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Si estoy equivocado o alguien me ayuda a encontrar la palabra adecuada antes de que despida este retal, lo advertiré. Pero si no, debiera valer que ahora diga que a mí me gustaría encontrar un intermedio entre sueño y pesadilla. A la mayor parte de las cosas que me pasan por la cabeza mientras duermo, no las llamaría ni una cosa ni otra porque no son para tanto.
“Eso es un sueño”, se emplea para hablar de algo deseable (y tal vez inalcanzable, pero ésa no es la cuestión ahora), y como digamos de algo que “es (como) una pesadilla” es mejor ir preparándose para recibir las primera señales de la llegada del fin del mundo.
Por esto decía hace un momento que debiera haber un término no tan exagerado ni en un sentido ni el contrario para cuando nos queramos referir a situaciones más triviales; menos gordas.
Volver a casa, a Chicago, es una mezcla: casita, perrito, camita, olitas del Michigan rompiendo contra Grant´s Park, rollito del day by day,… Todo eso se acerca al lado SUEÑO.
El viaje de quinientas horas Bilbao, Madrid, NY, O´Hare Airport, es lo otro: PESADILLA no, pero casi.
He visitado a mi mami y eso está bien, ella también. Quiero decir que también está bien. Opina que lejos.
En el Museo de Bellas Artes, en el parque de Doña Casilda, siempre hay cosas interesantes y bellas para ver. Algunas andan de sala en sala mezcladas entre los visitantes normales.
El Guggenheim es más de sí o no. No me refiero a las bellezas ambulantes, que ésas por veterano ya he comprobado que andan por todas partes. Estaba advertido pero los tontos además solemos ser débiles y cedemos a cualquier cartel, y cuánto más si te advierten que si te pierdes lo que te recomiendan, o si te atreves a decir que no te ha gustado ni un pelo, serás expulsado a las tinieblas exteriores y sitios así. He estado en el Guggenheim y no por primera vez, que en ese caso tendría perdón.
Carme, mi mentora catalana, me había dicho al teléfono: “Si paras en Madrid, busca un rato para acercarte a lo de Van der Weyden en el Prado, y pasa también por la exposición de Zurbarán que a ti que eres siniestro te pirrará”.
El tren en el que viajo en este momento hacia Madrid para tomar un avión se bambolea tanto mientras sube hacia la meseta desde Bilbao que me pasa que --en algún momento--, cuando voy a teclear, no sé, la “k” por ejemplo, se me va la mano y toco sin querer la rodilla del pasajero de al lado. Pasajero.
Éste, el de la rodilla, se parece un montón a Jeff Koons. Igual es él, pero no creo porque sería raro que viaje solo (él). Como no sé si me voy a contener sin preguntarle quizá recurra a alguna trampa (yo).
Respeto el arte de Koons, claro. Aunque me haya pasado por la cabeza, no he tapado con lonas sus figuras en el Guggenheim, ni nada así. Me ha parecido que no valía la pena, pero sin más. Ni siquiera he pedido el libro de reclamaciones.
De los cinco gigantescos “Perros Globo” (uno de cada color: amarillo, azul, naranja, rojo y magenta), en Bilbao está expuesto el magenta --junto con otras obras menos merecedoras aún por lo que dicen--. El material es acero inoxidable pulido, con acabado en espejo y una delicada capa de laca. Espectacular, pero no más que los ascensores del hotel Dómine Cabra (muy confortable, muy cerca del museo, y muy caro --para mis posibilidades--).
En el cuaderno que tengo junto al portátil he dibujado unos de estos perros de Koons, pero no tengo con qué colorearlos. Para el cazagenios que he querido preparar creo que me valen.
Ya no hace falta más que esperar. Si el individuo que llevo a mi lado es Koons, como supongo, mirará la hoja con mis dibujos y, sonriendo, moverá algo su cabeza arriba y abajo aprobando, asintiendo como sólo hacen los artistas.
Sigue el traqueteo del tren. Me acostumbraré antes de llegar a Madrid, seguro. A lo que no termino de acostumbrarme es a la idea de que entre aeropuerto, avión, aeropuerto, avión, O´Hare me quedan unas veinte horas. Por eso, aunque no doy con la palabra intermedia que buscaba desde el principio de lo que he escrito, debe acercarse más a PESADILLA. Del todo, no. Casi.
Si estoy equivocado o alguien me ayuda a encontrar la palabra adecuada antes de que despida este retal, lo advertiré. Pero si no, debiera valer que ahora diga que a mí me gustaría encontrar un intermedio entre sueño y pesadilla. A la mayor parte de las cosas que me pasan por la cabeza mientras duermo, no las...
Autor >
Ángel Mosterín
Nací en Bilbao. Me he dedicado a lo que he podido. Fecha y lugar de fallecimiento: desconocidos (se comunicarán en su momento).
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