Guatemala espera la próxima actuación de Jimmy Morales
El comediante, ni de izquierdas ni de derechas, afirma que ha llegado para regenerar la democracia y afrontar la pobreza y la corrupción
Noel Corregidor González 28/10/2015
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Cuatro jóvenes caminan hacia la Avenida Centroamericana. Apremian el paso por la lluvia al acercarse a la sede del Frente de Convergencia Nacional-Nación. Vienen a celebrar la victoria de Neto. Poco importa que nadie haya votado a Neto, que ni siquiera exista. Quieren ver a la persona que encarna a este popular personaje televisivo de camisa de cuadros y bigote, ver a quien durante 15 años ha hecho reír a miles de familias. Quieren ver, en definitiva, al ganador de las presidenciales Jimmy Morales.
Cientos de personas le esperan ondeando banderas de Guatemala. Varias con imágenes de Neto en la película Un presidente de a sombrero, otras levantando sobre sus cabezas la Biblia. Morales aparece exultante por los 2.750.000 votos (67%) conseguidos. Su voz de locutor de radio seduce al público que le acompaña. Habla de corrupción, de Dios, de más medicinas en los hospitales y de repartir bolsas de alimentos. La caridad de siempre.
En un país donde la desnutrición alcanza al 50%, la solución dada por los de arriba pasa por la limosna. Las bolsas de alimentos que reparten los políticos. O las mochilas escolares del color del partido en cuestión. Ningún candidato habla de una reforma del sistema fiscal para redistribuir la riqueza. El Estado solo recauda un 10% del PIB vía impuestos, la tasa más baja de Latinoamérica.
Difícil creer que podrá implantar los programas sociales prometidos en campaña para reducir la pobreza y el desabastecimiento en los hospitales. Poco importa a una ciudadanía que no quiere pagar impuestos sabiendo que se los roban impunemente. Sin embargo, sus seguidores están confiados en que Neto no es “ni corrupto ni ladrón”.
Antes del 16 de abril las encuestas no daban al comediante ninguna opción de llegar a la Casa Presidencial. Oscilaba entre la octava y décima posición entre los 11 posibles candidatos. Pero ese día comenzó la caída a los infiernos del presidente Otto Pérez Molina. La CICIG y el Ministerio Público destaparon un red de fraude fiscal masivo en las aduanas en la que estaba involucrada la propia Superintencia de Asuntos Tributarios.
La sorpresa no fue tanto que estallase el enésimo caso de corrupción en las estructuras del Estado, sino la reacción de la ciudadanía, que harta de la impunidad se lanzó todos los sábados a la calle para exigir la renuncia del presidente. Un movimiento pacífico de protesta inédito en un país que hace menos de dos décadas salió de un sangriento conflicto armado de 36 años. Tres meses de presión cívica que acabaron con Pérez Molina sin inmunidad, sin presidencia y en prisión preventiva.
Entremedias, el ascenso fulgurante de Morales. En la Avenida Centroamericana llega el momento de que cuente su vida, su pasado de joven humilde. “De hombre que se hizo desde abajo”, como se define. De persona que no es “ni corrupto ni ladrón”, como reza su lema. Aplauden los asistentes. Ven a una persona cercana, de confianza. Un defensor de los valores tradicionales.
Frente a él, su rival en segunda vuelta, Sandra Torres, queda retratada como “la vieja política”. La ex primera dama que durante el Gobierno de Álvaro Colom (2008-2012) mandó en la sombra, la líder de un partido, la Unidad Nacional de la Esperanza, que emplea viejas tácticas: compra de votos, acarreo de votantes en autobuses o financiación de dudoso origen. La candidata que tiene un patrimonio de 17 millones de quetzales (2 millones de euros) cuando dos terceras partes de la población tienen dificultades para llenar la canasta básica cada mes, cuyo coste alcanzó en septiembre de 2015 los 3.436 quetzales (unos 400 euros).
Morales se enfrenta a los retos de superar un profunda crisis fiscal y financiera sin un proyecto definido, con propuestas ambiguas en temas sensibles y carente de un equipo de gobierno
En la percepción colectiva Jimmy es el político antipolítica, el candidato nuevo, alejado a primera vista de los juegos sucios de poder y de las estructuras de corrupción que ahora se señalan con furia. Sus críticos apuntan que su partido fue fundado por los militares más duros, que varios miembros destacados tuvieron puestos de responsabilidad en los años que se cometieron los crímenes de lesa humanidad. Su origen político y respaldo financiero es apadrinado por varios de los responsables de este modelo clientelar y corrupto. Lejos de representar la antipolítica, Morales la abstrae de su sentido original.
No tendrá tiempo que perder. Se enfrenta a los retos de superar un profunda crisis fiscal y financiera y de controlar el repunte de violencia. Lo hace sin un proyecto definido, con propuestas ambiguas en temas sensibles y carente de un equipo de gobierno. Su victoria aplastante no oculta sus debilidades. La de una ciudadanía decepcionada que votó entre retroceder 20 años o 40.
La alta abstención (15 puntos menos que en la primera vuelta) y el alto porcentaje de votos en blanco y nulos muestran una Guatemala disconforme. Una Guatemala que se desangra por la emigración y el robo de recursos públicos. Una ciudadanía que no está dispuesta a seguir permitiendo el modelo de Estado como botín y la falta de oportunidades. Una Guatemala que ya le ha dicho que espera al nuevo presidente en enero en las calles. Y no para aplaudir al cómico, sino para exigir.
Cuatro jóvenes caminan hacia la Avenida Centroamericana. Apremian el paso por la lluvia al acercarse a la sede del Frente de Convergencia Nacional-Nación. Vienen a celebrar la victoria de Neto. Poco importa que nadie haya votado a Neto, que ni siquiera exista. Quieren ver a la persona que encarna a este...
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Noel Corregidor González
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