Alemania
Berlín da marcha atrás en la protección de los refugiados
El Ejecutivo de Angela Merkel, presionado por sus socios de coalición, reforma la legislación de asilo para acelerar la tramitación de las solicitudes, agilizar las expulsiones y recortar prestaciones económicas
Laura Alzola Kirschgens Hamburgo , 18/11/2015
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La llegada de cientos de miles de inmigrantes está cambiando Alemania. Y deja paradojas como que algunos de quienes estos días más defienden a Angela Merkel no la han votado jamás. “No soy la primera en mi puesto que tiene que luchar por algo” y “peleo por seguir el camino que tomé” fueron dos de las afirmaciones de la jefa del Ejecutivo alemán en una entrevista concedida el pasado viernes día 13 de noviembre a la televisión pública del país. Su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, había calificado 48 horas antes de “avalancha” la llegada de los refugiados. Merkel se desmarcó, y aseguró no pensar en imágenes como la descrita por él, sino estar preocupada por "respetar la dignidad de cada uno de los que llega como individuo, sin verlos como una masa anónima”.
Los últimos datos de las instituciones muestran la responsabilidad que está asumiendo Alemania en comparación con el papel de otros países europeos. Según la Oficina Federal para la Migración y Refugiados alemana (BAMF), entre enero y octubre de este año, el país germano ha registrado la entrada de unos 758.000 migrantes. Una cifra aproximada, por las posibles duplicidades en la inscripción y las personas sin registrar.
Sí es exacto el dato de que las solicitudes de asilo se han incrementado un 129,1% y que el principal país de procedencia sigue siendo Siria, de donde proviene el 53,5% de los 181.000 solicitantes de octubre, en su mayoría, hombres menores de 30 años. Una cifra de entrada que ha obligado a las instituciones y a sus trabajadores a adaptarse y a invertir tiempo, dinero y capacidades en amortiguar el peso burocrático y organizativo que este aumento supone.
Frente a las imágenes, más mediáticas, de las acciones violentas de la extrema derecha, la solidaridad de la sociedad civil alemana se extiende desde el verano en silencio por las comunidades y los barrios del país en forma de cientos de miles de voluntarios trabajando a destajo para acoger a los recién llegados.
Según la Oficina Federal para la Migración y Refugiados alemana, entre enero y octubre de este año, el país germano ha registrado la entrada de unos 758.000 migrantes. Una cifra aproximada, por las posibles duplicidades en la inscripción y las personas sin registrar
En la anterior entrevista en profundidad de la canciller en televisión, que también giró en torno a las políticas de acogida de refugiados, Merkel decía tener el respaldo de su equipo para afrontar el reto y alimentar la “cultura de la bienvenida”. Esta vez, tan solo cinco semanas más tarde, su situación era diferente. La jefa del Ejecutivo acababa de sobrevivir a una semana difícil, en la que la falta de apoyo a su lema “Lo conseguiremos” no solo se había hecho patente dentro de sus filas, sino que también se había reflejado como nunca antes en los medios de comunicación.
Desde hace unas semanas, las presiones internas de su partido parecen estar obligando a Merkel a dar marcha atrás en las políticas de protección de los refugiados. El giro se inició el pasado 15 de octubre, cuando el Parlamento alemán aprobó una reforma de la legislación de asilo diseñada por el Gobierno para acelerar la tramitación de las solicitudes, agilizar las expulsiones y recortar prestaciones económicas a los refugiados. Un endurecimiento de la ley respaldado por los democristianos y socialdemócratas que forman la gran coalición gobernante y que dificulta especialmente a los ciudadanos de Albania, Kosovo y Montenegro el ser reconocidos como refugiados al imponerse la consideración de que estos países son “seguros”.
Con el mismo propósito de acelerar la tramitación de las solicitudes y expulsar cuanto antes a los etiquetados como “migrantes económicos”, el Gobierno alemán acordó unos días más tarde la creación de los polémicos centros de internamiento: instalaciones pensadas para centralizar el proceso de registro de entrada que ahora funciona de manera caótica, y devolver a sus países de origen a los recién llegados con escasas probabilidades de obtener el estatus de refugiado.
Anunciada el 4 de noviembre, la medida pretende lograr que la concesión o denegación del asilo político se resuelva en tan solo una semana, con 15 días suplementarios de plazo para reclamar. Los inmigrantes registrados en estas instalaciones no podrán abandonar el distrito en el que se encuentren, a riesgo de perder las prestaciones sociales.
Un endurecimiento de la ley de asilo que dificulta especialmente a los ciudadanos de Albania, Kosovo y Montenegro el ser reconocidos como refugiados al imponerse la consideración de que estos países son “seguros”
Está previsto crear de tres a cinco de estos centros a lo largo de la geografía alemana. La oposición de los socialdemócratas ha impedido que se levanten en la misma frontera, una especie de tierra de nadie que los podría haber convertido, como temían los defensores de los derechos de los refugiados, en algo similar a cárceles de dudosa legalidad.
Pero la marcha atrás de las políticas de protección a los refugiados no afecta únicamente a los migrantes con escasas probabilidades de ser acogidos. Sin informar a su jefa política, el ministro de Interior de Merkel, Thomas De Maizière, anunció el pasado lunes día 9 de noviembre a los medios que Alemania está aplicando de nuevo el protocolo de Dublín a los migrantes sirios. Es decir, los devuelve al país en el que fueron registrados (si lo fueron), con excepción de quienes entraron a Europa a través de Grecia.
La Oficina Federal para la Migración y Refugiados había comunicado las instrucciones de suspender el protocolo de Dublín en el caso de los sirios el pasado agosto. La medida convirtió a Alemania en el único país de la Unión Europea en afirmar que no devolvería a los refugiados sirios al país por el que entraron a territorio comunitario y despertó las hostilidades contra Angela Merkel tanto por los socios bávaros de su gobierno, especialmente críticos con sus políticas de asilo, como por algunos países europeos de tránsito, que acusaron a Alemania de crear un “efecto llamada” de refugiados a Europa. Ahora la canciller, después de dos meses y medio, y tras recibir cada vez más presiones de sus socios de coalición, da marcha atrás en esta política en un momento en el que los refugiados siguen llegando a Europa.
Durante un año además, concretamente desde el 18 de noviembre de 2014, la Oficina Federal para la Migración y los Refugiados había introducido un protocolo acelerado para las solicitudes de las personas sirias. Estas únicamente tenían que rellenar un formulario acerca de sus razones para huir, sin tener que entrevistarse durante horas con un funcionario del ministerio. “No necesitamos escuchar una y otra vez la misma situación”, dijo el entonces presidente de la Oficina, Manfred Schmidt.
Con esta medida, la burocracia se aligeró y el tiempo de tramitación fue significativamente acortado. De este modo, casi todos los sirios llegados a Alemania hasta ahora han sido acogidos como refugiados “de primer nivel”, lo que supone la concesión de asilo por un periodo mínimo de tres años y la posibilidad de pedir la reagrupación familiar. Este último es un derecho registrado en la Convención de Ginebra, que permite a quienes ha recibido asilo reunirse con sus parejas e hijos en el país de acogida.
Sin informar a su jefa política, el ministro de Interior de Merkel, Thomas De Maizière, anunció el pasado lunes día 9 de noviembre a los medios que Alemania está aplicando de nuevo el protocolo de Dublín a los migrantes sirios. Es decir, los devuelve al país en el que fueron registrados (si lo fueron), con excepción de quienes entraron a Europa a través de Grecia
Con la previsión sobre la mesa de que en 2016 la llegada de las familias aumentará exponencialmente, pese a la hasta ahora lenta concesión de visados para emprender el viaje, el Ministerio de De Mazière ha decidido que quienes no sean refugiados de “primer nivel”, sino “subsidiarios”, no podrán solicitar la reagrupación durante los primeros dos años.
Además, Interior baraja que a partir de ahora más refugiados sirios sean admitidos como “subsidiarios”, aplazando así su derecho a traer a las familias durante dos años con el objetivo de aligerar la burocracia. Mientras los aliados más cercanos de Merkel habían descartado pública y categóricamente durante el fin de semana esta medida, fue el propio partido de la canciller, la Unión Demócrata Cristiana, el que presionó para que la iniciativa del ministro del Interior fuera respaldada.
Las decisiones unilaterales de De Mazière, apoyado en la sombra por el poderoso ministro de Finanzas y dirigente democristiano, Wolfgang Schäuble, no muestran solo la creciente fragilidad de Merkel. También debilitan la corriente pro “cultura de bienvenida” defendida por quienes nunca fueron seguidores de la actual canciller pero han encontrado en ella a una aliada común frente al ruido de la extrema derecha organizada ahora bajo el nombre de PEGIDA (patriotas contra la islamización de Occidente).
Merkel no está sola. Pero la ha dejado sola el sector de su partido que nunca quiso que Alemania fuera un país integrador y multicultural. Cuando Horst Seehofer, el presidente de la Unión Social Cristiana (CSU) bávara, lanzó una de sus primeras críticas públicas a la canciller en septiembre, dijo: “Merkel quiere otro país”.
Seehofer, principal censor del enfoque humanitario de la política de la canciller en lo que a los refugiados se refiere, hizo esta afirmación como si se tratara de un insulto, refiriéndose a que la jefa del Ejecutivo estaba provocando divisiones internas en el partido conservador con su visión diferente de país.
La canciller alemana le respondía de forma indirecta en una rueda prensa junto a su homólogo austriaco: "Tengo que decirlo seriamente, si ahora empezamos a disculparnos, en situaciones de emergencia, por mostrar una cara amable, entonces esto no es mi país". Dos meses más tarde, el equilibrio entre enseñar el lado más humano y reflejar éste en la aplicación de las políticas parece resultarle cada vez más complicado.
La llegada de cientos de miles de inmigrantes está cambiando Alemania. Y deja paradojas como que algunos de quienes estos días más defienden a Angela Merkel no la han votado jamás. “No soy la primera en mi puesto que tiene que luchar por algo” y “peleo por seguir el camino que tomé” fueron dos de las...
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Laura Alzola Kirschgens
Reportera e investigadora. Migración, educación, discurso y cambio social. Múnich, Hamburgo y ahora, Barcelona. Periodista. Máster en Inmigración por la Pompeu Fabra. Extranjera, como lo son todos en algún lugar
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