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La forma en que funcionan y se nutren a sí mismas las redes sociales es muy distinta de la imagen que se ofrece de ellas fuera de su ámbito. Por más afirmaciones descontextualizadas y ejemplos que se saquen ahí fuera, como si de una pasarela de excentricidades se tratase, seguirá siendo un fenómeno difícilmente acaparable para un público que se esfuerza en formar parte de él sin éxito. Puede que llegue a entrar al trapo de algún tema candente, que se moje y respire ingentes cantidades de hedor tuitero; puede que se aventure en el hashtag, el trending topic y el follow friday. La posibilidad de encontrarse a sí mismo entre toda esa maraña de sinsentidos condescendientes e improvisados es de uno entre un millón, pero muy provechosa a la hora de dar cuenta a su entorno de lo bien situado que está en las nuevas tecnologías y el mundo de la nube social.
“¡Estoy en la nube!”
Con esto de hacer noticias a partir de tuits, de hablar de famosos y sus desfachateces, y de rebuscar entre la enormidad del océano tuitero para sacar trapos de unos y otros, lo más parecido a una nube que han visto quienes apelan constantemente al término es la que tienen debajo. Una nube que flota a destiempo, pero que, al fin y al cabo, flota.
Además, a quién le importa averiguar en qué consiste eso de la nube. Seguramente tenga algo que ver con eso de las amenazas de muerte a políticos y banqueros. Debe de ser una cosa que guarda todas las amenazas y las deja ahí, en la atmósfera digital. Expectantes por si surge algún imprevisto y hay que ir a Twitter a solucionarlo. La nube. Menudo chollo eso de la nube.
“Lo mejor de Twitter es conocer gente”
La 2 es una de mis cadenas favoritas. Además de ser un trampolín perfecto hacia el sueño de después de comer, ponen —aunque no lo crean, al mismo tiempo— unos documentales estupendos. No hay ironía en esto que digo. Estos programas son uno de los escasos resquicios de interés que quedan en nuestra televisión. En un documental de pingüinos, fue realmente curioso, a la vez que desesperante, ver cómo las pingüino hembra salían despavoridas detrás de una cría que se había perdido, intentando quitársela a su madre. Algo las llevaba a intentar hacerse con ese pequeño pingüino, que protagonizaba una frenética huida buscando a su verdadera progenitora.
Existe en Twitter un perplejo usuario que ha llegado a la conclusión, durante un tiempo de uso, de que no conoce a nadie en Twitter. Resulta, además, que el hecho de seguir a los veinte perfiles recomendados por el algoritmo de la red social no le ha llenado demasiado. Ha intentado llamar su atención de todas las formas habidas y por haber. Ha hecho todo lo que se suponía que tenía que hacer, y ha seguido los consejos de los “Diez consejos para tener éxito en Twitter” que encontró tan bien posicionados en Google. Incluso ha llegado a seguir a otros de su especie tuitera. Inexpertos e indefensos ante un mundo extraño. No entienden el trato huraño de los habitantes de la red social hacia ellos, que solo quieren un poco de esa diversión colectiva que su diario de cabecera les muestra todos los días en forma de alguna delirante recopilación de tuits.
Como los pingüinos, han corrido despavoridos por los caminos de Twitter persiguiendo ese halo de esperanza que les brindara una razón para seguir existiendo en tremendo paraje. Se han chocado, pisoteado y hasta insultado. Abandonan momentáneamente la caza de polluelos, que ha acabado con la madre pingüino haciendo aparición en el último momento para recordarles que tienen que levantarse al día siguiente para ir a trabajar.
“Twitter es como la barra de un bar”
Sentado el otro día en la barra de un bar —somos más de sentarnos en una mesa, pero, oye, la casualidad— con unos amigos, y después de estar un rato hablando, me acordé de esa frase que ahora le gusta repetir a todo el mundo. Que en Twitter dices lo mismo que dirías en la barra de un bar. Hagan la prueba. Por favor, háganla. Y luego, piensen en cuánta de esa información liberarían en un perfil público.
Tratando de ajustar un poco más la frase, la recuperé en el gin-tonic de después. “¿Cómo lo vais a tomar?”, nos dijo el barman. “Para los más experimentados suelo poner el seco, pero si no sois mucho de gin-tonics yo os recomiendo más tirar por el aromático, que disimula el sabor de la ginebra”, cerraba. Lo de que no te guste la ginebra y tener que disimularla para poder bebértela, en una copa de ocho euros, discúlpenme, pero es un poco ridículo.
A Twitter le gustan mucho los gin-tonics. El tuit sin pensar demasiado, arrastrado por el resto, faveado por aquí y faveado por allá. Adulado, con mucha parafernalia. Capaz de dar pie a todo lo demás. Nos vamos acercando. “Twitter es como el gin-tonic de después”. Llegan conversaciones más profundas acompañadas de la copa. Algo de política, otro tanto de la vida y sus circunstancias. Se parece a aquella vez en Twitter, aunque bastante más humano.
Cojo el taxi de vuelta.
“Dicen en Estados Unidos que este mes ha sido el de más calor de la historia, y si lo dicen los americanos…”, me dice el taxista. Seguimos hablando sobre el calor tan espantoso que hace, sobre aires acondicionados y la dificultad para dormir así. “Trabajo catorce horas diarias, todos los días de la semana”, prosigue. Le pregunto cuándo descansa. “Algún sábado descanso, y los domingos entro un poco más tarde. Descanso unos dos días al mes”, me responde.
“Algunos dicen que esto va a mejorar, pero yo creo que no. Nos han quitado todos los derechos, y si encima la gente no cobra y les quitan sus pagas, no tienen para gastar y salir por ahí”. Termina el trayecto y marca 7,77€. “A veces marca 6,66€ y la gente se asusta y dice que me cobre siete”, me dice riendo. Nos despedimos.
Somos extraños. No hemos hablado de nada trascendental, y a la vez hemos hablado de todo. En diez minutos de trayecto nos hemos hecho followers, nos hemos dado varios favs e incluso algún retuit. No hemos sacado el móvil en ningún momento y, sin embargo, tengo la sensación de haber participado en una más que habitual conversación tuitera. Creo que lo tengo. Ahora sí.
Twitter es como...
La forma en que funcionan y se nutren a sí mismas las redes sociales es muy distinta de la imagen que se ofrece de ellas fuera de su ámbito. Por más afirmaciones descontextualizadas y ejemplos que se saquen ahí fuera, como si de una pasarela de excentricidades se tratase, seguirá siendo un fenómeno difícilmente...
Autor >
Manuel Gare
Escribano veinteañero.
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