Memorias
Enzensberger: el tumulto que no cesa
El pensador alemán rescata notas, cartas y cuadernos y narra, como protagonista y como observador, algunos de los momentos más críticos de la historia del siglo XX
Miguel Ezquiaga 13/01/2016
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Los autores del romanticismo alemán vivieron para exprimir la historia hasta sacar el jugo de su esencia. A ellos se debe la popularización del concepto zeitgeist, una hermosa expresión que proviene del “espíritu (Geist) del tiempo (Zeit)”. Su mística impidió al Fausto de Goethe identificar el simplismo del término, que cuando intenta concretarse pierde unidad y, por tanto, sentido. Huyendo de esa búsqueda de la esencia, la palabra también puede entenderse como metáfora; símbolo de la manera en que experimentamos un clima social y cultural concretos. En su primera obra autobiográfica, Hans Magnus Enzensberger (Kaufbeuren, Alemania, 1929) hace suya esta última acepción, moviéndose con agilidad por el espíritu de época de la izquierda de los 60, unos años marcados por la guerra fría, las luchas obreras, los grupos armados, las protestas contra la guerra de Vietnam y las experiencias revolucionarias en el tercer mundo.
Hans Magnus Enzensberger es sin duda uno de los referentes intelectuales en Europa. Polifacético, ha alternado su trabajo como profesor de literatura y lingüística en distintas universidades alemanas con la poesía, la novela y el ensayo. Su estilo ácido e incisivo se asemeja al de Bertolt Brecht, mientras que la claridad y el rigor recuerdan a Stefan Zweig. Después de haber publicado en 2010 Conversaciones con Marx y Engels (Anagrama), un trabajo casi de archivística que recopila numerosos extractos de cartas, memorias, artículos de prensa e informes de policiales escritos por gente que conoció a ambos personajes, Enzensberger retoma ahora su línea de trabajo más personal. Tumulto (Malpaso), su último libro, es como un diario.
El autor decidió dejar atrás el recelo a escribir sobre sí mismo cuando encontró una serie de notas, cartas y cuadernos que acumulaban polvo en el sótano de su casa. Cuál fue su sorpresa al hallar entre este material reflexiones interesantes sobre los años convulsos; aquellos diarios que él mismo escribió, esos recortes de prensa que había acumulado años atrás, despertaron en él una atracción que no podía sortear. El archivo le sirvió para documentar las experiencias políticas de su pasado y desenterrar este periodo de ruptura con la paz social instaurada tras las II Guerra Mundial.
Tumulto es un antídoto contra la autobiografía que acostumbra a ser, demasiadas veces, subgénero publicitario. Enzensberger no vende una imagen prefabricada de sí mismo ni evoca el pasado con nostalgia triunfalista. El autor no llegó a adscribirse a ninguna de las confesiones de la extrema izquierda: los grupúsculos marxistas-leninistas le recordaban terriblemente al culto religioso. Y él nunca tuvo fe. Una impresión que le condujo a la heterodoxia, arrojándole a perseguir los pasos de Durruti en El corto verano de la anarquía o a encontrar las raíces del fanatismo contemporáneo de todo signo en El perdedor radical: ensayo sobre los hombres del terror. El descreimiento de cualquier dogma le da en Tumulto una doble posición: como protagonista y a la vez como privilegiado observador. La clave para un tono irónico y llano, más cercano al freestyle que a una coreografía.
Con una sinceridad despiadada, el libro narra algunos de los momentos más polémicos de la historia del siglo XX a través de varios viajes: dos a la Unión Soviética y la estancia de un año en Cuba constituyen el esqueleto de la historia. Las visitas se alternan con periodos en el Berlín de la República Federal Alemana y los relatos están espolvoreados con nombres propios de algunas figuras del momento: el autor retrata sin concesiones a Meinhof, Jruschov, Sartre, Yevtushenko, Marcuse, Allende, Kerouac o Neruda. Tras haber coincidido con Enzensberger en algún lugar del globo, ninguno se salva de su afilada pluma.
Tumulto está escrito con un ánimo vitalista: periplos, riesgo y amor. Pero el autor no olvida el elevado coste de esas aventuras, nos lo hace saber desde la primera página con una amarga dedicatoria que sólo adquiere su verdadera dimensión al final: A los desaparecidos, reza. En un tiempo en el que el compromiso político se medía empuñando un arma, lo que se pone en juego es la propia vida. Quienes arriesgaron su libertad o la integridad física en aquellos años, en ocasiones perdieron una de las dos; y si sobrevivieron, el daño les acompañó hasta el final. Las drogas, el suicidio o los problemas de salud mental fueron el precio que pagaron muchos, anónimos arrasados por el torbellino de la historia.
Con la perspectiva que da el tiempo, Enzensberger critica duramente la actividad de entonces de la izquierda extraparlamentaria europea. Atrapada entre el fracaso del comunismo en la Unión Soviética y la idealización de los procesos revolucionarios en China, Cuba o Vietnam, daba palos de ciego sin advertir del todo dónde se encontraba el enemigo. Aquel proyecto político de oposición al sistema se convirtió en correa transmisora de su modernización: “Impulsó el proceso de aprendizaje de la sociedad capitalista de manera más definitiva que los mismos defensores de esta”, escribe el autor. Este duro balance no es síntoma de arrepentimiento. El remordimiento no tiene cabida en las páginas de Tumulto, que no quiere ser el ajuste de cuentas del autor con su pasado. El motivo del libro es más bien el aprendizaje: un intento de extraer lecciones de aquellos años que sirvan para los retos del presente. Con esta crónica que abarca la década de los 60 y 70, Enzensberger se traslada a los epicentros del tumulto, situados en coordenadas geográficas unas veces, otras en la mente de sus protagonistas.
Los autores del romanticismo alemán vivieron para exprimir la historia hasta sacar el jugo de su esencia. A ellos se debe la popularización del concepto zeitgeist, una hermosa expresión que proviene del “espíritu (Geist) del tiempo (Zeit)”. Su mística impidió al Fausto de Goethe...
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Miguel Ezquiaga
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