Tuiteando vengo
El batallón de la Libertad
Moe de Triana 10/02/2016
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Apenas dos coloretes les han bastado para disfrazarse. El resto del tipo ha sido ideado sobre prendas viejunas que tenían por casa y que han ido reciclando oportunamente. Un pantalón de pijama, una camisa vieja y una bata de guatiné reconvertida en chaqué a base de tijeretazos. No les ha ocupado más de un par ratos. Gran mamarracho de Cádi. Llevan una semana ensayando en la trastienda de un viejo comercio de Sagasta, pero aún no se encuentran con la suficiente soltura como para interpretar uno solo de los cuplés sin sostener en sus manos un folio con las letras del repertorio. Salen dispuestos a hacer de cualquier esquina su particular teatro. Su auditorio itinerante desde el que venderán con entusiasmo a propios y extraños las coplas a las que han dado forma durante las semanas posteriores a la Navidad, empapándose de noticias recientes en el terreno político y en el universo del corazón que tanto ha ofrecido a la fiesta grande de la Tacita de Plata.
En su recorrido buscando esa esquinita idílica alejada del jaleo van avanzando entre los fríos muros de piedra de la calle Rosario. En algunos de sus recovecos se escuchan los tablerazos de un romancero, entremezclados en la lejanía con las claves de un cuarteto que ha empezado a entonar un popurrí al compás de las carcajadas que emana un público ávido de coplas que, vaso de manzanilla o moscatelito en la mano, abre los ojos expectante ante la suprema muestra de arte y pocavergüenza que están presenciando. Según avanzan saludan a ilegales que al igual que ellos buscan posicionarse para pasar una tarde cantando sus pamplinas. Poco a poco son seguidos en silencio por una corte de aficionados curiosos por oírles, siguiendo las reglas no escritas del carnaval callejero, les acompañan ensimismados sin formar bulla hasta que decidan detenerse en el rincón definitivo que engalanarán con sus historias. Cuando lo hallan, unos acordes de guitarra sencillos dan pie al susurro de las rimas picaronas que han preparado para el respetable de la hora golfa. Ya está el lío formado. Amoscuchá asiente una vecina asomada desde su ventana. Y así, la Trimilenaria va encadenando las primeras lunas de febrero, al ritmo que marcan los gaditanos que componen en su honor la más efímera banda sonora que se le pueda tributar al todopoderoso Dios Momo.
Ellos, junto a muchos otros, le ponen voz a la ciudad cuando los fastos en el interior del Falla se silencian; engrosan los escuadrones de la gracia, la guasa y la ironía. En apenas siete días desfilarán cual implacable y rotunda compañía a sus anchas por los callejones del barrio de la Viña, el Pópulo o el Mentidero; mañanas, tardes y noches: es el batallón de la Libertad.
Apenas dos coloretes les han bastado para disfrazarse. El resto del tipo ha sido ideado sobre prendas viejunas que tenían por casa y que han ido reciclando oportunamente. Un pantalón de pijama, una camisa vieja y una bata de guatiné reconvertida en chaqué a base de tijeretazos. No les ha ocupado más de un par...
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Moe de Triana
Álvaro Ballén (Sanlúcar de Barrameda, 1983) Como técnico superior trabajo en el ámbito de la animación sociocultural y la integración aunque de vez en cuando intento pensar y me da por escribir. Desde CTXT oigo los latiditos de Twitter. A menudo blogueo en moedetriana.com.
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