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El Teatro del Barrio estrena El Rey, una nueva producción enfocada al teatro de la realidad. La firma y dirige Alberto San Juan (Madrid, 1968), con el asesoramiento histórico de Noelia Adánez, del colectivo Contratiempo. En escena, un sillón y tres actores: Luis Bermejo, que encarna a Juan Carlos I, y Willy Toledo y Alberto San Juan, que encarnan a docena y media de personajes, desde los nombres clave en los últimos 80 años de historia de España, como Francisco Franco, Carrero Blanco, Rodolfo Martín Villa, Adolfo Suárez o Felipe González, hasta Chicho Ferlosio, Fernando Trueba, Juan Luis Cebrián, Javier Cercas o Jesús Hermida. Es un repaso frenético a la biografía del Rey emérito modelada a partir de frases textuales y textos ficcionados. El resultado no es, como alguno podría esperar, un espectáculo soez.
El actor explica así, en el folleto de la función, su visión de la monarquía: “Al ser algo que no se puede cambiar, juega un papel de muro de contención. Cuando dentro de una realidad hay un elemento que es para siempre, está limitando la posibilidad de cambiar esa realidad. El Rey simboliza la intención de mantener un sistema de privilegios. Y el hecho de que su figura no sea sometida a referéndum muestra la intención de mantener ese sistema de privilegios para siempre, no un sistema de privilegios para la familia real sino para un sistema que concentra la mayor parte de la riqueza del país”.
CTXT conversó con Alberto San Juan tras el ensayo general previo al estreno de la obra, en Madrid, el 3 de noviembre.
En la obra se utilizan algunas frases textuales, pero otras muchas no lo son. ¿Tenemos derecho a escribir ficción sobre personajes reales?
Creo que sí. El derecho a saber, el derecho a la información libre e independiente me parece uno de los pilares de una sociedad democrática, y creo que no se respeta el derecho a saber en este país. Andrés Casinello, exoficial del CESED, luego CESID, imputado por los GAL y absuelto por ello, lo dijo muy claramente: “Sobre el 23-F sabemos lo que tenemos que saber. Y lo que no sabemos, mejor que no lo sepamos”. Eso define la actitud del sistema respecto a la información. Si supiéramos cómo se han creado el patrimonio y la capacidad de influencia del Banco de Santander, del BBVA, de Endesa o de Telefónica, sería muy difícil sostener el actual sistema de privilegios, muy difícil, porque creo que esa capacidad, ese poder que han acumulado desde el año 39 muchas de las principales empresas de hoy en España no resistiría una mirada crítica ni una información libre. Por eso me parece que en estas elecciones hay tres partidos, PP, PSOE y Ciudadanos, que están con el sistema de privilegios. Y otros, como Podemos, la candidatura que encabezará Alberto Garzón, y las muchas candidaturas regionales que trabajan por la emancipación son otra cosa distinta. Yo, por supuesto, soy antisistema. ¿Qué quiere decir esto? Que estoy en contra del capitalismo y que estoy a favor de la democracia. Y me parece que en el sistema actual hay más de capitalismo que de democracia. Y el discurso dominante ha identificado ambas cosas, capitalismo y democracia, que desde mi punto de vista son conceptos antagónicos. Y, en la medida que conozcamos cómo se construye el poder económico dentro del capitalismo, entenderemos que no es compatible con la democracia.
Emilio Silva dice que “la construcción de la ignorancia sobre nuestro pasado ha sido política de Estado”. ¿Lo sigue siendo?
Claro que sí. Solo un pueblo ignorante puede ser un pueblo sometido. Hay dos formas de someter: por la fuerza o a través de la ocultación de la realidad, la propaganda. La fuerza se utiliza, en España, por ejemplo, para reprimir, se encarcela a activistas por la democracia, se apalea en las calles… Pero la fuerza por sí sola no basta. Hace falta la propaganda, de la que se encargan los principales medios de comunicación y los partidos políticos de momento mayoritarios.
¿Y el Teatro del Barrio o los medios de comunicación independientes qué papel juegan en ese esquema?
Desde el 15M la sociedad está reaccionando de forma amplia y está articulándose la sociedad civil, la población, para responder. Y una de las luchas es por la información, para abrir agujeros en el muro de la dictadura mediática. La crisis ha expulsado al vacío a mucha gente --de hecho mucha gente no ha salido del vacío, se ha tirado por la ventana--, pero otra gente se ha organizado para hacer un teatro, o una asociación para investigar la corrupción, o una asociación por la sanidad pública, o un medio de comunicación, como es el caso de algunos medios digitales que son distintos. Por ejemplo, La Marea y Diagonal. Son dos medios que surgen a partir de la crisis y que son otra forma de concebir la información y la propiedad de los medios de comunicación. En este caso son cooperativas. Eso están haciendo los ciudadanos, crear cooperativas para que los medios de producción sean de los ciudadanos, no de las empresas privadas, pero tampoco del Estado, que es fácilmente secuestrable. Es directamente de los ciudadanos. Que nosotros participemos de la producción y distribución de energía, de información, de la cultura o de los alimentos. Eso está pasando poco a poco. Al lector de esta entrevista le recomiendo que se meta en la plataforma digital mecambio.net para informarse de estas alternativas.
Viendo la obra da la sensación de que lo que es teatro es lo de fuera, que el libreto trata de descodificar los libros de texto, los medios, los libros de historia, y mostrar una historia de España un poco distinta de la que se ha contado.
Está dentro de ese aprender a mirar de nuevo. Siempre he sabido de quién me sentía cercano y de quién no. Y siempre me he sentido cercano del oprimido y no del opresor, pero bastante poco armado ideológicamente. Entonces, a partir de la crisis siento la necesidad de saber, la necesidad de ponerme a aprender, de leer otros libros, de buscar otra información, de hablar con las personas que han vivido los acontecimientos directamente, que los han investigado, de dejar de ver el mundo a través de Televisión Española y el diario El País.
En esta obra, que tiene dentro muchísimas obras posibles, hay personas de las que no se habla y que se echan en falta, como José María Aznar. ¿Reserva estos personajes para obras posteriores dentro de su línea de teatro de la realidad?
Es verdad que José María Aznar no aparece. Aznar y Felipe González creo que son dos de las peores cosas que le han pasado a este país en su historia reciente, después de Franco. Lo peor. Siempre que hablo de personas me refiero al aspecto público de su vida. En el aspecto privado no me meto. Lo respeto profundamente. Lo que me importa es su labor pública, las consecuencias que su labor pública ha tenido en España. Los dos tienen el prestigio de un supuesto milagro económico. Felipe González, a partir del 82, un milagro económico, social y cultural. Aznar más bien un milagro económico, el famoso milagro económico con Rodrigo Rato como ministro de Economía. Creo que hay que mirar con atención para ver los ingredientes de ese milagro. Y para quién resultó divino. Porque creo que la idea que tenemos de los milagros con Aznar y González tiene mucho que ver con la propaganda. Sobre Aznar habrá que hacer una obra. Pero es verdad que falta en esta. Llegamos hasta Felipe González y hay un salto hasta la proclamación de Felipe VI. Hablamos de periodos tan largos y tan densos en acontecimientos que es difícil seleccionar. Manuel Fraga es fundamental y aparece muy poco. Santiago Carrillo aparece más, pero ninguno de los dos aparece encarnado en un actor. No aparece la Iglesia, se alude al poder económico pero no aparece con claridad. Faltan muchas cosas… Por eso vamos haciendo una especie de serie por entregas: Autorretrato de un joven capitalista español, que es personal; Ruz–Bárcenas, que es algo concreto de hoy en día; El Rey, que es una ficción sobre la realidad, y veremos por dónde seguimos, pero tendremos que centrarnos en el poder económico, en una figura como Aznar, habrá que hacer una obra sobre la Iglesia…
En este país no ha sido infrecuente un modelo de crítica cultural consistente en atacar directamente y con violencia a los que hacían propuestas culturales en la misma línea que las del Teatro del Barrio, como las sufridas por Els Joglars hace treinta años, o los ataques contra Leo Bassi hace bastantes menos… ¿Creen que les podría suceder algo así?
Espero que no porque yo soy muy acojonado. Ante la posibilidad de una agresión salgo corriendo. Una gran razón para correr es que alguien te quiera pegar.
La pregunta venía al caso no solo por el tema de la obra sino porque Willy Toledo recibe ataques continuos, sobre todo a través de Internet, y no solo de ultras.
La red es para algunos un modo de canalizar odios personales en vez de soltarlos en terapias. Lo más terrible, lo más grave, son las TDT, que animan a la violencia, que hacen un retrato de la gente que de alguna manera implica que merecería la pena agredirles. Hace poco un general retirado, Monzón, retó a Willy a un duelo a muerte, y en la tertulia le rieron la gracia, cuando era una amenaza de muerte. Es la irresponsabilidad absoluta, de esa gente y de quienes les concedieron las licencias, que no son ni más ni menos que los gobiernos del PP, el de Esperanza Aguirre en Madrid y el de Mariano Rajoy.
Marta Sanz, escritora, reciente premio Herralde de novela, decía en una entrevista en CTXT que “parece que la gente de la cultura es la única que no puede manifestarse públicamente como ciudadana”. ¿Percibe que esto es así en la España de hoy?
Que se monte la que se monta cada vez que Willy abre la boca, cada vez que se sale un poco formalmente del tiesto, me sorprende. Porque hemos tenido que escuchar a Rafael Hernando decir que los familiares de la víctimas del franquismo se acuerdan de sus familiares cuando hay subvenciones de por medio. ¿Te imaginas que alguien dijera eso sobre una víctima de ETA? Entraría en la cárcel, si llega vivo. En cambio, de las víctimas del franquismo te puedes reír y no pasa nada. Se dicen muchas barbaridades. Hay mucha violencia en lo que se dice. Por eso creo que aquellos que creemos en la democracia y queremos defender otra cosa frente al sistema actual de privilegios no podemos utilizar la violencia ni siquiera en el tono de voz. Debemos hacer un ejercicio de pacifismo constante, precisamente para ser firmes y contundentes en nuestra actitud, porque la violencia, sea verbal o física, es patrimonio del sistema. No de la democracia.
En enero fue elegido miembro del Consejo Ciudadano de Podemos en Madrid. ¿Cómo ha sido la experiencia y cuál es su relación actual con Podemos?
Creo que Podemos todavía está haciéndose y que la urgencia de la cita electoral del 20D ha dejado el proceso de construcción de la organización a medio hacer. Después de las elecciones habrá que reorganizar, porque evidentemente hay dos visiones en diálogo. Una que apuesta por una organización vertical, en la que la capacidad de decisión esté localizada en la cúpula, y otra que apuesta por una organización más horizontal para que el ámbito de decisión se abra sin límite, se desborde. Ambas posturas me parece que tienen razones legítimas, ambas posturas luchan por lo mismo, que es la emancipación colectiva. Respeto ambas posturas, pero me identifico más con una, con practicar el aprendizaje político. Un aprendizaje político, de crecimiento y madurez, que solo se puede practicar ejerciendo la política, y solo se puede ejercer la política decidiendo. Por tanto, me identifico más con la postura que defiende abrir el ámbito de decisión sin límite.
Además, creo que a veces hay estrategias que desde las portavocías de Podemos, con intención de ser para todos los públicos, por tener más votos, llevan a una cierta ambigüedad respecto a temas como la militarización de España a través de la OTAN y de las bases norteamericanas, o la religión en la escuela, posturas un poco tibias. Y creo que es más eficaz ser quien uno es, coherentes y radicalmente pacifistas y laicistas, abiertamente. Para vender el cambio sensato ya está Ciudadanos. Me puedo equivocar, no soy un estratega político. Soy un pardillo político más bien. No tengo experiencia política, nunca la he tenido, nunca he militado en ninguna organización ni me considero ahora de Podemos. Estoy en Podemos en tanto que movimiento. No estaré en tanto que partido. En la medida en que Podemos se haga partido, me saldré. En la medida en que se consolide como movimiento…
¿Cuál es la diferencia entre uno y otro?
Un partido es una estructura vertical, jerárquica y con cúpula, y un movimiento es una cosa mucho más anárquica, que no es desorganizada, sino organizada de manera más democrática. Me parece que la opción estatal más importante de cambio real, de emancipación, es Podemos. Y en la medida que pueda haré campaña por Podemos. Sin olvidar a Alberto Garzón y la candidatura que encabeza, que son compañeros, no competidores. Y siento en el alma y me duele en el cuerpo no haber conseguido ir juntos. No se ha conseguido ahora pero se conseguirá, seguro. Va a haber una unidad de la izquierda después de estas elecciones. No la ha habido ahora pero la habrá. Una precisión respecto a la palabra izquierda: la utiliza el PSOE, con lo cual no vale para entenderse. Cuando los medios de comunicación dicen “los partidos de izquierda” incluyen al PSOE, con lo cual la palabra izquierda no vale para entenderse. Luchamos por otro sistema de producción y reparto de la riqueza, claramente.
¿Y Ciudadanos?
Según ellos, el problema es que el sistema se ha gestionado fraudulentamente en los últimos tiempos y la solución es gestionarlo honestamente. Pero yo pregunto: ¿Y si el sistema en sí es fraudulento? ¿Cómo gestionar honestamente un fraude? ¿No ve esto Albert Rivera o lo ve perfectamente? PSOE, PP y Ciudadanos están con el sistema. Podemos y Ahora en Común – Alberto Garzón, por crear un sistema nuevo.
En enero de 2015 dijo que Podemos ha puesto en alerta al sistema de poder y ha cambiado todo, incluso ha abdicado el rey Juan Carlos. ¿Cree que la abdicación del Rey es consecuencia del 15M?
De la movilización social. La secuencia de acontecimientos es: 15M, se ocupan las plazas, se construyen las mareas, se demanda una articulación electoral de la movilización popular, aparece Podemos con una gran eficacia y acaba por desbaratar el panorama político que hasta entonces no había escuchado ni a las plazas ni a las mareas. Irrumpe Podemos, se desbarata el sistema político, pone en cuestión el bipartidismo, que queda herido de muerte, que no vale por sí solo y necesita refuerzos, y llega el Séptimo de Caballería rubio y planchado, y abdica el Rey. No son pocos cambios. Sí creo que hay que tener cuidado con la articulación electoral de la movilización popular, porque la aparición de Podemos rebaja el grado de movilización en la calle, y creo que solo movilizando en la calle no ganamos nada. Tenemos que entrar en las instituciones para liberarlas de su secuestro. Pero un partido en las instituciones no se sostiene sin movilización en la calle. Por eso la importancia del movimiento. Hay que estar con una pata en la instituciones y otra en la calle. Y ser el mismo cuerpo.
Volviendo a la obra, dice Luis Bermejo que no pretende hacer una parodia del Rey, pero gesticula muchísimo, hace ruidos guturales, movimientos espasmódicos… y el público se ríe muchísimo. ¿No hay intención paródica en la obra?
Para nada. Cuando caemos en la parodia es por nuestras limitaciones artísticas o profesionales. Nuestra intención es ser rigurosos, pero es que el humor me parece un instrumento del rigor y del conocimiento. El humor no rebaja la verdad. Se puede utilizar para aumentarla. Tratamos de hacer seres humanos. Si no lo conseguimos se debe a nuestras limitaciones como actores, o como escritor y director en mi caso. Pero no hay intención de reírse de nadie. La gente creo que se ríe mucho porque Luis es un atleta de la expresión y un artista maravilloso, que tiene el don de la comedia, porque estamos hablando de cosas que conocemos, de la familia, de nuestra historia, y nos reímos porque conocemos a los personajes. Ya puestos, he de aclarar que en esta obra no aparecen Juan Carlos, Felipe y Suárez. Aparecen unos personajes que se llaman así, a los que utilizamos para tratar de entender qué han hecho en su labor pública y qué consecuencias ha tenido esa labor pública para nosotros.
El Rey se representa en el Teatro del Barrio (Madrid) hasta el 17 de diciembre. Tras una gira por Valencia, Sevilla y Galicia, recalará en el Teatre Lliure de Barcelona en marzo de 2016.
El Teatro del Barrio estrena El Rey, una nueva producción enfocada al teatro de la realidad. La firma y dirige Alberto San Juan (Madrid, 1968), con el asesoramiento histórico de Noelia Adánez, del colectivo
Autor >
Luis Felipe Torrente
Nacido en Albany (EE. UU.) pero criado entre Galicia, Salamanca y Madrid, donde vive. Es guionista del programa Ochéntame otra vez de RTVE. Antes trabajó en Canal +, CNN+, Telemadrid y Cuatro. Ha hecho varias películas documentales con su socio Daniel Suberviola, entre otras, el libro+documental Manuel Chaves Nogales: El hombre que estaba allí, finalista de los Goya en 2014.
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