No, no tiene gracia. No, no es una campaña orquestada contra Ahora Madrid o Manuela Carmena (únicamente) por la pataleta de haber perdido la alcaldía. Tampoco la solución es contraatacar con la misma moneda ni llenar las redes de hashtags tan memorables como poco efectivos. Mucho menos es una guerra, un lucha o una disputa continuada que puede dar lugar a actos violentos. Aquí sólo se busca abrir la brecha. “Divídelos y vencerás”.

Los conservadores siempre piensan en términos de grandes fines estratégicos. Cómo provocar una enorme reacción a través de una pequeña acción. Su propaga se esfuerza en ser simple y fácilmente recordable. Concentrar en una persona el odio que se siente por el campo adverso es la forma de simplificación más elemental. “La exageración de las noticias es un actuación política corriente utilizada por los sectores de poder, como el uso de citas desvinculadas de su contexto”, no es nada que no dijera el siglo pasado Jean-Marie Domenach. La propaganda debe limitarse a una pequeña cantidad de ideas repetidas centenares de veces: “El concejal antisemita”, la gente solo recordará las ideas más simples cuando le sean repetidas cientos de veces. La masa no recordará el centenar de argumentos positivos si sólo se repiten una vez.

"La verdad, por si sola, no te hará libre. Decirle al Poder únicamente la verdad no funciona”. Y por lo tanto, como leía Íñigo Errejón pasada la tempestad, “todo lo que no sea iniciativa y ofensiva, será defensa y desgaste”. Los conservadores en boca de los medios no hablan de Ahora Madrid, sino del concejal de Manuela Carmena o del de Podemos. Del “problema de las plataformas municipales de izquierda social”, que decía Zarzalejos o de “la fragilidad de las nuevas fuerzas emergentes”, como disparaba el editorial de El País. Ese es su objetivo, hasta ahí quieren llegar. Zapata es la cabeza más factible de cazar para abrir el camino, uno en el que Rita Maestre, portavoz del Ayuntamiento, comienza a aparecer tras el fallido intento de terminar con Pablo Soto.

El discurso forma un papel determinante en la construcción de la hegemonía, es decir, de la construcción de un poder político en un sistema democrático. Lo señala también Errejón en la tesis que le define como doctor. Es preciso encontrar nuevos argumentos continuamente, a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, la atención del pueblo se desplace ya hacia otra parte. Sus respuestas no lograrán superar la marea creciente de acusaciones, y su único recurso será arrebatar la iniciativa, si es que pueden hacerlo, o atacar con más audacia. La condición esencial es adaptar el tono del discurso a los públicos, una férrea organización e inquebrantable unión. La corriente progresista en España es mayor que la conservadora, pero ellos siempre ganan. Saben dividir y enfrentar a la sociedad, fragmentarla.

Mucho se ha hablado estos días del club Bilderberg, una supuesta organización secreta que pone a dedo a los políticos de turno. Aunque en realidad no es más que un guateque de empresarios poderosos que invita a líderes políticos para agasajarlas y hacerles creer que pintan algo. Pero sí, detrás de esta fantasia de identificar al poder fáctico en una casa de campo perdida en el monte, al más puro señor Burns y el club de los milmillonarios, se encuentra el secreto de los conservadores: cohesión inalterable --o eso creían hasta hace poco--. Ellos se reúnen con asiduidad y se ponen de acuerdo para vencer en el territorio más importante, el de las ideas, y por tanto, los valores que triunfan.

Cientos de cargos y asesores a dedo pierden su puesto en Madrid gracias a Manuela, dos de los tres magistrados que juzgarán la Gürtel fueron propuestos por el PP en CGPJ; Ada, una alcaldesa que sigue poniendo el cuerpo para parar desahucios, etcétera. Todo eso se ha perdido entre el ruido. Cada segundo que empleemos en decirle al poder que miente es un segundo perdido, hace falta enmarcar el debate con argumentos rápidos y efectivos. Nunca el cambio fue tan posible como ahora. Pero, para eso, también es necesario que los medios independientes pongan el foco en las debilidades del poder y deje de entretenerse con sus teatrales --y tétricas-- escenas.