El gigante alemán se tambalea
Las dudas sobre la estabilidad de Deutsche Bank, el principal banco privado europeo, extienden la desconfianza en el sector financiero
Laura Alzola Kirschgens Hamburgo , 17/02/2016
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Las dudas sobre la salud de la banca europea han crecido. Aunque la moneda única no está en entredicho y las variables macroeconómicas parecen esquivar la recesión, la semana pasada, la cotización del sector financiero cayó a su nivel más bajo desde agosto de 2012, aquel mes fatídico en el que Mario Draghi tuvo que jurar que no dejaría caer el euro. Quizá precisamente por este antecedente, han sido suficientes los crecientes temores por la estabilidad de Deutsche Bank para que la desconfianza se extienda a todo el sector.
Por su tamaño, las consecuencias de la caída de Deutsche Bank serían globales. Es uno de los bancos considerados too big to fail, demasiado grandes para quebrar, por el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB). El consejo al que el G20 encargó una reforma del sector bancario tras la quiebra de Lehman Brothers en 2008, y el mismo que actualiza la lista de los bancos “demasiado grandes” cada año desde 2011.
La importancia de Deutsche Bank para Alemania solo se entiende mirando a su historia. El principal banco alemán se fundó en 1870 con el objetivo de impulsar el comercio exterior germano, financiado hasta entonces a través de bancos ingleses y franceses. Uno de los mayores proyectos fue la construcción de la red ferroviaria estadounidense. Tras el éxito de los primeros años, las dos guerras mundiales truncaron su trayectoria, desmembrándolo en diez entidades. Como muchas grandes corporaciones del país, Deutsche Bank había colaborado activamente con el régimen nazi, concretamente cofinanciando Auschwitz y beneficiándose de las transferencias de oro del régimen nacionalsocialista, que saqueó los bancos de los países ocupados.
Ya en democracia, la recuperación fue definitiva en 1992 y en 1999, cuando adquirió los bancos de inversión Morgan Grenfell de Londres y Bankers Trust de Nueva York. Con el cambio de siglo, otras grandes entidades germanas como Berliner Bank, Norisbank, Bankhaus Sal. Oppenheim o Postbank se unieron al que se ha convertido en el principal banco privado de Alemania, y también el mayor de Europa, pero que, desde la crisis de 2008, no termina de recuperarse.
Sigue siendo prematuro comparar el batacazo bursátil actual con la crisis financiera de 2008. Pero si el peor escenario, una recesión global como la de entonces, se materializarse, el financiero sería el sector que antes y en mayor medida sufriría. Esa idea ya ha calado en las bolsas, y bastó para desatar la crisis en los parqués europeos de hace unos días.
En 2015, el banco tuvo que publicar pérdidas de 6.700 millones de euros y anunciar que reducirá su plantilla en más de 35.000 puestos de trabajo
Los políticos de la Eurozona, sin embargo, cierran filas. El jefe del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, afirmó el jueves 11 de febrero que aunque “hay volatilidad e incertidumbre, el euro es más fuerte ahora” y añadió que “con los bancos sucede lo mismo”. También el comisario europeo de Asuntos Económicos y Financieros, Pierre Moscovici, defendió “la solidez de la recuperación europea y del sistema financiero”.
“Hay cierto punto de exageración en los mercados”, valoró el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble. Le secundó el ministro italiano de Economía y Finanzas, Pier Carlo Padoan: “Esto está ligado a unas perspectivas de crecimiento global más débiles”. Tanto Schäuble como Padoan tienen sendos motivos para querer creer sus palabras, porque aunque los mercados no pierdan de vista la periferia europea, es decir, Grecia, Portugal o España, ahora apuntan sobre todo a Deutsche Bank y a la banca italiana.
En 2015, Deutsche Bank tuvo que publicar pérdidas de 6.700 millones de euros (2.000 millones en el cuarto trimestre) y anunciar que reducirá su plantilla en más de 35.000 puestos de trabajo. Antes de la crisis financiera de 2008, la acción del banco alemán cotizaba a 100 euros. Ahora oscila en torno a 17 euros, menos de una quinta parte.
Las primeras señales de alarma sobre las malas prácticas llegaron hace tres años, cuando se dio a conocer la alta exposición del principal banco privado de Europa a los derivados financieros: 75 billones de dólares, una suma que supera 20 veces al PIB de Alemania y cinco veces al de la zona euro. El gran problema reside en esta dependencia de la banca de inversión. Antes de la crisis financiera, generaba el 70% de los beneficios del grupo. Tras el hundimiento de Lehman en 2008, se ha desplomado y ahora produce pérdidas.
Las primeras señales de alarma sobre las malas prácticas llegaron hace tres años, cuando se dio a conocer su alta exposición a los derivados financieros: 75 billones de dólares
Por su tamaño, las consecuencias de la caída de Deutsche Bank serían globales. Pero aunque sea considerado uno de los bancos too big to fail, su historial de los últimos siete años ha dejado una estela de escándalos. Además de maquillar los datos en las hipotecas subprime americanas y multiplicar sin tasa los bonus de los altos ejecutivos, el buque insignia de los bancos germanos hizo trampas con el Libor en el mercado de Londres.
La erupción del escándalo del Libor data de 2012, pero sus efectos todavía duelen. Los costes son inmensos. Y no sólo monetarios. Manipular la principal referencia del mercado mundial de préstamo interbancario ha hecho mella en la confianza dentro del banco, en los empleados, y fuera del mismo, en los clientes. En 2015, Deutsche Bank acordó pagar a las autoridades de Estados Unidos y Reino Unido 2.300 millones de euros por su implicación en este escándalo, del que los grandes bancos implicados (Deutsche Bank, UBS, Citigroup, Barclays y JP Morgan) se defendieron argumentando que las faltas las cometieron algunos empleados, sin conocimiento de los superiores.
El escándalo del Libor hizo aflorar lo que ya podía adivinarse: la dependencia de Alemania de su principal banco para reforzar su economía es enorme. Las empresas alemanas de primer orden y las medianas han crecido muy dependientes de la financiación del banco más grande del país. Tanto, que líderes empresariales e incluso miembros clave del consejo de supervisión -- formado por accionistas y miembros de los sindicatos y encargado de supervisar las acciones del consejo de administración-- trataron de ayudar a los expresidentes ejecutivos de la entidad, Anshu Jain y Juergen Fitschen, a poner los escándalos en un segundo plano.
Cuando el regulador alemán debía publicar un informe sobre la presunta participación del banco en la manipulación del Libor, surgió una red de apoyo a Deutsche Bank. Directores financieros de algunos grandes grupos empresariales alemanes, como Burkhard Lohr, director financiero del Grupo K+S AG, proveedor de sal y fertilizantes, o Stefan Sturm, director financiero del grupo médico Fresenius SE & Co KGaA, declararon que la fortaleza del Deutsche Bank era vital.
En 2008, la entidad prestó 4.520 millones a las empresas alemanas. Cuatro años más tarde, ya era el segundo mayor proveedor de préstamos, con un volumen de 10.820 millones de euros
El presidente del consejo de supervisión de Deutsche Bank, Paul Achleitner, también apoyó la estrategia de Jain y Fitschen. Achleitner, exejecutivo de Goldman Sachs, había ayudado a la entidad en 1998 a hacer una de sus mayores expansiones en banca de inversión.
Datos de Thomson Reuters mostraron que el papel de Deutsche Bank como prestamista para las empresas alemanas había aumentado desde la crisis financiera. En 2008, la entidad prestó 4.520 millones a las empresas alemanas. Cuatro años más tarde, ya era el segundo mayor proveedor de préstamos en Alemania detrás de Commerzbank, con un volumen de 10.820 millones de euros.
La relación de Deutsche Bank con los políticos ha sido algo más difícil. La entidad enfadó a los legisladores en 2012 cuando se negó a enviar al entonces copresidente ejecutivo, Jain, a comparecer ante una audiencia parlamentaria sobre el escándalo Libor y mandó al jefe de cumplimiento de normas, Stephan Leithner, en su lugar.
El escándalo del Libor, aunque quizá el más sonado, no ha sido el único de Deutsche Bank en los últimos años. A finales de 2012, agentes de la Fiscalía de Fráncfort registraron las oficinas centrales de la entidad en el marco de una investigación por presunto fraude fiscal relacionado con la comercialización de certificados de emisiones de dióxido de carbono (CO2) que habría permitido evadir centenares de millones de euros. Entre los investigados estuvieron el consejero delegado de Deutsche Bank, Jürgen Fitschen, y el director financiero de la entidad, Stefan Krause.
Los escándalos de corrupción y los procesos judiciales terminaron por poner a Jürgen Fitschen y Anshu Jain entre la espada y la pared. Fitschen y Jain, cuyos contratos expiraban el 31 de marzo de 2017, llegaron a la copresidencia de Deutsche Bank en junio de 2012. La dimisión de ambos se decidió el pasado 7 de junio tras una reunión extraordinaria del consejo de vigilancia de Deutsche Bank. El británico John Cryan comenzó a presidir Deutsche Bank. Hasta la junta general de accionistas de mediados de mayo de 2016, Cryan estará acompañado por Fitschen. Después, presidirá Deutsche Bank en solitario.
Hasta la fecha, limpio de escándalos, John Cryan, británico de 54 años, fue miembro del consejo de supervisión de Deutsche Bank desde 2013, presidente del comité de auditoría y miembro del comité de riesgos. Trabajó en Temasek, el fondo de inversión estatal de Singapur, desde 2012 hasta 2014, como director para Europa. Entre 2008 y 2011, había sido director de Finanzas del banco suizo UBS, donde realizó un importante saneamiento.
Conocedor, en definitiva, de la banca de inversión internacional, se ha ganado una buena reputación como un gestor de crisis competente. Necesita serlo ahora. Se enfrenta a la ardua tarea de aplicar importantes recortes de costes y recuperar la reputación de Deutsche Bank en un momento en el que los accionistas e inversores pierden la paciencia.
Las dudas sobre la salud de la banca europea han crecido. Aunque la moneda única no está en entredicho y las variables macroeconómicas parecen esquivar la recesión, la semana pasada, la cotización del sector financiero cayó a su nivel más bajo desde agosto de 2012, aquel mes fatídico en el que Mario Draghi tuvo...
Autor >
Laura Alzola Kirschgens
Reportera e investigadora. Migración, educación, discurso y cambio social. Múnich, Hamburgo y ahora, Barcelona. Periodista. Máster en Inmigración por la Pompeu Fabra. Extranjera, como lo son todos en algún lugar
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí