Análisis
Las inquietudes del BCE con la banca española
Javier Santacruz Cano 4/11/2015
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Hace escasamente un mes, la Reserva Federal de los Estados Unidos dio el cerrojazo a la primera subida de los tipos de interés, argumentando que “todavía la economía americana mostraba síntomas de debilidad” en sus principales indicadores macro. Al contrario de lo que el sentido común nos pueda indicar, esta decisión supuso un jarro de agua fría para los inversores que ya descontaban esa subida de tipos.
A los mercados no les gusta que el dinero se vuelva más caro. Sin embargo, en un momento en que el precio del dinero es cero, una subida de los tipos de interés supone una vuelta a la normalidad: dejar de depender tanto de las palabras de una señora de pelo blanco, Janet Yellen, que decide cuánto vale el dólar en cada momento del tiempo y cuánto financia o deja de financiar al Gobierno de Obama. De hecho, acaba de anunciar una posible subida de tipos de interés en diciembre.
En este sentido, la reacción de los inversores ha sido francamente negativa. En este momento, tanto los americanos como los europeos apuestan por pisar el acelerador de la máquina de hacer dinero, que lleva sin dar abasto ya camino de ocho años. Este sentimiento de no saber dónde estás ni cuánto valen realmente las cosas es el principal problema de Europa --probablemente de más de medio mundo-- pero aquí en vez de tener a una señora, tenemos a un señor que también pinta canas: don Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), que se encuentra en el ecuador de su mandato.
En este momento, tanto los americanos como los europeos apuestan por pisar el acelerador de la máquina de hacer dinero, que lleva sin dar abasto ya camino de ocho años
Al BCE se le acumulan los frentes de batalla, aunque en esencia todos ellos se reducen fundamentalmente a dos: por un lado, las nuevas normas regulatorias que tienen que cumplir los bancos europeos desde ya y hasta 2019 y, por otro, impulsar nuevas medidas de expansión monetaria vía compra de títulos de deuda tanto pública como privada (cédulas hipotecarias, paquetes de créditos…).
El quebradero de cabeza de las nuevas normas regulatorias
La presentación de las cuentas de los bancos de los nueve primeros meses del año no ha tranquilizado en absoluto a Fráncfort. La tónica general es la de obtener beneficio por la parte baja de la cuenta de resultados: ajustes de costes mediante despidos masivos o venta de activos no estratégicos y el descenso de las provisiones (el dinero que guarda un banco por si acaso por cada crédito concedido).
Si esto es así, ¿qué está sucediendo en la parte alta de la cuenta de resultados, es decir, el negocio bancario tradicional? Vemos cómo, a pesar del desplome del coste de los depósitos, el margen de intereses (la diferencia entre lo que cobra un banco por prestar y lo que le cuestan los depósitos) se mantiene plano o incluso retrocede. Para edulcorar esta situación, la mayoría de los bancos ha optado por convertirse en comisionistas gracias a la intermediación en fondos de inversión o haciendo plusvalías por la venta de cartera de renta fija.
El BCE se ha reunido con bancos europeos, especialmente los de la lista negra, los too big to fail. BBVA ha salido de esa lista
En esencia, el BCE observa cómo el negocio bancario poco a poco se desplaza desde el préstamo a la intermediación, abandonando el papel esencial de un banco: canalizar el ahorro desde donde sobra hacia donde falta. Sin embargo, para la banca la prioridad no es prestar, sino que es cumplir y pronto todos los requerimientos regulatorios que el propio BCE y Basilea III piden. Por lo pronto, los bancos tienen que tener guardados desde ya 8 euros como capital mínimo por cada 100 euros invertidos con riesgo.
Además, los bancos han creado dos colchones adicionales: uno de 2,5 euros por cada 100 euros invertidos con riesgo en concepto de “conservación de capital” y otro de entre 0 euros y 2,5 euros por cada 100 en concepto de “buffer contra-cíclico”. Pero ¿qué sucede si un banco es grande y le catalogan como too big to fail (demasiado grande para caer)? Que tiene que guardar entre 1 y 3,5 euros adicionales por cada 100 en riesgo a partir de 2016. En total, un banco grande tiene que guardar como capital entre 14 y 16,5 euros por cada 100 euros que invierte con riesgo.
Con semejantes exigencias, con una banca acostumbrada a vivir siempre al límite de capital, el esfuerzo que tiene que hacer es titánico y eso preocupa (y mucho) al BCE, que ha mantenido reuniones con los diferentes bancos europeos, especialmente aquellos que forman parte de la lista negra, los too big to fail: Santander, HSBC, Barclays, BNP Paribas, Deutsche Bank, Crédit Agricole, Nordea, Société Générale, ING, Unicredit, RBS o el China Construction Group, entre otros, porque son 30 entidades.De esta insigne lista acaba de salir BBVA. Se preguntarán si esto es una buena noticia, la respuesta es que no mucho: aunque BBVA se ahorrará 1 euro de capital por cada 100 invertidos generando un poco más de rentabilidad para el accionista, quedarse fuera de la lista implica un coste de marca (el sambenito de “ser más pequeño”) que le hará conseguir capital pero a un coste mayor. Algo que invita a la reflexión de cuál ha sido la gestión de Francisco González al frente de la segunda mayor entidad española.
Hoy mismo está sobrando liquidez en el sistema monetario europeo por un importe de 386.748 millones de euros, récord histórico
¿Acelerar el ritmo de la máquina de hacer dinero?
Con este panorama bancario, el BCE está planificando lanzar más dinero al mercado, creyendo que la solución está en la liquidez, cuando en realidad nos está saliendo por las orejas. Para hacernos una idea: hoy mismo está sobrando liquidez en el sistema monetario europeo por un importe de 386.748 millones de euros, récord histórico.
La intención, en esta ocasión, sería estimular el mercado de deuda privada y de titulizaciones que en Europa es bastante modesto. Se trata de comprar paquetes de hipotecas o créditos que conceden los bancos y que estos venderían al BCE a cambio de liquidez para prestar a la economía real.
Un estímulo de estas características abre la puerta a formar en Europa un mercado de capitales mucho más dinámico, ya que la financiación de los proyectos empresariales depende en un 70% del sistema bancario. Al fin y al cabo, en suma, el BCE seguiría ejerciendo su papel de “prestamista de última instancia” pero en un entorno muy desfavorable y con desconfianza creciente hacia la banca europea.
Hace escasamente un mes, la Reserva Federal de los Estados Unidos dio el cerrojazo a la primera subida de los tipos de interés, argumentando que “todavía la economía americana mostraba síntomas de debilidad” en sus principales indicadores macro. Al contrario de lo que el sentido común nos pueda indicar,...
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Javier Santacruz Cano
Es economista y socio de China Capital.
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