Rugby
Una melé contra la homofobia
Julio Ocampo Roma , 20/01/2016
![<p>Integrantes del Libera Club de Roma, antes de uno de sus entrenamientos</p>](/images/cache/800x540/nocrop/images%7Ccms-image-000004526.jpg)
Integrantes del Libera Club de Roma, antes de uno de sus entrenamientos
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Cuando Pier Paolo Pasolini, con la ayuda de Alberto Moravia, rodó el documental Comizi d’amore en 1965 descubrió una Italia ingenua, asustada, ancestral e ignorante en temas de sexualidad, entendida ésta en todas sus esferas. Medio siglo después, parece haberse aplicado la máxima de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, autor de El Gatopardo: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”. Y así ha sido en un país (Italia) y una ciudad (Roma) donde se sigue calificando de valiente, y de arrogante, a todo aquel que osa derribar los muros de la homofobia, así en la vida como en el deporte.
“Al principio tuve cierta dificultad con algunos amigos, pero ahora ya no abandono este barco por nada del mundo. Es necesaria también gente como yo para que el resto se conciencie que ser homosexual no es un problema”. La palabra es de Umberto Cesaro, el capitán del Libera Club de Roma, el primer equipo de rugby gay-friendly italiano. Él, paradójicamente, es uno de los poquísimos heterosexuales de una plantilla que pide la vez para hacerse hueco en una sociedad anacrónica, sostenida históricamente por el mensaje del Vaticano y el de unos políticos --la Democracia Cristiana dejó cicatrices-- necesitados de enemigos para opacar la triste realidad. Nadie lo podría resumir mejor que Ennio Flaiano, guionista de La dolce vita: “Tranquilos, lo mejor ya ha pasado”. Una situación grave, pero no seria para un lugar con tendencia al infantilismo.
Fundado hace poco más de dos años, el Libera compite a nivel amateur y se entrena junto a los All Reds (Serie C) en el campo del ex Cinodromo, un viejo canódromo ocupado ahora ilegalmente a efectos del ayuntamiento. Allí se han puesto las primeras piedras del sueño, entrenando el placaje, el ensayo y la melé. Un balón oval que reta al pasado para tener un digno presente… Donde los niños no se sientan desplazados por su condición sexual y se reduzca el número de suicidios --palabra tabú para la religión-- sólo por ser gay.
“Todo comenzó cuando yo jugaba para los All Reds y escuché hablar de la Union Cup, una competición donde compiten escuadras como la nuestra a nivel europeo. A partir de ahí, tras mi viaje a Amsterdam, se me ocurrió la posibilidad de hacer algo similar en Italia. Dos años después, tenemos un montón de peticiones para jugar a rugby, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras”, apunta orgulloso Stefano Lezzi, un estadista de 39 años que, además, es el fundador y la pareja de Giacomo, un farmacista que ejerce de pilier, la figura situada al lado del talonador en la primera línea de la melé en el rugby a XV. “Tenemos equipos amigos, también gays, en Londres o Bruselas. Somos acogedores, solidarios, tranquilos e inclusivos”, aclara a la vez que se lamenta de la poca ayuda a nivel de financiación. “Nosotros, con una inscripción de 150 € al año, nos pagamos casi todo”.
En un lugar solidario donde cualquiera cubre varios papeles (es normal ver al míster cortar el césped), el antiguo presidente Lezzi también es jugador. Es por eso que admite la dificultad que tiene un homosexual para introducirse en un lugar tan sagrado, tribal y en muchos casos machista como un vestuario. “No es fácil convencerles para que vengan a jugar, ya que por una cuestión cultural nunca han jugado en un equipo, nunca han hecho deporte. Por lo tanto, tienen miedo al contacto físico y a estas cuatro paredes donde siempre se hacen bromas (hay homofobia también en la comunidad homosexual). Casi todos se refugian en un gimnasio, por lo que debemos trabajar las capacidades motoras y funcionales”, argumenta.
Pulir el cuerpo; limpiar la mente. Labores que les llevarán en febrero a la capital de Holanda para jugar contra una escuadra gay-friendly y para seguir haciendo apología de su mensaje, como ya hicieron hace pocos meses en el Arena de Milán, invitados por Marcello Cuttitta (ex jugador italiano), en un evento rugbístico donde también estaban ex de la Nazionale y los All Blacks. Un látigo contra los prejuicios, pesados como dólmenes, que tienen que seguir soportando.
Con un mensaje de promover el rugby en la comunidad LGTB (lesbiana, gay, bisexual y transexual), el Libera, que cuenta con un 90% de homosexuales en sus filas, quiere dar el salto al profesionalismo en los próximos años. “Es que si no, tendremos un difícil crecimiento”, avanza Fabrizio Morlacchi, su entrenador. Un arquitecto que ama el rugby, y que hace apología de los ideales del coro. “Somos antisexistas, antifascistas y antirracistas”. Juega también en los All Reds y es el único que cobra de toda la plantilla. Un militante --heterosexual-- del trabajo, sin ninguna duda.
También lo son Fabio Cassano, Angelo Cassisa, Fabio Lauretti o Andrea Carega (presidente actual), que conforman, en parte, la argamasa del plantel romano. “Los medios nos tratan bien, también la mayor parte de clubes italianos profesionales, y la chica de nuestro capitán. Es nuestro primer fan. Del resto, sólo puedo decir que en Italia no hay respeto por la diversidad, y que todo son trabas para aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo. La Iglesia y la política condicionan a la gente. ¡Aquí muchos nos equiparan con pedófilos!”, espeta cariacontecido Carega, hasta hace bien poco responsable de prensa. El hilo conductor con los periódicos y revistas, que siguen acudiendo a sus entrenamientos nocturnos para retratar y esculpir con cincel la hazaña, incurriendo en convertir en noticia algo que debería ser insultantemente normal. Cosas de Dios.
Cuando Pier Paolo Pasolini, con la ayuda de Alberto Moravia, rodó el documental Comizi d’amore en 1965 descubrió una Italia ingenua, asustada, ancestral e ignorante en temas de sexualidad, entendida ésta en todas sus esferas. Medio siglo después, parece haberse aplicado la máxima de Giuseppe Tomasi di...
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