Un clásico para empezar. Sara. Fleetwoodmac. ¿Quién siendo adolescente en los ochenta no escuchó este pedazo de tema? Aquí una versión en directo, en la que la voz de la maravillosa Steve Nicks sigue brillando, pero en la que la guitarra compite en igualdad de condiciones. Una delicia revisitarlo.

África. Siempre África. Foday Musa Suso. Gambia. Nacido en 1950. Capaz de fusionar la kora, ese alucinante instrumento, que lo abarca todo, la melodía, el bajo y la percusión, con el jazz, el free jazz, en una clave minimalista.  Por algo pasó por Escandinavia una buena temporada cuando contaba sólo 18 años. Luego volvió a Ghana para enseñar y aprender de grandísimos percusionistas. Un maestro de lo suyo.

Bobby Womack. La quintaesencia del soul. Discípulo de Sam Cooke, Wilson Pickett, tardó en brillar por sí solo. Siempre a la sombra de los grandes, su talento es indiscutible y muy reivindicable.

Más soul. Breton Wood. Otro artista a reconocer y reivindicar. Oogum Boogum Song. Pues eso.

Imbatible Van Morrison. Una vez John Lee Hooker, poco antes de morir, dijo de él que era el verdadero heredero del espíritu del blues. Con un par y levantando probablemente muchas ampollas entre la comunidad afroamericana.  Aquí canta un clásico maravilloso. Nada que ver con el blues. Un gran poeta y ‘cantaor’ en acción. Sweet Thing. I love it.

Un cambio de tercio. Necesario. The Specials. Innovadores en la era del Punk. Fusionaron el ska con el rock and roll y la actitud de los punks. Geniales. Se me van los pies…

Archie and the Drells, de Houston, Texas. R&B a tope. Otro de esos grupos que consiguió que alguno de sus temas llegara a las listas de los temas más escuchados pero que duraron poco. Tono ligero y gran gusto. Para bailar ‘agarrao’ en el terrazón, que diría el profesor Harguindey. Pues eso.

Les McCann. Alcanzó la cima en 1969. ¡Y cómo suenan! También la gloria le duró poco. Por eso hay que recuperarlo. El quinteto de Cannonball Adderley le quiso pero denegó la oferta para poder seguir haciendo su música. Y el sonido es este . Diferente. Valiente. Buenísimo.

De este siguiente artista, ni idea. Me gusta ese silbido inicial y su voz y la letanía de la melodía. Alexander. A seguir.

Morphine. Va Spotify y lo define así: “Morphine is a rarety – Bluesy, bare-bones rock &roll without any guitars”. Es verdad que no hay guitarras. Hay saxos y unas voces muy relajadas. En su momento, cuando empezaron en los noventa, se convirtieron en una banda minoritaria de culto. No sé ahora, pero suenan muy bien.

Uff! Qué versión! Y qué acompañamiento y arreglos. Tayuka Kuroda. Japonés como su propio nombre indica. Trompetista de jazz. Estudió en la Berklee College of Music en Boston. Colega del cantante de gran gusto José James. Le gusta el soul jazz y otra cosa llamada en ‘post bop’. Para los entendidos esta última indicación (post Dizzie Gillespie). Para todos, a disfrutar el buen gusto de este tipo.

Junior Wells. Otro pedazo de músico. Nacido en Memphis, Tennesee, la cuna de tanto talento, del mítico estudio Muscle Shoals, y a la vez de tanta lamentable represión racial. Wells, negro, no logró ser muy popular que digamos. Fue el precio que pagó por ser libre, gamberro e, inevitablemente, un tipo duro en el Chicago de los 50, a donde emigró con 12 años. Nada de ello le impidió seguir tocando y actuando, ya fuera en garitos de mala muerte o en junto a Muddy Waters, hasta los años noventa. Incombustible. In the Wee Hours. O lo que a uno se le pasa por la cabeza a esas horas de la madrugada…

La cosa parece ir de lo mismo. Otro gran músico afroamericano no muy reconocido. Gil Scott-Heron, en colaboración con el productor Brian Jackson. Los años 70. ‘We almost lost Detroit’. Ya el título de la canción establece un tono nostálgico. Detroit, pobrecita mía, cuna del magnífico sello discográfico Motown, se ha perdido hace tiempo. Sus supervivientes siguen peleando por recuperarla. Ahí va este homenaje para ellos.