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Tribuna

¿De qué es síntoma el Deutsche Bank?

El gigante alemán inquieta a los mercados y al mundo económico. Coloso con pies de barro, el banco es el reflejo de una gestión deficiente de la crisis desde 2007

Romaric Godin 20/02/2016

Flickr.com

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La anécdota podría ser graciosa si los tiempos fueran menos duros. París, martes 9 de febrero, 48 Consejo económico y financiero franco-alemán, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, que acaba de afirmar que no alberga "ninguna inquietud" sobre la suerte del Deutsche Bank, vuelve a  rechazar el establecimiento del "tercer pilar" de la unión bancaria, debido a la falta de confianza en los bancos de los países del sur de Europa. "No se puede avanzar en la solidaridad si los bancos no son estables", proclama a su vez el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, con la aquiescencia del ministro francés de Finanzas, Michel Sapin.

El hundimiento del DB

Sin embargo, en ese mismo momento, la acción del primer banco alemán se hunde y alcanza su nivel histórico más bajo. Decir que el mercado está en profundo desacuerdo con el ministro alemán es quedarse demasiado corto. El jueves, mientras la acción del banco de Fráncfort volvía a caer, tras un repunte del 14% el miércoles, el CDS (permuta de cobertura por impago) del Deutsche Bank calculaba en cerca del 20% el riesgo de una quiebra en cinco años. Un nivel digno de las entidades bancarias menos recomendables del Sur de Europa.

La  "cultura de la estabilidad"

Esta paradoja refleja la ambigüedad de la relación de Alemania con Europa. Por un lado, la voluntad expresa de transmitir al conjunto de la zona euro la Stabilitätskultur, la "cultura de la estabilidad", cuya ausencia en el Sur del continente es motivo de permanente queja por parte de la prensa alemana. Y por otro, esa cultura ha provocado, precisamente, el nacimiento de unos monstruos financieros que regularmente ponen en peligro la economía europea. Porque el del Deutsche Bank no es un caso aislado: el sector financiero alemán --y el europeo que depende también de ese superávit-- es un coloso con pies de barro, y en gran parte fruto del denominado modelo económico de "estabilidad" alemán.

¿En qué consiste esa "cultura de la estabilidad"? Se basa principalmente en mantener la inflación contenida, fundamental para un aumento reducido de los salarios. Ello provoca una demanda interna escasa y una mayor competitividad externa que favorece el aumento de las exportaciones. En otras palabras, la "cultura de la estabilidad" se traduce en un estallido del superávit comercial y del superávit por cuenta corriente. Pues toda reutilización de esos superávit en la demanda interna puede estimular la demanda interna y, por tanto, la inflación. Se trata de un modelo que genera automáticamente unos superávit considerables. Asimismo se puede constatar que la aplicación de este modelo en la zona euro ha llevado a ésta a aumentar en 10.000 millones de euros el superávit por cuenta corriente de la unión monetaria, que en estos momentos alcanza el 3% de su PIB.

El empleo del superávit alemán

El problema reside entonces en cómo emplear ese superávit. Tradicionalmente, los bancos cooperativos y las cajas de ahorro locales utilizaban la inmensa mayoría de esos ingresos por exportaciones que habían pasado a ser depósitos para financiar el desarrollo del Mittelstand, esas pymes exportadoras que constituyen la punta de lanza de la industria alemana, y la economía local. El resto solía servir para financiar las participaciones recíprocas de la industria y de las finanzas (un sistema conocido como Deutschland AG, "Alemania SA"). Pero en los años 90, este modelo se agota con la globalización. Debido a las reformas de Schröeder y a la ralentización de la inversión pública, el superávit alemán (el superávit por cuenta corriente de Alemania supera el 8% del PIB) aumentó aún más. La inversión en actividades relacionadas con la demanda interna pasó a ser menos rentable, mientras que la mejora de la competitividad hizo que la inversión en productos relacionados con la demanda externa fuera menos urgente. ¿Qué hacer, pues con ese superávit? 

Las promesas del DB

Al final, la respuesta fue sencilla: a comienzos de los años 2000, la desregularización y la globalización financieras brindaban grandes oportunidades. Y los bancos de negocios alemanes, empezando por el Deutsche Bank, ofrecían tentadores rendimientos.  Su director ejecutivo, Josef Ackermann, promete una rentabilidad de un 25% (lo que hizo que en 2011 el exconsejero económico y director del departamento de estudios del FMI, Simon Johnson, le otorgara el título de "banquero más peligroso del mundo"). Sus competidores, el Commerzbank y el Dresdner Bank, rivalizaban a la hora de ofrecer rentabilidades de dos dígitos. Los bancos regionales, los Landesbanken, no se quedan atrás, sobre todo porque se beneficiaban de sus lazos con las autoridades locales y las cajas de ahorro. En esas condiciones ¿qué razón había para invertir en proyectos a largo plazo en Alemania con dudosa y escasa rentabilidad?

Para cumplir con sus compromisos, los bancos alemanes se dedican a invertir sin moderación en lo que ofreciera más rentabilidad. Y por tanto, en lo más arriesgado. Evidentemente, en las subprime en Estados Unidos, y también en el sector inmobiliario irlandés y español o en la deuda pública griega. Los miles de millones de superávit alemán alimentaron esas burbujas que explotaron una tras otra entre 2007 y 2010. A veces, no se dudaba a la hora de franquear ciertos límites. Una cuestión en la que el Deutsche Bank está también en primera línea como demuestran los numerosos escándalos por los que ha sido condenado, desde la manipulación del Libor a la financiación ilícita de los países sometidos a embargo por Estados Unidos.

Los bancos alemanes, entre los más expuestos desde 2008  

Cuando sobreviene la crisis, el sector financiero alemán es claramente uno de los más expuestos. Y no por casualidad. El Estado federal debe dejar a un lado sus principios (que sin embargo utilizó cuando le convino en los otros países de la zona euro) y acude en socorro de sus bancos. El Commerzbank y el Dresdner Bank se fusionan en enero de 2009 gracias al rescate de Berlín, que toma el 25% del capital de la nueva entidad. En junio de 2009, el banco Hypo Real Estate, de un tamaño equivalente a Lehman Brothers, es nacionalizado --algo que no pasaba en Alemania desde 1932-- urgentemente tras la expropiación manu militari de sus accionistas privados, y posteriormente se desmantela. Paralelamente, los bancos regionales alemanes son rescatados por los Länder a base de decenas de miles de millones de euros, mientras que el WestLB, que está en demasiado mal estado, es desmantelado a costa del Estado federal. En total, se emitieron más de 200.000 millones de euros de garantías sobre activos "tóxicos" a través del SoFFin, el fondo del Estado federal.

¿El DB, a salvo?

Esa operación de salvamento permitió al Deutsche Bank, que no tuvo que acudir directamente al Estado, rebajar la factura de la crisis. Sobre todo porque, enormemente expuesto a las deudas periféricas, se benefició del apoyo del Gobierno alemán y del BCE, que hicieron todo lo necesario para evitar una reestructuración de la deuda irlandesa y retrasaron lo suficiente la de la deuda griega como para que el Deutsche Bank pudiera vender sus acciones (fundamentalmente, digamos de paso, al BCE en el marco del programa denominado SMP en 2010-2011). Un último elemento: en 2009, el Estado federal ofreció al Deutsche Bank la filial bancaria de correos, la Postbank, por un precio muy razonable. Un modo de que, en plena crisis, recuperara cash el gigante bancario que, sin embargo, gestionó tan mal esa filial que la depreció a mitad de su valor. De este modo, el Deutsche Bank se mantuvo en actividad, en un momento en que el superávit alemán seguía aumentando.

Ceguera de las autoridades

El Deutsche Bank fue, pues, indirectamente salvado por los Estados de la zona euro. Y siguió siendo esa enorme máquina de reciclaje del superávit alemán. Bien es verdad que, desde hace tiempo, todo el mundo sabe en el mercado que hay un problema con el Deutsche Bank. Sobre todo porque el banco ha tenido problemas con la justicia por sus actividades poco escrupulosas y se ha visto obligado a provisionar 5.200 millones de euros para futuras penalizaciones, únicamente por lo que es conocido. Pero todo el mundo finge ignorarlo. El banco ha pasado, pues, los diferentes test de estrés y revisiones de calidad de los activos, cuyas ratios, como se recordará, se calculan sobre los riesgos "ponderados" y no sobre los montantes reales. El modo de cerrar los ojos y seguir teniendo buena conciencia. Por todo ello, la responsabilidad de la crisis del banco de Fráncfort  no es hoy únicamente de sus actuales dirigentes sino también de los del pasado y de los responsables políticos alemanes y europeos. En resumen, Wolfgang Schäuble, ministro de Finanzas desde 2009, sabe muy bien que el Deutsche Bank es tan amenaza para la "estabilidad" como los bancos italianos.

Riesgo de espiral

Mantenido artificialmente a flote, al Deutsche Bank se le complica, sin embargo, la situación cada vez más, sobre todo debido a sus problemas judiciales. La reacción de la entidad ha sido recientemente, como subraya la periodista de Forbes Frances Coppola, adquirir más riesgos para fortalecer la rentabilidad de sus divisiones más rentables. Ahora bien, más riesgo significa más necesidad de capital pero también más desconfianza de los inversores. El Deutsche Bank parece estar atrapado. Es muy difícil creer que sea "sólido como una roca" como pretende John Cryan, uno de sus copresidentes. En efecto, con 220.000 millones de euros de reservas, un acceso al mercado ahora comprometido y un balance de 1 billón 626.000 millones de euros, el banco alemán podría verse obligado a convertir en abril sus famosas "Coco" (obligaciones convertibles) en acciones desvalorizadas. Se harían entonces realidad los temores del mercado: la pérdida completa de credibilidad del banco.

¿Qué crisis?

Hoy, el Deutsche Bank hace temblar a los mercados. Podría ser un nuevo Lehman Brothers a la europea. Pero los actores de los mercados no tienen duda de que Berlín no le dejará ir a la quiebra. Habrá un rescate del Deutsche Bank. ¿Pero como reflotar semejante coloso? La unión bancaria prohibe al Estado efectuar directamente el rescate, ¿pero aceptará Alemania que paguen los acreedores y los depositantes del Deutsche Bank? Entre salvar la unión bancaria y salvar su modelo económico no habría duda. Pero se buscan otras soluciones. Según el último rumor, sería el BCE quien compraría los títulos bancarios... El Gobierno alemán, tan opuesto a la compra de títulos por el Banco Central Europeo, lo vería esta vez con buenos ojos. Y la "cultura de la estabilidad" caería en el olvido...

El Deutsche Bank, ese síntoma

Queda una cuestión. Como hemos visto, el Deutsche Bank no es más que un síntoma: el de un modelo económico nefasto y peligroso que se ha erigido en referencia en la zona euro.  Y el de un sistema financiero europeo que no está tan controlado como se pensaba y que continúa apoyándose en la garantía implícita de los Estados. Al Deutsche Bank le sucederá otro banco. La amenaza sobre la estabilidad no es siempre la que Wolfgang Schäuble  y Jens Weidmann quieren que sea. Mientras no se reduzca el superávit alemán, toda la estabilidad de Europa estará en peligro.

Traducción de María Cordón. 

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Este artículo se ha publicado el 11 de febrero en La Tribune. 

    

La anécdota podría ser graciosa si los tiempos fueran menos duros. París, martes 9 de febrero, 48 Consejo económico y financiero franco-alemán, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, que acaba de afirmar que no alberga "ninguna inquietud" sobre la suerte del Deutsche Bank, vuelve a...

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Autor >

Romaric Godin

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