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Teniendo tiempo, capacidad de entrega al trabajo, y conocimientos amplios de antropología “individualizada” (que es una rama de la ciencia aún por homologar), uno puede lanzarse a dictar teorías sobre comportamientos ya estudiados de personas concretas, pero no suele presentarse la oportunidad.
Un compañero de mesa, un primito que vivía fuera, la hermana loca de tu padre, un cómplice de cuando preparasteis el atraco a la oficina de la Telefónica de la calle Buenos Aires, una profesora de la universidad, el secretario de tu jefa, el presidente de la comunidad de vecinos, tu marido que te acaba de dejar por otro, la tipa del departamento de pensiones de la Seguridad Social, el incinerador del tanatorio,… Todos son personajes que han tenido papel importante (y breve generalmente) en tu vida; ahora que cada vez que parece que vas a desarrollar alguna teoría un poco interesante acerca del comportamiento (de aquel día) de cualquiera de ellos, te viene la flojera, pones en “reposo” el ordenador y vas al sofá a ver si en Discovery están pasando algún capítulo de esos tan enganchones de la serie Megaestructuras.
Entre el “¿para qué coño me voy a poner yo ahora a esto?”, el “es que a nadie le importa un pimiento”, y ese resolutivo “yo no recuerdo ningún verano de tanto calor” (de todos los años), no avanzas con el proyecto.
Los trabajos muy pormenorizados son agotadores. Cuando el investigador no está muy rodado es mejor que comience por la observación de categorías lo más genéricas posibles. Tampoco se trata de que por tanta generalización en el análisis parezca que está hablando de un universo sin confines, en constante expansión. No, porque ahí se pierde todo el mundo y no se te presta atención.
Hay que establecer grupos de una cierta concreción; por ejemplo: holandeses morenos (que tampoco son tantos) a los que les guste bailar los viernes y adoren a la Beyoncé de cuando aún estaba con sus compañeras de Destiny’s Child. Ésa sí ya puede ser una muestra moderadamente amplia (se trata de casi setenta individuos en este caso), con rasgos peculiares y comunes entre los componentes que dan para establecer una teoría: un trabajo de fin de carrera, por ejemplo.
De todos los holandeses que he mencionado solamente dieciséis han coincidido torciendo el morro ante la afirmación de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. El resto, que sí estaba de acuerdo con ello --con lo inmejorable de los tiempos acabados-- parece ser que pensaban en el Ajax, la selección holandesa de fútbol (“a clockwork orange”, era lo que se oía en el aula), y cuando Indonesia aún dependía administrativamente de La Haya.
Más de cincuenta de los elementos a los que se presentó la misma cuestión y el mismo día marcaron la casilla del “por mal que se dé esto no puede ir peor” (refiriéndose a la situación general del planeta Tierra).
Ante esta manera tan distinta de exponer un mismo conjunto de circunstancias, el investigador --que ya he dicho que encima es novato-- se siente desconcertado, pierde el ánimo, buena parte de la vocación y hasta el trabajo si lo tenía (porque hay gentes que hacen estas cosas por su cuenta, en casa, sin medios públicos ni apoyo de las grandes empresas farmacéuticas ni de ninguna otra).
Yo cuando ya me aburro de tele y de la cantidad de puentes y edificios con estructura metálica que se construyeron en Norteamérica a partir de los últimos años del diecinueve (“…y sin los medios de hoy en día”, dice el del canal Discovery), me lanzo a la calle y al rato, casi sin darme cuenta, aparezco en Danita’s Bakery a tomar un té y un bollo, y días dos tés y dos bollos.
Qué historias tan dulces tiene usted Mr. Mosterín-, dice Dafne cuando ya estoy pagando y me voy a marchar.
Y ahí, hasta un poco sonrojado, le contesto poniendo cara de inocente avecilla del vergel de Allah:
Si lo dice usted que es pastelera…
Y ya regreso al gabinete a seguir estudiando, investigando hasta altas horas (de la noche).
P.S.: He sabido que Dafne se ha hecho una pequeña avería en el trabajo. No sé cómo me voy a arreglar hasta que ella vuelva. ¡Si por lo menos supiera adónde enviarle unas flores!
Teniendo tiempo, capacidad de entrega al trabajo, y conocimientos amplios de antropología “individualizada” (que es una rama de la ciencia aún por homologar), uno puede lanzarse a dictar teorías sobre comportamientos ya estudiados de personas concretas, pero no suele presentarse la oportunidad.
Un...
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Ángel Mosterín
Nací en Bilbao. Me he dedicado a lo que he podido. Fecha y lugar de fallecimiento: desconocidos (se comunicarán en su momento).
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