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Advertencia. Esto es una crónica parlamentaria, que carece de todo interés si usted cree que Catalunya está viviendo un Procés hacia la independencia, pero que puede tener su juego de piernas si intuye que en Catalunya se está viviendo su acceso a la crisis de Régimen. Es la misma crisis que se vive en el resto del Estado, si bien anterior y más avanzada. Y, por lo mismo, también más recompuesta. Ver que Catalunya se pone en el trance de una crisis puede ayudar, por tanto, a visualizar las nuevas tendencias una temporada antes, lo que le puede suponer a quien lea estas líneas un conocimiento que causará la envidia en su entorno Pilates. Verbigracia de todo ello: hoy mismo, el PP valenciano ha explicado sus primeras --y, me juego una copa, últimas-- medidas de choque ante la/su corrupción. Han resultado ser más catalanas que unas gafas tan de diseño que, cuando te vas a la cama, te manga la cartera y el tabaco y se va de copas con tu novio/a. El PP sigue, en ese sentido, los pasos de CDC. Cambiará de nombre artístico. Cambiar de nombre es un indicio de que, donde no hay ningún cambio, sólo puede cambiar el nombre. Pero también es un indicio de astucia extrema en el seno de un inmovilismo extremo.
Mutar nominalmente no solo supone poner trabas a una identificación automática --como hizo, con éxito, herr Doktor Menguele--, sino que también supone cambiar de persona jurídica, y que no te quiten ni lo bailao. Prepárense, en fin, para un futuro con todos los nombres cambiados. Hasta el rey, en fin, ha cambiado de nombre. No se vayan, que esta crónica parlamentaria empieza en 3, 2, 1.
ParlamentZzz de CatalunyaZzz. SesiónZzz de ControlZzz. El aburrimiento es tan denso que lo he cortado en lonchas y he hecho unos bocadillos para todos los compis de la prensa. Eran tan buenos que, incluso, le han gustado al redactor de la revista Bocadillos Today, de natural quisquilloso. El aburrimiento nace del hecho de que los parlamentos locales, en fin, no suelen controlar mucho.
El Govern anterior, que estaba controlado por este egregio Parlament --desde el que les saludo, hola--, adoptó medidas en materia de Sanidad en la línea contraria a la votada y controlada por el Parlament. Con un par. Lo que nos lleva a la pregunta del millón. ¿De qué sirven los parlamentos? Sirven para mucho. Supongo. Es posible, snif, que nunca lo sepamos. Pero, por aquí abajo, básicamente sirven para formar gobierno. Posteriormente a ese momento en el que un Presidente, en su discurso de investidura, dice que quiere ser el presi de todos los catalanes, españoles o maragatos, los parlamentos suelen ser una juerga gubernamental. Incluso en momentos de relativa inestabilidad parlamentaria, como percibo. De lo que se deduce que formar y acceder al gobierno es, en la cultura de la commonwealth hispana, acceder también a un estadio de confort y seguridad superior al que ofrecen otras culturas a sus gobiernos. Supongo que eso es así porque los gobiernos poseen, en nuestro biotopo, una autoridad y un respeto exótico. Quizás, glups, de otra época. Otra característica a tener en cuenta de nuestros gobiernos --y, por lo tanto, de nuestros parlamentos--, es que no se forman en torno a ideologías o programas.
El Govern, por ejemplo, ha dejado ya claro, a estas alturas de partido --concretamente, en el minuto 1 del partido-- que, de los dos ejes pactados para esta legislatura --independencia y la cosa social--, lo de la independencia era un estado de ánimo --como el amor, o como las máquinas tragaperras, dos actividades que se bastan a sí mismas--, y la cosa social ya veremos, pero que pinta mal hasta que no lleguemos, alehop, a la independencia. Parece un chiste, pero no es un chiste. Aún así, el pacto gubernamental JxS-CUP sigue. Lo que igual indica que los pactos, por aquí abajo, son culturales. Es decir, no reposan en nada tangencial, sino en construcciones abstractas, que sólo entienden sus usuarios. En Catalunya, esa construcción, ese anillo para unirlos a todos, parece ser Catalunya. O el Procés ése, del que, como los OVNIS, sólo se sabe que salen por la tele más que por la realidad. Si esto es así, si estas son las reglas del juego, ¿cuál será el mito cultural que posibilitará un Gobierno post-20D en el Estado?
Respuesta: ni idea. Es decir, que no hay mito cultural vigente en España para realizar lo realizado en Catalunya. Hasta ahora, el mito del anillo --un anillo es, básicamente, un aro--, era la-unidad-de-todos-los-demócratas-contra-el-terrorismo. Hoy, ese servicio ha quedado anticuado.
Una crisis de Régimen es, también y básicamente, una crisis cultural, de referentes, de mitos. En ese sentido, la propuesta de Pedro Sánchez de formar gobierno es también un intento para que cree, o remiende, una cultura que una a varias opciones políticas. Por lo que veo --se ve poco; todo es muy opaco; lo que se ve es a través de los medios--, se está ensayando al respecto con las palabras Constitución --no significa mucho; desde Aznar, ha servido, incluso, para aludir a dinámicas anticonstitucionales o, glups, preconstitucionales; en 2010 se utilizó para acabar con el Bienestar, la forma de la Democracia en Europa--, y Unidad Nacional --una alocución no muy vieja, al parecer de la Restauración y llevada a su más alta expresión durante el franquismo; el hecho de que la Unidad Nacional ésa aparezca en la Consti´78 como un objeto a ser custodiado por el Ejército, resume un poco la historia del concepto, mucho más triste que la de otros conceptos, como el concepto gin-tonic, o el concepto bikini-. Ese léxico, al menos ahora, no da para mucho, en fin.
Ya que estoy aquí, en el Parlament, me intereso por la viabilidad de un pacto --es decir, de una cultura-- de Gobierno en Madrid. Hablo con un diputado de ERC y otro de PSC. Les pregunto si ven viable un gobierno en minoría del PSOE, con la abstención --fundamental--, de las minorías catalanas. "No sin referéndum. Y no lo harán" --adiós al pack Constitución + Unidad Nacional como posibilidad--, me dice ERC. "No es descartable, pero no los veo" --a ERC y CDC-- "con prisa para hacerlo", me dice PSC.
Si bien todo es muy improbable --tanto el hecho de que Sánchez forme gobierno, como el que no lo forme--, la sensación es que, ante una inexistencia de una cultura del pacto, o de, incluso, una cultura en común --que PSOE, PP, C´s y Podemos no se hayan reunido en más de un mes indica que no saben cómo hacerlo/no tienen nada qué decirse--, la opciones de Sánchez igual, visto lo visto, son acceder a la Gran Coalición por la vía lenta --tras fracasar en la formación de Gobierno--, o por la lentísima --tras elecciones; en una campaña electoral hay tanta electricidad que se pueden modificar marcos; pueden intentar colar como chachi los que tienen ahora/desde el 78; en Catalunya, se ha hecho, con la ayuda inestimable de muchos medios--.
Bueno. La sesión de control terminaZzzz. Se la resumo con la última pregunta --el portavoz de JxS--, y la última respuesta --Puigdemont--. Pregunta, sinopsis: el Govern lo hace muy bien, si bien, claro, puede hacer poco sin ser Estado. Respuesta, sinopsis: claro, lo podríamos hacer mejor, pero no somos Estado. Fin de la sinopsis. La autonomía, por cierto, no existe. Está intervenida. El Govern tiene poco margen para matizar sus gastos. Eso es dramático en una cultura política --la de la Península--, en la que la democracia ha ido unida, cuando ha existido, a la descentralización. La sesión de control ha servido, precisamente, para no hablar de ello. Para simular una soberanía que conducirá a una soberanía mayor. Si Catalunya es una hora antes que en España, prepárense a estos juegos para aplazar la muerte --de la soberanía; el Estado, esa otra autonomía europea intervenida es, en fin, una metáfora de lo de Catalunya--.
Cambio de tercio. Junqueras, Conseller de Economía --no tiene ni idea de economía, algo poco importante si se dispone de buenos asesores; y nada importante si tampoco se tiene soberanía o capacidad para modular la economía--, habla del segundo punto del día. Una prórroga presupuestaria. Se lo traduzco. El Govern, que así, a lo bestia, va prorrogando los presupuestos pactados entre CiU --entonces, existía-- y PP, en 2013, necesita que se vote una renovación momentánea de los presupuestos anteriores para poder dar algún sablazo a alguna institución de crédito --nota mental: ya sólo les queda Cofidís--. El Conseller --acostúmbrense--, no defiende ni esos presupuestos, ni esa prórroga. Explica que los presupuestos a prorrogar son una XXXXX pichada en un palo, pero es lo que tendremos hasta que "no dispongamos de las herramientas de un Estado" --nota mental: ignoro qué argumento cultural, es decir, no contrastable, utilizará Sánchez o quien sea para hacer y decir lo mismo en el Congreso, pero creo que también será divertido--.
Para aprobar la cosa es necesaria la abstención de CUP. CUP se abstiene. Lo hace, sic, "para redactar las tres leyes de desconexión con España y para trabajar" -otro sic- "por las personas excluidas del sistema". Zzzzzz. A la tarde, por cierto, JxS y CUP presentan la petición para que se creen las comisiones para redactar las tres leyes de desconexión, anunciadas en la resolución --histórica y bla-bla-bla-- del 9N. En la resolución se especificaba que tenían que estar redactadas en 30 días. Es decir, en diciembre. El voto de esta mañana de las CUP, a favor de la prórroga presupuestaria era a cambio de esto/de esta convención cultural consistente en creer, o comportarse como si se creyera, que esa convención cultural es o será palpable. El Govern, por otra parte, señaló hace días que la resolución del 9N era una declaración de intenciones. Como cuando dices, sabés qué, que me iría al Caribe. No, si al final ha sido otro día histórico. Ignoro lo que pasará en breve --breve: en un mes, o tras otras elecciones-- pero, de una forma u otra, pasará estoZzzz. Pero con los nombres cambiados, como les decía al principio.
Advertencia. Esto es una crónica parlamentaria, que carece de todo interés si usted cree que Catalunya está viviendo un Procés hacia la independencia, pero que puede tener su juego de piernas si intuye que en Catalunya se está viviendo su acceso a la crisis de Régimen. Es la misma crisis que se vive en el resto...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo) y de 'Caja de brujas', de la misma colección. Su último libro es 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama).
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