción, el capo finalmente cedió. Joseph Blatter (Visp, Suiza, 1936) anunció el martes 2 de junio que dejará de ser el jerarca de la Federación Internacional de Fútbol Asociada (FIFA) tras 17 años en la presidencia (y otros 16 en la vicepresidencia). El suizo...

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