La nueva ultraderecha tienta a los alemanes
El aumento exponencial de solicitudes de asilo funciona como catalizador y el miedo a lo desconocido atrae a nuevos “ciudadanos preocupados”
Laura Alzola Kirschgens Hamburgo , 16/12/2015
Manifestación de Pegida en Dresde, en enero de 2015.
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Todavía es una minoría radical. Aún predominan los decenas de miles de voluntarios que ofrecen su ayuda cada día en los hogares de acogida a refugiados. Pero en Alemania está creciendo un movimiento de extrema derecha nuevo, de métodos más sutiles y con un poder de atracción considerablemente mayor al de las corrientes predecesoras. Ya no es un grupo de jóvenes con la cabeza rapada, cazadora y botas militares, sino una parte de la sociedad civil que abarca desde intelectuales ultra-conservadores y ciudadanos descontentos, hasta personas que habitualmente se quieren posicionar a la izquierda, como los admiradores de Putin o simpatizantes del movimiento antiglobalización. Es una corriente de protesta vociferante que utiliza internet para librar su batalla contra su particular idea del establishment y radicaliza el clima del país en manifestaciones callejeras con pancartas insultantes y lemas xenófobos.
El fenómeno de la extrema derecha populista no es nuevo: no ha nacido tras el aumento exponencial de solicitudes de asilo en Alemania de los últimos meses. Pero la llegada de los refugiados funciona como catalizador: el miedo común a lo desconocido fortalece la unión del movimiento y atrae a nuevos “ciudadanos preocupados”.
Muchos alemanes perciben que sus temores no son tomados lo suficientemente en serio por el Gobierno. El malestar es notable y la imagen de descontrol y descoordinación del Ejecutivo de Angela Merkel en lo que se refiere a la política de refugiados tampoco ayuda a calmar los miedos de la población. En una encuesta reciente de TNS Forschung encargada por el semanal Der Spiegel, el 54% de los entrevistados admitieron estar preocupados por que la llegada de refugiados pueda aumentar el peligro de un atentado terrorista en el país. El 51% cree que los delitos aumentarán en Alemania y el 43% que crecerá la tasa de paro.
En una encuesta reciente del semanal 'Der Spiegel', el 54% de los entrevistados admitieron estar preocupados por que la llegada de refugiados pueda aumentar el peligro de un atentado terrorista en el país
Esto no significa que los ciudadanos quieran rendirse a la llamada de la extrema derecha, pero sí que son más vulnerables y más propensos que nunca a escuchar sus mensajes.
El fenómeno no se reduce a Alemania. En prácticamente todos los países pertenecientes a la Unión Europea crece desde hace años el apoyo a los partidos xenófobos. La nueva ultraderecha alemana ha adoptado una estrategia parecida a la que Marine Le Pen ordenó a sus compañeros de filas del Frente Nacional: “la desdemonización”, es decir, que los seguidores del partido no parezcan amenazantes, sino amables. El movimiento alemán también recuerda al Tea Party americano, cuyo impulso inicial fue el rechazo radical del sistema político de Washington. A los de Pegida (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente) les une el sentimiento de estar siendo engañados por las élites económicas, políticas y mediáticas del país.
Alternativa para Alemania, AfD, un partido prácticamente disuelto a principios de verano por disputas internas, está alcanzando en las últimas encuestas cerca del 10% de la intención de voto con sus lemas antidemocráticos y xenófobos, mientras las demás formaciones observan indefensas lo que se cuece en el margen derecho de la república. Los más desconcertados son los seguidores de la Unión Cristianodemócrata, cuyos miembros dudan entre ser leales a la Canciller en su posición pro-bienvenida, o acoger en el seno del partido a los ciudadanos que participan en las marchas de la derecha radical para tratar de re-orientarlos hacia el centro.
Hasta el pasado 7 de diciembre se habían registrado 817 ataques contra alojamientos de solicitantes de asilo, y al menos 733 de estos casos se atribuyen a la ultraderecha. En octubre, la cifra aún estaba en 505
La mayoría de los líderes del nuevo movimiento de extrema derecha no utilizan la violencia, pero alientan a quienes lo acaban haciendo. En congresos, en las plazas y sobre todo en internet, se dedican a proporcionar el alimento ideológico a quienes ya viven dispuestos a pasar a la acción. El hombre que apuñaló el pasado octubre a la candidata a alcaldesa de Colonia Henriette Reker era conocido en la ciudad por sus tendencias neonazis desde hacía treinta años sin haber llamado la atención a las autoridades por delinquir. “Tenía que hacerlo”, declaró a la Policía tras ser detenido, “los extranjeros nos quitan los puestos de trabajo”.
La violencia ha aumentado dramáticamente los últimos meses, multiplicándose este año por cuatro respecto a 2014. De acuerdo con los datos difundidos por el departamento de Investigaciones de lo Criminal de la Policía federal (BKA), hasta el pasado 7 de diciembre se habían registrado 817 ataques contra alojamientos de solicitantes de asilo, y al menos 733 de estos casos se atribuyen a la ultraderecha. En octubre, la cifra aún estaba en 505.
Los ataques son cada vez más brutales. La noche del 7 de diciembre, por ejemplo, desconocidos entraron en Tubinga en un edificio donde vivían setenta refugiados. Poco después ardían en las escaleras dos carritos para niños. Diez personas, entre ellas dos bebés, sufrieron intoxicaciones por inhalación de humo. Solo dos días antes, seguidores de Pegida habían recorrido la ciudad con pancartas en las que se podía leer: “Sigan huyendo, por favor, aquí no hay sitio para ustedes”.
Hay páginas en Facebook con decenas de miles de seguidores que filtran las noticias negativas del día a día relacionadas con refugiados. Cuando se trata de criticar la inmigración, sí se confía en los medios 'mainstream'
Un escenario que el Ministro de Interior Thomas De Maizière calificó de "vergüenza para Alemania". "No sólo las fuerzas de seguridad, también la sociedad en su conjunto debe reaccionar”, declaró. “Tenemos que asegurarnos entre todos de que la violencia racista y xenófoba, de que las fuerzas de la derecha radical no llegan al centro de nuestra sociedad", dijo De Maizière. “Las autoridades están observando muy atentamente el fenómeno”.
La incógnita a resolver no está solo en los síntomas sino también en las causas de este nuevo movimiento. ¿De dónde viene la rabia contra los extranjeros y el odio hacia “los de arriba”? Parte de la respuesta podría estar en el fenómeno de la globalización, del que, a primera vista, se benefician sobre todo las élites económicas y políticas, mientras muchos ciudadanos perciben que únicamente les afectan las consecuencias negativas. Por ejemplo, a través de la deslocalización de puestos de trabajo o del dumping salarial.
La llegada de los refugiados despierta los miedos ocultos de la sociedad alemana y los reúne en una mezcla explosiva: los nacionalistas y patriotas que ya temían una excesiva llegada de migrantes cuando tan solo vivían en su vecindario un par de extranjeros se alinean con quienes eran islamófobos antes y anuncian ahora la islamización de occidente a través de quienes huyen del horror. Además, los desilusionados con la política, con sus actores y en general con la democracia, se ven reafirmados en su posición por la renqueante gestión de la crisis de los refugiados por parte del Estado.
La incógnita a resolver no está solo en los síntomas sino también en las causas de este nuevo movimiento. ¿De dónde viene la rabia contra los extranjeros y el odio hacia “los de arriba”?
El hecho de que los ciudadanos más conservadores hayan dado un paso más hacia la derecha en los últimos años también tiene que ver con la evolución del sistema de partidos en Alemania. Hace años que muchos votantes tradicionales de la CDU o la CSU se alejaron de sus filas porque no querían seguir la corriente modernizadora de Angela Merkel. Los adelantos en los derechos de las personas homosexuales, la implantación del permiso de paternidad, la ampliación de la red de guarderías, la desaparición del servicio militar obligatorio o el apagón nuclear son algunos ejemplos de las posiciones abandonadas por los conservadores alemanes en los últimos diez años de gobierno de la Canciller, dejando huérfano a un segmento de su potencial electorado.
Los ultraconservadores de la AfD, así como los liberales de la FDP no superaron en otoño de 2013 la barrera del 5% de votos para entrar en el Bundestag. Y la gran coalición gobernante de socialdemócratas y cristiano-demócratas solo deja un tipo de oposición en el parlamento: Los Verdes y La Izquierda. Así, más de un millón de ciudadanos, los que se posicionan más a la derecha ideológica que la Unión Cristianodemócrata, no se ven representados en las Cámaras.
En su crítica de “ los de arriba”, el movimiento solo hace una excepción: la AfD, la Alternativa para Alemania. Aunque un sector de la ultraderecha también los desprecia, aún cuentan con suficientes simpatizantes precisamente por encontrarse todavía fuera del sistema.
A finales de agosto, la formación anunció una “nueva ofensiva” centrada en dos temas: la crisis del euro y la inmigración. De la moneda dejaron de hablar hace meses para situar a los refugiados en el centro de la diana. La AfD pide el cierre de las fronteras, la eliminación del derecho al asilo e incluso el permiso para la policía alemana a utilizar armas de fuego contra los refugiados, “en caso de emergencia”.
La visión de la sociedad de la derecha radical también tiene mucho que ver con el boicot consciente de estos a los medios de comunicación clásicos. No confían en los gatekeeper tradicionales, en el rol de los periodistas encargados de filtrar las noticias relevantes. Cada vez más alemanes creen que éstos manipulan la realidad y ocultan información como que el cambio climático no es tan grave, que los americanos quieren arruinar Alemania, que Putin lucha por la paz y que la energía nuclear es segura. Por eso, se buscan a sus propios gatekeeper en blogs anti-islam de Politically Incorrect, o en medios defensores de teorías de conspiración como Kopp-Online, KenFm o la versión alemana de Russia Today. Hay páginas en Facebook con decenas de miles de seguidores que filtran las noticias negativas del día a día relacionadas con refugiados. Cuando se trata de criticar la inmigración, sí se confía en los medios mainstream. Todo enfoque positivo es tachado de falaz.
Cada vez son más los ultras que se atreven a dejar comentarios explícitamente racistas y violentos en la red con su nombre real. Se está perdiendo la vergüenza implícita en el anonimato, el sentimiento de pertenencia al grupo se fortalece y la tendencia a diferenciarse de la mayoría adscrita al “buenismo” y a la “corrección política” crece. La preocupación de los demás, también.
Todavía es una minoría radical. Aún predominan los decenas de miles de voluntarios que ofrecen su ayuda cada día en los hogares de acogida a refugiados. Pero en Alemania está creciendo un movimiento de extrema derecha nuevo, de métodos más sutiles y con un poder de atracción considerablemente mayor al...
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Laura Alzola Kirschgens
Reportera e investigadora. Migración, educación, discurso y cambio social. Múnich, Hamburgo y ahora, Barcelona. Periodista. Máster en Inmigración por la Pompeu Fabra. Extranjera, como lo son todos en algún lugar
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