El fratricidio socialista, pendiente de un ábaco
Susana Díaz y su entorno confían en un adelanto electoral que permita a la andaluza asaltar Ferraz. Pero Pedro Sánchez “se ha ganado a la militancia”
Cristina Barbarroja 1/02/2016
Susana Díaz y Pedro Sánchez
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Recuerda estos días un socialista andaluz la campaña electoral del 20D. Cuenta cómo, mientras Pedro Sánchez paseaba su ‘futuro para la mayoría’ por media España, en Sevilla, en la sede de la calle San Vicente que acoge el despacho de Susana Díaz, muchos ya se habían repartido las dependencias acristaladas, por aquello de la transparencia, del número 70 de la calle Ferraz. Recuerda este socialista andaluz la noche electoral sevillana. El cava que no se enfriaba a la espera de la victoria del secretario general. Y las sonrisas cínicas de la decepción que recorrió el edificio cuando a las nueve y media de la noche, en Madrid, el número dos del partido anunciaba: “Esto está entre PSOE y PP”. No se había producido el sorpasso de Podemos. La mudanza tendría que esperar.
En ese episodio se explican los movimientos de la guerra fratricida socialista que se reactivó el 21D, pero que se puso en marcha desde el mismo momento en que Sánchez desobedeció el acuerdo con la andaluza, que le aupó a la Secretaría General del PSOE y que no incluía su candidatura a la Presidencia del Gobierno. Y en esa vocación cainita se entienden los meneos de una Susana Díaz a la que ya solo le queda esperar, calculadora en mano, que el madrileño se estrelle. Y los contraataques, inteligentes a pesar de la falta de fe de muchos, de un Pedro Sánchez cuya supervivencia política está pendiente de otro traslado de muebles, de pocos kilómetros pero de muchos obstáculos, de Ferraz a La Moncloa.
Primero fue el malestar con Podemos, socio prioritario en los planes de la dirección, que la andaluza se encargó de extender entre sus baronías afines a pesar de que todas, todas, deben sus gobiernos a la formación de Iglesias. De aquella salió Sánchez con una resolución política que le mandataba intentarlo, una vez fracasara Rajoy, con la única condición de que evitase buscar apoyos entre los que defendían el derecho de autodeterminación. Es decir: Iglesias. Y la trianera, sabedora de que la mudanza sería mucho menos costosa con una legislatura corta del PP, dejó el trabajo sucio a los diplodocus del socialismo que se encargaron de promover –algunos con más claridad que otros-- las bondades de la gran coalición.
Pero entonces fue el líder de Podemos quien heló la sangre de Díaz con una propuesta de Gobierno tripartito, líneas rojas al margen, que volvía a dificultar su plan de asalto al poder. Y de nuevo no era ella quien lo evidenciaba sino sus incondicionales sin responsabilidades orgánicas, como Eduardo Madina, Alfredo Pérez Rubalcaba o José Blanco, que tildaron la oferta de “humillación”. Al valenciano Ximo Puig, al castellano-manchego Emiliano García-Page o al asturiano Javier Fernández, presidentes autonómicos gracias a los de Pablo Iglesias junior, más les valía callar.
El Comité de la militancia y la calculadora
Con esos mimbres, el pasado fin de semana el PSOE ha celebrado su cónclave más importante entre congresos. La reunión del Comité Federal que, tras una negociación in extremis, que incluso obligó a retrasar la cita, ha establecido las reglas para la batalla final. Díaz ha impuesto la fecha: se producirá antes de un posible adelanto electoral que le permita, por lo menos, hacerse con el control de Ferraz. Sánchez, que sea la militancia, mucho más a la izquierda que los dirigentes del PSOE, quien tenga la última palabra sobre su eventual acuerdo de investidura.
Sorprendió el secretario general con la táctica, brillante, de neutralizar a los barones entregando a las bases una facultad que compete solo al Comité y que ningún líder regional se atrevió a cuestionar. Cuarenta peticiones de palabra y a ver quién era el osado que se enfrentaba a la militancia. Hasta Susana Díaz se mostró de acuerdo con la propuesta que, en petit comité, algunos se encargaron de recordar que no está en los Estatutos y que –comentaba un dirigente regional-- “va a convertir el PSOE en las CUP”.
Además, los de ‘la Sultana’ ya no están en el escenario del acuerdo sino en el del adelanto electoral y, ábaco en mano, se mostraban convencidos de que lo habrá. “El PSOE no puede aceptar siquiera la abstención de los independentistas”, decían. Y tanto ERC como Democràcia i Llibertat ya han manifestado su intención de no apoyar la eventual investidura de Sánchez. “No le salen las cuentas”, insistían, sin contar con la posibilidad que sí contempla todavía Ferraz de lograr la abstención de Ciudadanos.
Entienden que las nuevas elecciones podrían tener lugar en junio y, de ahí, las sonrisas de Díaz y Puig durante el almuerzo que compartieron en el bar de los habituales del PSOE, consumada su victoria en la pelea por la fecha del Congreso Federal. Ferraz lo quería en junio. Se celebrará el fin de semana del 21 y 22 de mayo, antes de la posible nueva cita con las urnas, lo que permitiría a la andaluza hacerse con la Secretaría General. Nadie duda de que lo intentará. Otra cosa es que quiera postularse luego a la Presidencia del Gobierno.
Dos semanas antes, el domingo 8, los candidatos tendrán que someterse al veredicto de la militancia en primarias. Y, de nuevo calculadora en mano, los pronósticos del fin de semana dependían de quién manipulara la máquina. “Susana se ha quedado sola”, decía un destacado socialista vasco, convencido de que Sánchez puede gobernar –en Euskadi dan por seguro el apoyo del PNV-- y de que, lo consiga o no, volverá a ser secretario general. “Se ha ganado a la militancia”. Del otro lado, un secretario general resumía con un símil: “Esto es una empresa y Susana tiene el 25% de las acciones”, en referencia a la federación andaluza, la más importante en número de militantes. Y sumaba a continuación a las bases de Valencia, Castilla-La Mancha, Extremadura, Asturias y el 50% de la militancia de Madrid.
En resumen, que en el fratricidio socialista todo está pendiente de un ábaco de 350 bolas que comenzarán a moverse el martes cuando se cierre la ronda de consultas del Rey.
Recuerda estos días un socialista andaluz la campaña electoral del 20D. Cuenta cómo, mientras Pedro Sánchez paseaba su ‘futuro para la mayoría’ por media España, en Sevilla, en la sede de la calle San Vicente que acoge el despacho de Susana Díaz, muchos ya se habían repartido las dependencias acristaladas, por...
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